ARAGÓN Y SU POSEIDÓN
Por Alan Antonio Peralta Monroy
México (Aunam). El suelo pringoso. Avanzas con pasos cortos, inevitable llevarse pisotones. Los jóvenes aglutinados, transpirados. Personas tarambanas, con miradas disolutas, se han quedado en el vacío, la mayoría buscando con quien puede congeniar, otras mirando al suelo por causa de las arcadas, muchas otras ciegas por la oscuridad de su cabeza contra la mesa redonda. Es una forma de dejar en el tintero las presiones escolares.
No hay que buscarle mucho para encontrar un lugar donde puedas tomar unos tragos con tus compañeros de escuela. Ni siquiera tienes que esperar a que sea viernes para que esto suceda. Los bares se encuentran a muy pocos metros de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón, ubicada en Nezahualcóyotl, Estado de México.
-No, pus’ está cabrón, si hay varios. Hay como unos 70 por aquí, o más, pero éste es el más chingón.
Fueron las palabras del hombre encargado de cuidar el ingreso al famoso bar el “Shine”, a tan sólo una cuadra de la FES Aragón. Es un hombre moreno, robusto, listo para cualquier agravio dentro del bar. A su lado un tipo regordete, caucásico, y al igual que el primero, porta una playera de Staff negra. Los dos de carácter cetrino.
Llegué al lugar por recomendación de compañeros que actualmente estudian en esa Facultad, según ellos es el que tiene más ambiente, además de que “conectas” rápidamente, y si no, es porque de plano estás “pal’ perro”.
Alrededor de las cuatro de la tarde ya hay una pequeña fila esperando para ingresar. El hombre moreno hace una pequeña revisión de mochilas y pide las credenciales que te acreditan como mayor de edad. Justo enfrente de mí, hay tres chicas, con mochila, muy jóvenes, parece que son estudiantes, dos de ellas no llevan consigo la credencial requerida, pero las dejan pasar con un veinte. Aquí hay lugar para todos.
Acudo en viernes, no es muy difícil de imaginar el porqué. Sólo hay que subir unas pequeñas escaleras. El lugar está atiborrado. La música es pujante, caminar junto a las bocinas es peligroso para tus oídos. Las luces de colores se infiltran en mis ojos. Lásers acomodados estratégicamente colisionan con los espejos, rebotan por todo el recinto. El calor se percibe súbitamente. En las orillas se encuentran todas las bolsas, rollos con planos de arquitectura, portafolios y mochilas de los concurrentes.
Las mesas con bancos altos son reducidas, sólo cabe lo más importante, las bebidas amontonadas de todo el grupo de amigos. Al centro está la pista de baile. Reggaetón es lo que predomina. El DJ, muy joven, con unos 21 años de edad, mezcla los CD’s. Por su apariencia denota que este género es lo que más le gusta. Y a los asistentes también. El bar además cuenta con un segundo piso.
Resaltan los vasos grandes de plástico, todos con bebidas de colores. Esta variedad cromática en sus tragos es una de las razones por las que es tan famoso el “Shine”. Eso y sus nombres creativos para bautizarlos. Observar tantas bebidas te reseca la boca, así que acudo a la barra para realizar el ejercicio sociológico.
Aunque es un lugar pequeño, es complicado transitar por la cantidad de gente. Lo primero que llama la atención en la barra es la gran variedad de botellas de licor, tienen de todo. Puedes pedir el servicio de pomo para una ocasión especial, tragos más fuertes de un licor específico, las clásicas cervezas, medias y caguamas, con chile o cubana, y por supuesto las “bebidas especiales”. Una gran lona tiene los nombres y costo de cada líquido. Los precios son muy accesibles, la mayoría de los litros preparados cuestan tan solo cincuenta pesos.
Entre tantas botellas y colores no sé qué pedir, así que le pregunto a un contiguo de la fila que estaba esperando su turno al igual que yo.
-Toda la beca se me va en Poseidones. Están bien perros porque te ponen en chinga. Si es tu primera vez aquí debes probarlo.
Al fin llego al frente de la barra, la atiende un señor calvo, de baja estatura, su cabeza apenas sobresale al filo de la mesa, porta un jersey de los Raiders. No deja de preparar la bebida anterior cuando pregunta: “¿Qué te doy, carnal?”
Antes de pedir mi bebida quise averiguar lo que contenían las demás, pues los títulos como: Putifresa; Medias de Seda; Mini Cooper; Semen de Pitufo; Luces de la Havana, entre otros despiertan la curiosidad por saber qué estás tomando. Me responde con una velocidad impresionante, parece que el discurso lo tiene memorizado de tantas veces que se lo preguntan. Así que me convence más el recomendado: Poseidón.
Se trata de una bomba etílica, al analizar un poco estas bebidas puedes comprender el ambiente. Vodka, tequila, ginebra, ron blanco, agua mineral y refresco de limón en una sola bebida, sin olvidar el curaçao azul para darle el toque característico. Las botellas de dudosa procedencia, no reconocía ninguna de las etiquetas. Pero ya me lo habían advertido unos amigos que encontré adentro, “son bebidas para guerreros, todas están adulteradas. Ve cómo están todos hasta la madre. Y muchos regresan así a sus clases.” Y no era mentira, aún no había visto nada.
El ambiente comenzó a subir de nivel en la tarde, ya eran las 7 cuando veías a todos con los ojos brillosos y los peinados desacomodados por el sudor. Los que antes bailaban reggaetón en el centro, pasaron a los rincones oscuros para la “siguiente base”. En todo el tiempo que estuve sólo hubo reggaetón y un poco de banda. Otros ya no querían saber nada y se iban tambaleándose del lugar. Pero así como salían, entraban otros. El lugar estuvo repleto todo el tiempo.
A pesar de que hay baño para hombres y otro para mujeres, en los dos hay fila por lo reducidos que son. En el caso de los hombres, sólo tiene un escusado y a un lado una zanja en el suelo. Afuera te espera un hombre, escuálido y de mediana estatura que te pone un poco de gel antibacterial y dice: “Ahí con lo que quieras cooperar”.
A un lado de mi mesa, unos jóvenes sacan rápidamente una pequeña bolsita y tarjetas de crédito, o de la escuela, no alcanzo a distinguir. Enseguida, se dan un pase de coca. Todo en menos de 30 segundos. No hay mucha seguridad adentro.
-No dejan de llegar, ¿verdad? ¿Cómo a qué hora cierran? - Le pregunto al joven que cuida la puerta al irme retirando del lugar. Ya ha oscurecido totalmente.
“No, toda la semana viene gente, y más hoy, que cerramos hasta las dos o tres de la mañana por lo atascado que está. Sábado y domingo no trabajamos. De lunes a jueves es más relax, abrimos a las 11 y se cierra como a las 8”.
El fenómeno de los bares en la cercanía de la FES Aragón no es nuevo, tiene muchos años que se viene practicando. Según la Ley para el Funcionamiento de Establecimientos Mercantiles, no puede haber comercios que vendan bebidas alcohólicas a menos de 300 metros de cualquier centro educativo. Aquí están a la vuelta de la esquina y con precios muy accesibles para los jóvenes. Además, está penado vender bebidas alcohólicas a menores de edad, pero en estos establecimientos parece que no importa mucho.
México (Aunam). El suelo pringoso. Avanzas con pasos cortos, inevitable llevarse pisotones. Los jóvenes aglutinados, transpirados. Personas tarambanas, con miradas disolutas, se han quedado en el vacío, la mayoría buscando con quien puede congeniar, otras mirando al suelo por causa de las arcadas, muchas otras ciegas por la oscuridad de su cabeza contra la mesa redonda. Es una forma de dejar en el tintero las presiones escolares.
No hay que buscarle mucho para encontrar un lugar donde puedas tomar unos tragos con tus compañeros de escuela. Ni siquiera tienes que esperar a que sea viernes para que esto suceda. Los bares se encuentran a muy pocos metros de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón, ubicada en Nezahualcóyotl, Estado de México.
-No, pus’ está cabrón, si hay varios. Hay como unos 70 por aquí, o más, pero éste es el más chingón.
Fueron las palabras del hombre encargado de cuidar el ingreso al famoso bar el “Shine”, a tan sólo una cuadra de la FES Aragón. Es un hombre moreno, robusto, listo para cualquier agravio dentro del bar. A su lado un tipo regordete, caucásico, y al igual que el primero, porta una playera de Staff negra. Los dos de carácter cetrino.
Llegué al lugar por recomendación de compañeros que actualmente estudian en esa Facultad, según ellos es el que tiene más ambiente, además de que “conectas” rápidamente, y si no, es porque de plano estás “pal’ perro”.
Alrededor de las cuatro de la tarde ya hay una pequeña fila esperando para ingresar. El hombre moreno hace una pequeña revisión de mochilas y pide las credenciales que te acreditan como mayor de edad. Justo enfrente de mí, hay tres chicas, con mochila, muy jóvenes, parece que son estudiantes, dos de ellas no llevan consigo la credencial requerida, pero las dejan pasar con un veinte. Aquí hay lugar para todos.
Acudo en viernes, no es muy difícil de imaginar el porqué. Sólo hay que subir unas pequeñas escaleras. El lugar está atiborrado. La música es pujante, caminar junto a las bocinas es peligroso para tus oídos. Las luces de colores se infiltran en mis ojos. Lásers acomodados estratégicamente colisionan con los espejos, rebotan por todo el recinto. El calor se percibe súbitamente. En las orillas se encuentran todas las bolsas, rollos con planos de arquitectura, portafolios y mochilas de los concurrentes.
Las mesas con bancos altos son reducidas, sólo cabe lo más importante, las bebidas amontonadas de todo el grupo de amigos. Al centro está la pista de baile. Reggaetón es lo que predomina. El DJ, muy joven, con unos 21 años de edad, mezcla los CD’s. Por su apariencia denota que este género es lo que más le gusta. Y a los asistentes también. El bar además cuenta con un segundo piso.
Resaltan los vasos grandes de plástico, todos con bebidas de colores. Esta variedad cromática en sus tragos es una de las razones por las que es tan famoso el “Shine”. Eso y sus nombres creativos para bautizarlos. Observar tantas bebidas te reseca la boca, así que acudo a la barra para realizar el ejercicio sociológico.
Aunque es un lugar pequeño, es complicado transitar por la cantidad de gente. Lo primero que llama la atención en la barra es la gran variedad de botellas de licor, tienen de todo. Puedes pedir el servicio de pomo para una ocasión especial, tragos más fuertes de un licor específico, las clásicas cervezas, medias y caguamas, con chile o cubana, y por supuesto las “bebidas especiales”. Una gran lona tiene los nombres y costo de cada líquido. Los precios son muy accesibles, la mayoría de los litros preparados cuestan tan solo cincuenta pesos.
Entre tantas botellas y colores no sé qué pedir, así que le pregunto a un contiguo de la fila que estaba esperando su turno al igual que yo.
-Toda la beca se me va en Poseidones. Están bien perros porque te ponen en chinga. Si es tu primera vez aquí debes probarlo.
Al fin llego al frente de la barra, la atiende un señor calvo, de baja estatura, su cabeza apenas sobresale al filo de la mesa, porta un jersey de los Raiders. No deja de preparar la bebida anterior cuando pregunta: “¿Qué te doy, carnal?”
Antes de pedir mi bebida quise averiguar lo que contenían las demás, pues los títulos como: Putifresa; Medias de Seda; Mini Cooper; Semen de Pitufo; Luces de la Havana, entre otros despiertan la curiosidad por saber qué estás tomando. Me responde con una velocidad impresionante, parece que el discurso lo tiene memorizado de tantas veces que se lo preguntan. Así que me convence más el recomendado: Poseidón.
Se trata de una bomba etílica, al analizar un poco estas bebidas puedes comprender el ambiente. Vodka, tequila, ginebra, ron blanco, agua mineral y refresco de limón en una sola bebida, sin olvidar el curaçao azul para darle el toque característico. Las botellas de dudosa procedencia, no reconocía ninguna de las etiquetas. Pero ya me lo habían advertido unos amigos que encontré adentro, “son bebidas para guerreros, todas están adulteradas. Ve cómo están todos hasta la madre. Y muchos regresan así a sus clases.” Y no era mentira, aún no había visto nada.
El ambiente comenzó a subir de nivel en la tarde, ya eran las 7 cuando veías a todos con los ojos brillosos y los peinados desacomodados por el sudor. Los que antes bailaban reggaetón en el centro, pasaron a los rincones oscuros para la “siguiente base”. En todo el tiempo que estuve sólo hubo reggaetón y un poco de banda. Otros ya no querían saber nada y se iban tambaleándose del lugar. Pero así como salían, entraban otros. El lugar estuvo repleto todo el tiempo.
A pesar de que hay baño para hombres y otro para mujeres, en los dos hay fila por lo reducidos que son. En el caso de los hombres, sólo tiene un escusado y a un lado una zanja en el suelo. Afuera te espera un hombre, escuálido y de mediana estatura que te pone un poco de gel antibacterial y dice: “Ahí con lo que quieras cooperar”.
A un lado de mi mesa, unos jóvenes sacan rápidamente una pequeña bolsita y tarjetas de crédito, o de la escuela, no alcanzo a distinguir. Enseguida, se dan un pase de coca. Todo en menos de 30 segundos. No hay mucha seguridad adentro.
-No dejan de llegar, ¿verdad? ¿Cómo a qué hora cierran? - Le pregunto al joven que cuida la puerta al irme retirando del lugar. Ya ha oscurecido totalmente.
“No, toda la semana viene gente, y más hoy, que cerramos hasta las dos o tres de la mañana por lo atascado que está. Sábado y domingo no trabajamos. De lunes a jueves es más relax, abrimos a las 11 y se cierra como a las 8”.
El fenómeno de los bares en la cercanía de la FES Aragón no es nuevo, tiene muchos años que se viene practicando. Según la Ley para el Funcionamiento de Establecimientos Mercantiles, no puede haber comercios que vendan bebidas alcohólicas a menos de 300 metros de cualquier centro educativo. Aquí están a la vuelta de la esquina y con precios muy accesibles para los jóvenes. Además, está penado vender bebidas alcohólicas a menores de edad, pero en estos establecimientos parece que no importa mucho.
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