Recuerdos mantienen vivo el Día de Muertos


Ricardo Madrigal Segura y Miguel Ángel Mota Gil
CDMX. Araceli Vázquez, una ama de casa de la zona sur de la Ciudad de México, piensa que el significado del Día de Muertos “es una festividad muy arraigada en nuestra cultura, donde honramos a nuestros seres queridos ya fallecidos y celebramos la vida y el tiempo que pudimos compartir con ellos”.

En su ofrenda no puede faltar el pan de muerto, las flores de cempasúchil, la calaverita de azúcar y chocolate, papel picado, veladoras, frutas, comida, copal y por supuesto las fotos de los seres queridos.


Para Monserrat Ponce Villalobos, disfrazarse “es la forma en que yo conmemoro este día tan especial para nuestra cultura y es una tradición que está en mi familia desde mucho antes de que yo naciera”. 

“Creo que es parte de nosotros como mexicanos y no solo es algo que repetimos porque sí, tiene un trasfondo de profundo respeto y amor por nuestros seres queridos que ya no están con nosotros, pero de alguna manera siguen presentes en nuestra memoria. Debemos de preservar las costumbres que tienen un significado y enseñanzas tan importante para nosotros”, concluyó la joven. 


El Día de Muertos tiene su origen en las costumbres indígenas de las culturas nativas de Mesoamérica, que tras la conquista y el sincretismo cultural dan lugar a una festividad que evoluciona con el paso del tiempo. 

El culto a la muerte era común entre las culturas prehispánicas. En la visión indígena, el Día de Muertos implica este tránsito de las ánimas que regresan del inframundo al mundo de los vivos para convivir con los familiares y compartir los alimentos que se les ofrece en los altares. Antes de la conquista de México Tenochtitlan, el culto a la muerte era uno de los elementos básicos de la cultura; cuando un miembro de la familia fallecía, los cuerpos se envolvían en un petate y sus familiares organizaban una fiesta con el fin de guiarlo en su recorrido al Mictlán.

Los antiguos mexicas, mixtecas, texcocanos, zapotecas, tlaxcaltecas, totonacas y otros pueblos originarios, adaptaron la veneración de sus muertos al calendario cristiano, la cual coincidía con el final del ciclo agrícola del maíz. De acuerdo con el calendario católico, el 1 de noviembre corresponde a Todos los Santos, día dedicado a los “muertos más jóvenes” o niños, y el día 2 de noviembre a los Fieles Difuntos, a los adultos. 

Las festividades incluyen una gran movilización de personas que buscan adquirir sus productos para montar sus ofrendas, además niños disfrazados pidiendo dulces muestra de la mezcla cultural, fruto de la globalización.

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