Un Gran Salón para aprender a mover el bote
Por Ángel Alejandro Martínez Chang
CDMX. Es bien sabido que la cumbia y la salsa son dos géneros muy escuchados en México, el famoso sonidero que alguna vez todos hemos presenciado en alguna fiesta de nuestro barrio, las canciones acompañadas de los “dj’s” que mandan a saludar o dicen cosas entre canciones, es lo que hace tan especial al sonidero, la cumbia con sus canciones y letras románticas y qué decir de la danza donde es todo un espectáculo ver bailar a la gente al ritmo de la música.
Es por eso que ahora tuvimos la dicha de poder ir al Gigante Gran Salón de la Ciudad de México ubicado a unas cuantas cuadras del metro Tlatelolco. Debo admitir que no sé bailar y mi acompañante serían mi mejor amigo, Fernando; su novia Jazmín y mi mejor amiga Natalia, que al proponerles la idea quedarían intrigados, pero a su vez emocionados por ir; en especial Natalia, porque cuando era niña su papá tenía un sonidero.
El evento iniciaría a las 4:30 y al ser inexperto en eventos o en fiestas, ya que no acostumbro mucho a ir a estás, yo quería llegar a la hora pero me respondieron con una frase muy divertida de: “No se trata de llegar a poner las mesas”. Tomamos rumbo al lugar, saliendo de la casa de mi amigo a las 5, llegamos al metro Tacubaya, llegamos a Centro Médico, hicimos el transbordo a Indios Verdes y nos bajamos en la estación Tlatelolco.
Llegamos a un lugar que desde el principio ya estaba retumbando con lo alto de la música, el género que se tocaría está vez sería cumbia, el precio que pagaríamos sería de 50 pesos, al entrar no había tanta gente y la poca que estaba de encontraba cerca del escenario donde estaban bailaban, disfrutando de la música.
Grandes grupos se encontrarían para alegrar la tarde noche de este día, cómo lo fueron grupo Cuales son, La Candente Sonora y muchos más, que tocarían grandes éxitos ya conocidos de grupos más reconocidos cómo Ángeles Azules que me gustan bastantes sus canciones, Los Ángeles de Charly o Grupo Yaguarú.
Tomamos una mesa que se encontraba vacía y al inicio solo coreábamos las canciones, y admiraba el lugar, las luces de estrobos que iluminaban el lugar y la forma en como estaba adornado el sitio me parecía muy típico a lo que estaba acostumbrado a las fiestas familiares a las que en ocasiones había asistido.
He de ser muy honesto, no sé bailar y solo me encontraba admirando a un grupo de jóvenes no mayores de 35 años que bailaban con una destreza y quedé maravillado por la forma en que bailaban, esto me motivo y pensé: “Debo aprender a bailar”, llegó un momento donde Fer y su novia se levantaron a bailar y me quedé solo en la mesa cantando y observando con Nati, pero esto me empezó a aburrir y me comenzaba a dar sueño, Nati, al percatarse de esto, me jaló de la mano y me invitó a bailar, he de admitir que me sentía bastante apenado.
La canción que sonaba era “Tiene espinas el rosal” de grupo Cañaveral, una canción muy movida, le comenté a Natalia que no sabía bailar pero esto ella ya lo sabía, ya que la había acompañado a una que otra fiesta y ya se lo había comentado; solo me sonrió y me dijo que ahorita aprendía, me iba guiando y enseñándome pasos a los que ella consideraba “sencillos”, buscamos un lugar donde estuviera más vacío para no molestar a los demás con mis torpes movimientos, Fer y su novia desde lejos me observaban y Fer no dejaba de reírse y tomar fotos para mostrarle a nuestro grupo de amigos.
He de admitir que llegue a pisar varias veces los pies de Natalia, pero me decía que no me preocupara que así se aprendía y que iba mejorando, que solo me faltaba soltarme un poco ya que estaba muy nervioso.
Esto lo escucho un grupo de señores que me decían lo mismo: que iba bien y que tenía una gran maestra, me dieron uno que otro consejo y el señor sacó a bailar a Natalia mientras la señora también me iba guiando… he de admitir que esto me dio mucha pena.
Nos retiramos del lugar cerca de las 9 de la noche ya que a Natalia le dieron muy poco tiempo, pero antes fuimos a cenar a un lugar de culto para nosotros, unas gorditas de pastor cerca del metro Mixcoac que para costumbre siempre estaba lleno el lugar pero vale la pena porque son deliciosas, cada uno pidió dos gorditas de pastor y un agua de horchata.
Una gran experiencia y el ambiente del lugar fue bastante agradable, le he prometido a Nat que repasaré lo aprendido para volver a asistir cuando tengamos tiempo y terminar con mi educación.
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