JOVEN MÉDICO DE 89 AÑOS: JOSÉ DE JESÚS VILLALOBOS


Por Jessica Alejandra Lira Cerecedo
México (Aunam). Es difícil referirse a una persona tan exitosa como el doctor José de Jesús Villalobos Pérez, sin ver en él un modelo a seguir como persona y profesionista. Su historia de vida es digna de escribirse y de contarse.

Hablar del doctor José de Jesús Villalobos es hablar de medicina, de humanismo, de victorias. El lugar ideal para encontrarlo es el Instituto Nacional de Nutrición Salvador Zubirán, específicamente en el área de gastroenterología, en donde al cruzar la puerta de entrada, se aprecia un gran letrero de cristal opaco el cual lleva escrito: Departamento de Gastroenterología. Dr. J. de Jesús Villalobos Pérez.

Es una oficina con paredes azules la que alberga el encuentro con tan imponente figura, una gran mesa circular hecha de madera postrada en el centro, y frente a ella, un hombre que emana conocimiento.

El doctor Villalobos es un hombre que inspira ternura y confianza a primera vista, es delgado, no muy alto y de edad mayor, lo cual se nota en su cabello, totalmente blanco y lleno de canas, sus cejas pobladísimas con tonos grisáceos y blancos, y la piel arrugada de tanto vivir. Son 89 años que no han pasado en vano.

La bata blanca con su nombre en letras azules lo caracteriza desde hace mucho tiempo, la elegancia no la ha perdido: viste una camisa de color claro y una corbata en tono gris que le aportan un estilo propio.

Utiliza bastón para caminar, pero lo necesita poco, sus movimientos son delicados y cuidadosos, también necesita lentes para aclarar su vista, los cuales pasó limpiando un buen rato a lo largo de nuestra charla, con un pañuelo blanco que sostenía en la mano mientras la movía constantemente.

Es impresionante la lucidez y la memoria con la que recuerda cada hecho de su vida: fechas, nombres y lugares mencionó sin titubear; no cabe duda que para conservarse sano, lo mejor es estar activo, y el doctor lo comprueba.

Orgullosamente potosino

Oriundo de San Luis Potosí, José de Jesús Villalobos Pérez vivió una infancia rodeada de alegría, hijo de unos encantadores padres: Crescencio Villalobos y María Luisa Pérez de Villalobos, quienes se dedicaron al negocio del ganado y al cuidado de su familia, en todo momento apoyaron a su hijo en su carrera.

De sus hermanos habló poco; sólo tres de ellos están vivos y dos ya fallecieron, uno por cáncer en la vejiga y otro por fumar, razón por la cual el doctor Villalobos se declaró enemigo acérrimo del cigarro.

Habla de su ciudad natal con los ojos llenos de nostalgia, recordándola con sus bellos paisajes, hermosas iglesias coloniales y grandísimos jardines; reconocida por sus minas, su ganadería y su agricultura.

También alude a la gran Universidad de San Luis Potosí; menciona que muchos de los grandes gastroenterólogos con quienes ha trabajo son egresados de dicha institución, hecho que lo llena de orgullo pues sabe que los potosinos también son triunfadores.

Llegada a la gran ciudad

José de Jesús Villalobos llegó a la Ciudad de México con sueños de grandeza, y los cumplió. Con la finalidad de estudiar medicina, ingresó a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en donde sus objetivos se verían guiados hacia la gastroenterología y la nutrición, a partir de la enseñanza de sus ejemplares profesores el doctor Salvador Zubirán y el doctor Bernardo Sepúlveda, de quienes habla con gran admiración, pues no fueron sólo sus guías en la academia, sino maestros de vida.

Era un grupo relativamente pequeño de estudiantes en donde aprendió a hacer historias clínicas y se integró más al mundo médico; a pesar de que ambos profesores eran muy exigentes, no se arrepiente de haberse inscrito con ellos.

“Hice mi tesis al final de ese curso, a mi me tocó sacar 10 y luego mi trabajo salió premiado, entonces me dieron un cheque, no me acuerdo si era por noventa o cien pesos de la época, por cierto se lo di a mi papá y nunca lo cobró por andarlo enseñando a todos y así vieran lo que su hijo había ganado”, confesó entre risas y con una mirada feliz, al explicar que a partir de ahí supo su camino: la gastroenterología.

En 1948 el doctor Villalobos ya formaba parte del personal del Hospital de Enfermedades de la Nutrición; se tituló y estudió durante dos años con el reconocido gastroenterólogo de esa época Henry L. Bockus en Estados Unidos. Al regresar al país, pretendió ejercer la medicina en su ciudad natal, San Luis Potosí, pero al no obtener los resultados deseados, optó realizar una Maestría en Gastroenterología en la Ciudad de México.

Laboró en el Hospital de Enfermedades de Nutrición junto con su maestro, el doctor Zubirán, quién era el director de dicha institución. En 1966 fue nombrado jefe del Departamento de Gastroenterología, puesto que ocupó durante treinta años y logró forjar uno de los departamentos de gastroenterología más reconocidos a nivel mundial. Ahora, dicho departamento lleva su nombre y reconocimiento.

Ese lugar que lo albergó durante tanto tiempo, lo ve como segunda casa, pues a pesar de ser una persona mayor, asiste diario para asesorar y ayudar a los jóvenes gastroenterólogos que lo buscan para empaparse de su conocimiento y experiencia.

En 1973 fue presidente de la Sociedad Mexicana de Gastroenterología, en cuyo puesto hizo posible reforzar relaciones con la medicina francesa. Viajó a Francia para convivir con médicos reconocidos de las ciudades de París, Lyon, Touluse y Marsella. Tal fue el apego y el aprendizaje con dicho país que en 1986 fue nombrado miembro Honoris Causa por la Universidad de Touluse.

“En 1980 dije: no hay un libro de gastroenterología del Instituto, y si llevo 30 años en esto, mínimo tengo que hacer uno. Así sacamos el primer libro de gastroenterología, como tal, en México”, contó y después se levantó de su silla y, a paso lento pero seguro, se dirigió a su oficina para llegar frente a un volumen de más de mil páginas, más de cien capítulos y dos kilogramos de peso, con pastas azules, la ilustración de un abdomen justo en el medio y arriba la leyenda en letras blancas Gastroenterología.

Sacó el libro de la envoltura de celofán, para enseñarlo; “creo que es un libro bien hecho, tiene esquemas y cuadros, procuramos hacerlo didáctico para que el estudiante vea lo que es más importante, pero como las láminas a colores son muy caras, se ponen al final”, dijo entre risas mientras hojeaba su creación con ojos de orgullo.

Universitario de corazón

El doctor Villalobos también lleva el azul y oro en la sangre, es egresado de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México, y qué puede ser más puma que ser Emérito de la UNAM.

Fue en el año 2001, cuando el rector en turno, Juan Ramón de la Fuente consideró que una persona como el doctor José de Jesús Villalobos era digna de recibir el emeritazgo de la Escuela Nacional de Medicina, cuyos logros y aportes a la Academia valían para eso y más.

Además de ser médico, también es maestro, una profesión que disfruta profundamente, pues no conforme con haber enseñado a tantos, hasta la fecha, le reconocen sus consejos no sólo profesionales, sino de vida.

El amor a su familia

De su fiel y encantadora esposa, María Elena Martín del Campo, se expresa con cariño. Un matrimonio de 62 años, en donde ha sido acompañado por su pareja de toda la vida en su carrera, sus logros profesionales y en sus fracasos. “A ella la conocí en un baile”, recuerda mientras recalca la buena relación que lleva con ella y lo simpática e inteligente que es.

De seis hijos, ningún es médico, “ellos se dedican a los números:, dos contadores, dos administradores, una maestra en Historia y una diseñadora”.

Presume sus 18 nietos, de entre los cuales uno también es un reconocido cirujano: Gonzalo Torres Villalobos. Otro es profesor de la Universidad de Texas y doctor en Ciencias Políticas; una es nutrióloga y otro director de Banamex.

Reconoce que “la familia misma ayuda para que sigas con tu profesión, lo haces por ellos y para ellos, también lo haces por ti y por los demás, tus enfermos, tus amigos, por la sociedad en general”.

El ser humano

Como todo ser humano, hay placeres en la vida que uno no puede evitar, para el doctor Villalobos no sólo ejercer su profesión es uno de ellos, sino también goza viajar, escribir y apreciar el buen arte, la pintura y la música.

Las creaciones musicales de Bach y Mozart son sus preferidas; la pintura flamenca, las obras de Velázquez, El Greco, Leonardo da Vinci, Miguel Ángel; la escultura también le encanta: un gusto esencialmente clásico y elegante.

Su país favorito es España, pero para él México es la ciudad más bella del planeta. Presume conocer muchos lugares hermosos alrededor del mundo: Francia con sus vinos y quesos, la campiña italiana, Inglaterra y sus museos, el Báltico, San Petersburgo, Roma, Viena, Praga; las bellezas naturales de las cataratas de Iguazú en Brasil, Argentina, los lagos de Chile, Perú y Machu Picchu, el Medio Oriente, Japón, Turquía, Jerusalén, Nueva Zelanda.

El doctor Villalobos tiene un escrito acerca de sus viajes aunque no ha sido publicado, y cuya dedicatoria es para sus nietos, “ya que me haga viejo lo voy a hacer”, dice entre risas, porque a pesar de ser una persona mayor, no se considera viejo.

A sus noventa años asegura: “La vida en realidad es una serie de oportunidades, cada momento es una oportunidad que tienes que aprovechar, cada instante de tu vida tiene un significado”, y aconsejó: “tengan siempre mucho amor a la vida, fijen siempre un objetivo o varios, síganlo y siempre procuren cumplir con su deber, eso los va a estimular a seguir trabajando”.






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