DETRÁS DE “LA BESTIA”, RODRIGO GUZMÁN
- Es estudiante de la Facultad de Ingeniería, y acudió al Campeonato Mundial de Atletismo Sub-18 en 2017
Ciudad de México (Aunam). El connotado entrenador de básquetbol John Wooden dejó para la posteridad una frase sobre la forma en que él concebía el triunfo: “Ganar requiere talento, pero repetirlo requiere carácter”. Aquellas palabras remiten a la historia de un joven mexicano que practica las carreras de velocidad y se especializa en “la prueba reina” del atletismo, los 100 metros planos.
Poseedor de una gran fuerza y potencia, Rodrigo Guzmán consiguió en el año 2017 clasificar al Campeonato Mundial de Atletismo Sub-18, llevado a cabo en Nairobi, Kenia, en donde se colocó en el lugar 20 de la clasificación general. No obstante, en un inicio él no imaginaba que esa sería la prueba que le daría grandes victorias y reconocimiento.
Hijo de un lanzador de martillo y una saltadora de longitud, Rodrigo Guzmán apunta a hacer historia en los 100 metros planos. |
Es cerca del mediodía, a pesar de las nubes en el cielo, el sol deja sentir su calor por intervalos de tiempo. Rodrigo, como pide que le digan, espera sentado en el césped de la pista de calentamiento de Ciudad Universitaria en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), mismo recinto en el que hace 50 años, atletas como Bob Beamon (saltador de longitud estadounidense, que logró hacer “el salto del siglo”) calentaron previo a lograr sus hazañas en los Juegos Olímpicos de México 1968.
Él ha concluido su entrenamiento y platica con sus compañeros de equipo. Antes de comenzar con la entrevista, se pone su chamarra y se sienta en una banca frente a la pista, misma que ha formado parte importante de su vida. Sin más, Rodrigo se dispone a revelar sus vivencias, pensamientos y anhelos, está listo para hablar sobre lo que hay detrás de “la bestia”.
Nacido para la velocidad
Para Rodrigo el atletismo ha sido una herencia, pues su madre es la ex-saltadora de longitud Sara Isabel González Armendariz y su papá Guillermo Guzmán Magaña, ex-lanzador de martillo que poseyó el récord nacional de esa especialidad durante aproximadamente 22 años. A su padre le encantaba una idea: que sus hijos pudieran practicar el mismo deporte que él, aunque quizás en otra especialidad.
Sin embargo, el primer contacto de Rodrigo con el deporte ocurrió a los seis años a través de una disciplina muy diferente: “Nosotros estábamos en el Tae Kwon Do de CU”, recuerda. No obstante sus padres ya tenían planeado que Rodrigo y su hermano probaran el atletismo. De gustarles comenzarían a practicarlo, incluso en una ocasión su padre llevó “a la brava” a participar a su hermano en una competencia, lo cual tuvo un resultado positivo.
“El plan era que termináramos cierto grado en el Tae Kwon Do y de ahí nos metieramos al atletismo”, comenta. Pero las cosas se aceleraron y a los ocho años de edad pasó del tatami al tartán de la pista de para no volverlo a dejar. Desde entonces su padre le inculcó el valor de ser competitivo y hacer las cosas bien.
Desde su incursión en las carreras de velocidad Rodrigo se habituó a convivir con gente más grande que él: “Creo que era el mocoso de ocho años” (libera una pequeña carcajada), recuerda. Pese a su corta edad, el gozo de correr y sentir la velocidad eran cosas que lo hacían sentir pleno. Por ello, él considera de vital importancia que los niños que se acercan a practicar algún deporte, lo hagan por convicción propia.
“La bestia” tiene un especial aprecio del vínculo con su padre y madre, porque le han transmitido sus experiencias y conocen las implicaciones del deporte de alto rendimiento. Ellos nunca lo presionaron, pero si lo motivaron a confiar en él mismo y le hicieron saber que poseía aptitudes atléticas. Incluso en una ocasión su padre le dijo a Rodrigo y a su hermano: “Ustedes tienen capacidades, ustedes traen con qué, aprovéchenlo”.
El ahora representativo de la UNAM, siente agradecimiento por el esfuerzo que hizo su madre para que desde pequeño se comenzaran a construir los cimientos de su trayectoria atlética. En sus propias palabras, ella se “rifaba” pues era maestra en la Escuela Preparatoria Número 8 y se trasladaba hasta su casa, ubicada cerca de la salida a Cuernavaca. Pasaba por ellos a la escuela, los llevaba a su casa para darles de comer y luego se transportaban a la Ciudad Universitaria de la UNAM para que los niños estuvieran puntuales en el entrenamiento.
Rodrigo también tenía que poner de su parte, pues debía de acabar su tarea antes de que su madre llegara. Le gustaba terminar rápido “que las sumas, que el resumen de Miguel Hidalgo”, porque a él le emocionaba ir a los entrenamientos, mismos a los que nunca faltó. Debido a su ajetreada rutina “la bestia” nunca tuvo problemas con el sedentarismo. Por el contrario, siempre fue un niño muy activo, fanático de “echar la reta de fútbol y de basquetbol”, aunque no faltaba el día en donde él prefería jugar XBOX.
Tiempo de cambios
Estaba por llegar un periodo de cambios para Rodrigo. Mientras él cursaba segundo grado de secundaria, su hermano ya iba en la preparatoria y tomó la decisión de especializarse en el lanzamiento de martillo. “Tomamos caminos diferentes”, relata Rodrigo. Mientras él permaneció bajo el programa del entrenador Alberto Valdez en la UNAM, su hermano se fue al CNAR (Centro Nacional de Desarrollo de Talentos y Alto Rendimiento).
Al ingresar a tercer grado, cuando las clases del incipiente velocista finalizaban, él tomaba el metrobus para encaminarse a la pista de calentamiento. Rodrigo recuerda que esa época fue difícil porque él se vio obligado a entrenar solo, debido al paso de su entrenador a laborar en el turno matutino. “Él me mandaba mi entrenamiento y todo eso, pero no lo veía”, explica el deportista.
Sin embargo, cuando se avecinaba alguna competencia Alberto cuadraba sus horarios para checar a Rodrigo. Hubo colaboración de ambas partes y los éxitos no tardaron en llegar. En 2015, Rodrigo ganó sus primeras medallas de Olimpiada Nacional en las pruebas de salto de longitud y 100 metros planos. “Ya por ahí empezaba el caminito que nos trajo a donde estamos”, comenta Guzmán.
Alberto Valdez, más que un entrenador
Un personaje clave en la vida de Rodrigo ha sido Alberto Valdez, su entrenador desde que tenía ocho años de edad y el artífice de logros extraordinarios como la clasificación al Campeonato Mundial de Atletismo Sub-18.
De forma vívida el velocista recuerda los días en que era niño y al profesor Alberto le preguntaba: “¿Qué me toca hacer?”, según relata Rodrigo de forma usual hacía cosas tranquilas pero en determinado momento Valdez notó que había potencial en él y empezó a trabajarlo más, al grado de ganar en 2012 competencias de nivel primaria.
Rodrigo Guzmán no es el único caso de éxito bajo en plan de entrenamiento de Alberto Valdez, pues también tiene bajo su dirección al campeón nacional de 400 metros planos Víctor Medel y la especialista en 800 metros planos Daniela Rochín, entre otros talentos.
El estudiante de Ingeniería Industrial ha aprendido de su coach que no por acabar los entrenamientos con el cuerpo al límite se va a mejorar, por el contrario: “trabajar duro es trabajar inteligente”. El capitalino entrena de acuerdo a los objetivos de la temporada y siempre tiene en la mira hacia donde quiere llegar, así elige su “camino” y monitorea su progreso. “No hay que desesperarse”, asegura.
El orgullo de representar a la UNAM
Rodrigo a quien sus amigos conocen como Roy, ya tiene ocho años de correr con los colores de la UNAM pero en los últimos tres se ha sentido más orgulloso. Conforme ha crecido ha dimensionado el tamaño de la institución y lo que representa portar sus emblemas, razones por las que él se siente contento de representar a la máxima casa de estudios.
Sin embargo, además del honor de ser representante de la universidad más grande de México existe una responsabilidad de dar buenos resultados. “Estás ahí porque eres lo mejor que tiene la institución, entonces siempre he tratado de poner en alto el nombre de la UNAM”, comenta Rodrigo. Pero no basta con ganar pues también es muy importante la forma de conducirse con humildad al convivir con los compañeros y la gente.
Debido a esta raigambre con la UNAM, hechos como las agresiones que sufrieron estudiantes del Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Azcapotzalco por parte de porros, mientras se manifestaban el pasado 3 de Septiembre, le causan tristeza pues no solo es ese hecho sino todas las muertes que se han suscitado al interior de la Ciudad Universitaria: “a mi no me agrada la idea de que se esté normalizando”, señala. Al atleta le da una sensación de coraje que los perpetradores de dichas acciones sean externos y manchen el nombre de la institución.
Por ello la mega marcha realizada el 6 de Septiembre le causó empatía y orgullo. Y le demostró que a pesar de las diferencias entre la comunidad universitaria cuando es necesario se une y lo hace bien, de forma organizada y sin violencia. Una cosa le quedó clara: “Respondimos como debe de ser”.
En cada competencia disputada por Rodrigo además de defender a la UNAM, lleva el recuerdo de su amigo Luciano cuya muerte representó un duro golpe. “Yo le prometí que iba a ganar por él y para él”, comparte (su voz se entrecorta). En la concepción del velocista mientras vivan las personas que Luciano tocó, él seguirá con vida. En parte este hecho influyó en el regreso de Rodrigo a dar marcas importantes: “Las cosas luego se ponen feas y todo esto, pero uno le tiene que trabajar”, detalla.
Una parte importante de los progresos de “La Bestia”, ha sido trabajar con objetivos fijados a corto, mediano y largo plazo. |
¿Tokio 2020?
Iniciar en el atletismo a temprana edad le ha permitido a Rodrigo consolidarse poco a poco como uno de los mejores velocistas del País y ser de los atletas universitarios con mayor proyección internacional. Sus marcas son prometedoras (10.77 segundos en 100 metros planos) y es ineludible considerarlo como un futuro candidato para representar a México en las pruebas de velocidad olímpicas.
Al respecto, él afirma que aunque le “encantaría” ir a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, por el momento no está en busca de una clasificación para esa justa deportiva. Sin embargo, si está en sus posibilidades dar la marca requerida, lo hará. Por otra parte, Guzmán tiene claro que una cosa es querer ir y otra muy diferente buscar la marca para lograrlo.
Él sigue con los entrenamientos necesarios para alcanzar su máximo potencial en pequeño, mediano y largo plazo; su evolución deportiva es probable le permita estar presente en los Juegos Olímpicos de 2024. “Le voy a dar hasta que no pueda más”, sentencia.
Con respecto a las características que lo hacen diferente, se considera fuerte; aunque para él eso no hace la diferencia porque hay mucha gente entrenada, rápida o de zancada larga, más bien la diferencia la hace su forma de pensar, muy similar a las de sus amigos: Adrián García, Martín Loera y Jesús Macho que dejaron de pensar en ser campeones nacionales y miraron más alto: “Queremos llegar a los Juegos Olímpicos y ser medallistas”, afirma.
Esa mentalidad es justo lo que hace a esta generación especial, el ímpetu de ver ondear la bandera de México en lo más alto de los podios internacionales. Entre Rodrigo y sus congéneres hay un crecimiento “amigable” pues se ayudan a mejorar pero sin dejar que alguien esté encima de ellos.
Para él, vivir en México no debe ser una limitante para pensar en metas trascendentales. Cuestiona: “¿Tu crees que otras personas que han estado en la adversidad se la creyeron?, pues no”. A él le gustaría dejar su nombre escrito en la historia de la velocidad mexicana, pues en su mayoría ha sido escrito por atletas del norte del país.
Rodrigo no se deja impresionar por ningún rival y mucho menos se adelanta a los hechos: “Si eres de Bahamas, de Alemania, Japón, de Nezahualcoyotl, yo voy a correr y le voy a dar a full, entonces cómo voy a correr a full, yo siempre voy a buscar ganar”, afirma con toda seguridad.
El libro de vida de Rodrigo Guzmán, es una obra en proceso, a la cual muchas páginas se agregaran. Lo respalda venir de una familia de atletas que es un sólido apoyo. Él ha dejado de desear y ha pasado a trabajar día con día en el óvalo de 400 metros para forjar su propio destino, pues un “esfuerzo extra vale la pena”.
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