EXÓTICA ARENA ESTUDIANTIL
Por Samuel González Aguirre
México (Aunam). Damas y caballeros, con ustedes el espectáculo más esperado de la Lucha Libre en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales: ¡Luchadores exóticos! En la esquina de los técnicos, están los príncipes de la extravagancia y el colorido: ¡Máximo, La Fresa Salvaje y El Caricia!; frente a la tradición de los rudos: Nitro y Vangellys. Esta tarde se enfrentan en un combate de dos a tres caídas sin límite de tiempo.
Para comenzar, el réferi Orlando “El Furioso” se levanta entre la multitud de estudiantes y se coloca sobre el escenario, donde recibe mentadas de madre y empujones que la costumbre demanda en su condición de enemigo de la violencia desenfrenada, la cual esperan observar los jóvenes ya emocionados.
Durante el preámbulo de la batalla, tres mujeres en falda debutan en su labor como edecanes y presentadoras del round, las cuales encienden el ánimo de los presentes, es una locura lo que genera la belleza delante de seguidores, en su mayoría, masculinos.
Cuando todo está listo, la voz de campana unísona de los espectadores anuncia el inicio del combate; la expectativa desemboca en sonrisas renovadas y carcajadas a causa de los ademanes y movimientos exóticos de los luchadores en el ring colocado a mitad de la explanada baja de la Facultad.
El ambiente de entusiasmo y alegría detuvo el tiempo por un instante entre llaves, vuelos, golpes, cachetadas y besos. El cuadrilátero vibró durante media hora, como parte de un sueño en donde cuatro guerreros destruían su humanidad, despiadados frente a los gritos de una afición desesperada.
Entre los canticos y silbidos, el típico: “¡Culero!“, reaparecía cuando los rudos comenzaban a dominar la batalla; tan pronto como empezó la primera caída, pocos minutos después terminó con un Nitro enérgico y un Vangellys inicuo, luego de su victoria en la parte inicial de la lucha.
Tan pronto como regresaron los combatientes a las cuerdas, comenzó la cercanía con el público al compartir mentadas y gritos que hacían referencia a las preferencias sexuales de los luchadores, quienes antepusieron besos y caricias sobre las llaves y los golpes brutales. Ello generó la desesperación de los estudiantes que anhelaban ver sangre en un ring donde la fiesta exótica se oponía al reparto de “bofetadas”.
De pronto, la afición explotó: “¡Deja de acariciarlo y ponle en su madre de una vez, cabrón!”, dijo uno de los presentes. Como por arte de magia, los exóticos se encendieron para ganar la segunda caída de manera espectacular y cerrar enhorabuena ante los elogios de los presentes, fue una última contienda repleta de ataques aéreos y movimientos afeminados al estilo que acostumbrado de los gladiadores excéntricos.
Al terminar la lucha, todos ganaron: por un lado los universitarios gozaron al tomarse rebosantes fotografías del recuerdo y, por el otro, los héroes de la tarde miraron satisfechos su labor reflejada en decenas de sonrisas.
México (Aunam). Damas y caballeros, con ustedes el espectáculo más esperado de la Lucha Libre en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales: ¡Luchadores exóticos! En la esquina de los técnicos, están los príncipes de la extravagancia y el colorido: ¡Máximo, La Fresa Salvaje y El Caricia!; frente a la tradición de los rudos: Nitro y Vangellys. Esta tarde se enfrentan en un combate de dos a tres caídas sin límite de tiempo.
Para comenzar, el réferi Orlando “El Furioso” se levanta entre la multitud de estudiantes y se coloca sobre el escenario, donde recibe mentadas de madre y empujones que la costumbre demanda en su condición de enemigo de la violencia desenfrenada, la cual esperan observar los jóvenes ya emocionados.
Durante el preámbulo de la batalla, tres mujeres en falda debutan en su labor como edecanes y presentadoras del round, las cuales encienden el ánimo de los presentes, es una locura lo que genera la belleza delante de seguidores, en su mayoría, masculinos.
Cuando todo está listo, la voz de campana unísona de los espectadores anuncia el inicio del combate; la expectativa desemboca en sonrisas renovadas y carcajadas a causa de los ademanes y movimientos exóticos de los luchadores en el ring colocado a mitad de la explanada baja de la Facultad.
El ambiente de entusiasmo y alegría detuvo el tiempo por un instante entre llaves, vuelos, golpes, cachetadas y besos. El cuadrilátero vibró durante media hora, como parte de un sueño en donde cuatro guerreros destruían su humanidad, despiadados frente a los gritos de una afición desesperada.
Entre los canticos y silbidos, el típico: “¡Culero!“, reaparecía cuando los rudos comenzaban a dominar la batalla; tan pronto como empezó la primera caída, pocos minutos después terminó con un Nitro enérgico y un Vangellys inicuo, luego de su victoria en la parte inicial de la lucha.
Tan pronto como regresaron los combatientes a las cuerdas, comenzó la cercanía con el público al compartir mentadas y gritos que hacían referencia a las preferencias sexuales de los luchadores, quienes antepusieron besos y caricias sobre las llaves y los golpes brutales. Ello generó la desesperación de los estudiantes que anhelaban ver sangre en un ring donde la fiesta exótica se oponía al reparto de “bofetadas”.
De pronto, la afición explotó: “¡Deja de acariciarlo y ponle en su madre de una vez, cabrón!”, dijo uno de los presentes. Como por arte de magia, los exóticos se encendieron para ganar la segunda caída de manera espectacular y cerrar enhorabuena ante los elogios de los presentes, fue una última contienda repleta de ataques aéreos y movimientos afeminados al estilo que acostumbrado de los gladiadores excéntricos.
Al terminar la lucha, todos ganaron: por un lado los universitarios gozaron al tomarse rebosantes fotografías del recuerdo y, por el otro, los héroes de la tarde miraron satisfechos su labor reflejada en decenas de sonrisas.
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