Pandillas en CDMX y Del Cabo, tan lejos y tan cerca: Ignacio Cano


Por: Andrea Bonilla Blesa
Violencia y criminalidad han sido dos de los temas más frecuentemente explorados por el doctor Ignacio Cano en su decorosa carrera, temática que continúa vigente en su actual trabajo, titulado “Reclutamiento y estructuración interna en las pandillas juveniles: un estudio comparativo de África del sur y México”.

Han pasado 32 años desde que José Ignacio Cano Gestoso recibió su título de doctor en sociología por parte de la Universidad Complutense de Madrid, 32 años desde que recibió un premio nacional del Centro de Investigación Sociológica de España por la tesis que le permitiría recibir ese título. 32 años de una trayectoria destacada, que lo ha llevado a viajar por varias partes del mundo, a lo largo de distintos continentes.

Sus estudios han sido realizados principalmente en países europeos; en ese continente obtuvo no solamente su doctorado, sino que persiguió también estudios postdoctorales, en las universidades de Surrey y Lancaster dentro del Reino Unido. Sin embargo, no toda su educación se concentra en Europa, ya que también realizó postdoctorados en Estados Unidos, específicamente en las universidades de Michigan y Arizona.

Su vida laboral se ha concentrado principalmente en Latinoamérica, ha desempeñado su labor de investigador en instituciones como la Universidad Centroamericana de El Salvador, el Instituto de Estudios Religiosos, y el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Además, ha trabajado para la Universidad Federal Fluminense y en la Universidad Federal de Juiz de Fora, en Brasil, y realizó investigaciones sobre derechos humanos en Guatemala.

Uno de sus más recientes viajes laborales lo llevó a Sudáfrica, en específico a Ciudad del Cabo, donde realizó investigaciones para el Safety Lab y el African Police Oversight Forum. Fue durante su estancia en este país cuando surgió la idea para uno de sus actuales proyectos de investigación, el cual se alinea con dos de sus más comunes intereses de investigación: la violencia y la criminalidad. En este caso, el estudio se centra en analizar las pandillas en Ciudad de México y Ciudad del Cabo.

Este proyecto es descrito por el doctor Cano como “un estudio comparativo de las pandillas en México y Sudáfrica, centrado sobre todo en procesos de reclutamiento y en su estructura interna”, dentro del cual compara las pandillas actuales en Sudáfrica con las pandillas mexicanas en dos distintos momentos: el actual, y su estado hace 15 o 20 años.

La razón de esto es que, como él explica, mientras que el tema de las pandillas es sumamente relevante en Sudáfrica, en México “ha perdido mucha fuerza, nuestros estudios acá en México han visto que ya no hay tantas pandillas, ni tienen tantos integrantes como hace 20 años” lo cual vuelve necesario la inclusión de dos épocas distintas en el análisis comparativo.

Para entender este tema, lo primero que se debe comprender es la definición de “pandilla”, a qué se refiere ese término. Como indica el doctor Cano, llegar a un entendimiento sobre lo que es una pandilla puede ser complicado, al no existir una definición universal aplicable a las diferentes realidades en las que se presentan. No obstante, dentro de su proyecto de investigación, el sociólogo las entiende como “un grupo que por un lado tiene un componente emocional fuerte y por otro lado está involucrado en actividades delictivas.”

Para que un grupo pueda ser considerado una pandilla, ambos elementos deben estar presentes. Sobre esto, el doctor Cano explica que “si hacen simplemente actividades delictivas pero no hay un componente identitario, cultural y emocional, entonces lo consideramos crimen organizado y ya está, y si se trata de grupos de apoyo mutuo de jóvenes que pasan simplemente su tiempo juntos pues son entonces grupos juveniles, pero no le llamaríamos entonces una pandilla”. Además, añade que la prominencia de estos elementos puede variar, siempre y cuando ambos estén presentes.

Es de hecho en esta variabilidad de los elementos esenciales en la cual recae una de las principales diferencias que el doctor Ignacio Cano ha encontrado entre las pandillas juveniles sudafricanas y las mexicanas. En el caso mexicano, “las pandillas mexicanas están más cerca del polo en el que dominan las cuestiones identitarias”, mientras que las pandillas sudafricanas “están mucho más cerca del otro extremo, tienen actividades profesionales criminales y sí tienen un elemento identitario y de apoyo mutuo, pero se dedican directamente a esa actividad”.

Este factor diferencial crea, a su vez, algunas de las otras distinciones que se pueden señalar en cada caso. Por ejemplo, los pandilleros mexicanos, debido a que sus pandillas no están tan enfocadas en las actividades criminales y, por lo tanto, tienen un menor flujo de dinero, suelen desempeñarse laboralmente en algún otro campo, sea lícito o ilícito, para sostenerse. Los sudafricanos, por otra parte, viven del dinero que obtienen de las pandillas y no necesitan otras fuentes de ingresos.

Debido a que las pandillas sudafricanas tienden a enfocarse principalmente en la actividad criminal profesional, mientras que las mexicanas ejercen la criminalidad de manera informal, surgen diferencias importantes tanto en la estructuración interna de las pandillas como en sus procesos de reclutamiento, objetos de enfoque en la investigación del doctor Ignacio Cano.

Sobre la estructura, apunta que “es mucho más compleja, mucho más detallada que acá en México, que existen líderes, y luego están los integrantes que a veces se llaman soldados y ya está pero en en el caso sudafricano hay toda una jerarquía mucho más minuciosa”. Las pandillas sudafricanas, además de tener estas estructuras determinadas, tienen cadenas específicas de suministro, mercados delimitados geográficamente, y clanes. Las mexicanas igualmente tienen algunos de estos componentes, pero son más informales.

Los distintos niveles de formalidad en las pandillas también se ven reflejados en sus respectivos procesos de reclutamiento, a pesar de tener ciertas características en común, en particular la habilidad de soportar e infligir dolor. Para unirse a una pandilla mexicana, el prospecto debe soportar trece segundos de golpes por parte de los miembros de la pandilla; en Sudáfrica, quienes buscan volverse pandilleros deben mostrar su disposición a cometer actos violentos, una forma de hacerlo, por ejemplo, es recibir una pistola y dispararle a alguien con ella.

En México, este proceso es espontáneo y pasivo, implica el acercamiento voluntario de los jóvenes hacia la pandilla. En Sudáfrica, según los estudios del doctor Cano, además de existir esta posibilidad “hay en paralelo un proceso de reclutamiento proactivo en el que se buscan ciertos perfiles que le vienen bien a la organización”.


“Vimos que había, por ejemplo, reclutadores profesionales dentro de la organización, gente que veía quiénes les interesan y con qué perfil, es una actitud mucho más profesional que la situación en México” explica el sociólogo, y añade un ejemplo “en el caso sudafricano se buscan a veces chicos de clase alta que tienen buenas conexiones para que se pueda lavar el dinero de la organización, entonces se aproximan a ellos con carros, lujos, etc., etc., y van intentando captarlos para la organización, ya con esa idea de que participen en el lavado dinero”.

Esta observación es interesante puesto que reta la concepción típica del perfil de un pandillero, el cual consiste de un joven varón, usualmente de clase baja, con problemas familiares y escolares, que busca al interior de las pandillas la oportunidad de ganar dinero y sentirse protegido. El doctor Cano no niega la existencia de estos perfiles, pero añade que existe una gran diversidad de factores que motivan a un joven a volverse pandillero.

“Lo que nosotros hemos encontrado es que una parte de los jóvenes que integran las pandillas dicen que se integran porque tienen problemas en la familia, porque no les gusta la escuela, porque no tienen forma de comprarse los tenis que deseaban; pero otra parte nos dijeron que no tenían grandes problemas económicos ni familiares, pero que buscaban la adrenalina, el estilo de vida, el poder andar con muchas mujeres y con coches vistosos; los argumentos fueron muy variados”.

La explicación anterior hace referencia a otro factor que puede motivar a un joven a volverse miembro de una pandilla: la imagen. Para algunos, unirse a una pandilla puede ser cuestión “de estilo de vida, de adrenalina, del riesgo, de esa cosa de irse juntos a divertir los sábados, de pelear contra otros grupos. Muchos te dicen que eso fue lo que les atrajo”.

Pero esta aspiración va más allá de la imagen individual de los jóvenes pandilleros, la estética misma de las pandillas como tal, específicamente en el caso sudafricano, está muchas veces relacionada con el deseo de tener y presentar un estilo de vida, frecuentemente referente a la cultura estadounidense.

El doctor Ignacio Cano explica que “tiene que ver con la industria cultural norteamericana, con las películas, la moda, la juventud de los años 40 y 50, se aspiraba a ese estilo de vida, a esa estética, y de ahí viene un poco la incorporación de esos elementos” y agrega “por ejemplo, una de las pandillas más importantes allá se llama Americans, otra se llama JFK, que es Kennedy. Hay muchísimas referencias culturales a ese mundo soñado, idealizado que es el mundo de Estados Unidos”.

Las pandillas mexicanas, al igual que las sudafricanas, están estrechamente relacionadas con Estados Unidos, pero en un sentido inverso, y esto se debe al nacimiento, a la raíz de las pandillas mexicanas, que surgen dentro del vecino norteamericano y posteriormente migran hacia México.

“En el caso mexicano de la cultura chola, de las pandillas cholas en Estados Unidos, son mecanismos de resistencia cultural en un ambiente de prominencia anglosajona porque luego son traídos de vuelta a México y retomados acá en las áreas metropolitana de la ciudades”, apunta el experto.

La creación de pandillas como forma de resistencia es una de las comunalidades entre las mexicanas y las sudafricanas. La diferencia recae en el contexto que provoca la resistencia. Las pandillas cholas, como se mencionó, nacen como resistencia a la prominencia de los rasgos culturales anglosajones y también como consecuencia de migraciones hacia las ciudades. En el caso sudafricano, la causa se encuentra en el Apartheid.

“En Sudáfrica, el surgimiento de las pandillas también se da en áreas urbanas, también está compuesta por población juvenil y está vinculada al régimen político del Apartheid y a la transferencia de poblaciones forzadas que hubo en los años 50 y 60, miles de personas fueron trasladadas a otros lugares, tuvieron que empezar a vivir en lugares que no conocían, y siempre dentro de una homogeneidad racial” comenta el doctor Cano, quien concluye que las pandillas actuales en Sudáfrica son consecuencia de un gobierno racista.

Se puede, a partir de las anotaciones del experto, notar que los motivos de existencia de las pandillas en los países que están siendo analizados en su investigación son similares, pero los contextos de cada uno de ellos han logrado que sus manifestaciones sean distintas.

Además, es importante señalar que, a pesar de las resaltadas diferencias entre las pandillas mexicanas y sudafricanas, en el núcleo de ambas está no solamente un nacimiento inspirado por factores similares, sino también un importante vínculo identitario, cultural y afectivo.

El doctor Cano afirma que en ambos casos “la fidelidad central tiene que ser la pandilla, y eso es muy semejante aquí allá, la verdad de que la pandilla lo es todo y uno tiene que estar dispuesto a dar la vida por la pandilla, y por lo tanto la pandilla es el grupo de referencia más importante, el grupo de referencia en términos prácticos y en términos afectivos”.

Estas similitudes y las ya detalladas diferencias están al núcleo de la investigación del doctor Ignacio Cano, un proyecto al que le ha dedicado tiempo y esfuerzo, y que seguramente terminará por ser una valiosa lectura una vez que su trabajo haya concluido.

Ignacio Cano. Foto: IIS-UNAM



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