BETSABEÉ ROMERO, ARTISTA CON MÁS DE 30 EXPOSICIONES EN AMÉRICA Y EUROPA

  • Se le considera transgresora por reflejar una herencia milenaria y reciclar
Por Michelle Marieli Mercado Mejía
México (Aunam). Migrante latente, ser de movimiento, de trayectos, que no se determina por donde está parada, donde se queda o donde vive, así se autodefine Betsabeé Romero, por cómo se mueve.

Una artista que ha absorbido, como pocas, la estética y los sentidos del arte popular tradicional, su obra ha recorrido el mundo con más de 30 exposiciones individuales en México, Estados Unidos y países europeos, principalmente.

Una observadora de las vicisitudes de la vida urbana y los flujos de la modernidad, un diálogo que la sitúa y la mantiene en la frontera entre lo contemporáneo y lo prehispánico.

La cita es en una casa habitación de dos pisos, en la colonia Álamos del Distrito Federal, a sólo unos metros de la estación Xola del Metro, ahí donde crea y construye sus ideas, muy cerca de la colonia Buenos Aires, donde nació y vivió la infancia.

--Te están esperando --le señalan dos mujeres que se encuentran en aquel patio y a las que saluda con un abrazo. La premura de su andar es evidente.

--¿Cómo estás? --pregunta por compromiso, porque no espera la respuesta para disculparse por la tardanza-- Casi siempre me hago poco desde mi casa, que es aquí cerca, pero hoy no sé qué pasó --dice sin detenerse, pues ya está camino al estudio.

Viste su admiración por la cultura mexicana: porta una amplia falda parecida a las de los trajes típicos, pero el dorado la hace distinta, larga hasta los tobillos, combinada a la perfección con el rebozo que la envuelve; los detalles rosados y las sandalias que le van bien con el color marrón de los labios.

Se deben subir unas escaleras, ya muy oxidadas, y su falda cubre la vista de quien va detrás, el gran tamaño de la habitación se ve disminuido por la cantidad de objetos, es difícil distinguir entre las piezas que forman parte de las pilas.

En la obra de Betsabeé destaca el uso de llantas con estelas de motivos prehispánicos, intervenidas con chicles masticados de colores intensos y únicos, fragmentos de cerámica, hojas de coca y de oro; carros y camioncitos de madera pintados o vestidos. Papel picado y pintura sobre volantes de coches que forman collares.

En el estudio no hay puerta, ni las paredes ni los pisos han sido trabajados, aún conservan el color del cemento, al fondo hay un gran ventanal, lo que permite que entre la luz, aun con la capa de polvo en los vidrios.

El escritorio se encuentra justo al centro de todo el desorden, a un lado de la mesa de aproximadamente tres metros y del otro lado una pared adornada por rines de coches, sólo así, colgados uno a uno, como si estuvieran a la espera de que ella, Betsabeé, trabaje con ellos.

Se sienta sin decir nada, toma una posición aparentemente relajada, con los brazos reposando en la madera del escritorio, de perfil a la computadora y dando la espalda a una agobiante cantidad de papeles, señala una silla de mimbre entretejido, acomoda su cabello negro y sonríe en señal de que ya es momento de comenzar.

Betsabé Romero nació en la ciudad de México en 1963, estudió arte en la Academia San Carlos, y comunicación en la Universidad Nacional Autónoma de México (UANM) y en la École des Beaux Arts de París, Francia.

Su obra es descrita como transgresora, por la propuesta de resignificar una herencia milenaria y por los materiales que emplea. Los que la conocen dicen que es una mujer estricta consigo misma y con los demás, detallista hasta el cansancio.

De su proyecto de vida: “México es el país en que nací, sobre todo entiendo que uno puede hablar más de lo que más conoce y ha vivido, he tenido la suerte de estar en este país tan rico culturalmente hablando y con una trayectoria histórica enorme, con un presente muy complicado. Un artista tiene una labor que necesariamente tiene que ver con el reflejo de su tiempo y su contexto, tiene que reflejar toda la cultura que forma parte de su identidad.

“El arte no es sólo mi trabajo, es un proyecto integral de vida, una forma de conocimiento que significa una responsabilidad, un compromiso para devolver lo que entiendo, lo que siento, de las cosas que me interesan y preocupan, a través de imágenes que tengan el componente de generar conocimiento”, señala.

La artista contemporánea busca reflejar su tiempo, de la manera más sincera posible, todas las reflexiones que ha realizado sobre los temas que más le han afectado la vida cotidiana.

“La práctica artística tiene que ver más con un entrenamiento, una educación relacionada con las bellas artes, más enfocada a la historia del arte y todos los códigos que han crecido. Tiene que ver con una investigación continua acerca del contexto que uno está viviendo para poder ser el termómetro de un tiempo”.

Al escuchar la pregunta sobre sus artistas favoritos se le dibuja una sonrisa en el rostro, responde con entusiasmo:

“Adoro la historia del arte, mis piezas favoritas del arte egipcio, prehispánico; de ahí tengo muchísimas, porque el arte prehispánico es un tema que ha ido mezclándose con todas las temáticas de la vida cotidiana actual, son artistas que considero maravillosos”.

Tras una breve interrupción por el grito de alguien que la llama Betsa, como la conocen sus amigos, se limitó a responder: “No, no voy”. Luego continúa: “Después del barroco me encantan, admiro y me parecen planetas en sí mismos Velázquez, Rembrandt, adoro Bremer, es uno de mis favoritos, me encanta cómo trabaja los personajes femeninos y me encanta la foto, la arquitectura, Barragán, Álvarez Bravo”.

--¿Sí es el artista un actor social?

--Pues la incidencia del artista en la realidad económica, política y social es limitada, pero no por eso deja de ser brutal, los lazos en cuanto a respuestas del público hacia una obra son enormes, no hay un circuito de inmediatez como lo tienen los medios masivos, el conocimiento que se busca promover a través de una pieza de arte es a largo plazo, no es masivo el alcance del arte contemporáneo.

Ella prefiere que su arte sea evaluado más cualitativa que cuantitativamente: “El artista se da un tiempo más largo para generar una reflexión, no tiene esa persecución de velocidad para responder de manera inmediata. El arte va reflejando las cosas a un ritmo más lento, pero más profundo, en los cuales intervienen ópticas más amplias, incluso es importante conocer las motivaciones económicas.”

Su formación

Desde niña, Betsabeé disfrutaba de la música, la danza, la literatura, creció en una familia con la posibilidad de integrarse al mundo artístico. “Mi familia estaba muy interesada por el tema, siempre se me dio la oportunidad de ir a museos, no sé, de todo.”
Se considera mujer gregaria, disfruta estar rodeada de amigos, de su familia, sobre todo de su hija de 20 años, que, dicen, no se parece tanto a su mamá, pero es su mayor satisfacción.

El proceso para elegir una carrera no fue fácil: “Al principio quería estudiar filosofía, y como la filosofía estaba en crisis, según mis profesores, me recomendaron irme hacia estudios de semiótica, de lingüística, estudie comunicación por eso, con esa especialidad, al final fui dándome cuenta que la dirección más adecuada era hacia el arte para poder seguir mis inquietudes, aunque fuera una decisión muy solitaria.

“Es una carrera difícil, yo siempre he trabajado muchísimo, incluso para poder estudiar lo que quise, no hay caminos que señalen cómo hacer las cosas, tienes que buscar todo el tiempo estrategias para ir encontrando caminos, a veces no los tradicionales, que todo el mundo piensa que es muy fácil hacer una carrera, menos en México, menos siendo mujer.

“¿Por qué? Pues no lo sé, bueno sí, menos siendo mujer porque el mercado del arte en toda la historia del siglo XV, internacional y nacionalmente, viendo las participaciones de las mujeres, las colecciones de museos, la curadurías, en las subastas, los pecios que tienen las obras de mujeres, de grandes artistas, frente a las obras de hombres que tienen un precio 10 veces más alto, por decir lo menos”.

Sus mayores influencias: “Los profesores más importantes que tuve, de filosofía, de literatura, en la prepa, y después en la carrera, mis profesores de teoría de la comunicación, de lingüística, de semiótica, en bellas artes, mi profesor en las escuela de París que fue Antonio Silio, siempre ha sido muy crítico de mí.”

Su sueño desde siempre ha sido ser feliz: “Soñaba con hacer lo que me gustaba, con estar con la gente que quiero y aún sueño con lo mismo. Aunque es difícil ser feliz con un mundo como éste, donde pasan cosas tan terribles todos los días, estamos en un país donde es difícil olvidarse de tantas cosas violentas y crueles que le pasan a gente cercana, es difícil vivir en un país donde mi hija tiene 20 años y no tengo ninguna certeza de que no va a salir en la noche y alguien la va a atacar, no tengo ninguna seguridad de nada”.

La llegada de Elizabeth y Luis, asistentes de Betsabeé, parece advertir que la jornada de trabajo debe comenzar rápidamente, incluso la postura de su cuerpo se torna erguida. Luis se acerca para consultarla, le dice que no ha quedado lista la pieza que preparaban y la pintura no logra recubrir el espacio. “Hay que poner acetato y polivinilo, o lo primero que haya por ahí, si no, por eso se va a seguir cayendo.”

--¿Qué pasa con el arte en el México actual?

--Es un instrumento de formación ideológica, asociada a la política ha sido muy importante, pero lo que rige (es) la circulación del arte, no la incidencia en cuestiones políticas. El arte ha intervenido en resistencias sociales en muchos países por suerte, pero son minoritarias, y no es lo que define el ejercicio del arte.

Interrumpe su respuesta: “Pero sabes qué, mejor pásate para acá, ese es el escritorio de mi asistente y ellos necesitan empezar a trabajar ya.” Elizabeth acerca una silla de plástico, mientras Luis coloca dos computadoras portátiles.

“Es una época muy rica en esos términos, hasta las vanguardias del siglo XX estaban clasificados en pintores, escultores, grabadores; ahora importa más el concepto que las técnica que se van a elegir, construir el conocimiento depende más de la especialización que de una temática clasificada del artista.

El mercado del arte resulta ser como todos los mercados de las economías, se ha manejado por los grandes monopolios, en el caso de Betsabeé refleja una preocupación por los problemas sociales.

“Trabajo mucho con materiales reciclados, ya que me importa participar de un ejercicio de enfrentar problemáticas como la basura, pero también como la reinterpretación de objetos y materiales que han sido atropellados o tirados a la basura”.

Para llegar a más personas: “En mi caso, si soy una artista muy multimedia, me puedo trabajar con diferentes técnicas, desde muy tradicionales hasta la tecnología, mi carrera habla mucho de mi relación con los artistas populares.

Lo que necesito es hacer arte: “No me gusta la palabra pasatiempo, todo es un proyecto integral que se incorpora a mi vida y a mi proyecto de vida, la música me encanta, pero también es un ingrediente que a veces tiene que ver con mi obra, todo entra, la danza, el teatro, es parte de mi propio proyecto.”

Lo que menos disfruta: “Las negociaciones con las instituciones, todo eso, me encanta producir, pero no los trámites --incluso cuando habla de ello hace un ligero gesto con la cabeza, de cansancio. Sus amigos ya lo saben, el papeleo le agobia--. El ambiente artístico no es lo que yo disfruto, no me gusta.

“Me gusta más inclusive buscar otros públicos que no sean específicamente artísticos, pienso que a veces es mucho más rico toparme con el comentario de un niño en la calle que vio las cosas que uno hizo. Hasta cierto punto estoy en búsqueda de mi obra, abriendo mi campo a otros públicos, porque creo que está muy cerrado, muy elitista, especialmente en México”.

Su mayor satisfacción: “Que pase del papel a la realidad, cuando hago un dibujo; de pronto se encuentra un museo en la calle, precisamente que toquen piso, cuando la gente los ve y me haga un comentario agradable. El proceso de creación me divierte, a veces también se sufre, pero yo lo que quiero es hacer arte, es lo que necesito hacer”.

En lo único que creo es en el hombre

Sobre su religión: “He tenido una educación católica, pero también no me gusta la institución, no me gusta el comportamiento de la Iglesia católica, actualmente me cae bien el Papa, sus posturas frente a lo que está pasando, pero no soy fanática. Adoro al padre (Alejandro) Solalinde (fundador del albergue para migrantes Hermanos en el Camino, de Ciudad Ixtepec, Oaxaca), admiro mucho lo que están haciendo sacerdotes frente a la problemática de la migración, y si puedo los ayudaré con todo mi corazón, pero no soy alguien que se distinga por ser practícate de la religión”.

Entonces se considera: “Humanista, soy obviamente más de izquierda pero no me identifico ni con los partidos políticos ni con los políticos, no me gusta la política, no creo en ella”.

Sus mejillas se ponen rojas, como si la temperatura hubiera aumentado, se acomoda el rebozo, se lleva las manos a la cabeza para lanzar todo el cabello hacía atrás: “De mi vida amorosa, ¡ay no!, eso no te lo puedo contestar. Pero siempre he hecho lo que tenido ganas de hacer, me divierto con lo que hago, tampoco he abandonado ningún aspecto personal por mi carrera, simplemente no me veo sin trabajar”.

El golpeteo de sus dedos en la madera da a entender que es momento de finalizar la entrevista.

“Mis próximos proyectos: voy a participar en una exposición en contra del maíz transgénico en el jardín botánico de la UNAM y una individual en el Museo de Arte Contemporáneo, y tengo una…, ya ni me acuerdo, pero eso es lo más próximo”.

Tras abrazo, algunas fotografías y agradecimientos se despide e inmediatamente vuelve la atención hacia sus asistentes. Hay que recorrer el camino a la salida solitariamente, sólo después de un último vistazo.










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