DEL CAMPO A LA ÚLTIMA LÍNEA: UNA HISTORIA QUE SOBREPASA FRONTERAS

Por Omar Alejandro Martínez Hernández
Ciudad de México (Aunam). La caravana de migrantes ha sido un movimiento social que tiene como protagonistas a personas que huyen de la pobreza, desigualdad y delincuencia que aqueja a países de Centroamérica, tales como El Salvador, Honduras y Guatemala.


Dicha caravana tiene como objetivo llegar a Estados Unidos, con el fin de tener mejores oportunidades de empleo y una vida mejor.

Joel Roberto Palacios Bernárdez de 52 años, es uno de los miles de integrantes de la caravana migrante, es de nacionalidad hondureña; él como muchos busca una mejor vida en Estados Unidos, quiere mandarles semanalmente dinero a su madre, esposa e hijas que se quedaron en su país.

El señor Palacios contó su vida en Honduras, aunque no quiso detallar mucho, solamente relataba lo que él consideraba importante, como algunas cosas de su infancia, el trabajo que tenía en Honduras y el por qué decidió estar en la caravana y dejar todo atrás.

Relató su infancia de una manera bastante peculiar, se mostraba muy alegre en la forma en que lo contaba, su sonrisa parecía muy natural, su voz muy entusiasta, bajaba y subía el tono de esta misma, al parecer fue una etapa significativa para él, por la forma en que lo describió.

“Vivíamos mis padres y yo en un pueblo llamado Santa Bárbara, estaba muy cerca la montaña de Santa Bárbara, un lugar muy bello, lo recuerdo muy bien, había mucha naturaleza, mi casa era muy pequeña, extraño ese peculiar olor a tierra que tenía, el clima muy fresco, todas estas cosas me hacen recordar mi hogar y los grandes momentos que viví allá con mis padres. No tenía hermanos, me divertía jugando con los animales que había en el pueblo y la calle donde vivía, había muchos perros, los vecinos tenían diferentes animales como vacas y becerros, incluso había niños de mi edad y yo jugaba con ellos”, relató Joel.

La felicidad fue un aspecto que tuvo el señor Joel durante esta primera parte que relató de su vida, recordaba perfectamente como era el lugar donde vivía y sobre todo esa manera de relatar las cosas con todas sus características.

El señor Joel mencionó: “mis padres se dedicaban a la agricultura, teníamos pequeños sembradíos atrás de mi casa, mi madre era un mujer muy bella y buena cosechando, mi padre se dedicaba a ir por la tierra y entregar lo que se cosechaba. Mi ocupación fue la escuela, aprendí y estoy orgulloso de saber leer y escribir, cuando los días de cosecha no eran muy satisfactorios mis padres y yo íbamos caminando desde mi casa al mar, o los pueblos vecinos a comprar cosas”.

La vida de Joel durante su infancia no fue de preocupación, no tenían una vida mala, aunque no vivían con lujos, les alcanzaba para solventar sus gastos y vivir bien, sus padres básicamente se dedicaban a la cosecha; su padre le fue enseñando este oficio y también diversas tareas como cargar los bultos de tierra, podar los árboles entre otras cosas.

El señor Palacios dijo que posteriormente a su infancia, llegó una etapa muy dura para él, por las tareas tan pesadas que hacía, su padre enfermó gravemente, aunque omitió el detalle del cual fue la causa principal, esto obligó a Joel a que dejara la escuela para que se ocupase totalmente de la siembra y ayudar a su madre con el oficio que lo sostenía. Ellos tenían que cuidar a su padre.

Él y sus padres ya no podían ir a la playa por que implicaba caminar y eso le hacía mal a su padre, pero si iban por lo menos una vez al mes a los pueblos vecinos a seguir comprando diversas cosas, ahí en el pueblo vecino Joel conoció a la que ahora es su esposa, Karen Fajardo a la edad de 25 años, casualmente ella tenía la misma edad que él.

“Recuerdo el día que me salí de mi hogar, empaqué lo que consideré necesario que solamente es esta chamarra y esta camisa que vez aquí, junto con otras tres, un par de zapatos cómodos y tres pantalones y poca comida para sobrevivir. Sabía que esto no iba a durar para siempre y que necesitaría otra muda de ropa, pero también sabía que iba a ser cansado cargar todo el equipaje que me quería traer”, compartió el señor Palacios.

Su madre, esposa e hijas le pidieron que no se fuera, que habría otras formas, pero Joel ya se había cansado de vivir todos los días en una pobreza fatal, sacan lo justo para el día con la cosecha, también su esposa e hijas querían ir con él, pero el señor Palacios no acepto la propuesta.

“El momento en que decidí dejar todo atrás no fue fácil, ahí iba mi infancia, mi juventud, mis recuerdos, dejar a mis dos hijitas a mi mujer y mi madre, pero por ellas lo hago, quiero que tengan una mejor vida allá en Honduras por lo que no las traje conmigo. El venir desde Honduras caminando hasta aquí México ha tenido sus complicaciones y es muy cansado, he pensado en volver, las extraño demasiado”, relato con un tono de voz que parecía que se le hacía un nudo en la garganta.

Describe a México como un país muy solidario, gente humilde y trabajadora, piensa que tal vez pueda ser un buen lugar y no esta tan lejos de casa para iniciar una nueva vida, pero eso tendrá que pensarlo en estos días; agradece a estas personas que le han brindado ropa, techo y comida temporalmente.

“Sé que todavía me falta camino por recorrer, no sé qué vaya a pasar cuando llegue a Estados Unidos, en donde trabajare, pero si estoy seguro de que lo hago y que este esfuerzo es por mis hijas y mi mujer. Sacrifico el verlas crecer, no las podre proteger, la delincuencia es una característica del pueblo hondureño, pero valdrá la pena todo lo que estoy haciendo”, concluyo Joel Palacios.

Así como la historia de Joel, existen miles de personas de esta caravana de migrantes; quienes salieron de su país, dejaron a sus familiar y todo lo que tenían en Honduras con tal de buscar y empezar una nueva vida en Estados Unidos, algunos se quedaran en México y decidirán sobre qué hacer con sus vidas aquí.







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