Dulce y Meg: Una historia de una vida entera


Por Fernanda Rodríguez Zamora
CDMX. Dentro de la magia cultural de Coyoacán, hace más de cincuenta años Mauricio Achar, fundador de librerías Gandhi, emprendió un sueño que pronto se convirtió en realidad, y que hasta el día de hoy es para la comunidad lectora mexicana un medio para estar más cerca del arte de la palabra escrita.

Una característica de esta empresa familiar, es la cantidad de eventos culturales que ofrece semanalmente, desde conciertos hasta presentaciones de libro, los artistas y espectadores han podido encontrar un lugar seguro en dónde convivir mutuamente; como el escritor Antonio Malpica, y la ilustradora Claudia Navarro, quienes presentaron, junto a Romer Ypunto, el cuento Dulce y Meg.

La librería con su característico color amarillo, olor a café y libros cerrados, comenzó a prepararse para la llegada de aquellos pequeños espectadores que con ansia desean conocer a Malpica, Navarro y Romer; algunos de ellos dan vueltas entre los pasillos buscando su siguiente lectura, algunos otros miran rompecabezas y juegos de mesa, y los pequeños que llegaron se distraen con las portadas de los cuentos infantiles.

Un sábado tranquilo para el establecimiento, parece incluso haber más gente en la cafetería de la sirena que en la librería misma; la hora se va acercando, y la audiencia comienza a subir al tercer piso del lugar donde se encuentra el foro que albergaría la presentación de Dulce y Meg.

En una pequeña sala, con aproximadamente cuarenta sillas distribuidas en dos secciones, al centro se nota un pasillo que termina en el pequeño escenario donde los autores suelen presentarse; con cuatro sillones grises, y una pequeña mesa de centro que sostenía botellas de agua y el ejemplar del que se iba a hablar, el ambiente ya se sentía con más alegría.

Claudia fue la primera en llegar a su lugar, quien rápidamente ocupó uno de los sillones del lado derecho y comenzó a charlar con algunas personas que se encontraban en la primera fila; a los pocos minutos entró Malpica, con una sonrisa que lo hacía parecer un poco nervioso, como si las presentaciones de sus más de 60 libros escritos hubiesen desaparecido y se encontrara en una situación de este tipo por primera vez.

Se presentó formalmente con algunos jóvenes que se encontraban ya esperándolo del lado derecho del foro, parecían familiares de amistades, cual cadena de conocidos que se recién se encuentran, los nombres y sacudidas de mano duraron un par de minutos; al terminar, Malpica al fin pudo encontrar el asiento donde duraría poco, pues al comenzar la charla prefirió ubicarse del lado contrario.

Romer llegó al final, tal vez una corta conversación o un típico tráfico de la Ciudad de México lo atrapó, sin embargo, con su sonrisa y alegre actitud logró animar a todos dentro del foro. No había tanta gente como la librería esperaría, incluso se habían impreso postales de regalo para cada persona del público, pero a lo mucho debió haber entregado veinte de ellas.



Romer estaba dando su mejor espectáculo para los cinco infantes que se encontraban sentados, todos acompañados por sus madres o abuelas. Dulce y Meg fue escrito con el propósito de leerse a niños tan pequeños, que la mayoría de los asistentes eran adultos que en algún punto de su vida habían tenido un acercamiento a la palabra escrita de Malpica, y esperaban que les firmara algún otro de los ejemplares que les acompañaba.

La transmisión dio comienzo. Una historia sobre un pequeño niño que al visitar la casa de su abuela veía a un pequeño perro, que a ella le pertenecía, escapar de la casa cada que veía la puerta abierta, y aunque con temor de que no volviera se quedaban, siempre regresaba con su familia. Teniendo esto como un pequeño trauma, Romer explica que le costó un poco aceptar que quería adoptar a Merlí, el que ahora es su perro.

Con miedo a que fuera como la mascota que algún día conoció, decidió tomar valor y aceptar a este pequeño compañero de vida, que sí, llegó el punto en el que el animalito quería explorar por su cuenta, más cuando pasaban tiempo en las playas de Oaxaca; pero eventualmente Merlí regresaba, sabe que su familia lo ama y por esto mismo sus paseos no tardaban mucho cuando salían juntos, mientras Romer y su esposa caminaban por la playa, Merlí corre y corre hasta que se cansaba, y regresaba con ellos.

Conmovida con la historia, la audiencia también contó un poco sobre sus mascotas: sus nombres, apodos y travesuras comenzaron a ser los temas que se trataban entre los pequeños presentes. 

Para seguir con la charla Claudia, ilustradora, tomó el micrófono y explicó un poco sobre el proceso que la llevó a encontrar la identidad de los personajes que escribió Malpica. Teniendo como recurso gráfico las fotografías que les tomaba a sus propios perritos, Navarro mostró los bocetos originales de la obra, así como explicaba su propia historia sobre su acercamiento a las mascotas.


Como cualquier persona, al principio no le encantaba la idea de que los canes durmieran con sus dueños, o que se convirtieran en seres tan consentidos, pero al final cedió y hoy, sus dos mascotas, forman parte importante de su vida. Tanto así, que los tomó como protagonistas.

Habló un poco de las técnicas que utilizó para las ilustraciones, y alabó a la editorial por la forma en la que juntan sus ideas, y la inserción de los textos en el libro, y se mostró entusiasmada de mostrar su trabajo; Malpica como Romer alzaban sus ilustraciones para que todos pudiesen ver su talento.

Claudia no tardó mucho, y pasó rápidamente el micrófono a Malpica, quien, como cualquier escritor, supo deleitar al público con una conmovedora historia. Su vida en cuanto a los acompañantes perrunos era divertida, pues al ser joven y tener deseos de encontrar una mascota, le pedía a sus padres que por favor le dieran el gusto.


Era el segundo más grande de, en ese momento, cuatro hermanos, y Antonio insistía a su familia que les permitiera criar una mascota, pero sus padres, quienes fueron “moldeados a la antigua” aseguraban que un perro solo podía convivir con los pequeños a partir de los cinco años. Sus dos hermanas pequeñas crecían, y cuando la fecha se acercaba, cuando el sueño de cualquier niño parecía estar a punto de cumplirse, la madre de los Malpica se embarazó.

“Otros cinco años sin perro” dijo un pequeño Toño, quien aunque no recuerda haber hecho ese comentario, su familia le cuenta que fue su expresión al enterarse de la noticia. Los años pasaron, y aquel pequeño que demoró su deseo por fin cumplió la edad establecida por los Malpica. Para este momento Toño ya era un adolescente, y la idea de un perro en casa ya no era la misma a cuando era un infante, es por esto mismo que, aunque amó a su “perro feo” -porque este perro en serio estaba feo, según palabras del propio Toño- no fue la misma experiencia que esperaba.

Los años pasaron, él creció y formó una familia, quienes hace no muchos años comenzaron a introducir la propuesta de adquirir una mascota; Toño, por su experiencia previa con los canes, no estaba del todo seguro sobre hacerse cargo de un ser vivo, pero el juego fue un poco en su contra, y al salir de un metro, en un callejón un tanto sospechoso, acompañado de sus hijos, encontraron al que obviamente se convirtió en su acompañante de vida.

Sus anécdotas siguieron, y con mucho amor expresaba el cariño que le tiene a sus dos perritos, Charly y Brownie. Después de contar su propia anécdota, Malpica fue el único que habló más de la trama del cuento, comentando que aunque es infantil, tiene un “final oscuro”, Dulce y Meg narran una historia de una vida entera. No quiso entrar más en detalle, pues él sabía que el público identificaba a lo que se refería, y al ser un cuento tan pequeño, tampoco quería dar muchos detalles, prefirió invitar a que adquirieran el libro.

Las caras del público demostraban ternura al escuchar a los tres presentadores; el último detalle que la librería y la editorial prepararon fue de lo más emotivo, pues con la canción “Ladrando a la Luna” de Kudai -canción conocida por formar parte de la banda sonora de Bolt, película de Disney- y un proyector, enseñaron fotos de mascotas, entre ellas las de Claudia, Romer y Toño, así como también otras que son recordadas por sus personajes en televisión.

Todos con sonrisas, y algunos otros incluso con lágrimas, veían atentamente a todos los perritos; la canción terminó, y aplaudieron el trabajo de todos para haber ofrecido tan divertida presentación. Romer hizo saber que Claudia y Toño estarían firmando libros a quienes quisieran adquirirlo, cosa que la mayoría hizo.

Algunos, yendo a caja a pagar, otros ya con el ejemplar preparado, se hizo una pequeña fila en el pasillo del centro del foro; mientras claudia dibujaba perritos en sus dedicatorias, Toño escribía palabras de cariño a sus lectores. Este final fue rápido, las fotos se hicieron presentes, y la emoción seguía latente.

Así, cuando dejaban de pasar los lectores, salían de la pequeña sala, algunos ya platicando, otros buscando dónde tomar más fotos, y los empleados de Librerías Gandhi invitaban a seguir visitando este tipo de eventos, pues al final, son los lectores quienes los mantienen vivos.




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