El arte en la ciudad del arte



Por Ximena Miranda Herrera 
CDMX. A un lado de la avenida Río Churubusco, en el Country Club Churubusco, entre el paso de los coches, motos y camiones que transitan a alta velocidad, se encuentra el Centro Nacional de Artes (Cenart). En su interior, lleno de edificios fríos color naranja; coexisten las cuatro escuelas de educación profesional del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL): la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea, la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, la Escuela Nacional de Arte Teatral y la Escuela Superior de Música. 

En la entrada principal, una maqueta de todo el lugar se posiciona al centro, al recorrer los pasillos te internas en los laberintos de edificios blancos con elegantes vidrios que fungen como paredes, áreas verdes de pasto fresco y húmedo que revela su exquisito aroma; en su centro, múltiples árboles altos y de tronco grueso en los que corren las ardillas y los pájaros revolotean. 

Es sábado y la cartelera del Cenart en Instagram promete actividades que llenen el espíritu curioso y artístico de todas aquellas personas que quisieran visitar el recinto, desde obras de teatro y conciertos de piano, hasta talleres para aprender a hacer figuras de globos y meditar. Una vez dentro del lugar, donde alguna vez existió una sala de Cinemex propia del Centro de Artes, comienza la experiencia vívida de emociones por la paz que se siente dentro. 

Caminando por el lugar, un grupo de personas entre niños, niñas y adultos, están sentadas en el piso como público de un espectáculo que fuera de la Escuela Teatral. Tres actrices vestidas de color naranja, azul y amarillo, maquilladas con brillantes colores que resaltan su vestuario. Cuentan historias y chistes, los presentes aplauden y los niños y niñas gritan felices. De un momento a otro, una de ellas toma una mochila con una mochila, y con su otra mano, un cartel que tiene una flecha roja y comienza a correr, el resto de las actrices invitan a los espectadores a seguirla. 

Se transportan a un costado del lugar en donde estaban, los invitados se sientan de nueva cuenta en el pasto y observan una pared blanca del edificio que tienen enfrente. Del techo descienden una mujer y un hombre con equipo para escalar amarrado a sus cinturas. 

Ambos portan una vestimenta colorida por un contraste entre rosa y azul y zapatos blancos con adornos brillantes. Comienza la música de estilo electrónica pop en cuanto ellos brincan al aire, el público grita emocionado y aplaude. El baile consiste en una secuencia de pasos mientras ellos recargan sus pies en la pared y su cuerpo flota, dan vueltas a la derecha, a la izquierda, se impulsan de la pared y regresan tomados de la mano. 

Finalmente, caen hasta el pasto en que la audiencia se encuentra y la música se pierde entre el barullo de gritos de niños y niñas y los aplausos. El espectáculo termina al cabo de cuarenta minutos, la mujer que se muestra como la profesora de las actrices vestidas de colores, las presenta por sus nombres y ellas hacen una reverencia de agradecimiento, todos los presentes aplauden. 

Así pasan los fines de semana dentro del Cenart, con presentaciones emocionantes abiertas a todo el público, o con costos lo más bajos posibles para cubrir únicamente el tiempo de los artistas o los materiales que emplean. 

Entre el ruido de la ciudad y las vidas alborotadas de los citadinos, se halla el Centro Nacional de Artes, que busca contribuir a la formación profesional de todas aquellas personas que quieran explotar sus talentos, y también, para quienes buscan acercarse a las diversas formas de arte que brindan. 




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