El Diamante de fuego se despide de la temporada


Por Jared Pimentel Gómez 
México. El reloj marcaba la una de la tarde con cuarenta minutos. La marea roja de aficionados inundaba el metro Puebla. La puerta 8 del deportivo Magdalena Mixihuca recibía a sus visitantes con vendimia que llegaban en forma de gorras, playeras, mochilas, suéteres o sudaderas, pines, banderas, pinturas e inclusive joyería del equipo.

Después de cruzar el puente que salta la pista del Autódromo Hermanos Rodríguez, se encuentran las  enormes puertas al estadio Alfredo Harp Helú, la casa de los Diablos Rojos del México. 

En la entrada, una estatua representando un catcher hecho por el artista Sergio Hernández  recibe a los pingos. Es una figura de aproximadamente dos metros de alto que tiene la particularidad de tener sus botines de un color dorado por entrar en contacto con las manos de las personas. Y no solo es el hecho de tener ese tono, sino que, presagia una tradición de los espectadores dónde se tiene un código ajeno al equipo visitante.

El inmueble brinda calidez, ya que significa la entrada al infierno o Diamante de Fuego como es conocido coloquialmente. No importa el lado en el que se voltee, siempre hay algo que ver o hacer: tomarse fotos, entrar a la tienda del equipo, comprar comida, retirar dinero o simplemente ir al baño.

Inicia el partido 

Marcaba exactamente las dos de la tarde cuando se inició el encuentro número seis en esta serie. El rival a vencer, los Pericos de Puebla. El objetivo: ganar y forzar a que se juegue un último partido en el mismo recinto. A diferencia de otros días, este era un día nublado en el oriente de la Ciudad de México. 

Ronnie Williams, el pitcher de los diablos Rojos entraba a escena. Haría un buen trabajo en las primeras dos entradas. Después de malos lances de bola, los pericos aprovecharon  el momento del  pitcher estadounidense y anotaron tres carreras. La pequeña porción de los aficionados del cuadro visitante mostraban su apoyo con gritos y aplausos. El coach del equipo local decidió sustituir al lanzador por el venezolano Ricardo Pinto en la tercera entrada.

Tercera entrada, parte baja, turno del equipo local. Empieza a retumbar en el estadio una canción, “La boa” de la Sonora Santanera y eso solo significa una cosa: entraba en acción Juan Carlos "Haper" Gamboa. La letra era sutilmente cambiada con el ritmo de "¡Es Gamboa, Es Gamboa!". El nacido en Los Mochis pegaba un golpe bajo que rebotó  contra el suelo, que en la jerga del béisbol se le conoce como "roletazo", y que culminó en un out. 

El ánimo en las gradas para que la novena escarlata hiciera un homerun o tener una casa llena se mantenía. El furor se alzaba entre la multitud cuando la defensa local sacó dos outs en la misma jugada conocida como "doble play". Mientras tanto, la defensa de los pericos también respondía mediante ponches de pelotas que salían elevadas de parte de los bateadores de los diablos, lo que permitía a los jardineros atraparlas a tiempo y consumar más outs. 

Seguían los bateos del equipo de la capital. Entraban Julian Ornelas, Japhet Amador, Moisés Gutiérrez, Jesús Fabela ninguno de los cuales podía encontrar la llave para ponerse en la pizarra. Cuando la cuenta llegaba a 3 bases, es decir, tres bolas malas del  pitcher, en  las grandes pantallas se leía "¡Ruido!" Lo cual era contestado con gritos y pisadas al suelo que buscaban el error del lanzador de la novena poblana. Sin embargo, lo que caía era el strike, y por lo tanto, el out. 

La frustración crecía, mientras que a su vez, el astro dorado empezaba a iluminar el recinto. Los espectadores iban por alimentos, cerveza o al baño. Un aficionado intentaba provocar a un jugador del equipo visitante, a lo cual, respondió mandando un beso a las gradas. El DJ hacía su trabajo con la música y las mascotas con sus bailes o regalando playeras y pelotas. De esta manera, transcurrieron la quinta, sexta y séptima entrada.

Los Diablos se acercan


Entramos a la octava entrada. Moises Gutiérrez llegaba a la caja de bateo, conectando un fuerte golpe que se fue hasta el fondo del jardín central que tuvo como consecuencia, un homerun y por lo tanto, se agregaba una carrera a la pizarra ,el marcador 4-1 en favor de los emplumados. Posteriormente, nos encontrábamos con un hombre en cada base, Julián Ornelas conectó un roletazo que permitió  dos carreras, el empate se empezaba a palpar. Sin  embargo, un tercer out culminó la octava entrada. 

Ahora, es la novena y última entrada. El intento de ponerse a dos puntos otra vez no prosperaba en los pericos. Llegaba la última llamada para empatar el encuentro para  los diablos, cayó el primer y segundo out, y ahora, solo faltaba el out veintisiete.

Moises Gutiérrez se aproximaba como la última esperanza en el infierno. El primer y segundo strike fueron cantados por el umpire y todo culmina en esta última oportunidad. El nacido en San Luis Potosí conectaba con la pelota recorriendo todo el jardín izquierdo, y  era un duelo entre el jardinero y la pelota, todo pareciera transcurrir en cámara lenta. La redonda empezaba a aterrizar y… el jardinero lo atrapaba poniéndole final a cualquier aspiración de los rojos. 

La imagen del estadio contrastaba entre la tristeza de los locales y la emoción de la tribuna emplumada que vociferaba  ”¡Nos vamos a Yucatán!” haciendo alusión a su siguiente rival: Los Leones de Yucatán, actuales campeones de la Liga Mexicana de Béisbol.

Las personas abandonaron el inmueble lentamente, cruzaron las grandes puertas del estadio y la visita se encargaba de ponerle sal a la herida haciendo resonar sus maracas y mencionando casi al unísono “¡Arriba los pericos!" lo cual era evidentemente abucheado por los rojos. El béisbol en la capital apagaba sus luces por última vez, mientras que el conteo para la siguiente temporada en la Ciudad de México iniciaba…solo nueve meses más. 



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