9 de octubre de 2024

1968... y siguen luchando por justicia


Por: Daniela Guadalupe Ramírez Martínez
Fotografía: Ángel Rogelio Zúñiga Esquivel
CDMX.  Luis Tuñón Arriaga, miembro del Comité del 68, compartió que 6 años después a la matanza, comenzaron a hacer marchas, debido a la fuerte represión por parte del Estado, y en busca de castigo a los responsables del genocidio, debido a que las denuncias penales no procedieron.

En especial, precisó, Gustavo Díaz Ordaz, presidente de la Republica de 1962 a 1970, el general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional, y Luis Echeverría Álvarez como secretario de Gobernación y presidente de la Republica de 1970 a 1976; fueron denunciados por ser los actores intelectuales del genocidio. 

Tuñón Arriaga mencionó haber estudiado en la Escuela Nacional Preparatoria 7 de la Universidad Nacional Autónoma de México, y comentó asistir a la marcha en 2024 acompañado de sus hijos y nietos, en memoria de su esposa fallecida en 1985, quien también fue partícipe de movimientos sociales. Al despedirse, invitó a los jóvenes a seguir luchando.

El miércoles 2 de octubre del 2024, cerca de las 14:30 horas, en el memorial a los jóvenes asesinados en el movimiento estudiantil de 1968, ubicado en la Plaza de las Tres Culturas, hubo un homenaje a 56 años de la matanza del 2 de octubre, Los integrantes del Comité del 68, quienes hoy son personas de la tercera edad,  compartieron su lucha actual y las demandas que aún viven del pliego petitorio de 1968. 


Una mujer que huyó del edificio Chihuahua al bajo puente de Eje Central para no ser arrestada o asesinada por el batallón Olimpia, es Concepción Jiménez López, quien en 1968 tenía 15 años, estudiante de la Vocacional 4 del Instituto Politécnico Nacional.

Ella recuerda las mentiras del Estado sobre que sólo hubo 30 muertos; pero ella asegura que fueron cientos de muertos sin contar desaparecidos. “Ahí despertó México, en el 68, creo que los jóvenes deben ser libres de expresión… después del 68, uno se queda con trauma, cada que yo veía un policía me daba miedo, que me iban a meter a la cárcel, el hecho de traer credencial”.

Pasadas las 16 horas, el contingente del Comité del 68 inició la marcha, de manera pacífica y a paso constante, avanzaron en dirección Eje Central, detrás de ellos les siguió el contingente de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, con el recordatorio que este año se cumplieron 10 años de la desaparición de 43 normalistas, otro crimen más del Estado, mencionó Concepción Jiménez. 

Al llegar con el cruce desnivel de Paseo de la Reforma y Eje Central, donde el eco abrumador de los gritos y pasos de los manifestantes exigen justicia; la oscuridad del túnel te dejaba una luz solar que iluminaba la salida de los jóvenes manifestantes, sin frenar y sin miedo, los estudiantes de Ayotzinapa exigen justicia por sus hermanos desaparecidos, ¿y cómo? luchando, era lo que gritaban una y otra vez. 

Al llegar a Bellas Artes, el bloque negro comenzó a marcar su presencia, una bomba molotov prendió un árbol, los golpes a las cortinas de negocios y el olor a pintura en aerosol comenzó a marcar el final de la marcha. En la calle 5 de mayo, los manifestantes del bloque negro, corrían a las orillas de la banqueta en busca de pintar y dañar los negocios extranjeros, tal fue el caso del letrero de la cafetería Starbucks. 


Llegadas las 18 horas, en la plancha del Zócalo capitalino, la bandera a media asta anunciaba el luto que los presentes compartían; los contingentes de las distintas escuelas se dispersaron, sin embargo el Comité del 68, inició un conversatorio con los asistentes, en ese momento integrantes del Comité, reconocen las disculpas por parte de la actual presidenta Claudia Sheinbaum. 

Posteriormente, pasaron el micrófono a un estudiante de la Normal rural de Ayotzinapa para brindar unas palabras en homenaje a sus compañeros desconocidos. El pase de lista se hizo presente y el minuto de silencio por aquellos que hoy no están inundó la plancha del Zócalo mientras que unos petardos y cohetes interrumpieron el silencio, al finalizar, el Comité, dijo no estar de acuerdo en las prácticas ejercidas por la policía de la Ciudad de México.

Hoy en día, no solo participan jóvenes en etapa universitaria o medio superior, también acuden menores de edad, conscientes de que su país necesita un cambio y esperan salir a gritar sin miedo a ser reprimidos.



 
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8 de octubre de 2024

La montaña como lienzo: El arte de capturar la superación


Por Maricarmen Olivares Medina
CDMX. El estudio fotográfico Dichroic Film abrió las puertas de su galería para recibir a la fundación “Cimas de la Esperanza” junto con el fotógrafo Charlie Hoornaert, quienes, tras dos años de arduo trabajo, inauguraron por primera vez la exposición y venta de fotografías que plasmaron con sensibilidad las historias de superación y aventura de un grupo de jóvenes supervivientes de cáncer, quienes decidieron conquistar las montañas más altas de México y Bolivia.


“Nuestro objetivo es acompañar a los supervivientes de cáncer a enfrentar la etapa después de la enfermedad”, declaró Sarah Legrand, coordinadora de Cimas de la Esperanza.

Fuerza y determinación fue el poderoso mensaje con el que la fundación franco-mexicana recibió al público en la inauguración de su primera exposición y venta fotográfica, teniendo como objetivo principal la recaudación de fondos, ingresos adicionales que complementaron las donaciones que recibieron de personas y asociaciones, beneficiando el crecimiento de proyectos con nuevas generaciones de jóvenes que quisieran superarse en la cumbre de una montaña.



Ofrecen a los colaboradores una forma creativa y significativa de contribuir a la causa, reiterando que "hay una vida después del cáncer". Esta exhibición no solo fue una muestra de arte visual, sino también un homenaje a quienes lucharon y continúan luchando contra esta enfermedad.

“Lo primero que dije fue: increíble tu proyecto, pero es imposible”, dijo Ximena, miembro del grupo de jóvenes sobrevivientes de Cimas de la Esperanza.

Cada fotografía capturada a través del lente de Charlie Hoornaert es una ventana a la conquista de majestuosas montañas, siendo la más emblemática Huayna Potosí, en Bolivia, con sus imponentes 6,088 metros de altura. El fotógrafo francés no solo inmortalizó los paisajes, sino también los profundos sentimientos que florecieron en esa montaña: unidad, fortaleza, valentía y un espíritu inquebrantable. Con cada paso de los jóvenes, Hoornaert fue testigo de cómo estas emociones dejaron una huella imborrable en el proyecto, reflejando una historia de superación en cada imagen.



Cada uno de esos lienzos impresos invitó a todo aquel que se interesara a reflexionar sobre el poder del espíritu humano y la capacidad de las personas para renacer tras la adversidad. Fue un llamado a la solidaridad y a recordar que, aunque el cáncer deja cicatrices, también puede ser el motor para una transformación llena de fuerza y esperanza.





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Juan y la muerte: un niño que enfrenta lo irremediable

Foto: Cortesía


Por Valeria Rivera Fernández
CDMX. La obra “Juan y la muerte” es un acercamiento sutil, divertido y empático, para explicarle a las infancias algunas dudas alrededor de la muerte, ¿Qué es lo que pasa cuando alguien muere? ¿Se puede evitar la muerte? ¿En qué momento llega la muerte? 

La historia no es para nada complicada de entender; su ritmo ágil y su duración corta hacen que mantengas la atención y permite la reflexión sin ser agobiante. A través de un lenguaje cercano y personajes universales, la obra aborda el miedo y la curiosidad que pueden despertar las preguntas sobre la muerte, ofreciendo posibles respuestas sin perder su carácter cómico.

El relato comienza con una tragedia fácilmente identificable, algo que todos hemos atravesado: preocupación, incertidumbre, ansiedad, nervios, tristeza, dolor, desesperación, impotencia y, por supuesto, amor. La madre de Juan está gravemente enferma, y la posibilidad de que su enfermedad empeore, es confirmada por el doctor. 

Juan, confundido y paralizado, recibe la noticia con una mezcla de emociones que claramente no sabe cómo procesar. Su desesperación es palpable: sus manos tiemblan, y su mirada revela la inocencia de quien enfrenta la muerte por primera vez. A pesar de su temor, Juan muestra una valentía que solo un primerizo puede tener: el deseo de desafiar a la naturaleza, aun siendo un simple mortal.

El protagonista sale frenético en busca de una solución; más medicamento podría retrasar lo inevitable, pero tal vez hay algo que aún no se ha intentado, y cree que puede descubrirlo. En medio de sus pensamientos nubosos, aparece un destello de esperanza: existe un camino, un remedio. Quizá hay un secreto escondido, algo que aún no se ha intentado hacer contra la muerte. Debe tener remedio, piensa Juan. La muerte debería tener remedio. Y como muchos, nuestro protagonista piensa que “por ser bueno”, la vida le debe algo, y tendría que pagarle con salud de su mamá.

En su camino, es interceptado por la muerte, que viste de manera peculiar: varias capas de ropa, un bastón en mano, y tres cabezas que miran desde distintas direcciones. Ver a la muerte cara a cara no es cosa sencilla, y en esa situación es normal que surjan dudas. 

Pero cada uno reacciona de manera diferente. Juan la negó de inmediato, no creía que realmente fuera ella. Le comentó, con asombro, que no era como la pintaban; la había imaginado de otra forma. Intentó detenerla, incluso habló mal de ella, pero no con enojo, sino con curiosidad e ingenuidad, desde el desconocimiento.

Juan intentó frenar su camino, y la atrapó, con engaños en un frasco. Está decisión era la que él creía correcta, eso es lo que un niño valiente haría por el amor que le tiene a su madre, “no me arrepiento de nada”, dijo. Se enorgulleció de su inteligencia, de su valentía, celebró su triunfo, sin saber que está decisión tiene consecuencias. Y el final, no se cuenta. 

Esta conmovedora obra reflexiva estará en cartelera a partir del sábado 5 de octubre y hasta el 15 de diciembre, con funciones sábados y domingos a la 1 de la tarde. En la sala Xavier Villaurrutia, en el Centro Cultural del Bosque. Juan y la muerte es una propuesta apta para todo público.

Sala Xavier Villaurrutia, Centro Cultural del Bosque. Un pequeño espacio de encuentro, cómodo, fresco e íntimo, ideal para vivir una experiencia teatral envolvente. Las butacas de color rojo se encuentran perfectamente ordenadas en media luna, trazando la invitación a una atención total y una cercanía que difumina las barreras entre el público y el escenario.






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Huracanes, arte, tecnología, unidos en el MUCA

El artista Arturo Hernández Alcázar con alguna de las piezas de la exposición en el fondo. 

Por Jared Pimentel Gómez
México. La exposición “El Centro de Huracanes”, del Museo Universitario de Ciencias y Arte (MUCA), afirma que ningún desastre es natural, y es un trabajo del artista Arturo Hernández Alcázar, con curaduría de Aleida Pardo, y el apoyo de la empresa OGUN.

Esta exposición busca generar una conversación científica y artística sobre los huracanes. Tiene diversas piezas que invitan a que el visitante se sienta inmerso en un huracán desde lo visual hasta la producción sonora. El recorrido por la sala provoca una reflexión en las personas acerca de la naturaleza caótica de estos fenómenos.

“Probablemente los fenómenos fueron el primer lenguaje que quizás alguna vez llegamos a comprender. Lo dejamos de comprender, entonces hay un ejercicio de regresar a entenderlo como lenguaje” expreso Hernández Alcázar sobre esta necesidad de entender este tipo de catástrofes. 

Explicó que su proyecto lleva 9 años en proceso y que las piezas más viejas son del 2013. Estos consisten en un grupo de ceros de tipos móviles y una imagen rescatada de algún medio. Con esto, busca crear una relación entre el significado del número cero en la simbología maya y los huracanes. Su idea también es tomar el huracán como una metáfora tanto poética y política.
 

Aleida Pardo también manifestó: “decir ‘ningún desastre es natural’ apela a que en realidad el huracán es un sistema-mundo, pero es un desastre en cuanto entra en contacto con lo humano”. Asimismo destacó el papel de las personas en estas catástrofes “el desastre tiene que ver con lo humano, nosotros como especie nos hemos apropiado de la naturaleza”, mencionó.

El director del MUCA, Germán Rostan Robledo habló acerca de la importancia de esta exposición “este proyecto que leímos nos pareció que respondía perfectamente a la misión del museo es decir, un ejercicio de intervención a todo el museo y te resuena en todos los sentidos”, finalizó.

El director de la empresa OGUN, Salvador Jiménez enfatizó en su responsabilidad en apoyar este tipo de proyectos como el de este artista. “Se necesitan hacer de una manera ética, es decir, cuidar que ese apoyo no sea simple financiamiento sino también el compromiso de escuchar y saber”, determinó. 

El artista, Hernández Alcázar menciona que siempre le había gustado el museo desde que era un niño. Agradeció a Paola Esquivel Silva, jefa de exposiciones del MUCA. “Muchas gracias a Paola, que abrieron el espacio para que este proyecto sucediera. Me gusta pensar mucho que el arte es algo que sucede, que permite generar nuevos conocimientos o nuevas formas de conocimiento” señaló. 

Agradeció la colaboración en el proyecto a varios de los involucrados, entre ellos: estudiantes de la Facultad de Artes y Diseño y de la Facultad de Arquitectura. Jesús Montiel y Mario Alberto Bravo ayudaron con las piezas sonoras. Por último, explicó que Miguel Ángel Robles aportó en diversos aspectos en la exposición.

Esta exposición estará del 5 de octubre hasta el 7 de diciembre. La entrada es libre con horario de martes a sábado de diez de la mañana hasta las seis de la tarde.





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