LO CAMUFLAJEADO NO ESCONDE LA SENSIBILIDAD
Por Jaqueline Martínez Trejo
México (Aunam). Un hombre con pantalón verde pino bien planchado y con raya en medio, zapatos bien boleados —tan brilloso que podía verse el reflejo del sol—, camisa ajustada y con varios pines que decían lo que es —paracaidista—, con gestos firmes en su cara y sin sonreír, el cuerpo tieso y sin movimiento aparente, cambió su actitud de robot cuando un bebé llegó a sus brazos: su mirada decía “soy padre” y la felicidad se notaba en su cara con esa sonrisa, lo cargó y hasta dejó que lo babeara, y lo mejor es que no se enojó —reacción que muchas personas esperaban— al contrario, lo apapachó y jugueteó un momento con él.
Después de este hecho, el teniente César Herraján dijo: “los militares también tenemos sentimientos aunque parezca que no”, estas fueron las últimas palabras que dijo hacia el público que ya salía rápidamente de la plancha del zócalo, eran la siete de la noche y a través de un megáfono otro militar anunció el cierre de la exposición.
Con los rayos del sol sobre su cuerpo, muchas personas estaban formadas alrededor de las cercas colocadas en todo el perímetro de la plaza más importante de la ciudad de México, para entrar a conocer un poco sobre las Fuerzas Armadas de México. Con motivo de los 100 años de la presencia de estos guardianes verdes de la nación se presenta esta exposición.
“Mostrar la parte humana de los militares, acercarnos a la población y demostrarles que estamos para servirles y no para violentarlos, es el motivo de este exhibición” decía el subteniente Araujo entre el ruido de los tambores y las trompetas interpretando una típica marcha militar. En ese mismo momento, muchas familias escuchaban atentas todo lo que decían los tenientes, sentían la música y estaban activos por tanta percusión.
Muchos niños pasaban corriendo con la cara pintada de negro para camuflajearse, como los militares en un operativo, por la explanada, otros usaban todo el equipo de las Fuerzas Armadas: casco y chaleco; sonreían y se veían tan alegres corriendo, por un momento parecía que se sentían militares y que iban a ayudar a su nación. En su mirada y en su expresión facial se leía todo: ser militar y ayudar como el teniente con el que me tomé fotografía.
Sin duda el lado humano que tienen los militares resalta cuando la gente se acerca a ellos y les pide una fotografía, y/o les agradecen por cuidar a “su México”, y les regalan algunos adornos o detalles insignificantes para unos, pero para ellos son gratitud tangible que los conmueve, ya que aman su trabajo y además la gente se los agradece con cortesías.
México (Aunam). Un hombre con pantalón verde pino bien planchado y con raya en medio, zapatos bien boleados —tan brilloso que podía verse el reflejo del sol—, camisa ajustada y con varios pines que decían lo que es —paracaidista—, con gestos firmes en su cara y sin sonreír, el cuerpo tieso y sin movimiento aparente, cambió su actitud de robot cuando un bebé llegó a sus brazos: su mirada decía “soy padre” y la felicidad se notaba en su cara con esa sonrisa, lo cargó y hasta dejó que lo babeara, y lo mejor es que no se enojó —reacción que muchas personas esperaban— al contrario, lo apapachó y jugueteó un momento con él.
Después de este hecho, el teniente César Herraján dijo: “los militares también tenemos sentimientos aunque parezca que no”, estas fueron las últimas palabras que dijo hacia el público que ya salía rápidamente de la plancha del zócalo, eran la siete de la noche y a través de un megáfono otro militar anunció el cierre de la exposición.
Con los rayos del sol sobre su cuerpo, muchas personas estaban formadas alrededor de las cercas colocadas en todo el perímetro de la plaza más importante de la ciudad de México, para entrar a conocer un poco sobre las Fuerzas Armadas de México. Con motivo de los 100 años de la presencia de estos guardianes verdes de la nación se presenta esta exposición.
“Mostrar la parte humana de los militares, acercarnos a la población y demostrarles que estamos para servirles y no para violentarlos, es el motivo de este exhibición” decía el subteniente Araujo entre el ruido de los tambores y las trompetas interpretando una típica marcha militar. En ese mismo momento, muchas familias escuchaban atentas todo lo que decían los tenientes, sentían la música y estaban activos por tanta percusión.
Muchos niños pasaban corriendo con la cara pintada de negro para camuflajearse, como los militares en un operativo, por la explanada, otros usaban todo el equipo de las Fuerzas Armadas: casco y chaleco; sonreían y se veían tan alegres corriendo, por un momento parecía que se sentían militares y que iban a ayudar a su nación. En su mirada y en su expresión facial se leía todo: ser militar y ayudar como el teniente con el que me tomé fotografía.
Sin duda el lado humano que tienen los militares resalta cuando la gente se acerca a ellos y les pide una fotografía, y/o les agradecen por cuidar a “su México”, y les regalan algunos adornos o detalles insignificantes para unos, pero para ellos son gratitud tangible que los conmueve, ya que aman su trabajo y además la gente se los agradece con cortesías.
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