Erika Bülle: Arte contra la gordofobia

En El demonio de la obesidad, Bülle expone su experiencia como víctima de la violencia gordofóbica. Fuente: Revista Hysteria. 

Por: María Fernanda Flores López, María Fernanda González Hernández y Cinthya Estephany Rojas Morales
CDMX. Erika Bülle Hernández es sin duda una de las voces pioneras y representantes en la lucha por la divulgación en contra de la discriminación y la visibilidad de la diversidad corporal y, que además, cuenta con más de 20 años de experiencia como docente, conferencista y performer a nivel internacional.

La activista, desde su hogar en el Estado de México, en compañía de sus dos perros y sus dos gatos, y en una nublada tarde de mayo del 2023, se describe como una mujer tenaz, necia, insistente y tranquila. Estas características la han acompañado a lo largo de su vida y, actualmente, a través de su arte y de su activismo deja ver una problemática a la que se enfrentan miles de personas, y de la cual, hasta hace poco se ha puesto sobre la mesa: la gordofobia. O como ella lo denomina: el gordodio.

Una niña grande 

Erika Bülle Hernández proviene de una familia de inmigrantes daneses que llegaron a establecerse en Guaymas, Sonora. Es así como de esta parte de su familia paterna, procede su peculiar apellido: “Todos me llaman por mi apellido (Bülle). Hay personas que no saben que me llamo Erika”. No obstante, a pesar de que su familia se estableció ahí, ella nació en la Ciudad de México, el 9 de junio de 1969.

Bülle es hija única de un matrimonio dedicado al comercio: su padre tenía una fábrica de pisos y su madre trabajaba en una ferretería. El trabajo de sus padres le permitió poder estudiar en escuelas privadas. Sin embargo, fue en estos espacios en los que comenzaron las burlas hacia su aspecto físico.

Erika sufrió de violencia por parte de los que estaban a su alrededor, ya que, era una niña grande, que cojeaba y que usaba lentes. En la primaria, sus compañeras la molestaban porque no tenía un cuerpo esbelto y era más alta que ellas. 

Aunado a esto, su madre igualmente era partícipe de este tipo de comentarios. “A veces cuando cierro los ojos escucho las frases de mi madre ‘sume la panza’, ‘no te pongas ropa tan pegada’, ‘deja de usar falda que se nota mucho que tu pierna está enferma’, ‘entre más gorda estás, más cojeas’”; menciona la artista en su texto y fotoperformance “El demonio de la obesidad”.

En el mismo texto, la artista hace alusión a que en su familia existía el miedo a ser gordo. De este modo, tenían un control en la alimentación: no se podía comprar cualquier producto para la despensa y no consumían azúcar ni sal, esto a causa de las enfermedades que padeció su abuelo. Además, el pediatra le advirtió a sus padres: “La niña tiene predisposición a engordar”.

Cuando Bülle atravesó la adolescencia, comía a escondidas los alimentos que le prohibían, aunque no lo hacía en exceso. Incluso, la llegaron a llevar al médico para que bajara de peso, el cual le recetaba medicamentos que alteraron su pulso y sus nervios. No obstante, fue aquí en donde le surgió la preocupación de que quizás nadie la quería.

Ante su sentir, ella se desahogaba dibujando y escribiendo. Hasta eso, menciona la artista, en su casa sus padres le fomentaban el gusto por el arte, “yo era la niña de los plumones”, afirma entre risas. Igualmente, otro de sus placeres era la música. De esta manera, su inclinación hacia las artes la llevaron a estudiar en la Escuela Nacional de Artes Plásticas en Xochimilco.

Erika se convirtió en la primera profesionista de su familia, a pesar de ello, sus padres en un principio no estuvieron muy de acuerdo con que su hija se dedicara a las artes por la cuestión de que no es un campo laboral muy bien remunerado. Sin embargo, la performer admite que, ante su dificultad con las matemáticas y los números, no existieron muchas opciones para que pudiera estudiar.

Durante su juventud, migró a Morelos y después al Estado de México, que es en donde actualmente reside –específicamente en el municipio de Chalco de Díaz Covarrubias–. Por lo que, cuando asistía a la universidad, el trayecto se le hacía muy pesado, pero esto no le impidió que terminara su carrera.

Después de finalizar la licenciatura decidió continuar con la maestría, misma que le costó terminar por diversas situaciones, pero que después de 10 años la concluyó. Pero ahí no se detuvo y decidió realizar un doctorado. Esto, porque desde joven, soñaba con ser la primera doctora de su familia. Fue así como se aventuró a estudiarlo con una beca, lo que le permitió enfocarse de lleno en su tesis de performance en corporalidades gordas.  

Arte y performance: Una parte del activismo

La obra de la Dra. Erika Bülle en la Galería Virtual #NiAzulNiRosa. Fuente: Agendamx

Según la protagonista, su inserción al activismo fue provocada por su historia personal, una que recuerda repleta de críticas y miedos ajenos proyectados en su cuerpo. A lo largo de su vida, Erika recibió todo tipo de opiniones negativas sobre su cuerpo, mismas que se fueron introduciendo en su mente hasta que ella misma quedó atormentada; sin embargo, conforme empezó a cuestionar estas ideas, se encontró con un grupo de semejantes que habían decidido manifestarse contra la sociedad que las había oprimido.

Aparentemente, "ser una persona gorda y no tener un cuerpo estereotipado está relacionado con la salud y la voluntad de una persona para cuidar de sí misma, incluso con la autoestima misma", o al menos eso es lo que se le ha repetido a las personas gordas durante generaciones, haciéndoles creer que “su cuerpo es un problema y deben hacer todo lo posible por moldearlo”, pero ahora vemos que, en realidad, sólo es una creencia limitante que forma parte de todo un sistema coludido por la arrogancia y el miedo. 

De hecho, Erika fue una de las primeras en mostrar su descontento cuando un gobernante mexicano aseveró que "a las niñas gordas nadie las quería", suceso que se convirtió en su estandarte para comenzar a manifestar todas estas ideas absurdas y excluyentes a través de su arte. (Erika Bülle, 2019)

También, se ha convertido en una gran conferencista y difusora del activismo gordo, y algunos ejemplos de ello son: su participación en festivales internacionales como el Vi bienal de perfomance y noise tempting failure en Londres Inglaterra o el Rapid pulse en Chicago Illinois; sus artículos en revistas como Discurso Visual e Hysteria revista; y, su conferencia en línea titulada “Todos los universos para una sola Cuerpa”. (Instituto de Estudios Críticos, s.f)

Aunque Erika expresó que su trabajo “nunca la ha puesto en peligro”, mencionó que la violencia recibida en varios programas de televisión por supuestamente “promover la gordura y no tener la voluntad de asumir que es un problema social” es inmensurable; además, al menos en México, es bien sabido que los comentarios negativos y las críticas maliciosas son los primeros pasos hacia los escenarios más fatídicos. 

Erika se identifica más con la palabra artivista, dado que sus manifestaciones son a través del arte y, específicamente, el performance, acto que ella describe como “exorcismos corporales donde expulsa sus demonios adquiridos a través de experiencias dolorosas”. (Erika Bülle, s.f)

La performer asegura que, la discriminación hacia las personas gordas no existe u ocurre de la misma forma en todo el mundo pues, mientras en algunos lados las personas gordas son bien recibidas y amadas, en otros es un factor decisivo en cómo te trata la gente. 

Igualmente, Erika cree que “la discriminación hacia las personas gordas está muy relacionada con el racismo”, y pone como ejemplo de ello a la gimnasta “Alexa Moreno, quien a pesar de tener una complexión adecuada a su estilo de vida y lugar de origen, fue duramente atacada en las olimpiadas de 2016 por no lucir igual a sus semejantes de otros países”. 

“Agarro mi bicicleta y persígueme” 

Respecto a su papel como docente, refiere que, en los más de veinte años que tiene de experiencia, ha aprendido mucho de las nuevas expresiones y formas de trato de sus alumnos, buscando obtener retroalimentación por parte de ellos. “Cuando no entiendo algo o no me queda muy claro, nunca me pongo en el papel de ‘soy la profesora’ sino realmente les pregunto y les pido que me lo expliquen porque no lo entiendo y, afortunadamente, he encontrado una muy buena respuesta donde me lo explican”.

Desde hace un año dirige el Laboratorio de Arte Corporal en la Facultad de Artes y Diseño, que tiene lugar tres veces a la semana. En el aula donde ocurre la actividad, los pupitres son reemplazados por una gran alfombra donde los estudiantes realizan ejercicios físicos y plantean proyectos. Incluso, en ocasiones, el recinto se transforma en un escenario artístico. “Cuando se va a performar, recogemos el tapete para poder ensuciar y experimentar con materiales”.

Cuando Erika abandona el salón de clases, su vida no se vuelve más tranquila, ya que trata de mantenerse activa todo el tiempo. De esta forma, algunas de las actividades que integran su irrefrenable rutina son inauguraciones, presentaciones, la producción de su arte y largas reuniones. “Un día conmigo es como ‘agarro mi bicicleta y persígueme’”. 

Sus cuatro mascotas siempre ocupan un lugar en su mente. Fuente: Erika Bülle

No obstante, en los pocos momentos que le quedan libres, disfruta ver series de televisión y convivir con sus dos perros, Hueso y Luzbel, y sus dos gatos, Byron y Salem. Siendo este último, un minino negro con el que declara sertirse más afín. “Es un gato con el que he pasado momentos increíbles y que siento que me ha cuidado y que yo he cuidado de él”.

Asimismo, encuentra inspiración en personalidades como Marilyn Arsem, una performer contemporánea de origen estadounidense, a quien tuvo la oportunidad de conocer en un festival. “Cuando de pronto veo a alguien, a algún artista haciendo algo increíble, siento que tengo que hacer mucho más trabajo para que mi trabajo se acerque a ese nivel”.

Erika Bülle Hernández representa y encarna la importancia del arte activista. Su trabajo plantea y propicia la reducción de la violencia gordofóbica y el uso del cuerpo disidente en la performance. La artista, enfatiza el hecho de que “el verdadero cambio social no implica, únicamente, a la sociedad, pues también es trabajo del gobierno asegurar un ambiente adecuado para el correcto desarrollo de sus ciudadanos”, donde no gobierne la apatía y se genere conciencia para detener los ataques y el odio injustificado hacia las personas gordas, que a fin de cuentas es el objetivo de su artivismo y el activismo de muchos otros. 



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