FEGGO: EL CHAC MOOL MEXICOESTADOUNIDENSE
Por Joselin Violeta Contreras García
México (Aunam). Afuera de la sala un hombre preguntó: “¿Vienen al taller?”; otras voces contestaron: “Sí, venimos al de Feggo”. Jamás lo habían visto. Ese era Felipe Galindo, Feggo. Con una sonrisa de las que marcan arrugas en la cara, interrogó los nombres de cada uno de los asistentes a su taller “El contenido universal del cartón político”.
En la sala 73, del tercer piso, de la Universidad del Claustro de Sor Juana, las imágenes del trabajo del cartonista comenzaron a iluminar un viernes 4 de septiembre. A la par, el artista habló de por qué estaba allí y cómo lo había logrado.
Recién graduado de la -antes conocida- Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, decidió irse a Estados Unidos junto con su pareja Andrea Arroyo. Iban “de pasada”; sin embargo, hoy se han apropiado de su propia versión de la Isla “Manhatitlan”.
Feggo recibió la invitación para participar en el Primer Congreso Latinoamericano de Cartón Político, Ilustración y Dibujo. No obstante que ha vivido más de 20 años en Manhatan, que en el país del norte se ha forjado una carrera, el cartonista parece nunca haberse ido.
De vez en vez lo traicionan las palabras, pues el mexicano de nacimiento ya sueña en inglés por escuchar a tanto gringo durante más de dos décadas. Se detiene una milésima de segundo, casi imperceptible, para hallar en el recuerdo la palabra en español que busca. Asegurar que Feggo no dejó un instante México no es locura, pues su trabajo muestra una perenne preocupación por lo que sucede en la tierra natal. Además, colabora ocasionalmente con la prensa mexicana.
El cartón universal
Muy joven se dio cuenta de que admiraba el trabajo de artistas como Trino, pero eso no era lo suyo. Felipe Galindo prefiere el arte “que se entienda en todos lados”, por ello ‘el universal’ en el nombre del taller.
Y así lo hizo, en su obra retrata con humor problemas que todos pueden entender, como uno donde se encuentran tres osos polares con su madre osa polar. Ella con un pincel pinta a sus crías con negro para que pasen por osos panda, en un paisaje que revela que la humanidad ha dejado abierto el refrigerador de la vida y, por tanto, los polos se derriten, se acaban.
Otras tantas imágenes fueron pasando por la pantalla en aquella reunión de amigos, pues la calidad humana del autor hizo que fuera así. Se trata del trabajo de Felipe Galindo que se ha publicado en las más importantes revistas y diarios de todo el mundo: T he New Yorker, Revista Ode, Revista Nickelodeon, Prospect, Spectator, Reader’s Digest, National Lampoon, Inxart.com, entre otros.
Del “de pasada” a una carrera por el mundo
Tuvo que hacerse de contactos para poder publicar lo que hacía; iba de puerta en puerta, tocando para mostrar su portafolio. Hoy todavía hay algo de eso, de esa chamba de buscar oportunidades, aunque su prestigio en el medio le ha hecho un tanto más cómoda la situación.
Sin embargo, en Estados Unidos predomina el freelance, pues dice que “es muy raro encontrar algún medio que tenga 4 artistas visuales de planta como La Jornada aquí en México”. Así, ha publicado en muchos muchas partes del mundo y también ha sido premiado en varias ocasiones. Sus obras también se exhiben en el Metro de Nueva York.
Cuando ocurrió el atentado contra Charlie Hebdo, el hecho impactó en periodistas, cartonistas, caricaturistas, ciudadanos de todo el mundo. Galindo no fue la excepción. Pese a que no compartía la visión de arte de una revista como esa, la libertad de expresión es un valioso tesoro que todos aquellos cultivadores de la pluma, la imagen y la palabra tienen la obligación de proteger. El atentado, asegura, sirvió para solidarizarse entre colegas, entre seres humanos, pero también lo hizo para incitar una reflexión sobre cómo se ejerce la libertad de expresión y los efectos que produce.
La artesanía del cartonista
Feggo es uno de los que sigue haciendo su trabajo a mano, artesanalmente. Primero va el boceto, luego el “ahora sí, este sí es”, finalmente la publicación. No obstante, la labor creativa va más allá del momento en que pone las ideas en papel.
Siempre con la mirada fija hacia sus oyentes, pasando los ojos entre cada uno de ellos, registra los gestos y devuelve la atención con sonrisas. A decir verdad, el artista parece jamás dejar de sonreír. Entonces dice a todos que él no deja de andar por el mundo con una libreta, en donde anota cualquier idea que se le venga a la mente, en dondequiera. Las ideas no tienen hogar. Sus palabras son un consejo, una confidencialidad.
Imágenes tomadas del Facebook de la MTA Arts & Design
México (Aunam). Afuera de la sala un hombre preguntó: “¿Vienen al taller?”; otras voces contestaron: “Sí, venimos al de Feggo”. Jamás lo habían visto. Ese era Felipe Galindo, Feggo. Con una sonrisa de las que marcan arrugas en la cara, interrogó los nombres de cada uno de los asistentes a su taller “El contenido universal del cartón político”.
En la sala 73, del tercer piso, de la Universidad del Claustro de Sor Juana, las imágenes del trabajo del cartonista comenzaron a iluminar un viernes 4 de septiembre. A la par, el artista habló de por qué estaba allí y cómo lo había logrado.
Recién graduado de la -antes conocida- Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, decidió irse a Estados Unidos junto con su pareja Andrea Arroyo. Iban “de pasada”; sin embargo, hoy se han apropiado de su propia versión de la Isla “Manhatitlan”.
Feggo recibió la invitación para participar en el Primer Congreso Latinoamericano de Cartón Político, Ilustración y Dibujo. No obstante que ha vivido más de 20 años en Manhatan, que en el país del norte se ha forjado una carrera, el cartonista parece nunca haberse ido.
De vez en vez lo traicionan las palabras, pues el mexicano de nacimiento ya sueña en inglés por escuchar a tanto gringo durante más de dos décadas. Se detiene una milésima de segundo, casi imperceptible, para hallar en el recuerdo la palabra en español que busca. Asegurar que Feggo no dejó un instante México no es locura, pues su trabajo muestra una perenne preocupación por lo que sucede en la tierra natal. Además, colabora ocasionalmente con la prensa mexicana.
El cartón universal
Muy joven se dio cuenta de que admiraba el trabajo de artistas como Trino, pero eso no era lo suyo. Felipe Galindo prefiere el arte “que se entienda en todos lados”, por ello ‘el universal’ en el nombre del taller.
Y así lo hizo, en su obra retrata con humor problemas que todos pueden entender, como uno donde se encuentran tres osos polares con su madre osa polar. Ella con un pincel pinta a sus crías con negro para que pasen por osos panda, en un paisaje que revela que la humanidad ha dejado abierto el refrigerador de la vida y, por tanto, los polos se derriten, se acaban.
Otras tantas imágenes fueron pasando por la pantalla en aquella reunión de amigos, pues la calidad humana del autor hizo que fuera así. Se trata del trabajo de Felipe Galindo que se ha publicado en las más importantes revistas y diarios de todo el mundo: T he New Yorker, Revista Ode, Revista Nickelodeon, Prospect, Spectator, Reader’s Digest, National Lampoon, Inxart.com, entre otros.
Del “de pasada” a una carrera por el mundo
Tuvo que hacerse de contactos para poder publicar lo que hacía; iba de puerta en puerta, tocando para mostrar su portafolio. Hoy todavía hay algo de eso, de esa chamba de buscar oportunidades, aunque su prestigio en el medio le ha hecho un tanto más cómoda la situación.
Sin embargo, en Estados Unidos predomina el freelance, pues dice que “es muy raro encontrar algún medio que tenga 4 artistas visuales de planta como La Jornada aquí en México”. Así, ha publicado en muchos muchas partes del mundo y también ha sido premiado en varias ocasiones. Sus obras también se exhiben en el Metro de Nueva York.
Cuando ocurrió el atentado contra Charlie Hebdo, el hecho impactó en periodistas, cartonistas, caricaturistas, ciudadanos de todo el mundo. Galindo no fue la excepción. Pese a que no compartía la visión de arte de una revista como esa, la libertad de expresión es un valioso tesoro que todos aquellos cultivadores de la pluma, la imagen y la palabra tienen la obligación de proteger. El atentado, asegura, sirvió para solidarizarse entre colegas, entre seres humanos, pero también lo hizo para incitar una reflexión sobre cómo se ejerce la libertad de expresión y los efectos que produce.
La artesanía del cartonista
Feggo es uno de los que sigue haciendo su trabajo a mano, artesanalmente. Primero va el boceto, luego el “ahora sí, este sí es”, finalmente la publicación. No obstante, la labor creativa va más allá del momento en que pone las ideas en papel.
Siempre con la mirada fija hacia sus oyentes, pasando los ojos entre cada uno de ellos, registra los gestos y devuelve la atención con sonrisas. A decir verdad, el artista parece jamás dejar de sonreír. Entonces dice a todos que él no deja de andar por el mundo con una libreta, en donde anota cualquier idea que se le venga a la mente, en dondequiera. Las ideas no tienen hogar. Sus palabras son un consejo, una confidencialidad.
Imágenes tomadas del Facebook de la MTA Arts & Design
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