“PROHIBIDO TIRAR COMIDA A LOS MÚSICOS”: PANCHO VARONA Y ANTONIO GARCÍA DE DIEGO
Por Angélica Jackeline Ferrer Campos
México (Aunam). Es noche de viernes y la ciudad de México se llena de luces, lugares con música viva y cantinas que celebran el fin de semana. No obstante, a un lado del Coloso de Reforma, los bohemios de corazón hacen fila para entrar al Lunario del Auditorio Nacional.
Poco a poco, toman sus lugares. Las mesas están cerca del escenario; esto logra un ambiente de acogimiento. Se convive entre alcohol, alitas adobadas y risas. Mientras tanto, los meseros corrían de un lado a otro para recibir a los asistentes.
Pero la hora ha llegado: las Noches Sabineras iniciaron. Pancho Varona y Antonio García de Diego, aparecen en las pantallas del lugar. Están sentados afuera del Lunario, departiendo tequila y cantando. La gente pasa y se detienen para tomarles fotos. Los músicos se levantan y suben por las escaleras del sitio.
Por fin han entrado a la zona donde está el escenario. Saludan al público, que les aplaude de pie; Varona y García de Diego se disponen a tomar sus guitarras. “Buenas noches. Gracias por estar aquí y no en el concierto de Luis Mi”, dice Pancho Varona mientras la gente se ríe y los vitorea.
Ocupen su localidad y presten todos atención
Las luces iluminan a los músicos. El fondo del escenario son dos ventanas que permiten divisar un árbol; esto le da un toque aún más acogedor. La gente grita cuando distinguen Más de cien mentiras. El show comienza.
“Tenemos Venecia, tenemos Manhattan, tenemos cenizas de revoluciones… Más de cien palabras, más de cien motivos para cortarse de un tajo las venas. Más de cien pupilas donde vernos vivos, más de cien mentiras que valen la pena”, corean a todo pulmón, tal y como lo hicieron en las presentaciones de Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat a finales del año pasado en el Auditorio Nacional.
El momento de la catarsis emocional llega con Corre, dijo la tortuga y continúa con El blues de la soledad (o aún me sé nuestra canción). “Dicen que el blues es un estado mental, un manual para aprender a llorar, la banda sonora del desamor, un gato en celo oculto en un callejón. En el mismo club al calor del blues
de la soledad, la lluvia nos ha vuelto a juntar.” Antonio García de Diego toca el teclado y refleja el dolor expresado en la letra.
Mujeres fatal
Pancho Varona explica antes de entonar Peor para el sol, que Joaquín Sabina la compuso pensando en un diálogo entre una mujer y un hombre. Para esta ocasión, invita al escenario a Mariana Filio a hacer el dúo sobre el encuentro carnal de una pareja de desconocidos.
“Llegó con su espada de madera y zapatos de payaso a comerse la ciudad. Compró suerte en Doña Manolita y al pasar por la Cibeles, quiso sacarla a bailar un vals como dos enamorados y dormirse acurrucados a la sombra de un león. ‘¿Qué tal? Estoy sola y sin marido. Gracias por haber venido a abrigarme el corazón’”, interpreta con voz angelical la cantautora Charlene Arian a dúo con los músicos. El público le aplaude de pie y otros, gritan eufóricos ante la magistral actuación.
El verso inicial de Y sin embargo, lo canta Patricia Peñaloza imitando el tono empleado por lo cantaores en el flamenco. “Eres mi vida y mi muerte, te lo juro, compañero; no debía de quererte, no debía de quererte y sin embargo te quiero”.
Yo escojo cantar con Varona y García de Diego
El momento más esperado de la presentación ha llegado: es hora del karaoke bohemio. Para ello, se anotaron más de veinte personas, de las cuales son elegidas solo ocho para participar en la presentación con los compositores y amigos de Joaquín Sabina. Antes de iniciar, Varona y García de Diego muestran un letrero que dice “Prohibido tirar comida a los músicos”, que provoca las risas de todos. La están pasando bien en la noche bohemia.
El primero en ser llamado a cantar es José Julián. Con el atril frente a él y aferrado al micrófono, canta Una canción para la Magdalena. A pesar de su nervioso, que causa el olvido de la letra de la canción y el temblor de su voz, logra salir invicto de las tablas.
Ana y Ricardo entonan Medias Negras; se nota la complicidad amistosa seguir la letra, parece una reunión entre viejos amigos. “Si en algún paso cebra la encuentras, dile que le he escrito un blues. Llevaba medias negras, bufanda a cuadros, minifalda azul”, cantan entre risas.
La mejor interpretación en el karaoke es la de León. Él, sin necesidad de ver la letra de la melodía, canta con energía a María, la musa de 19 días y 500 noches. El valiente se mueve por todo el escenario y observa al público; provoca cercanía con los presentes, que al concluir su participación, le aplauden de pie.
Esta noche contigo, fue elegida por Eduardo, quien invita a Martha, su exposa, a cantar con él. Ella se resiste y los asistentes gritan “¡Martita, Martita!”; al subir los escalones que conducen al escenario, los hombres chiflan y se emocionan a causa del vestido corto de la mujer.
Ambos tratan de seguir la letra y en el instante donde dice “que se acuerde Cupido de los maridos abandonados”, le grita Eduardo a Martha “¡esta te la tenía guardada!”; Pancho y Antonio se voltean apenados y muertos de risa.
Es la hora de dormir…
Las luces son azules y amarillas. Los músicos vuelven a cantar solos, después del momento embarazoso pasado con Martita, Eduardo y el vestido corto de la mujer. Para aminorar los estragos de esta acción, entonan Conductores Suicidas, melodía que se desprende del disco Física y Química del Flaco.
El amor en sus diferentes facetas se muestran con Amor se llama el juego, cantada por Antonio García de Diego y Contigo, que causa en los presentes la necesidad de alzar los brazos y balancearlos lentamente de un lado a otro, mientras corean. Algunos abrazan a su pareja y otros, se conmueven hasta el llanto.
“Y si protesta el corazón, en la farmacia puedes preguntar: ‘¿tiene pastillas para no soñar?’… si lo que quieres es vivir cien años, no vivas como vivo yo”, cantan todos con gran emoción Pastillas para no soñar.
Pancho Varona pasea por el escenario despidiéndose del público de la primera fila y Antonio García de Diego cambia ligeramente la letra de la melodía al decir “si lo que quieres es vivir cien años, no folles nunca sin condón. Póntelo tu, pónselo tú”. Todos ríen satisfechos y los compositores, músicos y amigos de Joaquín Sabina se despiden del Lunario y del Distrito Federal con un emotivo “¡Hasta pronto!”.
México (Aunam). Es noche de viernes y la ciudad de México se llena de luces, lugares con música viva y cantinas que celebran el fin de semana. No obstante, a un lado del Coloso de Reforma, los bohemios de corazón hacen fila para entrar al Lunario del Auditorio Nacional.
Poco a poco, toman sus lugares. Las mesas están cerca del escenario; esto logra un ambiente de acogimiento. Se convive entre alcohol, alitas adobadas y risas. Mientras tanto, los meseros corrían de un lado a otro para recibir a los asistentes.
Pero la hora ha llegado: las Noches Sabineras iniciaron. Pancho Varona y Antonio García de Diego, aparecen en las pantallas del lugar. Están sentados afuera del Lunario, departiendo tequila y cantando. La gente pasa y se detienen para tomarles fotos. Los músicos se levantan y suben por las escaleras del sitio.
Por fin han entrado a la zona donde está el escenario. Saludan al público, que les aplaude de pie; Varona y García de Diego se disponen a tomar sus guitarras. “Buenas noches. Gracias por estar aquí y no en el concierto de Luis Mi”, dice Pancho Varona mientras la gente se ríe y los vitorea.
Ocupen su localidad y presten todos atención
Las luces iluminan a los músicos. El fondo del escenario son dos ventanas que permiten divisar un árbol; esto le da un toque aún más acogedor. La gente grita cuando distinguen Más de cien mentiras. El show comienza.
“Tenemos Venecia, tenemos Manhattan, tenemos cenizas de revoluciones… Más de cien palabras, más de cien motivos para cortarse de un tajo las venas. Más de cien pupilas donde vernos vivos, más de cien mentiras que valen la pena”, corean a todo pulmón, tal y como lo hicieron en las presentaciones de Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat a finales del año pasado en el Auditorio Nacional.
El momento de la catarsis emocional llega con Corre, dijo la tortuga y continúa con El blues de la soledad (o aún me sé nuestra canción). “Dicen que el blues es un estado mental, un manual para aprender a llorar, la banda sonora del desamor, un gato en celo oculto en un callejón. En el mismo club al calor del blues
de la soledad, la lluvia nos ha vuelto a juntar.” Antonio García de Diego toca el teclado y refleja el dolor expresado en la letra.
Mujeres fatal
Pancho Varona explica antes de entonar Peor para el sol, que Joaquín Sabina la compuso pensando en un diálogo entre una mujer y un hombre. Para esta ocasión, invita al escenario a Mariana Filio a hacer el dúo sobre el encuentro carnal de una pareja de desconocidos.
“Llegó con su espada de madera y zapatos de payaso a comerse la ciudad. Compró suerte en Doña Manolita y al pasar por la Cibeles, quiso sacarla a bailar un vals como dos enamorados y dormirse acurrucados a la sombra de un león. ‘¿Qué tal? Estoy sola y sin marido. Gracias por haber venido a abrigarme el corazón’”, interpreta con voz angelical la cantautora Charlene Arian a dúo con los músicos. El público le aplaude de pie y otros, gritan eufóricos ante la magistral actuación.
El verso inicial de Y sin embargo, lo canta Patricia Peñaloza imitando el tono empleado por lo cantaores en el flamenco. “Eres mi vida y mi muerte, te lo juro, compañero; no debía de quererte, no debía de quererte y sin embargo te quiero”.
Yo escojo cantar con Varona y García de Diego
El momento más esperado de la presentación ha llegado: es hora del karaoke bohemio. Para ello, se anotaron más de veinte personas, de las cuales son elegidas solo ocho para participar en la presentación con los compositores y amigos de Joaquín Sabina. Antes de iniciar, Varona y García de Diego muestran un letrero que dice “Prohibido tirar comida a los músicos”, que provoca las risas de todos. La están pasando bien en la noche bohemia.
El primero en ser llamado a cantar es José Julián. Con el atril frente a él y aferrado al micrófono, canta Una canción para la Magdalena. A pesar de su nervioso, que causa el olvido de la letra de la canción y el temblor de su voz, logra salir invicto de las tablas.
Ana y Ricardo entonan Medias Negras; se nota la complicidad amistosa seguir la letra, parece una reunión entre viejos amigos. “Si en algún paso cebra la encuentras, dile que le he escrito un blues. Llevaba medias negras, bufanda a cuadros, minifalda azul”, cantan entre risas.
La mejor interpretación en el karaoke es la de León. Él, sin necesidad de ver la letra de la melodía, canta con energía a María, la musa de 19 días y 500 noches. El valiente se mueve por todo el escenario y observa al público; provoca cercanía con los presentes, que al concluir su participación, le aplauden de pie.
Esta noche contigo, fue elegida por Eduardo, quien invita a Martha, su exposa, a cantar con él. Ella se resiste y los asistentes gritan “¡Martita, Martita!”; al subir los escalones que conducen al escenario, los hombres chiflan y se emocionan a causa del vestido corto de la mujer.
Ambos tratan de seguir la letra y en el instante donde dice “que se acuerde Cupido de los maridos abandonados”, le grita Eduardo a Martha “¡esta te la tenía guardada!”; Pancho y Antonio se voltean apenados y muertos de risa.
Es la hora de dormir…
Las luces son azules y amarillas. Los músicos vuelven a cantar solos, después del momento embarazoso pasado con Martita, Eduardo y el vestido corto de la mujer. Para aminorar los estragos de esta acción, entonan Conductores Suicidas, melodía que se desprende del disco Física y Química del Flaco.
El amor en sus diferentes facetas se muestran con Amor se llama el juego, cantada por Antonio García de Diego y Contigo, que causa en los presentes la necesidad de alzar los brazos y balancearlos lentamente de un lado a otro, mientras corean. Algunos abrazan a su pareja y otros, se conmueven hasta el llanto.
“Y si protesta el corazón, en la farmacia puedes preguntar: ‘¿tiene pastillas para no soñar?’… si lo que quieres es vivir cien años, no vivas como vivo yo”, cantan todos con gran emoción Pastillas para no soñar.
Pancho Varona pasea por el escenario despidiéndose del público de la primera fila y Antonio García de Diego cambia ligeramente la letra de la melodía al decir “si lo que quieres es vivir cien años, no folles nunca sin condón. Póntelo tu, pónselo tú”. Todos ríen satisfechos y los compositores, músicos y amigos de Joaquín Sabina se despiden del Lunario y del Distrito Federal con un emotivo “¡Hasta pronto!”.
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