UN CANTO INMORTAL EN EL CHOPO
Por Mauricio Eduardo Serralde Jiménez
México (Aunam). Coros mezclados con patadas al suelo y palmadas provienen de la vieja y austera bocina instalada bajo una carpa. Cantan “we will, we will rock you!” y llaman la atención de quienes caminan por la calle Aldama en la colonia Buenavista a las tres de la tarde.
“A mí me encantan, simplemente me encantan”, dice una chavo que lleva puesta una larga camiseta negra de Nirvana y múltiples pulseras negras, algunas con picos, en ambas muñecas. De sus párpados inferiores sale una discreta marca hecha con delineador negro, una marca con la que ha de sentirse especial e incluido en este extremo de la Ciudad de México en el que rockeros, punketos y darketos se reúnen cada sábado para comprar, intercambiar o simplemente observar la monotonía.
Bajo la carpa está un hombre viejo colocando una colección de fotografías en las paredes de lona improvisadas para ese día especial. Su mujer le ayuda al colocar sobre una pequeña mesa diversos objetos: discos de acetato, llaveros, relojes, películas, libros.
“¡Paco, ayúdame!” demanda la mujer minutos después. Paco, el viejo, se acerca y coopera con la colocación de un anuncio que reza: Exposición fotográfica de Queen en México, 1981 – Club de fans México.
El Tianguis Cultural del Chopo luce radiante. Cientos de personas caminan entre los puestos colocados a lo largo de Aldama, Camelia y Sol. De una esquina proviene el sonido de una banda que interpreta en vivo lo mejor de los Doors, su público les aplaude y les pide una canción tras otra.
Más al norte, una veintena de jóvenes hace fila para pintarse un tatuaje permanente al dos por uno. A tres puestos de distancia, un luthier entrega la primera guitarra reparada del día a un principiante chico de doce años.
Y exactamente en la esquina de Aldama y Camelia, hay un mago sacando de su manga un ramo de flores. El público, inocente por naturaleza, no se da cuenta del truco y pierde los pormenores que saltan a la vista del observador destacado. No obstante aplaude.
A las cuatro, la multitud se acerca a la exposición de fotos. “Ese cabrón era bien puto, pero cantaba perrón”, dice un joven señalando una foto del fallecido Freddie Mercury, el vocalista de Queen. Sus amigos ríen disimuladamente. Al fondo suena Another one bites the dust, canción inmortalizada en 1980 que cualquiera identifica por sus líneas memorables de bajo eléctrico.
“Me ha tomado 30 años juntar todas las fotos, la mayoría son de amigos, otras son compradas... y las mías son muy malas, por eso no las incluí”, dice el viejo que en un principio colocó las fotografías y que, treinta años atrás, estuvo en el primer concierto que Queen dio en Puebla.
Dos fotos de Freddie Mercury con sombrero de charro demuestran que la colección se trata verdaderamente de recuerdos plasmados en papel aquel 9 de octubre del 81 en el Estadio Zaragoza de Puebla. En las demás los miembros restantes del grupo lucen glamorosos con sus instrumentos.
“Mi canción favorita es la Rapsodia Bohemia,” dice el chavo de los párpados pintados mientras observa una fotografía que muestra al guitarrista Brian May, “y el solo de guitarra, ¡uf, es de los mejores!”. Después camina hacia la mesa que han colocado y observa la colección de discos de acetato. Es toda la discografía de Queen. La admira con detenimiento y pregunta a Paco si la vende. Él responde que no.
“Conocí a Brian en el 2005, le pedí que vinieran a México porque andaban con su nuevo vocalista, Paul Rodgers”, narra emocionado el viejo. “Le llevé unas copias de los conciertos en Puebla y le encantaron. Quería animarlo pa’ que se decidieran a venir de nuevo, pero se desintegró la agrupación”, concluye resignado.
Son las cinco de la tarde y unas quinientas personas han pasado a ver la exposición. Toman fotografías panorámicas, murmuran cosas y luego se van. “¿Apoco sí estuvo chingón el concierto?”, pregunta un despeinado muchacho flaco al viejo. “No tienes idea. Al otro día ni siquiera yo lo creía”, responde.
Vuelve a sonar “We will, we will rock you!”. Es el canto que nunca morirá. A pesar de que no todos los que pasan saben el significado en castellano, sus labios pronuncian cada una de las sílabas de la monodia rockera y homenajean a una de las mejores bandas de rock de la historia.
México (Aunam). Coros mezclados con patadas al suelo y palmadas provienen de la vieja y austera bocina instalada bajo una carpa. Cantan “we will, we will rock you!” y llaman la atención de quienes caminan por la calle Aldama en la colonia Buenavista a las tres de la tarde.
“A mí me encantan, simplemente me encantan”, dice una chavo que lleva puesta una larga camiseta negra de Nirvana y múltiples pulseras negras, algunas con picos, en ambas muñecas. De sus párpados inferiores sale una discreta marca hecha con delineador negro, una marca con la que ha de sentirse especial e incluido en este extremo de la Ciudad de México en el que rockeros, punketos y darketos se reúnen cada sábado para comprar, intercambiar o simplemente observar la monotonía.
Bajo la carpa está un hombre viejo colocando una colección de fotografías en las paredes de lona improvisadas para ese día especial. Su mujer le ayuda al colocar sobre una pequeña mesa diversos objetos: discos de acetato, llaveros, relojes, películas, libros.
“¡Paco, ayúdame!” demanda la mujer minutos después. Paco, el viejo, se acerca y coopera con la colocación de un anuncio que reza: Exposición fotográfica de Queen en México, 1981 – Club de fans México.
El Tianguis Cultural del Chopo luce radiante. Cientos de personas caminan entre los puestos colocados a lo largo de Aldama, Camelia y Sol. De una esquina proviene el sonido de una banda que interpreta en vivo lo mejor de los Doors, su público les aplaude y les pide una canción tras otra.
Más al norte, una veintena de jóvenes hace fila para pintarse un tatuaje permanente al dos por uno. A tres puestos de distancia, un luthier entrega la primera guitarra reparada del día a un principiante chico de doce años.
Y exactamente en la esquina de Aldama y Camelia, hay un mago sacando de su manga un ramo de flores. El público, inocente por naturaleza, no se da cuenta del truco y pierde los pormenores que saltan a la vista del observador destacado. No obstante aplaude.
A las cuatro, la multitud se acerca a la exposición de fotos. “Ese cabrón era bien puto, pero cantaba perrón”, dice un joven señalando una foto del fallecido Freddie Mercury, el vocalista de Queen. Sus amigos ríen disimuladamente. Al fondo suena Another one bites the dust, canción inmortalizada en 1980 que cualquiera identifica por sus líneas memorables de bajo eléctrico.
“Me ha tomado 30 años juntar todas las fotos, la mayoría son de amigos, otras son compradas... y las mías son muy malas, por eso no las incluí”, dice el viejo que en un principio colocó las fotografías y que, treinta años atrás, estuvo en el primer concierto que Queen dio en Puebla.
Dos fotos de Freddie Mercury con sombrero de charro demuestran que la colección se trata verdaderamente de recuerdos plasmados en papel aquel 9 de octubre del 81 en el Estadio Zaragoza de Puebla. En las demás los miembros restantes del grupo lucen glamorosos con sus instrumentos.
“Mi canción favorita es la Rapsodia Bohemia,” dice el chavo de los párpados pintados mientras observa una fotografía que muestra al guitarrista Brian May, “y el solo de guitarra, ¡uf, es de los mejores!”. Después camina hacia la mesa que han colocado y observa la colección de discos de acetato. Es toda la discografía de Queen. La admira con detenimiento y pregunta a Paco si la vende. Él responde que no.
“Conocí a Brian en el 2005, le pedí que vinieran a México porque andaban con su nuevo vocalista, Paul Rodgers”, narra emocionado el viejo. “Le llevé unas copias de los conciertos en Puebla y le encantaron. Quería animarlo pa’ que se decidieran a venir de nuevo, pero se desintegró la agrupación”, concluye resignado.
Son las cinco de la tarde y unas quinientas personas han pasado a ver la exposición. Toman fotografías panorámicas, murmuran cosas y luego se van. “¿Apoco sí estuvo chingón el concierto?”, pregunta un despeinado muchacho flaco al viejo. “No tienes idea. Al otro día ni siquiera yo lo creía”, responde.
Vuelve a sonar “We will, we will rock you!”. Es el canto que nunca morirá. A pesar de que no todos los que pasan saben el significado en castellano, sus labios pronuncian cada una de las sílabas de la monodia rockera y homenajean a una de las mejores bandas de rock de la historia.
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