23 de febrero de 2024

Paisaje nuboso en San Carlos


Por: Isabel Tinoco
CDMX. La lluvia que cayó en la madrugada del 17 de febrero fue un alivio para calor que azotó la tercera semana del mes, la Ciudad de México amaneció nublada. Desde las alturas del tramo elevado del metro de la línea 12, una tierna neblina se hacía visible alrededor del anillo de cerros que acunan esta ajetreada urbanización; abajo había poca gente ataviada con pesados abrigos, gabardinas e impermeables, la mayoría cubierta con paraguas.

En el Museo de San Carlos, la melancolía del paisaje se acentuaba. Sus gruesos muros mantenían la temperatura baja, sus vigas de madera, hinchadas por la humedad, sostenían la mayor parte del segundo nivel del edificio, las enormes escaleras de piedra y el amplio y descuidado patio trasero terminaban por darle el toque rústico y sombrío al lugar.

La antigua estructura de principios del siglo XIX sirvió para múltiples actividades, desde una amplia casa habitación, siguiendo con una fábrica de cigarros, oficinas de la Lotería Nacional, sede de la Escuela Nacional Preparatoria número 4 de la Universidad Nacional Autónoma de México, hasta que fue cedido al Instituto Nacional de Bellas Artes en 1966 e inaugurado como museo dos años después. Hoy en día alberga una colección de arte europeo del siglo XIV hasta el siglo XX principalmente, además realiza exposiciones temporales de arte mexicano, arte contemporáneo, entre otras.


La exposición de esta temporada incluía una generosa colección de arte contemporáneo de diversos artistas titulada “Entre presencia y sentido: las formas de la poética”, aquí se mostraban obras abstractas acompañadas de piezas musicales exquisitas y experimentales que exploran la percepción del arte más allá del tacto, desafinado a la vista y al oído. 

El enfoque que maneja en la abstracción y reinterpretación de los paisajes es magnífica pues rompe con el tradicional estilo del paisajismo luminoso y pacifico presentando una composición oscura, deprimente y de pesadilla, algo refrescante y novedoso encajando perfectamente con el clima del día transmitiendo una sensación de desesperanza. Asimismo, la exposición de los paisajes muestra esculturas de bronce ricas en relieve transportando al público a una degustación más íntima de la intrigante pieza gracias a tercera dimensión de la obra y su abundancia en detalles.

La colección también presenta trabajos artísticos sobre el cuerpo humano, el amor, la soledad, el movimiento y los animales; involucra la mayoría de los sentidos para la interpretación de las obras, obligando al público a envolverse en sí mismo para comprender la exhibición.


En la siguiente sala, los animales son protagonistas, escarabajos, alacranes, cigarras y el coyote, este último siendo una impecable obra, pues emerge en el lienzo con trazos rectos, las fuertes pinceladas individuales distinguen la pieza a primera vista, pero en conjunto con la composición, forman una sensación de movimiento fluyendo suavemente en el lienzo. 

Otra pieza notable es la de las cigarras, donde el artista muestra a estos comúnmente menospreciados insectos, en un ambiente de cotidianidad; posados sobre una encrucijada de ramas, hojas y frutos, algunas cigarras observan, otras simplemente están, existen en tranquilidad y la otra parte se entretienen con sus parejas teniendo relaciones sexuales. Los tonos de la composición son un reto a la vista, pues el autor utiliza colores cálidos en una tonalidad fría en combinación con la temática de la pieza para crear una atmósfera de intriga. La obra es llamativa y curiosa a la vez de lúgubre y apagada.

El arte abstracto es un regalo para el espectador, esta exposición es ejemplo de ello. Aquí, el espectador se involucra en la obra y su perspectiva sobre la pieza se vuelve parte de ella. Aunque gran parte del público encuentra al arte abstracto carente de técnica, confuso o ridículamente simple, la realidad es que el artista abstracto abre las puertas de la imaginación y los sentimientos del público invitándolo a ser un colaborador de la obra. 


No puede haber más complejidad artística que llevar una idea, un discurso, un sentimiento o una imagen a su punto más primario, donde apenas comienza a gestarse la comprensión del concepto para de ahí llevarlo vertiginosamente a un nivel más allá de la percepción inicial de este concepto, abstrayéndolo a un punto en el que sus límites físicos se vuelven confusos para que la esencia del concepto emane en su versión más pura.



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