VALENTINA ORTIZ PANDOLFI: PERCUSIONISTA DE CORAZÓN


Por Ana Rosa Calderón Ávila
México (Aunam). Con gran ritmo y sabor cubano Simón Managua y su Sonora guía al cuerpo a moverse al compas de su son; sin embargo, en ese grupo sonero destaca una persona que lleva el ritmo en sus manos. Golpea con ligereza y gran intensidad las congas, la fuerza de cada “bum” pega en el pecho llegando hasta el corazón, haciendo de cada palpitar un movimiento más dentro de la pista de baile en el Gran Fórum.

Aquellas manos delicadas, a simple vista; son de una mujer que destaca de entre tantos hombres, Valentina Ortiz Pandolfi es una de las únicas mujeres soneras dedicadas a tocar el tambor. La percusión es una de sus mayores pasiones, cada golpe significa estar conectada o desconectada del mundo; la enlaza con la música y con sus compañeros. Para ella el tambor significa algo cíclico que la lleva a sentirse muy a gusto.

Su carrera como percusionista inició a partir de 1993, ha tocado con grupos de salsa; además, participó en producciones musicales como Aventurera; sin embargo, los tres años que permaneció dentro de la producción se dio cuenta que no era su ambiente. Simplemente para ella ese tipo de música no decía nada, y fue entonces que decidió hacer cosas sencillas pero con una creatividad impresionante.

Un gran ejemplo de su enorme talento es Caldo de Sueños, obra musical en la que sus principales instrumentos son: ollas, sartenes, el metate, el molcajete y hasta las lenguas náhuatl y zapoteca. La percusionista, logró encontrar melodías dentro de objetos comunes y corrientes, que utilizan la mayoría de las mujeres mexicanas, en especial las indígenas. Es un espectáculo de varias piezas musicales que combinan textos y música compuesta por ella misma.

-No es fácil ser mujer, fui retomando los objetos de uso más cotidiano, aquellos objetos representan un trabajo poco valorado, el trabajo domestico. Y es una manera simbólica de decir que todos los seres humanos somos artistas y todos tenemos algo importante que decir.

Puros cuentos

Valentina fue hija única del pintor mexicano Emilio Ortiz y de Silvia Pandolfi de origen estadounidense. Su niñez fue muy solitaria y las amistades que lograba formar eran por periodos cortos, debido a que la carrera de su padre le exigía viajar demasiado.

Fue de esta manera que su única compañía eran los libros, y es algo que agradece, pues al estar del tingo al tango y hacer lecturas a todos horas, fue un gran estímulo en su vida, aprendió varios idiomas y realmente eso fue lo que construyo su mente, su imaginación y su carrera como cuentista.

A pesar de estar involucrada con la literatura desde pequeña, Valentina Ortiz integró a su lenguaje la narración oral aproximadamente hace cuatro años. Creó Cuentos de Tierra, ahí la artista combina fascinantes historias llenas de color con música que se ha tratado de dejar en el olvido. En cada una de las piezas musicales se utilizan instrumentos acústicos de la música prehispánica, y los tres cuentos que se reúnen en Cuentos de Tierra se cristaliza la tradición indígena de México.

Sin embargo la escritora no sólo se ha dedicado a hacer sus propios textos, su gran interés por las personas que desean ser escuchados, ha hecho que se construya una organización cultural donde cuentistas dan voz a la palabras de otros. Se reúnen con la comunidad que los invita, escuchan a esa gente que tiene mucho por contar y luego escriben esas historias.

Esta asociación civil llamada Cuentos Viajeros construido por Ortiz y un gran equipo, tiene como fin el recuperar y revivir la tradición oral de las comunidades mexicanas.

Han trabajado con mujeres mazahuas que viven en el barrio de Santa Marta del Sur, zona donde se puede observar los bajos recursos económicos de las personas. Sus casas son el punto de reunión para echar manos a la obra.

Trabajan con estas mujeres en la construcción de su libro, sin embargo, no sólo las visitan con ese fin, también ensayan con ellas la presentación de sus obras, de esta forma les brindan una experiencia y la confianza de estar en un escenario.

Ortiz hace de ellas, unas mujeres con valentía y de gran entusiasmo. Valentina forma parte de cada mujer y ellas forman parte de Valentina. Tanto las mujeres mazahuas como la escritora construyen un escenario de igualdad, el conjunto que forman se visualiza como un sólo ser.

Cuando la cuentista comienza a narrar en español, ellas siguen sus palabras y las reproducen en un nuevo sonido que anteriormente ya era escuchado; el mazahua, su lengua recordada. Es una lengua que vuelve a retoñar en los patios agrisados de aquel barrio, trabajan y esperan el reflorecimiento de ésta y más lenguas en cada rincón del país.

El trabajo que hacen es digno de admirar y de respetar, porque es un esfuerzo por conservar parte de la cultura mexicana. -Construir su identidad, a través de sus mitos, sus leyendas e historias, la narración oral es algo vivo, ayuda a procesar lo que está sucediendo.

-La gente ha perdido sus tradiciones, su mitología, sus creencias y una manera de contribuir a la sociedad para que ya no sea tan violenta es dándole más estructura a su mitología. Es una manera de transmitir ideas y generar sentido de comunidad “la narración oral es comunicación”.

En esta mujer se puede admirar su gran gesto de generosidad, ayuda a aquellos que desean de su voz y de su pensamiento un poco de atención a sus demandas.

-Mi búsqueda es crear un lenguaje y lo más importante para mí es transmitir y decir algo y todo se vale.

Acerca del pasado

La escritora, músico percusionista y actriz; nació en México en Diciembre de 1963, sin embargo, su formación educativa básica y lugares donde creció fue entre París e Inglaterra.

A partir de los seis años Valentina se ha dedicado hacer teatro, en la escuela se organizaba con un grupo de amigas para hacer pequeñas obras y para ella fue una suerte estar en una escuela donde había un foro infantil en donde las apoyaban.

A los 10 años regresa con su familia a su país natal, sin embargo su regreso a México fue un poco difícil debido a su falta de español, por ello continua su educación en una escuela francesa, la cual era bilingüe y eso le ayudó a comprender aquel idioma que desconocía.

Sus padres toman la decisión de separarse, en vista de ello deja de ver a su padre, sin embargo, no sólo deja de verlo a él, sino también a su madre, no de manera física sino moral, pues tenía muchas cosas mejores por hacer en vez de educarla. Tras esa falta de presencia empieza a conocer México y se da cuenta que el estilo de vida es totalmente distinta a la de Europa.

Además de su niñez también tuvo una adolescencia solitaria, sin el apoyo de alguien más, no tenía contacto con su demás familia por determinación de sus padres y a los únicos que tenía era a ellos.

De joven se implicó mucho con las drogas, fue drogadicta de fines de semana, pero lo que la mantuvo viva fue su relación con el estudio. -Estuve en una escuela bastante buena, donde los profesores eran muy apasionados y estaban muy involucrados en lo que hacían, Y el no querer dejar de estudiar fue lo que me sacó a delante y a dejar de consumirlas, Sin duda tuve un ángel guardián, pues era para que me pasaran cosas malas, porque incluso despertaba tirada en las calles.

Tras ver esta situación, su madre la apoya para conseguir una beca y así seguir estudiando Teatro. Obtuvo una beca completa en la Universidad de Columbia, en Nueva York, pero para su sorpresa, el departamento de teatro no era lo suficientemente bueno. Y en vista de esto decide estudiar Ciencias Políticas en la misma Universidad.

Una de las cosas más importantes que conoció en Nueva York es lo afroantillano, comienza a toma clases de danza y descubre una parte de ella; la percusión.

Durante su estancia en Estados Unidos creció un sentimiento de rechazo hacia la cultura estadounidense, y una de las razones fue, sobre todo, por el desperdicio material que observó. Acción que provocó su participación en la guerrilla salvadoreña, en el año de 1981 hasta 1990; unos años en Nueva York y después en Centro América.

Estuvo en las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) que era una de las organizaciones del frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Inicio con trabajo de solidaridad en Estados Unidos y al terminar la carrera se unió a la radio Farabundo Martí, una radio clandestina que existió durante el frente de guerra en El Salvador.

-Fue una experiencia de cómo se puede hacer mucho con nada, se hacía radio con tres grabadoras. Mi papel ahí fue sacar la información, junto con otros compañeros, tratábamos de hacer más entendible la información a aquellas personas que no se encontraban implicadas con la guerra. “Fue un reto muy grande, cómo humanizar lo que por muchas razones se deshumaniza; la gente necesita ese lado humano para poder conectarse con la realidad de otros.”

Su experiencia en la guerrilla la marcó mucho, en la manera de ver la vida y la amistad; le cuesta un poco de trabajo socializar, debido a las reglas con las que tenía que sobrellevar. Donde la palabra solidaridad significaba vida o muerte.

Se dio cuenta que la guerra no es fácil, y al término de ésta decidió regresar a su país natal. Llegó a México con dos hijos Armando y Mélida, ambos fruto de su primera pareja, comandante de la FPL; salvadoreño que conoció en la guerrilla. Éste tuvo problemas en El Salvador, lo arrestaron por estar armado y después se fue de mojado a Estados Unidos. Razón por la cual lleva muchos años sin verlo.

“Yo sentía que me moría…fue mi mayor logro”

-Uno de mis logros es que mis hijos estén sanos y hermosos.

Pero esta mujer de casi 1.70 de estatura lleva en cada parte de ella una gran fortaleza, pues el haber soportado el rompimiento de aquel hombre que amó tanto, pues eso no significó una simple despedida, sino la fractura de una familia.

-Efectivamente, uno de mis mayores logros fue sobrevivir al divorcio de mi segunda pareja. Yo lo quería demasiado, teníamos una familia de cuatro hijos, yo ya tenía dos hijos, él sólo una, pero de nosotros nació uno, Domingo. Sin embargo él decidió tomar un rumbo distinto al mío, prefirió hacer otras cosas y yo sentía que me moría.

Para Valentina lo que sucedió provocó un cambio muy fuerte en su vida; se siente otra después de su separación. -Para ser chamán tienes que haber muerto para volver a nacer, no significa que lo sea, sin embargo, creo que eso fue lo que pasó en mí. Soy otra, desde ese momento mi carrera comenzó a acelerarse, he sacado tres discos, he hecho ensambles musicales y escrito como siete libros. Han sido seis años de mucho trabajo.

Adicción al escenario

-Me dedico cada vez más a los movimientos escénicos pues de eso vivo, de eso como, de eso duermo y hasta de eso sueño; me fascina estar en el escenario.

El escenario le provoca un placer inmenso, es un suceso que le generan muchísimas endorfinas; se autocalifica como adicta al escenario. Considera, que llegar a entender el presente es algo muy difícil, es un momento en donde puede estar complemente alerta.

En ese instante el tiempo avanza muy rápido y, simultáneamente, se detiene. Es un momento en donde puede estar integrada a lo que se está haciendo en el escenario, pero también, se desdobla a observar tanto al público como a lo que está sucediendo en escena.

-Estar en el escenario es la libertad en su máxima expresión, para mí es la posibilidad de decir lo que no puedo exteriorizar abajo del escenario.

Gracias a esto, se da la posibilidad de querer a la gente, con ellas interactúa y se conecta, con ellas se ríe y también llora. Ama y disfruta cada uno de los minutos que pasa ahí arriba, donde todos la ven y disfrutan de su gozo y su trabajo.

Mujer y madre

Ha sido un enorme placer para Valentina ver crecer a sus hijos, le encantaba jugar con ellos cuando eran aún pequeños, y ahora, que ya están grandes ya no puede jugar con nadie, sin embargo esos recuerdos los atesora con una gran alegría.

Ser mamá es una responsabilidad inmensa para ella, porque cada uno de sus actos representa algo para ellos, y ya no se puede hacer cosas sin pensar. Fue un gran reto, por el hecho de ser madre soltera; a pasar de haber tenido pareja por un tiempo, siempre crió sola a sus hijos.

Piensa que la sociedad no está hecha para apoyar a las madres solteras, pero ser mamá le significa una de las experiencias más increíbles. Un recuerdo muy significativo fue el nacimiento de su primer hijo, en su parto no se usó ninguna anestesia; fue algo dolorosamente mágico.

-La maternidad te obliga a tocar tierra, yo por mis hijos dejé lo que es la danza y el teatro, pues eso implicaba viajar mucho y estar bastantes horas lejos de ellos.

La presencia del padre y de la madre es fundamental para los hijos, dice. Por ello está dispuesta a estar con sus hijos cuando se lo pidan, en las buenas y en las malas. Ella existe para ellos y es algo que le faltó vivir, sabe cómo se siente, y no desearía desamparar a sus hijos.

Es difícil ser mujer y profesionista. El hecho de estar enamorada profundamente de su oficio, la ha limitado tener pareja. Se ha dado cuenta que las mujeres que están apasionada por su trabajo, por lo general, son solteras. -Se ha acostumbrado que la mujer es la sombra de los grandes hombres.

Bromeando y a la vez dolida menciona: “detrás de todo gran hombre hay una gran mujer, pero, detrás de toda gran mujer, hay una gran soledad.”

-Con mi segunda pareja hubo una época donde había mucha confianza y crecimos juntos. En el fondo, creo que le molestó que me haya involucrado mucho con mi trabajo, se sintió relegado, él quería ser el centro de atención en mi vida, pero mis hijos y mi trabajo son lo que realmente me emociona mucho.

Una pareja significa alguien que te acompaña en el camino de la vida, es aquel que comparte sus logros, sus miedos y sus emociones. Pero su relación no se pudo llegar a más y fue algo que no supieron franquear.

Valentina Ortiz Pandolfi es un individuo que disfruta sonreír, le encanta reír; ella cambiaría cualquier cosa por la risa. Las líneas de expresión la delatan, pues las comisuras de sus labios se encuentran hacia arriba. La sonrisa que regala se dibuja con color de sinceridad y amabilidad.

Es una persona que se inspira de la vida; de la naturaleza; de sus hijos; del coraje y la rabia ante la injusticia.

La búsqueda de reafirmar sus raíces ha hecho que Valentina sea alguien de gran valentía y decisión.

A pesar de que tiene nacionalidad estadounidense y tenía la posibilidad de vivir en Francia o en El Salvador; donde había dejado a su primera pareja, en ninguno de esos lugares se halló y fue entonces que Valentina Ortiz Pandolfi tomó la decisión de residir en México.

Es una mujer con una gran multiculturalidad. No sabe por qué, pero en su corazón siente que es parte africana, parte piel roja y parte náhuatl.

Sus amigos y compañeros de trabajos ven en Valentina una persona con gran talento, solidaria, activa y muy creativa. Y no sólo eso, la consideran una mujer exitosa y constante que ha hecho que sea una muy buena artista. Es muy comprometida con su propio proceso de crecimiento y algo que la hace especial, es que lo comparte con los demás.

Su sencillez y carisma han motivado que muchas personas le tengan un gran respeto y admiración.

Espera llegar a los 75 o más años de edad, le encantaría viajar más, alejarse de la ciudad y vivir en la playa, este es su proyecto a fututo. La apasiona las lenguas indígenas, aunque se le facilita el náhuatl le gustaría aprender un poco más de esa lengua y también el mazahua.

Valentina Ortiz Pandolfi está llena de sueños y anhelos, es una mujer que busca obtener más en la vida pero, con un total desapego con las cosas materiales.

Página Web http://valentinaortiz.com






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