29 de enero de 2024

Accidentes de motocicletas: en ruta hacia la seguridad


Por Ricardo Ortega Palacios, Juan Roman Sotelo Vargas y Bernardo Canalizo Barrón. 
CDMX. Ahí estaba Ricardo: tirado en el suelo, rodeado de personas desconocidas y luchando por mantenerse despierto después del fatal impacto, que según personas que observaron el incidente, requería el llamado de una ambulancia para ser 'movido' y revisado, pues no había sido nada a la ligera ese golpe contra un árbol. 

La tarde se tiñó de tensión y angustia mientras el joven de 25 años yacía inmóvil en medio del caos. Con los brazos extendidos, como buscando el apoyo que le devolviera a la realidad, luchaba por mantenerse consciente. 

La multitud que se había congregado a su alrededor intentaba encontrar cualquier recurso para mantenerlo despierto. Los minutos parecían eternos, hasta que finalmente llegaron sus familiares, arribaron en un Jetta blanco. Entre lágrimas y desesperación, su madre, Rosalba, se acercó de inmediato para revisarlo, mientras su padre, Armando, entablaba una conversación con el policía presente. En ese momento, su hermano y su tía llegaron corriendo al lugar, conscientes de la gravedad de la situación, y sin perder tiempo, marcaron frenéticamente el número de emergencia 911. 

La escena se iluminaba con destellos rojos y el inconfundible sonido de las sirenas cuando la ambulancia de la alcaldía Álvaro Obregón llegó al lugar. Los paramédicos, expertos en situaciones de emergencia, descendieron con destreza y diligencia para atender al joven herido. Con una revisión rápida pero sumamente útil, evaluaron las lesiones identificadas y brindaron la atención necesaria para estabilizarlo. Con profesionalismo y empatía, se aseguraron de que estuviera en las mejores manos antes de entregarlo a sus padres, quienes aguardaban ansiosos en medio de la preocupación. Al final decidieron llevarlo a un hospital particular para asegurarse de que todo estuviera en orden. 

Tras algunas radiografías y análisis médicos, Ricardo presentó una ruptura de clavícula, lo que requeriría cirugía. Por tal motivo, tuvo que ir a la clínica del IMSS que le correspondía, la 161. Después de horas tratando este asunto, le dieron pase al hospital ubicado en la Calzada del Hueso. Después de dos días le realizaron su cirugía para, posteriormente, ser dado de alta. 

Las carreteras, en su constante flujo de vehículos y emociones, son testigos silenciosos de una realidad preocupante: los accidentes de motos. En un mundo donde la velocidad y la libertad se entrelazan en el rugir de los motores, es crucial detenernos y reflexionar sobre las consecuencias devastadoras que acompañan a esta forma de transporte.
Desde las estadísticas hasta los impactantes testimonios, este trabajo pretende explicar qué pasa detrás de cada colisión, cada herida y, en el peor de los casos, cada vida perdida en el asfalto. Las cifras alarmantes revelan que los accidentes de motos representan una proporción significativa de las tragedias viales en México y en todo el mundo. Sin embargo, más allá de los fríos números, pueden encontrarse historias humanas de dolor, sufrimiento y familias destrozadas.

El desafío es claro: educar, concientizar y transformar la manera en que comprendemos y abordamos los accidentes de motos. Solo mediante un esfuerzo colectivo y una mirada crítica hacia nuestras propias acciones al volante, podremos construir un futuro en el que la seguridad en las motocicletas sea una prioridad indiscutible.

Estadísticas y consecuencias

Con el creciente uso de motocicletas, también hubo un aumento en la producción de dichos transportes, lo cual a su vez ha generado que se dispararan las problemáticas a las que se enfrentan diariamente los motociclistas. 

Por mencionar algunos, se encuentran los accidentes ocasionados por distintos factores: de tránsito, lluvia, pintura de los señalamientos sobre el asfalto, o bien, las imperfecciones del pavimento. Asimismo, otra dificultad es la inseguridad, es decir, ‘a los robos por parte de la delincuencia y de las autoridades’, según Bikers. Con información de SEMOVI, en 2022 y con relación a 2021, el uso de motocicletas aumentó en más de un 800%. Por tal motivo, el valor de producción de motos superó los 12 mil 110 millones de pesos, con una fabricación de cerca de 600,000 unidades al año. De esta manera, los estados con más motocicletas registradas fueron el Estado de México, CDMX y Jalisco. 

“Cuatro weyes iban en estado de ebriedad y nos aventaron”, dijo Miguel Ángel, un motociclista de 19 años, quien un domingo salió de su casa a las 9:30 PM para llevar a su novia a su casa; sobre la marcha se les antojó un elote, siguieron de largo hasta un puesto, al llegar no encontraron nada y al regresar,  en una curva que, según mencionó este motociclista, “no se ve quién va, ni quién viene”, un automóvil con cuatro personas en estado de ebriedad, los aventó.
 
Al comprobar que su novia no tenía nada de gravedad, siguió el consejo de un testigo, quien le informó dónde vivían esas personas. Al llegar, Ángel fue intimidado, no mostraron preocuparon por la integridad física de él, ni de su novia, al contrario, intentaron golpearlo. Optó por retirarse de la zona. 

Esta pareja se sumó al 43.3% de personas lesionadas en 2022 por conducir motocicleta. El número total de lesionados por usar este medio de transporte es de 4,010, según el informe trimestral del gobierno de la Ciudad de México.
 
De 2018 a 2021 se registró un incremento del 107 por ciento respecto al número de muertes de motociclistas por accidentes de tránsito en la Ciudad de México, así lo informó la Secretaría de Movilidad capitalina en una conferencia de prensa llevada a  cabo el martes 5 de abril del 2022

Daira

Foto: Daira en la carretera | Jorge Sirek

Transcurría la tarde de un domingo cuando Daira y su novio decidieron salir a comer con sus amigos, debido a la cantidad de personas decidieron irse en tres motos. Daira subió a la moto con su amiga de copiloto, al poco tiempo se vieron en la necesidad de transitar por la conocida “curva del diablo”. “Para las motos es un poco complicado pasar por ahí, ya sea subir o bajar porque tiene muchos desniveles”, describió Daira.

Al bajar por dicha curva, se percataron que en el asfalto se encontraba una sustancia aceitosa, la cual provocó que la moto sufriera un desbalance y se cayeran. Afortunadamente ambas chicas solo sufrieron heridas superficiales. Sin embargo, cabe destacar la pésima conducta de la gente que solo se limitó a tocar el claxon y exigir que se quitaran de la avenida. A los pocos minutos, sus amigos llegaron y las ayudaron a incorporarse.

Al poco tiempo, Daira se encontraría con otro percance, casi como si la vida quisiera recordarle su accidente anterior, Daira iba conduciendo una motoneta mientras se dirigía a la alcaldía de Coyoacán para comprar pan y una señora, encargada de una tiendita, coincidió en tiempo y espacio con el trayecto de Daira. La señora aventó una cubeta con agua y jabón en la calle para que, segundos después, Daira pasara por ahí, lo que provocó un derrapón y subsecuentemente una caída. “Cabe mencionar que las motonetas, al ser más pequeñas y solo contar con un freno, son menos estables que las motos convencionales”, afirmó Daira.

La última anécdota de Daira se suscitó en una actividad conocida como “rodada” en donde se juntan varias motos para transitar juntos. Daira y su novio se encontraron con una camioneta que se quería pasar el alto, y al intentarlo, empujó la moto, lo cual provocó la caída de Daira y su novio. 

El individuo que provocó el accidente se bajó para comprobar que estuvieran bien, pero en esta ocasión, el traumatismo fue más fuerte, por lo que requería estudios. El hombre se ofreció a pagar e intercambiaron celulares para estar en contacto. Sin embargo, bloqueó a Daira y a su novio.  No pagó nada.

Un amargo recuerdo

El sol brillaba radiante en el cielo, las calles de la bulliciosa ciudad estaban llenas de actividad. No obstante, aquel día se tejió un relato que dejaría una huella imborrable en la memoria de quienes lo presenciaron.

“Mi jornada en la moto comenzó como cualquier otra, -contó Jorge-, con la emoción de la velocidad y la libertad fluyendo a través de mis venas. Avanzaba con destreza entre los vehículos, disfrutando del viento en mi rostro y la adrenalina que recorría mi cuerpo. Pero en un abrir y cerrar de ojos, la vida dio un giro inesperado.

De la nada, un automóvil emergió de una calle lateral sin advertencia, cruzando por mi camino. Mi mente entró en pánico mientras intentaba reaccionar, pero era demasiado tarde. El impacto fue violento, y mi moto fue lanzada por los aires como un juguete desechable. Yo, despojado de mi máquina de acero, caí al suelo con un golpe ensordecedor.

El dolor me envolvió instantáneamente, pero no estuve solo por mucho tiempo. Testigos asombrados se congregaron en torno a mí, con la preocupación impresa en sus rostros. Sus voces se entrelazaron en un coro de inquietud y asombro, pero también de solidaridad y apoyo.

Un hombre, llamado Luis, valiente y decidido, asumió el liderazgo en medio de la conmoción. Con una calma asombrosa, marcó el número de emergencia y proporcionó detalles precisos sobre nuestra ubicación y la gravedad de la situación. Otros se apresuraron a consolarme, instándome a permanecer quieto y prometiendo que todo estaría bien.

El sonido de la sirena resonó en el aire, anunciando la llegada de los paramédicos. Su presencia infundió un sentimiento de alivio en medio del caos. Con profesionalismo y destreza, evaluaron mi estado y tomaron las precauciones necesarias para inmovilizar mi cuello con un collarín, ante la posibilidad de una lesión en la columna vertebral.

Fui levantado con delicadeza en una camilla y colocado en la ambulancia, mientras observaba mi motocicleta destrozada y el automóvil responsable del accidente. Las emociones se entremezclaban en mi interior: el temor ante las posibles lesiones, la frustración por las circunstancias que me habían llevado a ese punto y, sin embargo, la gratitud abrumadora hacia los extraños que se habían convertido en mis ángeles guardianes en ese momento de angustia.

Aquella experiencia me dejó una profunda impresión. Más allá de las cicatrices físicas que llevaría en mi cuerpo, comprendí la importancia de la solidaridad humana en los momentos críticos. Los lazos de empatía tejidos entre desconocidos, la prontitud en la respuesta y el cuidado desinteresado de quienes se ofrecieron a ayudar, me recordaron la esencia más noble de la humanidad”, finalizó Jorge su relato.

Verdades difíciles de aceptar

Foto: Ricardo en la carretera | Jorge Sirek

En este texto hemos explorado parte de la realidad de los accidentes de motos y la necesidad de concientizar a la sociedad sobre este tema. Los datos y testimonios presentados nos han recordado que la seguridad en las carreteras depende de la responsabilidad individual y colectiva.

Es evidente que el costo humano y emocional de los accidentes de motos es inmenso. Cada vida perdida o afectada por un siniestro en moto nos hace reflexionar sobre la importancia de adoptar medidas preventivas y cambiar nuestra actitud hacia la conducción.

Los accidentes de motos tienen repercusiones significativas tanto a nivel físico como emocional para las personas involucradas. Las consecuencias de estos incidentes pueden ser devastadoras y alterar la vida de las víctimas y sus familias de manera profunda.

En cuanto a las consecuencias físicas, los accidentes de motos a menudo resultan en lesiones graves. La exposición directa al impacto y la falta de protección adecuada pueden dar lugar a fracturas óseas, lesiones en la médula espinal, lesiones cerebrales traumáticas, quemaduras y daños en los órganos internos. Estas lesiones pueden requerir cirugías extensas, rehabilitación prolongada y dejar secuelas permanentes en la salud y la funcionalidad física de las personas afectadas.

Además de las lesiones físicas, los accidentes de motos también tienen un impacto emocional significativo. Tanto las víctimas directas como sus seres queridos pueden experimentar una variedad de emociones intensas, como miedo, ansiedad, angustia, tristeza y frustración. El trauma emocional puede persistir mucho tiempo después del accidente, generando trastornos de estrés postraumático y depresión.

La recuperación física y emocional de un accidente de moto a menudo requiere un proceso prolongado. Las personas afectadas pueden enfrentar desafíos para adaptarse a nuevas limitaciones físicas, necesitar terapia física y ocupacional, y buscar apoyo psicológico para abordar el impacto emocional del accidente. Estos procesos pueden requerir tiempo, recursos y un fuerte sistema de apoyo para ayudar a las personas a superar las consecuencias físicas y emocionales.

¿Qué se puede hacer al respecto?

La educación vial y la promoción de conductas seguras son fundamentales para reducir la incidencia de estos accidentes. Es imperativo que los gobiernos, las autoridades de tránsito, las organizaciones de seguridad vial y la sociedad en su conjunto trabajen en conjunto para implementar programas de concienciación y mejorar las infraestructuras viales.

Asimismo, debemos fomentar la empatía y el respeto mutuo en el espacio vial, recordando que cada usuario de la carretera tiene derecho a llegar sano y salvo a su destino. La velocidad y la emoción no deben prevalecer sobre la seguridad y la vida.

La educación y la concienciación desempeñan un papel crucial en la prevención de accidentes de motos y en la promoción de conductas seguras en las vías. Es fundamental informar y educar a los conductores de motocicletas, así como a otros usuarios de la vía, sobre los riesgos asociados con la conducción de motos y las medidas de seguridad necesarias.

En primer lugar, es esencial impartir una formación exhaustiva y adecuada a los conductores de motocicletas. Esto incluye cursos de capacitación que cubran no solo los aspectos técnicos de la conducción, sino también la concienciación sobre las normas de tráfico, la importancia del uso del equipo de protección, y la práctica de una conducción defensiva. Estos programas deben ser accesibles y obligatorios, asegurándose de que los conductores estén preparados adecuadamente antes de obtener su licencia de conducción.

Además de la formación para los motociclistas, es vital educar a otros usuarios de la vía, como automovilistas, ciclistas y peatones, sobre cómo interactuar de manera segura con las motos en el tráfico. Esto puede incluir campañas de sensibilización pública que promuevan el respeto mutuo, la importancia de mantener la distancia adecuada y la atención constante al entorno vial.
La concienciación también debe abordar la importancia del uso adecuado del equipo de protección. Es esencial promover el uso obligatorio y correcto de cascos certificados, chaquetas con protecciones, guantes, botas y otros elementos de seguridad. Además, se deben destacar los beneficios de utilizar prendas reflectantes para aumentar la visibilidad y reducir el riesgo de colisiones.

En última instancia, recordemos que el objetivo es cambiar la narrativa de los accidentes de motos, pasando de ser una tragedia común a una realidad superada. Con esfuerzo y compromiso, podemos construir un futuro en el que las motocicletas sean sinónimo de libertad y diversión, pero también de responsabilidad y seguridad. Recordemos siempre que, al tomar las medidas adecuadas, podemos marcar la diferencia y salvar vidas en el camino.

Es fácil caer en la tentación de culpar a los demás, de señalar a los conductores distraídos, a la falta de infraestructuras adecuadas o a la irresponsabilidad ajena. Pero la verdadera reflexión debe comenzar en nosotros mismos. Cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en la seguridad vial. Debemos tomar conciencia de nuestras acciones, ser responsables y respetuosos en la vía, y promover una cultura de seguridad que valore la vida por encima de la prisa y la imprudencia.

Pero la reflexión no debe detenerse allí. También debemos exigir a las autoridades un compromiso firme en la mejora de la infraestructura vial, con la creación de carriles exclusivos para motos, señalizaciones claras y medidas de seguridad efectivas. Además, debemos fomentar una cultura de denuncia de conductas peligrosas, para que aquellos que ponen en riesgo la vida de otros sean responsabilizados por sus actos.

En última instancia, debemos recordar que la vida es un regalo frágil y precioso. Cada vez que nos subimos a una moto, asumimos una responsabilidad que trasciende nuestras propias vidas. Debemos conducir con cautela y respeto, protegernos con el equipo adecuado y estar conscientes de que nuestras acciones tienen el poder de cambiar vidas para siempre.


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“Desde que era pequeño, no ví ninguna oportunidad en mi pueblo”


Por: Caanly Zoé Castañeda Zarate y Samuel Haro Sánchez 
México. Raúl Pérez Huesca no ha tenido una vida que pueda considerarse ordinaria después de 62 años marcados por el cambio y el movimiento constante. Actualmente vive en Denver, Colorado, trabajando en la jardinería, pero su camino no ha sido sencillo. Las precarias condiciones en las que creció lo llevaron desde su natal estado de Veracruz a Baja California Sur, a la Ciudad de México, y hasta a cruzar la frontera en tres ocasiones distintas a pesar de los peligros a los que se exponía en cada uno de esos viajes. 

Raúl Pérez es originario de Nautla, un pequeño pueblo ubicado en el estado de Veracruz. Creció dentro de una numerosa familia, eran ocho hijos, cuatro hombres y cuatro mujeres. Pero Roberto, el mayor de los varones, no vivía en la misma casa, vivía con su abuela, “como él era güero y de ojo azul” la abuelita lo adoptó y se lo llevó. Pasó lo mismo con Rocío, la mayor de las mujeres, “era rubia y blanquita”, así que su tía decidió hacerse cargo de ella. Por ende, los que vivían en casa de su mamá eran 6 de los ocho hijos. 

Aún así, vivían en condiciones limitadas, su madre era quien trabajaba y se encargaba de sus hijos, su papá se deslindó de las obligaciones y responsabilidades que tenía como padre, por lo que en casa habían muchas carencias, no contaban con servicios básicos “no había agua, drenaje, ni luz” y apenas alcanzaba para comer. 

Su madre, Artemisa, realizaba trabajos muy desgastantes y poco remunerados, lavaba ropa ajena y en tiempos de cosecha capaba chiles. Por ello, ante la ausencia de su padre, Rubén, el segundo hijo, asumió el papel del proveedor de la casa, trabajaba en lo que podía, “iba a pescar jaibas al río o al mar y tenía un estilo de pescar muy peculiar, las agarraba con el pie y por eso le apodaron ‘Pata de águila"'. Vendía las jaibas o las llevaba a la casa para que su mamá o sus hermanas las cocinaran. 

“Cuando compraban pollo, no había dinero para que cada quién comiera una pierna o un muslo, entonces nos dividíamos cada pieza de pollo entre dos o tres” ”Éramos muchos y mi mamá ganaba poco, pero aún así nunca nos faltó de comer”  menciona Raúl. 

Algunas veces cuando la comida era muy escasa, Raúl relata que, con un cordel para pescar y una carnada, se robaba gallinas de otros patios y -por ser el lugar menos concurrido- se las llevaba a un cementerio. Junto con otros amigos cocinaban a la gallina y se la comían ahí mismo. 

El señor Pérez expresa que para él los estudios nunca fueron una prioridad, porque era consciente de su situación y sabía que sus padres no podían brindarle ese privilegio. Las condiciones en la que vivió durante su infancia lo hicieron percatarse de que debía salir lo antes posible de su pueblo: “Desde que era pequeño, no ví ninguna oportunidad en mi pueblo”.

Según sus palabras él tenía el alma de un “marinero”, siempre fue muy “andariego”, cada que podía se alejaba de su casa y visitaba a parientes con los que convivía y trabajaba. Pero la clase de trabajos que realizaba no le satisfacían, de manera que, antes de terminar la secundaria decidió aventurarse, y se fue a La Paz en Baja California Sur, donde acabó trabajando con pescadores, y aprendió todo lo relacionado a la pesca y el comercio de pescado.

Estuvo mucho tiempo ahí, incluso su familia, con la que estuvo incomunicado, creyó que estaba muerto, hasta que repentinamente regresó a Veracruz. Tras esto, terminó la secundaria y comenzó la preparatoria, pero antes de graduarse decidió nuevamente salir de su pueblo e irse a la Ciudad de México. 

En su estancia en la capital del país, debido a que era alto y fuerte, resultó ser un buen candidato para trabajar como guardia de seguridad en un Sanborns y, según menciona, constantemente era halagado por las mujeres que concurrían la zona. En ese tiempo conoció a su primera pareja y aunque no se casaron tuvieron dos hijas, comenzó a trabajar de taxista y simultáneamente se relacionó con su segunda pareja, con la que fue obligado a casarse, y de igual forma tuvieron dos hijas. 

Sin embargo, sus parejas no sabían nada acerca de esta infidelidad, fue algo que Raúl mantuvo oculto durante mucho tiempo, argumentando que él no tenía la culpa de que lo buscaran las mujeres. De modo que debía proveer recursos a ambas familias, pero aún si tenía dos o más trabajos el dinero que ganaba no era suficiente. Es por eso que con el propósito de cubrir sus obligaciones como padre, pensó en dirigirse a Estados Unidos, a la edad de 37 años.

Así realiza un viaje de tres días en autobús para llegar a Tijuana, y por medio de un conocido, le pagó aproximadamente diez mil dólares a un coyote para que lo ayudara a cruzar la frontera. Una vez ahí, debían esperar el mejor momento para atravesar el desierto. El señor Pérez explica que fue una de las experiencias más traumáticas de su vida, caminó durante tres días bajo los fuertes rayos del sol y las noches heladas, con solo una botella de agua y poca comida. 

Declaró que a mitad de camino el coyote los abandonó: “ya en el desierto nadie te ayuda, cada quien va a su suerte” y por esto mismo “En el camino se quedaron varias personas”. De acuerdo con sus palabras “El peligro lo corres desde que llegas a la frontera, la frontera ya es tierra de nadie” “hay ocasiones en que los guardias fronterizos se sienten amenazados’ y han disparado contra migrantes”. 

Cuando finalmente logró cruzar, enfrentó las dificultades de vivir en un lugar completamente distinto. En primer lugar, la barrera del idioma lo orilló a realizar trabajos en los que no fuese indispensable la comunicación, inició por ser lavatrastes en un restaurante, jardinero, albañil. 
Asimismo, relata que el racismo en Estados Unidos es muy común, él mismo experimentó tratos discriminatorios por parte de las personas blancas, que lo despreciaban por ser mexicano, “Aquí lo que vale es el güero de ojo azul, esa es la supremacía de la raza Aria”, explica que a pesar de ello, esto no fue tan grave para él “yo tuve la fortuna de ser un poco alto y blanco, eso me ayudó mucho”.

De igual forma, debido al gran número de inmigrantes indocumentados que existen, es común que existan rivalidades entre los mismos mexicanos o latinos. Raúl compartía cuarto con 3 desconocidos, y menciona que “entre los mismos paisanos hay mucha envidia y discriminación”, declara que “a veces, tienes que luchar más contra tu raza que con los güeros”.
Alrededor de doce millones veintisiete mil personas de origen mexicano residen fuera del país, el 97% en el vecino del norte, según el Instituto de los Mexicanos en el Exterior (IME). 

Después de haber juntado el dinero suficiente para construir una casa, comprar una camioneta y emprender un negocio, regresó a México. Junto con su segunda pareja e hijas se mudó a Tamaulipas, para dedicarse al comercio y distribución del pescado, pero “no funcionó”, no resultó ser tan remunerado como esperaba. 

Aunque intentó hacer una vida cerca de su familia, en su país natal, se dio cuenta de que era complicado ganar lo suficiente, para mantener a dos familias. Con un tono molesto explica: “trabajaba igual de duro que en Estados Unidos, pero me pagaban menos de la mitad de lo que ganaba allá”. Es decir, las condiciones laborales en México equivalen a largas jornadas de trabajo y bajos salarios, poco favorables para una persona que tenía la responsabilidad de cuatro hijas. 

De esta forma, se comunicó con las personas que lo ayudaban a pasar y en cuanto vio la oportunidad de regresar al país vecino nuevamente cruzó la frontera. Por desgracia, se relacionó con amistades que no eran muy buenas personas. Relata que un día la policía, en busca de drogas, irrumpió en el departamento en el que vivían. Los agentes policiales pretendían acusarlos por la ilegal posesión de drogas, pero no encontraron indicios de esta,  solo se percataron de que eran inmigrantes sin papeles, por lo que los deportaron a México.

Como él, alrededor de 775,000 personas mexicanas fueron deportadas desde Estados Unidos en 2022, el 31% del total de expulsiones, según el periódico El País. 

Al quedar registro de esto en el sistema de migración estadounidense, cuando el señor Raúl intentó cruzar por tercera vez, fue detenido por los guardias fronterizos y lo sancionaron por querer pasar nuevamente sin documentos, así que pasó seis meses en la cárcel. 

Tras ser liberado, se cuestionó si debía hacer su vida en México o volvería a tratar de pasar al país vecino. Pero consciente de los intentos fallidos que había tenido en sus negocios, se vio obligado a volver. ”Ya intenté el taxi, ya intenté el pescado, no tengo dinero para invertir en otro negocio, me tuve que regresar a Estado Unidos”. Debía darle una mejor vida a sus hijas, para que pudieran ir a la universidad y terminaran sus estudios. 

Sin embargo, dependiendo de por donde crucen la frontera o como la cruces, los riesgos serán distintos. En esta ocasión, trató de cruzar por Texas “camine 2 días, me regresaron, lo intente de nuevo y camine por 5 días, pero me volvieron a agarrar hasta que al final estuve caminando en total como 14 días“, el señor Raúl expresa que aunque le costó mucho más trabajo que las veces anteriores, tenía muy claro cuál era su objetivo y no planeaba rendirse “no hay nada que te detenga, es como la migración de los animales”.

“La última vez que lo intenté, tuve que pagarle al cartel doscientos dólares”. Los grupos de traficantes de droga que se dedican a extorsionar a los coyotes. Otro de los riesgos que enfrentó, cuando cruzó por Texas fueron “los rancheros que sienten que su deber patriótico es defender a su país de los invasores migrantes, y como andan armados, por que en Estado Unidos es legal portar armas, llegan a dispararle a los migrantes y salen libres, alegando que han invadido su propiedad”.

Cuando logró cruzar la frontera, decidió no regresar a San Diego en California, por las dificultades que afrontó en el pasado. Es allí cuando unos conocidos lo invitan a ir a Denver, Colorado, lugar en el que ha estado aproximadamente 14 años y reside actualmente. En ese tiempo, aprendió el idioma y se dedicó a cuidar casas, propiedades, realizar trabajos de jardinería, ganadería, entre otros.

Hoy en día, a pesar de las complicaciones que enfrentó, logró brindarle educación a sus 4 hijas, cada una concluyó sus estudios y actualmente se encuentran ejerciendo su respectiva profesión. Raúl le recomendaría a aquellas personas que desean salir de su país, que lo hagan, pero piensen en los inconvenientes “ganas al mejorar las calidad de vida de tu familia, pero pierdes una vida trabajando lejos de tus seres queridos”

Tras tanto tiempo lejos de su hogar, Raúl confiesa extrañar su pueblo natal, las costumbres, la comida y por supuesto a su familia: “si me dieran documentos aquí no los agarro, yo quiero regresarme a morir a mi pueblo”. Y aunque se mostraba afligido, dice no arrepentirse de nada, se encuentra conforme con su vida “yo ya he cumplido mi meta, sacar adelante a mis hijas”.





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