LOS ARTISTAS ESCONDIDOS

Por Juan Esteban Cuevas Delgado y Linda Esmeralda Uribe Barrón
Jiutepec, Morelos. (Aunam). Los lugares donde habita la demencia van más allá de las camisas de fuerza, las personas con batas blancas, cuartos acolchonados, agresividad y lobotomías. Lejos de los hospitales psiquiátricos están las casas de medio camino, estas se insertan dentro del panorama que concierne a la salud mental, pero dichos centros de apoyo apenas son visibles entre la población mexicana.


En este tipo de establecimientos se ofrece hospedaje y a diferencia de un hospital, no cuentan con servicio médico, pero sí con talleres y dinámicas de hogar para los pacientes. Según el Informe sobre Sistemas de Salud Mental en México del 2011, en la República Mexicana sólo existen tres establecimientos de este tipo, mientras que los hospitales de salud mental existentes son 46.

De acuerdo con un sondeo aplicado en abril del 2018 a estudiantes de la licenciatura en psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México, sólo el 15 por ciento posee conocimiento acerca de dichos centros especializados en personas con deterioro mental. Sin embargo, todos afirman conocer el funcionamiento de los hospitales psiquiátricos.

“Las casas de medio camino son un proyecto novedoso en ámbitos de salud, ya que este tipo de centros nacen en Inglaterra. Esta no es una institución hospitalaria, por lo tanto no hay enfermeros, trabajadores sociales, ni médicos, lo que hace que el huésped se sienta como si estuviera en un hogar”, explicó el psicólogo Gerardo Martínez Castro, director de Casa Tlatoani, un recinto de este tipo fundado en 1995.

Según Martínez Castro en este lugar los pacientes son considerados huéspedes, lo que hace que se vinculen de una manera más personal con sus compañeros, trabajadores, maestros e invitados.

Para llegar a dicho centro de salud mental hay que adentrarse al estado de Morelos, a las afueras del municipio de Jiutepec.

Una pequeña puerta con portón café orientado a la derecha anuncia la entrada al establecimiento, entre ambas puertas hay una placa de azulejos con letras cursivas que rezan “Casa Tlatoani”. En la entrada hay un estrecho pasillo de apenas un metro de ancho, con altas paredes blancas, en la parte superior de los muros alambres de púas reflejan la luz del sol.

Al lado de la primera puerta cinco palomas gorgotean parsimoniosas dentro de una jaula, la segunda puerta cuenta con una escalera de herrería justo al frente de la construcción blanca, en contraste con el sólido y frío material del que está hecha: el agua fluye en un estanque con tortugas, a la izquierda una torre con dos pisos es visible, cuentan con dos recámaras en cada uno.

Otra construcción se posa detrás del estanque, tiene tres pisos con el espacio de tres recamaras en cada uno. El lugar desde el que son visibles las edificaciones es abierto, lleno de macetas, con cuatro jaulas habitadas por canarios, gorriones y pericos. Las paredes son color naranja, café y algunas blancas que dan acorde a la decoración.

El sonido del agua empapa el lugar y el Canon en D menor de Pachelbel hace fluir la corriente acústica que emana. La columna tenue de blanco espesor toca los muebles, paredes y plantas hasta consumirse; el olor es suave pero está asentado, al pasar los minutos el aroma a tabaco es otro elemento endémico del lugar.

Las paredes son un collage de momentos, paisaje integrado por fotos en blanco y negro, pinturas de colores vivos, figuras con relieve y macetas pendientes de diferentes tamaños; se distingue un pizarrón blanco, que con letras grandes y redondas forman la palabra “abril” que es sustituida cada mes.

Debajo del mes una frase con letras cursivas negras llama la atención del visitante: “Lo que importa es vivir en el presente, vivir ahora, cada momento. Son tus pensamientos y actos los que crean tu futuro. La línea de tu camino futuro ya existe, porque tú creaste su patrón en el pasado” dicho por Sai Baba.

El pasado, presente y futuro de los pacientes en Casa Tlatoani, sufrió daños por la particularidad de sus pensamientos y actos. Colores, formas, sonidos, voces, recuerdos y sensaciones que no están presentes en el mundo exterior, sólo habitan en sus cabezas. Han sido llamados locos, a veces esquizofrénicos o como el personal del recinto prefiere llamarlos: personas con deterioro mental.

“Al padecer de esquizofrenia, los pacientes pierden intereses, lo que ocurre dentro de sus mentes afecta la personalidad de cada uno. Tienen que reconfigurar sus intereses e integrarse a una nueva dinámica de socialización”, comentó Norma Pérez, psicóloga egresada de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), quien trabaja con personas que sufren esta afectación crónica.

La psicóloga todos los martes y sábados realiza actividades de diez de la mañana a seis de la tarde, en Casa Tlatoani.

En total hay 15 huéspedes, 14 de ellos son hombres y sólo una es mujer. “Estadísticamente hay más mujeres con esquizofrenia, pero lo que ocurre es que a los hombre suelen internarlos más”.

Según Gerardo Martínez. Diferentes pasados se conjugan en un sólo espacio, que al mismo tiempo comparten un presente y una enfermedad, la cual les ha generado diferentes percepciones, incluso de su mismo hospedaje.


Iván Macías tiene 55 años de edad y vive en Casa Tlatoani desde hace siete años. Es delgado, de tez blanca y ojos azules agrietados por las venas rojas que logran exaltarse, tiene un carácter pasivo, camina con parsimonia por el recinto, estudió Biología en la UNAM, aunque nunca logró titularse.

Se hizo padre desde muy joven, por ello abandonó su proceso de titulación y trabajó como taxista en la Ciudad de México. A sus treinta años comenzó a sufrir alucinaciones y trastornos, lo que de manera indirecta provocó que aumentara su consumo de bebidas alcohólicas. “Eso es de lo que me acuerdo, de lo demás se me borró el casete” recuerda jovial.

El vivir en una casa de medio camino ha superado las expectativas de Iván Macías, ya que para él su estancia fue muy benéfica. “Me he quedado más tiempo del que planeaba, a veces extraño estar allá en la ciudad, aquí llueve, a veces hace frío, en ocasiones calor…”, después de darse cuenta de que estaba divagando, pausa la conversación, para retomar su idea: “Ha sido un encuentro diario y fabuloso, pero a veces si me hace falta salir a la calle, respirar fuera”.

Otros internos retoman de manera negativa la idea de su enclaustramiento. Alejando Montes de Oca, hombre de 44 años, alto, delgado y de hombros amplios, se tituló como licenciado en administración de empresas por la Universidad Iberoamericana. Expresa su descontento por el hospedaje ya que lo percibe como una forma de reprimir su libertad.

A Alejandro Montes de Oca le resulta difícil estar en un sólo lugar todo el tiempo, debido a que anteriormente viajaba de manera constante, incluso llegó a trabajar en Disney World Florida vendiendo productos mexicanos. Además de visitar Japón, China, Tailandia, Alemania, Francia, España e Inglaterra.

Algunos pacientes son neutrales, pero aceptan las circunstancias que los llevaron a una casa de medio camino.

Leonardo Salas es un huésped de baja estatura, robusto también calvo, que estudió la carrera de idiomas y se dedicó a la enseñanza de inglés, además de laborar un par de años en el diseño de calzado, afirmó que en Casa Tlatoani ha conocido a personas muy agradables y que le permitió adaptarse a un nuevo espacio. “Pero es difícil, estar lejos de tu familia, sin poder salir a la calle. Yo creo que para cualquiera es complicado”.

La psicóloga Norma Pérez afirmó que “el individuo psicótico tiende a ser rechazado por la sociedad, y hay un gran miedo allá afuera hacia ellos, pero los pacientes realizan los mismos procesos biológicos y emocionales que nosotros, de maneras un tanto diferente, a veces transgreden las reglas sociales de convivencia”.

Según ella, estas personas necesitan un ambiente controlado que les permita desarrollarse, paradójicamente su mayor socialización la encuentran con personas que sufren de la misma enfermedad y logran crear empatía compartida.

“De esa manera adquieren contacto con un mundo que los comprende”, pero también hay otras formas de interactuar con la sociedad y desarrollar lazos empáticos incluso con individuos que no padecen algún deterioro mental.

La representación artística de la esquizofrenia


Una de las principales maneras en que las personas psicóticas pueden crear un contacto con la sociedad de manera directa, es la expresión artística. A través de ello muestran sus sentimientos y reflexiones. Sus obras fungen como ventanas que exponen parte de su mundo, incluso a las personas que se sienten más alejadas de él o lo visualizan como algo exótico.

“A cualquier persona le ocurre, lo que no puede expresar con palabras simples o actos, se expone por medio de pinturas, poesías, fotografías, baile, entre otras cosas. A nuestros huéspedes el arte les da la posibilidad de hablar de sí mismos a través de un objeto externo, que no es un delirio, ni un pensamiento y mucho menos una alucinación”, aportó el director Martínez.

Por medio de materiales que están fuera de su mente, los esquizofrénicos dan forma a sus pensamientos y los visibilizan ante otros, según su psicólogo esa es la parte que le da importancia a cada una de las obras que realizan los huéspedes. En las casas de medio camino y particularmente en Casa Tlatoani, buscan el desarrollo artístico de los hospedados por medio de talleres.

Hay talleres de yoga, pintura, teatro y con Norma Pérez realizan actividades que competen a distintos campos de expresión, sobre todo a la verbal.

Además hay salidas culturales, en las que el Centro Morelense de las Artes (CMA) los invita a eventos de danza, música y pintura, esto es una oportunidad para que los huéspedes salgan y vean cosas del mundo fuera de los altos muros blancos.

“Es muy diferente hacer actividades con personas psicóticas, se trata de ser una malla de contención y hacer que respeten los límites, así todos aprendemos”, explicó Norma Pérez.

Las dinámicas que les da tienen el propósito de mantener a los pacientes al día, incluso por medio de expresiones artísticas: Manualidades para los días festivos, periódicos murales, lectura de noticias, redacción de cuentos, incluso karaoke son algunas de las cosas que realizan los huéspedes con ella.

En la clase de pintura impartida por María Isabel Martínez Garabito, artista morelense, los pacientes logran una exposición visual de su estado mental. “Ellos tienen aquí un momento de inspiración, técnica y disciplina. Porque la pintura no solamente es expresarse hay que saber utilizar los materiales de manera correcta”.

En este establecimientos le dan importancia a las obras de los huéspedes. Gran parte del espacio está decorado con sus pinturas, carteles, manualidades y esculturas, incluso un mural de colores cálidos, que representa a una población rural mexicana fue realizado por ellos. De esta forma encuentran sus propios trabajos en cada esquina, pedazos de ellos mismos dan vida a su propio hogar.

Julio Amador Bech, doctor en arte y antropología, quien también es pintor y docente en la UNAM cree que es fundamental que estas personas pinten y realicen cualquier tipo de arte.

Según él, por medio de las obras de los esquizofrénicos hay una interacción con diferentes visones del mundo, y por otro lado a estos individuos también les ayuda, ya que las artes en general tienen una función terapéutica en la psique.

Enrique Trejo Canek es huésped de Casa Tlatoani, con 65 años. Tiene un cuerpo delgado y jorobado, algunas canas cortas brotan de su sien. Proclama con orgullo que es originario de Tuxtepec Oaxaca. Aunque la expresión verbal no es su fuerte, y con los años le resulta más complicada, saca todo lo que le aqueja por medio de la expresión pictórica.

Antes de ingresar a Casa Tlatoani ya pintaba, el estilo y técnica que deposita en sus obras, las han posicionado como imagen central de los carteles promocionales de las exposiciones semestrales que realizan para público abierto.

También Iván Macías declaró su pasión por el arte pictórico, este huésped tiene como mayor inspiración a Kandinsky, le apasiona la pintura abstracta. El hermano de Iván se desarrolló en dicho arte, por ello tiene un gran acercamiento a las artes visuales, incluso los obsequios que le da el pintor son materiales para que Iván siga expresándose.

“El arte es lo que revoluciona a la mente, es lo que precede a la revolución, ¡Los pueblos se liberan con él!, Yo creo que nos une el arte”, dijo con gran emoción.

Antes de llegar a la casa de medio camino Iván Macías ya pintaba, pero según lo que menciona, este centro de salud mental fue donde pudo desarrollarse más y culminar muchos trabajos que había dejado pendientes. “Si no hubiera clavado mi mirada en el arte, quizá ahorita ya estaría muerto”, mencionó después de mostrar con orgullo los trabajos que realiza.

Retomar el caso de Leonardo Salas es importante, ya que él mantuvo en constante desarrollo habilidades visuales con su diseño de calzado en Guanajuato. “Muchos no lo consideran un arte, pero yo me inspiraba para crear algo, además de que se necesita técnica y saber cuáles son las tendencias de moda en el momento.”

Actualmente Leonardo dibuja, y aunque considera que sólo lo hace por distracción, llega a crear figuras con las que se identifica por medio de las imágenes. “Me gusta dibujar gatos porque son muy inteligentes e introvertidos como yo, ellos no se sueltan con cualquier persona”.

Sin embargo las artes visuales no son las únicas barcas que navegan a flote entre los mares de la esquizofrenia, La expresión escrita y oral es común y natural para los huéspedes.

“La comunicación verbal es lo que más les gusta utilizar, en las actividades que hago con ellos además de mantenerlos enterados e incluidos dentro de los procesos que ocurren allá afuera, les ayudamos a expresar sus ideas correctamente”, explicó Norma Pérez.

Un paciente logró desarrollarse en las letras y continua usándolas como medio de expresión principal, su nombre es Gustavo Jesús Ángeles, tiene 50 años de edad, ha perdido el cabello, tiene complexión delgada, utiliza bigote y mide poco más de 1.80 metros.


También fue periodista, trabajó por más de diez años en El Sol de México. Es un ferviente escritor de poesía, A pesar de que pinta un poco, prefiere usar las palabras para colorear su trastorno dentro de esta casa.

El periodista se atrevió a sacar un viejo cuaderno de su cuarto para declamar uno de los poemas de su creación, con voz grave, fluida y bien entonada dejó fluir las palabras:

“Hoy no contesto mil veces
Cuando me pregunta si te quiero,
Porque a pesar de mí, ellos quedan sordos.
Si supieras cuantas veces ignoré sus palabras:
que no te conviene,
que eres demasiado hermosa,
que hombres como tú no te interesan,
que tienes más experiencia.
Después de todo ¿qué es el amor?,
nadie lo sabe,
y me pregunto ¿para qué tanta insistencia?
con cuestiones necias.
Si al final del camino
Sólo queda lo que amaste y lo que dejaste.
En mi caminar tardío,
Quiero dejar nada más mil respuestas:
¡ Te quiero, aunque no les parezca!”

“El arte es cagarse de frío y morirse de hambre. No se vive de poesía”, según Gustavo Ángeles. Por eso nunca se atrevió a vender alguno de sus poemas, mucho menos publicarlos, “Además soy muy soberbio y egoísta, siempre he visto mi poesía como algo para mí y para nadie más”, explicó.

Él percibe toda su creación literaria como un desahogo para muchos conflictos que desarrolló a lo largo de su vida en relación con la esquizofrenia: drogas, alcohol y desamor.

Para Gustavo Jesús Ángeles el poder escribir sobrio, en una casa de medio camino, fundamental para mejorar su estilo, y producir obras de mayor calidad. Los versos que más disfruta crear son los eróticos, todo expresado a través de lenguaje coloquial y pintoresco, que resalta desde el inicio en su redacción y declamación.

En lugar de explicar sus motivos prefirió ilustrarlo con un ejemplo y se dispuso a declamar otra de sus obras, no sin advertir “Nada más, no lo vayan a hacer famoso”.

“Encarcelado en tu cuerpo,
Bajo el yugo de tu senos,
en tu vientre preso,
Detenido por tus besos,
bajo arresto por deseos,
encerrado por tu pelo.
Así como delincuente vivo,
cada tarde que te tengo,
por ser tan corto el tiempo,
me declaro culpable de tu sexo.”


Aún hay otras expresiones artísticas que se desarrollan en Casa Tlatoani, dos de ellas las podemos encontrar en un sólo huésped. José Antonio Herrera de 57 años de edad, se desempeñó en el mundo de la actuación cinematográfica. Participó como extra en más de cincuenta películas tanto nacionales como extranjeras: La bestia acorralada, las Poquianchis, Dunes y ¿Qué culpa tiene el niño?

”Cuando estaba en estudios Churubusco salí en La bestia acorralada, ahí me matan y hasta me destripan, fue una buena experiencia”. Además de desempeñar trabajos dentro de la industria cinematográfica mexicana, decidió invertir en equipos de sonido e instrumentos para iniciarse en su otra pasión, la composición musical.

José Antonio Herrera aprendió a tocar el piano desde joven, después la guitarra y batería. “Voy combinando esas dos artes, cuando me sobra tiempo para componer lo hago. Me gusta mucho hacer cumbia y balada”, su gusto por la cumbia nació de su convivencia personal con Rigo Tovar, y gran parte de su apego a la balada se debe a los encuentros que mantuvo con Armando Manzanero.

Aunque en estos momentos Casa Tlatoani no cuenta con clases o talleres musicales, Antonio Herrera pudo desarrollar composiciones en su tiempo libre, donde ensambla varios instrumentos con partituras y letras. Lo logra con base en su imaginación y también a través de la música que se pone en la casa de medio camino. “Mi mejor personaje soy yo y mi mejor canción es la que viene de los latidos de mi corazón”, expresó con alegría.

Reconocimiento social

Según Julio Amador Bech, es importante que las personas contemplen y le den lugar a las expresiones artísticas de los esquizofrénicos, ya que más allá de la herramienta terapéutica que puede ser, también es posible generar nuevos estilos y propuestas.

Esta visibilización que menciona el académico de la UNAM, ya la están buscando en Casa Tlatoani, a través de exposiciones públicas donde se muestran todas las pinturas y esculturas de los huéspedes.

Dichas muestras públicas, las realizan en el aula ambiental del Parque Ecológico Chapultepec en Cuernavaca, Morelos. La primera de ellas obtuvo el nombre de “Campos semánticos”, y obtuvo el apoyo del pintor Fernando Gama, esta tuvo lugar el 7 de julio del 2017. La segunda exposición la nombraron “El artista escondido”, contó con el apoyo de la Secretaría de Cultura de Morelos y se mantuvo abierta del 31 de octubre al 5 de noviembre del mismo año.

Estos eventos incluso llamaron la atención de medios de comunicación locales, por lo que periódicos como El sol de Cuernavaca y canales como Televisa Morelos, incluyeron en su sección de cultura a las exposiciones y mostraron el trabajo que se realiza en Casa Tlatoani.

Las personas con deterioro mental también tienen derecho a disfrutar de los espacios públicos, según el psicólogo Gerardo Martínez. En este caso los huéspedes lograron llevar sus obras a salas de exposición, donde el público en general fue partícipe de las realizaciones y al mismo tiempo visualizar la dinámica de las casas de medio camino y su propuesta.

“Para ellos es fundamental que sus obras sean expuestas, porque ahí está el vínculo directo con la sociedad y también su unidad como una familia, que obtiene logros de manera simultánea y que apoya el trabajo del otro”, señaló Norma Pérez.

La exposición fue un verdadero reconocimiento a su trabajo y lo pacientes manifestaron opiniones y sentimientos positivos en referencia a este hecho.

“¡Se siente fabuloso!, ahí es cuando dices: sí resuelvo problemas con el arte” remarcó Iván Macías al hablar de lo que le causó ver sus obras en una galería. Además dijo que le interesa buscar el reconocimiento, sin embargo cree que es un camino complicado y ve pocas oportunidades. Este pintor mencionó que se mantendrá creando obras, sin buscar necesariamente la fama.

Gustavo también afirmó que le causó alegría saber que pinturas suyas irían a otros escenarios. Pero su poesía siempre será para él, e incluso mencionó que no buscará que sus versos lleguen a la fama o trasciendan más allá de su viejo cuaderno naranja. “Antes me gustaba que leyeran mi poesía y me dijeran que escribía bonito, incluso le regalaba poemas a mujeres para enamorarlas, pero nunca me ha interesado que mi poesía salga de esas esferas personales”.

Por otro lado, para José Antonio siempre fue un reto el buscar la fama, y en ocasiones logró estar con personalidades importantes y dentro de películas famosas. Sin embargo, afirmó que quiere llegar más lejos, sobre todo en lo que respecta a sus composiciones musicales.

En relación con la exposición dijo: “Aunque no soy un pintor y nada de lo que hice se expuso, me gustó saber que el arte de mis compañeros sería visto por más personas, y también que este lugar de alguna forma apoya nuestro trabajo”.

A pesar de que no puedan salir, estas personas no están aisladas. La empatía y socialización más efectiva la logran con individuos que comparten su trastorno.

Antes de ser la etiqueta que su mente les puso, muchos de ellos estaban cumpliendo sus sueños, todo es diferente ahora que sus personalidades, intereses y conductas se trastornaron. Pero sus pensamientos y actos expresivos siguen ahí, buscando que de alguna forma logren cumplir con la creación de su futuro.

“Las personas con perfil psicótico pueden tener un desarrollo artístico pleno, a lo largo de la historia son muchos los casos de personas con estructuras mentales psicóticas, que se han dedicado al arte.”, señaló Gerardo Martínez.

También afirmó que el desafío más grande para poder lograr un desarrollo artístico y obtener más espacios públicos para la esquizofrenia, son los prejuicios y fobias injustificadas que la sociedad ha creado hacia ellos.

Las predisposiciones irracionales son parte de la naturaleza humana y están en el campo de la salud mental. El poco reconocimiento que tienen los individuos esquizofrénicos, además del trato que se les ha dado en otros espacios y la misma agenda que colocó la industria mediática hacia quienes la padecen, son factores causales de su aislamiento y una mirada lejana.

“Los esquizofrénicos tienen derecho a obtener calidad de vida y sobre todo un proyecto a futuro. En Casa Tlatoani buscamos que los huéspedes no tengan ningún tipo de estigma y que sean aceptados por el simple hecho de ser seres humanos.”, explicó el director de este establecimiento.

Para él la salud mental es un tema que nos compete a todos y que no será posible darle seguimiento sin el apoyo de la población en general.

Muchas son las etiquetas que rondan en los espacio de la psicosis, pero pocas son las soluciones. Hay nuevos esquemas de internamiento como las casas de medio camino, que prometen dar las herramientas necesarias para el desarrollo artístico del huésped que lo desee, pero estos centros son escasos dentro del país y todos forman parte del sector privado.

Casa Tlatoani logró avanzar en este tema, pero aún falta enfrentar más dificultades dentro del arte y de la aceptación social.

Los artistas escondidos siguen rodando entre las sombras de su propia patología; pero el deseo, la pasión y la técnica que exigen las disciplinas también se hospedan en su mente.

Aunque sea un pasatiempo, ellos seguirán creando, seguirán materializando lo abstracto y organizando el caos, porque aunque “se caguen de frío y mueran de hambre” con sus obras, ese es el mejor camino para que algún día se de reconocimiento a su expresión.

Quizá en un futuro podamos decir que la demencia también habita en paz en las salas de arte, los conciertos, museos, libros, cine y hogares.







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