AMAR EN TIEMPOS DE DANZA
Por Isis García Martínez
México (Aunam). Todas las buenas historias comienzan con dos personas: un hombre y una mujer. Quizá se trate más de clásicas que de buenas historias. Y como es usual, versan sobre dos personas que provienen de mundos diferentes. Ella estudió cuatro años la licenciatura en danza; y él aprendió por herencia de su padre, sin ninguna enseñanza profesional.
Ellos no lo saben, pero tienen más cosas en común de las que parece. Ambos gustan de practicar la danza mexicana y sus pies responden al son de flautas y tambores. Sacuden con ritmo su piel morena llena de goce y placer. Encontraron sin buscarlo, un estilo de vida a través de la danza.
Sin embargo, ¿cuándo se ha conocido una historia de amor sin problemas, sin trabas, sin antagonismos? Un digno relato romántico está lleno de antípodas. Para una mirada entrenada, ellos no están bailando lo mismo; uno hace folclore y el otro, danza tradicional.
De acuerdo con Olinka Huerta Martínez, maestra en Investigación de la Danza en el Centro Nacional de Investigación, Documentación, Información y Difusión de la Danza José Limón, “la danza folclórica es la danza nacionalista que se promovió durante el vasconcelismo y que quedó petrificada, que se repitió miles de veces en los escenarios a manera de espectáculo y que, en algunos casos, así sigue hasta ahora”.
Mientras para la investigadora, también organizadora del Tercer Seminario Transnacional de Danza Folclórica y Danza Tradicional en 2013 “la danza tradicional es la que se hace en muchas comunidades rurales e indígenas de México y hoy también en las ciudades; ha sufrido cambios, no está petrificada y comporta aspectos que le han permitido enriquecerse y diversificarse”.
La fortuna puso a nuestros protagonistas, Javier y Liliana, en caminos diferentes; con oportunidades y deseos distintos, con aspiraciones y sueños propios. La vida, tan cabrona como benevolente, decidió enamorarlos de la misma persona.
De cuándo él aprendió a volar
Por mucho tiempo el hombre quiso volar; consiguió alas para hacerlo gracias al ingenio y a la tecnología cada vez más avanzada; pero fue un dominio que conquistó desde mucho antes, cuando sus pies comenzaron a moverse al compás de la música, del ritmo.
El sonido del viento se rompe por el silbido de una flauta que inaugura el ritual, los tambores son los siguientes para acompañar el “son alegre”. La gente comienza a rodear el parque Tamayo, ubicado en Chapultepec. Uno de los bailarines toma su penacho, hecho de listones de los colores del arcoíris, para recolectar el dinero.
¿Qué se siente volar? “Pues la primera vez que subí sentí los nervios, el miedo y todo. Ya estando arriba me dijeron ‘controla tus nervios, te amarramos y te avientas’, me arrojé yo primero para que no me quedara atorado arriba. Los demás se lanzaron después. Pasó el miedo y seguí con la primera, la segunda volada y luego ya, como si nada”.
Mi nombre es Javier Castaño, tengo 24 años y soy oriundo de Papantla, Veracruz. Llegué a parque Tamayo hace dos meses, aquí se lleva a cabo el ritual de los voladores desde hace treinta años. En mi caso, la danza viene de generación, mi papá y mi abuelo fueron voladores, de hecho, mi papá lo sigue llevando a cabo.
Estudié anteriormente administración de empresas, pero esto me deja más que la carrera, y también me gusta más. Aunque tal vez después ejerza mi profesión.
Cifras del INEGI indican que los jóvenes entre 15 y 29 años de edad, desempeñan un papel muy importante en el desarrollo social y económico de un país. La población entre estas edades en México es de 29 millones 706 mil 560.
El 47.1% de los jóvenes trabaja y el 26.7% estudia, el 26% restante “ni estudia, ni trabaja”, es decir, se encuentra en una situación improductiva.
Las oportunidades laborales se convierten en la constante pesadilla de los jóvenes hoy. Resulta difícil imaginar que en el ámbito artístico y cultural se pueda conseguir el suficiente dinero para llevar una vida digna. Sin embargo, especialmente en el sector independiente, resulta una opción plausible, aunque a costa de sacrificios.
"Es increíble que aun personas estudiadas y de un nivel socioeconómico alto, no quieran que sus hijos entren a las danza como profesión porque creen que se van a morir de hambre. Lo que estas personas no entienden es que aunque seas química, también te puedes morir de hambre" Comenta Rocío Barraza Rivacoba, quien estudió la carrera de Profesor de Danza en la Escuela Nacional de Danza del INBA (Instituto Nacional de Bellas Artes) y a la par, obtuvo el título de Químico Farmacéutico Biólogo en la Universidad La Salle, trabajando en la industria por 6 años.
Mi grupo y yo no tenemos sueldo base, dependemos del público, por eso en cada función un compañero pasa a pedir dinero. Normalmente donde te dan una plaza no hay un salario establecido. Excepto en Xcaret, ahí sí tienen un pago quincenal y no recolectan dinero como nosotros.
Hace 30 años un hombre, que ya murió, se encargó de obtener la plaza y de que la delegación nos prestará el palo volador. En este lugar no nos cobran, pero tampoco nos pagan. No tenemos seguro de vida. Cuatro personas han muerto aquí; yo conozco a dos hombres que se resbalaron, no lograron llegar hasta arriba del palo, cuando iban subiendo se cansaron y se soltaron.
Uno corre el riesgo de resbalarse. Si no te avientas al mismo tiempo que los demás se te puede atorar el pie. Para darnos un poco más de seguridad está el caporal, es quien se queda arriba tocando la flauta y el tambor para darle gracias al sol y a los cuatro puntos cardinales para la fertilidad de la tierra, también procura que no se atore nadie para que no se desnivele el cuadro.
A mí no me da miedo volar, yo voy centrado en lo que estoy haciendo sin pensar en lo que me puede llegar a pasar. Me concentro en lo que hago y ya. Trato de dejar los problemas y enfocarme en lo que voy a hacer. No se necesita una preparación anterior, más bien, es tener valor y contener los nervios. Yo ahorita subo normal, como si anduviera aquí abajo, ya no siento nada.
Hay veces que nos contratan en ferias o en cualquier fiesta, el municipio del lugar nos consigue el palo volador, nosotros sólo llevamos las cuerdas y el cuadro. El material es algo caro, ya que está hecho de madera de cedro, el que nosotros usamos tiene como 10 años y tenemos dos equipos.
Además de los ingresos que obtenemos gracias a la cooperación de la gente en cada presentación, cada quien trae artesanías de Papantla y las vendemos: las pulseras, las flautas, los tambores, las réplicas de los voladores; las ganancias que generan nos las dividimos entre todos. Eso ya no es parte de la danza, pero sirve para sostenerla.
En un grupo comúnmente son seis integrantes, pero ahorita como traemos mercancía somos ocho. Uno de nosotros siempre tiene que andar invitando a la gente para que se acerque al espectáculo y se junten personas, muchas de ellas llegan cuando escuchan la flauta.
A veces acabamos de comer y si hay público hacemos una presentación. No hay funciones programadas, es cada vez que se junta la gente. El ritual dura entre 15 a 20 minutos aproximadamente, entre la danza abajo y lo que subimos. Cada volador da 13 vueltas, multiplicado por cuatro da 52, que representan las 52 semanas del año.
Nuestros vestuarios nosotros mismos los bordamos, compramos la tela y les dibujamos las flores. La camisa y el pantalón los mandamos a hacer cada quien por su parte.
La presentación más importante se hace en Papantla el jueves de corpus, que se realiza durante la feria y en cumbre Tajín, en marzo. Hay varias organizaciones encargadas de organizar estos eventos, la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) es una de ellas, aunque nosotros somos muy independientes de ésta.
La UNESCO considera a los grupos acorde a su política cultural, la cual define como “el conjunto de prácticas sociales, conscientes y deliberadas de intervención o no intervención, que tienen por objeto satisfacer ciertas necesidades culturales a través de la óptima utilización de todos los recursos materiales y humanos disponibles a una sociedad determinada en un momento dado”.
Con el fin de reflexionar sobre la política cultural del país, cabe retomar las palabras de la investigadora Huerta Martínez “Creemos que la danza tradicional es de los pueblos. La vemos, en el mejor de los casos, sólo etnográficamente, y en el peor de los casos, ¿turísticamente? Cuando que —considero yo— lo más esperanzador y útil sería quizá involucrarse en ella sin tratar de entenderla, disfrutarla y asimilarla como útil e importante en nuestra vida, aunque no sea ‘nuestra danza’ precisamente. Dejarnos transformar por ella”
A nosotros no nos conviene estar afiliados a una organización como la UNESCO, son más compromisos porque te citan a juntas y como son varios grupos dan el turno para trabajar y no nos conviene, porque si son muchos, nos tocaría laborar sólo un día a la semana o al mes.
Aquí trabajo mes y medio, descanso una semana y así nos la llevamos. Trabajamos todos los días, excepto los lunes que es cuando no abren los museos. Estamos desde las 10 de la mañana, hasta las 5 o 6 de la tarde.
Las condiciones que ofrecen las instituciones no responden a la demanda real de aquellos que deciden hacer de la danza un estilo de vida. No hay programas que satisfagan las necesidades de los bailarines y procuren una atmosfera de seguridad económica y laboral.
Marcos Ariel Rossi declaró para La Jornada que “México tiene mucho talento creativo e interpretativo, pero que no existe un proyecto para hacer estallar la danza. Necesitamos un gobierno que invierta en el arte nacional para que llegue a todos los países y así expandir las propuestas artísticas de los mexicanos. No hay líderes en el ámbito dancístico que conozcan los problemas y la situación del arte para crear políticas culturales. Galas, homenajes y actos que se presentan en los teatros, generalmente no están vinculados con el desarrollo de la cultura”.
Llevo doce años volando, empecé a danzar desde pequeño, cuando tenía doce. A los ocho, me vestía como volador, aunque para entonces sólo me dejaban recolectar el dinero. Siempre me ha gustado; cuando sólo podía ver, deseaba volar, y la primera vez que lo hice me enamoré de esta danza.
De cuando ella aprendió a vivir
“Practicar la danza me hace pensar, me hace soñar, me hace sentir bien. Cada vez que tengo que hacer una coreografía mi mente vuela y cuando la termino, siento una gran satisfacción al ver el resultado. Es algo más de interés sentimental que de interés económico”. Liliana Martínez Martínez es Licenciada en Danza Folclórica en la UAEH (Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo).
Escoger una carrera siempre es una elección difícil, significa estar dispuesto a dedicar tres o más años de tu vida al estudio de algo, que además realizarás por el resto de la misma. A mis padres no les gustó mucho la idea de que yo me dedicará profesionalmente a la danza, ni siquiera sabían que había una licenciatura de eso.
Yo estudié danza folclórica desde que tenía ocho años, pasé por varias casas de cultura y talleres hasta que una maestra me impulsó para seguir esta carrera de forma profesional. Yo tuve que buscar e informarme respecto de las instituciones correspondientes.
Según un recuento de las escuelas de danza que hace la socióloga Guillermina Velázquez, en nuestro país el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) cuenta con una cantidad considerable de escuelas de iniciación artística. Entre sus principales centros de formación dedicados a la danza se encuentran la escuela de Danza Nellie Campobello, el Centro Nacional de las Artes que alberga la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea, la Escuela Nacional de Danza Folklórica y el Centro Cultural del Bosque de Chapultepec.
En el Distrito Federal también existen otros espacios culturales independientes del INBA. Tal es el caso de la Escuela de Iniciación Artística, la Escuela de Danza Contemporánea del Centro Cultural Ollin Yoliztli, la Escuela de Perfeccionamiento Musical Vida y Movimiento.
Además, la mayoría de las universidades públicas de la ciudad de México cuenta con espacios culturales donde se imparten clases de danza; destaca el Centro Cultural Universitario de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
A pesar de que yo vivía en Hidalgo, mi primera aspiración fue entrar a la Escuela Nacional de Danza Folklórica. Me metí a la página de la institución y me encontré con varios requisitos a cumplir, había que pasar dos pruebas: la primera etapa consistía en exámenes de danza, técnica y música; y la segunda en exámenes médicos y psicométricos, para la evaluación física y psicológica.
Yo me quedé impresionada con todos los requisitos que solicitaban, hasta entonces no me había dado cuenta de lo difícil que sería ingresar. Busqué otras escuelas para comparar requisitos, me encontré con las escuelas de bellas artes del Estado de México y la licenciatura en la UAEH en el instituto de artes, a la que finalmente ingresé.
Cuando entré a la licenciatura creí que había pasado la parte más difícil, no obstante, cuando uno sale al campo laboral se pone peor. La danza es un trabajo mal pagado, no todos saben valorarlo y lo pagan barato.
El Universal publicó en su nota “Vivir de la danza es todo un arte”, que “Alrededor de 150 jóvenes están tomando clases de danza clásica en el DF, en dos escuelas del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Según las estadísticas de ambas academias, sólo un aproximado de 10 alumnos se graduará de la licenciatura. Sus opciones para trabajar en una compañía formal son pocas. En la última audición de la Compañía Nacional de Danza (CND) asistieron 60 profesionales y se quedaron seis”.
La socióloga Guillermina Velázquez menciona que los espacios culturales relevantes en la danza consisten en aquellos en donde se imparte, y por otra parte, los centros en los que se exhibe y difunde.
En el Distrito Federal existen importantes escenarios donde se presentan espectáculos y compañías de ballet y danza, nacionales e internacionales; entre ellos figuran de manera relevante, el Palacio de las Bellas Artes, el Auditorio Nacional, el Teatro de la Ciudad de México y el Centro Cultural Universitario de la UNAM.
Las plazas públicas también se han convertido en espacios culturales, el Zócalo de la ciudad de México, la Plaza de la Constitución, la plaza central de Coyoacán, la plaza de la Ciudadela, y algunos parques públicos, como el bosque de Chapultepec. Estos escenarios son administrados y dirigidos por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) del gobierno federal, o bien por la Secretaría de Cultura del Distrito Federal perteneciente al GDF (Gobierno del Distrito Federal).
Del presupuesto fiscal del 2014 asignado a cultura, para el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes se destinaron 5 mil 260.42 mdp (millones de pesos); para el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura; 2 mil 856.59 mdp y para la Universidad Nacional Autónoma de México; 972.02 mdp.
La danza es una de las artes que menos público posee. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales que presentó en 2010 el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), 66% de 32 mil encuestados dijo que no asiste a espectáculos de danza, el 28% contestó que no le interesa.
Huerta Martínez explica que quizá el aburrimiento y el poco interés por la danza se deben al estancamiento de la misma, especialmente cuando se refiere al folclor:
“A partir de mi experiencia como bailadora en diversos fandangos en la Ciudad de México y en Estados Unidos, se critica a las bailarinas de folclor porque justo hacen en el escenario algo que no existe, danza petrificada, danza de nadie. Para explicar mejor esto, quisiera establecer una relación muy general entre la danza contemporánea y la danza tradicional. En la danza contemporánea, por ejemplo, el cuerpo —de cierta manera— vale por sí mismo. En cambio, en la danza tradicional, la danza no tiene ningún sentido sin la música, y quizá, el cuerpo desprovisto de danza tampoco. Por otra parte, en la danza folclórica hemos tratado de separar al cuerpo de la música, pero muchas veces lo único que se consigue es “la ejecución”. Esto es, que en la danza folclórica quizá se nos ha formado para imitar y no para bailar”.
Desde mi punto de vista, el problema de la poca difusión y el menosprecio a la danza se debe a una falta de cultura, que se refleja desde las políticas de gobierno. Este año, 2014, no hubo festividad por el Día Internacional de la Danza, porque el gobierno no dio apoyo económico, como se acostumbra en este tipo de eventos.
Para el ejercicio fiscal 2014, el gasto propuesto para la función recreación, cultura y otras manifestaciones sociales, obtuvo una reducción de 32.14% con respecto al aprobado por la Cámara de Diputados en el 2013; y de 9.53%, con respecto al propuesto por el Ejecutivo Federal para el ejercicio fiscal 2013.
Para el año 2014, el gasto propuesto para cultura fue de 14 mil 962.648 mdp. Por destino del gasto, se observa un marcado predominio del gasto corriente (el gasto improductivo) sobre el gasto de capital (el gasto de inversión). El 99.05% corresponde a gasto corriente y el 0.95% a gasto de capital. Para Cultura el 76.64% fue para gasto corriente, por eso la aversión a este tipo de eventos que no ofrecen tantos activos.
Para Impulso al Desarrollo de la Cultura, el presupuesto destinado fue de 5 mil 876.35 mdp; para Instituciones Estatales de Cultura,1 mil 025.96 mdp; y para Servicios Educativos Culturales, 833.29 mdp
Cuando el gobierno no ofrece dinero para llevar a cabo los eventos programados, como es el caso del Día de la Danza, los integrantes de las compañías o de los grupos tenemos que aportar de nuestro dinero para organizarlos.
Actualmente me desempeño como profesora y tengo mi propio grupo de danza folclórica en el Estado de México. Mi principal preocupación es transmitirles a mis alumnos el ánimo creativo y el disfrute por la danza.
Enseñar y transmitir emociones es mi principal objetivo, por eso cuando mis alumnos disfrutan aprendiendo me llevo grandes satisfacciones. Cada persona que llega conmigo es una gran responsabilidad y un lienzo en blanco para trazar la danza, cada uno se adueña de la misma y logra hacer cosas extraordinarias y propias. Yo me enamoró cada día más de la danza y de esta profesión.
Un amor exigente
“El bailarín de danza folclórica tiene un cuerpo entrenado y no un cuerpo vivido. El bailarín, de alguna manera, se predispone a la música, y el bailador se antepone a ella. El bailador, aunque tiene patrones que usa para bailar, posee propiedades orgánicas en estos patrones que se derivan de las técnicas del cuerpo y hacen con ello que la danza fluya más fácilmente. El bailador se coloca en el tiempo y el espacio por delante de la música: en cambio, el bailarín se prepara, predispone su cuerpo a la música y ya tiene una determinada inclinación que, en general, son patrones desprovistos de identidad y casi siempre producen una danza rígida”, comenta Huerta.
Javier y Liliana no son los primeros, ni los últimos que se enamoran de ella; a pesar de que les lleva muchos años… “la danza es inherente al ser humano desde antes de que fuese homo sapiens, cumple una función biológica, se encuentra en el ritmo de nuestra respiración, en nuestra necesidad de movimiento”, explica Rocío Barraza.
Ella, la danza, va guiñándole el ojo a medio mundo. Todos lo saben, y los que se entregan a sus brazos no exigen fidelidad. Saben que la danza los llena y los complementa, por eso la aceptan; pero tienen plena conciencia de que un sólo cuerpo no es suficiente para complacerla.
A pesar de todos los amantes que tiene y ha tenido, la danza nunca está satisfecha. Probablemente es ninfómana. A lo mejor está buscando nuevos amantes para que la acaricien de diferente forma y exploren lugares recónditos que nadie ha tocado aún.
“En México, el estudio de la danza ha sido muy reduccionista porque ha limitado dentro de sus escuelas profesionales a todos los jóvenes durante décadas y décadas a que tengan que ser investigadores, coreógrafos o ejecutantes. Cuando hay muchas otras carreras que pueden tener su punto de desarrollo en la danza”, argumenta Rocío Barraza Rivacoba, pasante de la Maestría en Educación e Investigación Artísticas auspiciada por el INBA, “en la danza se necesitan ingenieros electrónicos, que diseñen el circuito de un teatro; diseñadores, para dibujar los telones; ortopedistas, que puedan realizar proyectos para que los bailarines no se lastimen; abogados, críticos, biólogos, etc. Acercar a los jóvenes a la danza no es nada más para ser bailarín”.
Hay entes, que no nacieron para tener un solo amor. Su corazón es tan grande que puede invadir muchos cuerpos; moldearlos, manipularlos, moverlos a su antojo y hacerlos suyos en tan sólo una melodía. Con tantos prejuicios sobre la danza, puede dar miedo acercarse a ella; pero como en el amor, vale más la pena vivirlo.
México (Aunam). Todas las buenas historias comienzan con dos personas: un hombre y una mujer. Quizá se trate más de clásicas que de buenas historias. Y como es usual, versan sobre dos personas que provienen de mundos diferentes. Ella estudió cuatro años la licenciatura en danza; y él aprendió por herencia de su padre, sin ninguna enseñanza profesional.
Ellos no lo saben, pero tienen más cosas en común de las que parece. Ambos gustan de practicar la danza mexicana y sus pies responden al son de flautas y tambores. Sacuden con ritmo su piel morena llena de goce y placer. Encontraron sin buscarlo, un estilo de vida a través de la danza.
Sin embargo, ¿cuándo se ha conocido una historia de amor sin problemas, sin trabas, sin antagonismos? Un digno relato romántico está lleno de antípodas. Para una mirada entrenada, ellos no están bailando lo mismo; uno hace folclore y el otro, danza tradicional.
De acuerdo con Olinka Huerta Martínez, maestra en Investigación de la Danza en el Centro Nacional de Investigación, Documentación, Información y Difusión de la Danza José Limón, “la danza folclórica es la danza nacionalista que se promovió durante el vasconcelismo y que quedó petrificada, que se repitió miles de veces en los escenarios a manera de espectáculo y que, en algunos casos, así sigue hasta ahora”.
Mientras para la investigadora, también organizadora del Tercer Seminario Transnacional de Danza Folclórica y Danza Tradicional en 2013 “la danza tradicional es la que se hace en muchas comunidades rurales e indígenas de México y hoy también en las ciudades; ha sufrido cambios, no está petrificada y comporta aspectos que le han permitido enriquecerse y diversificarse”.
La fortuna puso a nuestros protagonistas, Javier y Liliana, en caminos diferentes; con oportunidades y deseos distintos, con aspiraciones y sueños propios. La vida, tan cabrona como benevolente, decidió enamorarlos de la misma persona.
De cuándo él aprendió a volar
Por mucho tiempo el hombre quiso volar; consiguió alas para hacerlo gracias al ingenio y a la tecnología cada vez más avanzada; pero fue un dominio que conquistó desde mucho antes, cuando sus pies comenzaron a moverse al compás de la música, del ritmo.
El sonido del viento se rompe por el silbido de una flauta que inaugura el ritual, los tambores son los siguientes para acompañar el “son alegre”. La gente comienza a rodear el parque Tamayo, ubicado en Chapultepec. Uno de los bailarines toma su penacho, hecho de listones de los colores del arcoíris, para recolectar el dinero.
¿Qué se siente volar? “Pues la primera vez que subí sentí los nervios, el miedo y todo. Ya estando arriba me dijeron ‘controla tus nervios, te amarramos y te avientas’, me arrojé yo primero para que no me quedara atorado arriba. Los demás se lanzaron después. Pasó el miedo y seguí con la primera, la segunda volada y luego ya, como si nada”.
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Mi nombre es Javier Castaño, tengo 24 años y soy oriundo de Papantla, Veracruz. Llegué a parque Tamayo hace dos meses, aquí se lleva a cabo el ritual de los voladores desde hace treinta años. En mi caso, la danza viene de generación, mi papá y mi abuelo fueron voladores, de hecho, mi papá lo sigue llevando a cabo.
Estudié anteriormente administración de empresas, pero esto me deja más que la carrera, y también me gusta más. Aunque tal vez después ejerza mi profesión.
Cifras del INEGI indican que los jóvenes entre 15 y 29 años de edad, desempeñan un papel muy importante en el desarrollo social y económico de un país. La población entre estas edades en México es de 29 millones 706 mil 560.
El 47.1% de los jóvenes trabaja y el 26.7% estudia, el 26% restante “ni estudia, ni trabaja”, es decir, se encuentra en una situación improductiva.
Las oportunidades laborales se convierten en la constante pesadilla de los jóvenes hoy. Resulta difícil imaginar que en el ámbito artístico y cultural se pueda conseguir el suficiente dinero para llevar una vida digna. Sin embargo, especialmente en el sector independiente, resulta una opción plausible, aunque a costa de sacrificios.
"Es increíble que aun personas estudiadas y de un nivel socioeconómico alto, no quieran que sus hijos entren a las danza como profesión porque creen que se van a morir de hambre. Lo que estas personas no entienden es que aunque seas química, también te puedes morir de hambre" Comenta Rocío Barraza Rivacoba, quien estudió la carrera de Profesor de Danza en la Escuela Nacional de Danza del INBA (Instituto Nacional de Bellas Artes) y a la par, obtuvo el título de Químico Farmacéutico Biólogo en la Universidad La Salle, trabajando en la industria por 6 años.
Mi grupo y yo no tenemos sueldo base, dependemos del público, por eso en cada función un compañero pasa a pedir dinero. Normalmente donde te dan una plaza no hay un salario establecido. Excepto en Xcaret, ahí sí tienen un pago quincenal y no recolectan dinero como nosotros.
Hace 30 años un hombre, que ya murió, se encargó de obtener la plaza y de que la delegación nos prestará el palo volador. En este lugar no nos cobran, pero tampoco nos pagan. No tenemos seguro de vida. Cuatro personas han muerto aquí; yo conozco a dos hombres que se resbalaron, no lograron llegar hasta arriba del palo, cuando iban subiendo se cansaron y se soltaron.
Uno corre el riesgo de resbalarse. Si no te avientas al mismo tiempo que los demás se te puede atorar el pie. Para darnos un poco más de seguridad está el caporal, es quien se queda arriba tocando la flauta y el tambor para darle gracias al sol y a los cuatro puntos cardinales para la fertilidad de la tierra, también procura que no se atore nadie para que no se desnivele el cuadro.
A mí no me da miedo volar, yo voy centrado en lo que estoy haciendo sin pensar en lo que me puede llegar a pasar. Me concentro en lo que hago y ya. Trato de dejar los problemas y enfocarme en lo que voy a hacer. No se necesita una preparación anterior, más bien, es tener valor y contener los nervios. Yo ahorita subo normal, como si anduviera aquí abajo, ya no siento nada.
Hay veces que nos contratan en ferias o en cualquier fiesta, el municipio del lugar nos consigue el palo volador, nosotros sólo llevamos las cuerdas y el cuadro. El material es algo caro, ya que está hecho de madera de cedro, el que nosotros usamos tiene como 10 años y tenemos dos equipos.
Además de los ingresos que obtenemos gracias a la cooperación de la gente en cada presentación, cada quien trae artesanías de Papantla y las vendemos: las pulseras, las flautas, los tambores, las réplicas de los voladores; las ganancias que generan nos las dividimos entre todos. Eso ya no es parte de la danza, pero sirve para sostenerla.
En un grupo comúnmente son seis integrantes, pero ahorita como traemos mercancía somos ocho. Uno de nosotros siempre tiene que andar invitando a la gente para que se acerque al espectáculo y se junten personas, muchas de ellas llegan cuando escuchan la flauta.
A veces acabamos de comer y si hay público hacemos una presentación. No hay funciones programadas, es cada vez que se junta la gente. El ritual dura entre 15 a 20 minutos aproximadamente, entre la danza abajo y lo que subimos. Cada volador da 13 vueltas, multiplicado por cuatro da 52, que representan las 52 semanas del año.
Nuestros vestuarios nosotros mismos los bordamos, compramos la tela y les dibujamos las flores. La camisa y el pantalón los mandamos a hacer cada quien por su parte.
La presentación más importante se hace en Papantla el jueves de corpus, que se realiza durante la feria y en cumbre Tajín, en marzo. Hay varias organizaciones encargadas de organizar estos eventos, la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) es una de ellas, aunque nosotros somos muy independientes de ésta.
La UNESCO considera a los grupos acorde a su política cultural, la cual define como “el conjunto de prácticas sociales, conscientes y deliberadas de intervención o no intervención, que tienen por objeto satisfacer ciertas necesidades culturales a través de la óptima utilización de todos los recursos materiales y humanos disponibles a una sociedad determinada en un momento dado”.
Con el fin de reflexionar sobre la política cultural del país, cabe retomar las palabras de la investigadora Huerta Martínez “Creemos que la danza tradicional es de los pueblos. La vemos, en el mejor de los casos, sólo etnográficamente, y en el peor de los casos, ¿turísticamente? Cuando que —considero yo— lo más esperanzador y útil sería quizá involucrarse en ella sin tratar de entenderla, disfrutarla y asimilarla como útil e importante en nuestra vida, aunque no sea ‘nuestra danza’ precisamente. Dejarnos transformar por ella”
A nosotros no nos conviene estar afiliados a una organización como la UNESCO, son más compromisos porque te citan a juntas y como son varios grupos dan el turno para trabajar y no nos conviene, porque si son muchos, nos tocaría laborar sólo un día a la semana o al mes.
Aquí trabajo mes y medio, descanso una semana y así nos la llevamos. Trabajamos todos los días, excepto los lunes que es cuando no abren los museos. Estamos desde las 10 de la mañana, hasta las 5 o 6 de la tarde.
Las condiciones que ofrecen las instituciones no responden a la demanda real de aquellos que deciden hacer de la danza un estilo de vida. No hay programas que satisfagan las necesidades de los bailarines y procuren una atmosfera de seguridad económica y laboral.
Marcos Ariel Rossi declaró para La Jornada que “México tiene mucho talento creativo e interpretativo, pero que no existe un proyecto para hacer estallar la danza. Necesitamos un gobierno que invierta en el arte nacional para que llegue a todos los países y así expandir las propuestas artísticas de los mexicanos. No hay líderes en el ámbito dancístico que conozcan los problemas y la situación del arte para crear políticas culturales. Galas, homenajes y actos que se presentan en los teatros, generalmente no están vinculados con el desarrollo de la cultura”.
Llevo doce años volando, empecé a danzar desde pequeño, cuando tenía doce. A los ocho, me vestía como volador, aunque para entonces sólo me dejaban recolectar el dinero. Siempre me ha gustado; cuando sólo podía ver, deseaba volar, y la primera vez que lo hice me enamoré de esta danza.
De cuando ella aprendió a vivir
“Practicar la danza me hace pensar, me hace soñar, me hace sentir bien. Cada vez que tengo que hacer una coreografía mi mente vuela y cuando la termino, siento una gran satisfacción al ver el resultado. Es algo más de interés sentimental que de interés económico”. Liliana Martínez Martínez es Licenciada en Danza Folclórica en la UAEH (Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo).
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Escoger una carrera siempre es una elección difícil, significa estar dispuesto a dedicar tres o más años de tu vida al estudio de algo, que además realizarás por el resto de la misma. A mis padres no les gustó mucho la idea de que yo me dedicará profesionalmente a la danza, ni siquiera sabían que había una licenciatura de eso.
Yo estudié danza folclórica desde que tenía ocho años, pasé por varias casas de cultura y talleres hasta que una maestra me impulsó para seguir esta carrera de forma profesional. Yo tuve que buscar e informarme respecto de las instituciones correspondientes.
Según un recuento de las escuelas de danza que hace la socióloga Guillermina Velázquez, en nuestro país el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) cuenta con una cantidad considerable de escuelas de iniciación artística. Entre sus principales centros de formación dedicados a la danza se encuentran la escuela de Danza Nellie Campobello, el Centro Nacional de las Artes que alberga la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea, la Escuela Nacional de Danza Folklórica y el Centro Cultural del Bosque de Chapultepec.
En el Distrito Federal también existen otros espacios culturales independientes del INBA. Tal es el caso de la Escuela de Iniciación Artística, la Escuela de Danza Contemporánea del Centro Cultural Ollin Yoliztli, la Escuela de Perfeccionamiento Musical Vida y Movimiento.
Además, la mayoría de las universidades públicas de la ciudad de México cuenta con espacios culturales donde se imparten clases de danza; destaca el Centro Cultural Universitario de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
A pesar de que yo vivía en Hidalgo, mi primera aspiración fue entrar a la Escuela Nacional de Danza Folklórica. Me metí a la página de la institución y me encontré con varios requisitos a cumplir, había que pasar dos pruebas: la primera etapa consistía en exámenes de danza, técnica y música; y la segunda en exámenes médicos y psicométricos, para la evaluación física y psicológica.
Yo me quedé impresionada con todos los requisitos que solicitaban, hasta entonces no me había dado cuenta de lo difícil que sería ingresar. Busqué otras escuelas para comparar requisitos, me encontré con las escuelas de bellas artes del Estado de México y la licenciatura en la UAEH en el instituto de artes, a la que finalmente ingresé.
Cuando entré a la licenciatura creí que había pasado la parte más difícil, no obstante, cuando uno sale al campo laboral se pone peor. La danza es un trabajo mal pagado, no todos saben valorarlo y lo pagan barato.
El Universal publicó en su nota “Vivir de la danza es todo un arte”, que “Alrededor de 150 jóvenes están tomando clases de danza clásica en el DF, en dos escuelas del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Según las estadísticas de ambas academias, sólo un aproximado de 10 alumnos se graduará de la licenciatura. Sus opciones para trabajar en una compañía formal son pocas. En la última audición de la Compañía Nacional de Danza (CND) asistieron 60 profesionales y se quedaron seis”.
La socióloga Guillermina Velázquez menciona que los espacios culturales relevantes en la danza consisten en aquellos en donde se imparte, y por otra parte, los centros en los que se exhibe y difunde.
En el Distrito Federal existen importantes escenarios donde se presentan espectáculos y compañías de ballet y danza, nacionales e internacionales; entre ellos figuran de manera relevante, el Palacio de las Bellas Artes, el Auditorio Nacional, el Teatro de la Ciudad de México y el Centro Cultural Universitario de la UNAM.
Las plazas públicas también se han convertido en espacios culturales, el Zócalo de la ciudad de México, la Plaza de la Constitución, la plaza central de Coyoacán, la plaza de la Ciudadela, y algunos parques públicos, como el bosque de Chapultepec. Estos escenarios son administrados y dirigidos por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) del gobierno federal, o bien por la Secretaría de Cultura del Distrito Federal perteneciente al GDF (Gobierno del Distrito Federal).
Del presupuesto fiscal del 2014 asignado a cultura, para el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes se destinaron 5 mil 260.42 mdp (millones de pesos); para el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura; 2 mil 856.59 mdp y para la Universidad Nacional Autónoma de México; 972.02 mdp.
La danza es una de las artes que menos público posee. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales que presentó en 2010 el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), 66% de 32 mil encuestados dijo que no asiste a espectáculos de danza, el 28% contestó que no le interesa.
Huerta Martínez explica que quizá el aburrimiento y el poco interés por la danza se deben al estancamiento de la misma, especialmente cuando se refiere al folclor:
“A partir de mi experiencia como bailadora en diversos fandangos en la Ciudad de México y en Estados Unidos, se critica a las bailarinas de folclor porque justo hacen en el escenario algo que no existe, danza petrificada, danza de nadie. Para explicar mejor esto, quisiera establecer una relación muy general entre la danza contemporánea y la danza tradicional. En la danza contemporánea, por ejemplo, el cuerpo —de cierta manera— vale por sí mismo. En cambio, en la danza tradicional, la danza no tiene ningún sentido sin la música, y quizá, el cuerpo desprovisto de danza tampoco. Por otra parte, en la danza folclórica hemos tratado de separar al cuerpo de la música, pero muchas veces lo único que se consigue es “la ejecución”. Esto es, que en la danza folclórica quizá se nos ha formado para imitar y no para bailar”.
Desde mi punto de vista, el problema de la poca difusión y el menosprecio a la danza se debe a una falta de cultura, que se refleja desde las políticas de gobierno. Este año, 2014, no hubo festividad por el Día Internacional de la Danza, porque el gobierno no dio apoyo económico, como se acostumbra en este tipo de eventos.
Para el ejercicio fiscal 2014, el gasto propuesto para la función recreación, cultura y otras manifestaciones sociales, obtuvo una reducción de 32.14% con respecto al aprobado por la Cámara de Diputados en el 2013; y de 9.53%, con respecto al propuesto por el Ejecutivo Federal para el ejercicio fiscal 2013.
Para el año 2014, el gasto propuesto para cultura fue de 14 mil 962.648 mdp. Por destino del gasto, se observa un marcado predominio del gasto corriente (el gasto improductivo) sobre el gasto de capital (el gasto de inversión). El 99.05% corresponde a gasto corriente y el 0.95% a gasto de capital. Para Cultura el 76.64% fue para gasto corriente, por eso la aversión a este tipo de eventos que no ofrecen tantos activos.
Para Impulso al Desarrollo de la Cultura, el presupuesto destinado fue de 5 mil 876.35 mdp; para Instituciones Estatales de Cultura,1 mil 025.96 mdp; y para Servicios Educativos Culturales, 833.29 mdp
Cuando el gobierno no ofrece dinero para llevar a cabo los eventos programados, como es el caso del Día de la Danza, los integrantes de las compañías o de los grupos tenemos que aportar de nuestro dinero para organizarlos.
Actualmente me desempeño como profesora y tengo mi propio grupo de danza folclórica en el Estado de México. Mi principal preocupación es transmitirles a mis alumnos el ánimo creativo y el disfrute por la danza.
Enseñar y transmitir emociones es mi principal objetivo, por eso cuando mis alumnos disfrutan aprendiendo me llevo grandes satisfacciones. Cada persona que llega conmigo es una gran responsabilidad y un lienzo en blanco para trazar la danza, cada uno se adueña de la misma y logra hacer cosas extraordinarias y propias. Yo me enamoró cada día más de la danza y de esta profesión.
Un amor exigente
“El bailarín de danza folclórica tiene un cuerpo entrenado y no un cuerpo vivido. El bailarín, de alguna manera, se predispone a la música, y el bailador se antepone a ella. El bailador, aunque tiene patrones que usa para bailar, posee propiedades orgánicas en estos patrones que se derivan de las técnicas del cuerpo y hacen con ello que la danza fluya más fácilmente. El bailador se coloca en el tiempo y el espacio por delante de la música: en cambio, el bailarín se prepara, predispone su cuerpo a la música y ya tiene una determinada inclinación que, en general, son patrones desprovistos de identidad y casi siempre producen una danza rígida”, comenta Huerta.
Javier y Liliana no son los primeros, ni los últimos que se enamoran de ella; a pesar de que les lleva muchos años… “la danza es inherente al ser humano desde antes de que fuese homo sapiens, cumple una función biológica, se encuentra en el ritmo de nuestra respiración, en nuestra necesidad de movimiento”, explica Rocío Barraza.
Ella, la danza, va guiñándole el ojo a medio mundo. Todos lo saben, y los que se entregan a sus brazos no exigen fidelidad. Saben que la danza los llena y los complementa, por eso la aceptan; pero tienen plena conciencia de que un sólo cuerpo no es suficiente para complacerla.
A pesar de todos los amantes que tiene y ha tenido, la danza nunca está satisfecha. Probablemente es ninfómana. A lo mejor está buscando nuevos amantes para que la acaricien de diferente forma y exploren lugares recónditos que nadie ha tocado aún.
“En México, el estudio de la danza ha sido muy reduccionista porque ha limitado dentro de sus escuelas profesionales a todos los jóvenes durante décadas y décadas a que tengan que ser investigadores, coreógrafos o ejecutantes. Cuando hay muchas otras carreras que pueden tener su punto de desarrollo en la danza”, argumenta Rocío Barraza Rivacoba, pasante de la Maestría en Educación e Investigación Artísticas auspiciada por el INBA, “en la danza se necesitan ingenieros electrónicos, que diseñen el circuito de un teatro; diseñadores, para dibujar los telones; ortopedistas, que puedan realizar proyectos para que los bailarines no se lastimen; abogados, críticos, biólogos, etc. Acercar a los jóvenes a la danza no es nada más para ser bailarín”.
Hay entes, que no nacieron para tener un solo amor. Su corazón es tan grande que puede invadir muchos cuerpos; moldearlos, manipularlos, moverlos a su antojo y hacerlos suyos en tan sólo una melodía. Con tantos prejuicios sobre la danza, puede dar miedo acercarse a ella; pero como en el amor, vale más la pena vivirlo.
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