8 de julio de 2023

Imagina la mente: Algo más ancho que el cielo, más profundo que el mar


Por Angela Vanesa Aldana González 
México. La imaginación, un fenómeno el cual en la mente de cada ser es un signo diferente, y que conlleva a la construcción de la conciencia para crear el rompecabezas de un orbe que describe cómo percibimos el mundo; sin embargo al momento de hacer ese análisis de acerca de la evolución de la conciencia, vemos que efectivamente es “Más ancho que el cielo, más profundo que el mar” algo infinito difícil de explicar y comprender. 

Así es lo que podría pasar por un libro de Coffe table book descrito por sus presentadores, se convierte en una poderosa investigación vista desde la biología, genética, psicología, incluso filosofía y arte siendo una obra totalmente multidisciplinaria.

Presentado por la editorial “El Instituto”, las autoras Simona Ginsburg y Eva Jablonka, acompañadas de la investigadora Anayansi Sierralta expusieron el trabajo que conllevo la creación de este libro, impulsado a su vez por el director general de la editorial que apoyó el proyecto, Heriberto Lopez junto con el director ejecutivo Luis Incháustegui presentes de igual manera, evidenciando los aprendizajes de cada expositor en donde si bien opinaron sus distintas perspectivas, colaboraron para el impulso de la importancia de la conciencia y de su estudio no solo del humano si no de los seres capaces de esta habilidad de concientizar su entorno.

Cada presentador introdujo, acompañados de algunos fragmentos de las obras artísticas conforme salen a lo largo del libro mediante una presentación digital, a manera de ejemplificar visualmente lo que hace maravillosa la mente, y de qué forma el panorama de una complejidad como lo es la psique, no buscan encontrar una sola respuesta, o un fin sino seguir en el ámbito de encontrar la belleza del pensar y de seguir en constante cuestionamiento y/o crítica que van desde el comportamiento social, hasta los supuestos sobre el mundo en una versión gráfica desde la habilidad social al comportarse con el otro.

Con la finalidad de un acercamiento con su seguidores y los presentes en el auditorio, mediante preguntas de acuerdo con el tema de la conciencia, ampliaban el propio panorama no sólo los lectores, sino las propias autora al relatar su perspectiva de los impactos que el libro pudiese dejar y en que este mismo da pauta para una segunda parte o alguna corrección evolutiva del contenido.

Basándose principalmente en la contemporaneidad del actual avance tecnológico, pues se tocaron temas sobre el uso de inteligencias artificiales usadas como armas de doble filo que por un lado ayudan al desarrollo de posibilidades de crear conciencia mas lejos que un robot, no solo en la parte racional sino el todo el sistema sensorial a manera de poder funcionar como alguna vez el autor Mcluhan lo dijo, “extensiones de nuestro cuerpo” con la diferencia de ser manejadas no de una forma individualista, sino de sentir con el otro convirtiéndose en una herramienta que cambia la sociabilidad humana desde lo político-social pero por el otro, amenazando la manipulación sobre el manejo de información y la desinformación que puede volverse desinformativa debido a un abuso.

Por lo que se sugiere en este texto mayormente esquematizado con ilustraciones recurrir al arte de preguntar, para no caer en la instrumentalización individualizada de las herramientas en las cuales el cerebro humano se apoya para su evolución, basándose en el argumento biológico que revestir de la conciencia no es sólo humano, sino también animal, y que el mundo en el que vivimos es más complejo que solo hábil o servible, afortunadamente emocional para que seamos capaces de recuperar la convivencialidad solidaria para poder crecer como sociedad.




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6 de julio de 2023

Hablemos



Por Ximena Miranda Herrera 
México. Un departamento de no más de 45 m2 de paredes blancas, una cocina y un comedor, una mesa circular de madera para seis sillas y los platos puestos para desayunar. 

Enrique de 37 años, un joven apuesto de aproximadamente 1.70 de altura y complexión musculosa, cabello café oscuro lacio peinado con mucho gel, barba sin bigote y ojos pequeños también color café, está sentado en una silla del comedor recargada en la pared. 

Otras tres sillas son ocupadas por sus hermanas: Sara; Yael; y yo, Ximena. Aún sin conocer sus apellidos, el parecido de sus rostros hace justicia a la familiaridad que comparten. Las tres con cabello chicho hasta los hombros, cejas poco pobladas, con la nariz de la abuela, de complexión delgada y sus alturas escalando por algunos centímetros de la mayor a la menor. 

Guadalupe, madre de las tres mujeres y de Enrique, está sentada entre Sara y yo, con un palazzo color mostaza y un collar azul cielo. Su cabello es café oscuro y su nariz respingada. 

En la mesa se sirve mango picado para empezar y seguido de ello, los cinco platos grande y extensos se cubren por la mitad con chilaquiles rojos y con costilla de res del otro lado. 

La familia, acompañada de una taza de café con olor a canela, y una rebanada de pan de arándanos comienzan una plática de la cotidianidad de sus actividades, cómo va la universidad y el trabajo, Sara externa la buena nueva de su nuevo trabajo y Enrique comienza a darle consejos para la vida profesional. 

Finalmente, se pone sobre la mesa el tema por el que está reunida la familia: “Mamá, yo quise venir para hablar de algunas cosas que he notado que no están de la mejor manera entre nuestra dinámica familiar, pero te pido que escuches ‘salvajemente’, que nos prestes mucha atención para que podamos abrir el diálogo”, dice Enrique. 

Guadalupe asienta con la cabeza. Enrique con su reloj digital en la muñeca izquierda que marca su pulso en 75 expresa que durante los últimos años no se ha sentido lo suficientemente involucrado en la familia, en parte porque nunca vivió con nosotras, en parte porque ahora tiene una esposa y una vida hecha a las cuales ponerles la gran parte de su tiempo y atención.

Y yo escucho a mi hermano, escucho a mis hermanas hablar de esas fallas las cuales todas tenemos presentes como familia; pero no hemos sido capaces de comunicar. Qué ironía estudiar comunicación y no poder comunicar lo que siento en mi familia o el trabajo que cuesta expresarles los malestares que ahogan nuestro amor. 

Después de un rato de escucharlas, tomo la palabra: “Considero que esto se trata de abrir la comprensión, el entendimiento y el amor, para que todos podamos proponer qué vamos a poner de nuestra parte para que todos los problemas que estamos mencionando se puedan arreglar”. No puedo hablar más, un nudo en mi garganta se interpone en la vibración de mis cuerdas vocales y me doy por vencida en un momento. 

Yael hablar ahora y expresa lo que Sara y yo no pudimos, la dificultad de hablar con mamá algunas veces, sus ojos se ponen llorosos y comienzan a brotar lágrimas de sus mejillas, pero sigue. 

Veo el reloj de Enrique que está a mi derecha y ahora está en 78, sin duda el tono de la conversación genera un estado de alerta y malestar para todos los presentes. En una hoja, Sara escribe una lista de gastos de la casa y Enrique hace la cuenta con su celular. 

Han pasado dos horas y media desde que la conversación empezó. Una última vuelta de participaciones da fin al intercambio de ideas para mejorar la dinámica familiar, y una cita cada mes queda establecida. 


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3 de julio de 2023

Dulce y Meg: Una historia de una vida entera


Por Fernanda Rodríguez Zamora
CDMX. Dentro de la magia cultural de Coyoacán, hace más de cincuenta años Mauricio Achar, fundador de librerías Gandhi, emprendió un sueño que pronto se convirtió en realidad, y que hasta el día de hoy es para la comunidad lectora mexicana un medio para estar más cerca del arte de la palabra escrita.

Una característica de esta empresa familiar, es la cantidad de eventos culturales que ofrece semanalmente, desde conciertos hasta presentaciones de libro, los artistas y espectadores han podido encontrar un lugar seguro en dónde convivir mutuamente; como el escritor Antonio Malpica, y la ilustradora Claudia Navarro, quienes presentaron, junto a Romer Ypunto, el cuento Dulce y Meg.

La librería con su característico color amarillo, olor a café y libros cerrados, comenzó a prepararse para la llegada de aquellos pequeños espectadores que con ansia desean conocer a Malpica, Navarro y Romer; algunos de ellos dan vueltas entre los pasillos buscando su siguiente lectura, algunos otros miran rompecabezas y juegos de mesa, y los pequeños que llegaron se distraen con las portadas de los cuentos infantiles.

Un sábado tranquilo para el establecimiento, parece incluso haber más gente en la cafetería de la sirena que en la librería misma; la hora se va acercando, y la audiencia comienza a subir al tercer piso del lugar donde se encuentra el foro que albergaría la presentación de Dulce y Meg.

En una pequeña sala, con aproximadamente cuarenta sillas distribuidas en dos secciones, al centro se nota un pasillo que termina en el pequeño escenario donde los autores suelen presentarse; con cuatro sillones grises, y una pequeña mesa de centro que sostenía botellas de agua y el ejemplar del que se iba a hablar, el ambiente ya se sentía con más alegría.

Claudia fue la primera en llegar a su lugar, quien rápidamente ocupó uno de los sillones del lado derecho y comenzó a charlar con algunas personas que se encontraban en la primera fila; a los pocos minutos entró Malpica, con una sonrisa que lo hacía parecer un poco nervioso, como si las presentaciones de sus más de 60 libros escritos hubiesen desaparecido y se encontrara en una situación de este tipo por primera vez.

Se presentó formalmente con algunos jóvenes que se encontraban ya esperándolo del lado derecho del foro, parecían familiares de amistades, cual cadena de conocidos que se recién se encuentran, los nombres y sacudidas de mano duraron un par de minutos; al terminar, Malpica al fin pudo encontrar el asiento donde duraría poco, pues al comenzar la charla prefirió ubicarse del lado contrario.

Romer llegó al final, tal vez una corta conversación o un típico tráfico de la Ciudad de México lo atrapó, sin embargo, con su sonrisa y alegre actitud logró animar a todos dentro del foro. No había tanta gente como la librería esperaría, incluso se habían impreso postales de regalo para cada persona del público, pero a lo mucho debió haber entregado veinte de ellas.



Romer estaba dando su mejor espectáculo para los cinco infantes que se encontraban sentados, todos acompañados por sus madres o abuelas. Dulce y Meg fue escrito con el propósito de leerse a niños tan pequeños, que la mayoría de los asistentes eran adultos que en algún punto de su vida habían tenido un acercamiento a la palabra escrita de Malpica, y esperaban que les firmara algún otro de los ejemplares que les acompañaba.

La transmisión dio comienzo. Una historia sobre un pequeño niño que al visitar la casa de su abuela veía a un pequeño perro, que a ella le pertenecía, escapar de la casa cada que veía la puerta abierta, y aunque con temor de que no volviera se quedaban, siempre regresaba con su familia. Teniendo esto como un pequeño trauma, Romer explica que le costó un poco aceptar que quería adoptar a Merlí, el que ahora es su perro.

Con miedo a que fuera como la mascota que algún día conoció, decidió tomar valor y aceptar a este pequeño compañero de vida, que sí, llegó el punto en el que el animalito quería explorar por su cuenta, más cuando pasaban tiempo en las playas de Oaxaca; pero eventualmente Merlí regresaba, sabe que su familia lo ama y por esto mismo sus paseos no tardaban mucho cuando salían juntos, mientras Romer y su esposa caminaban por la playa, Merlí corre y corre hasta que se cansaba, y regresaba con ellos.

Conmovida con la historia, la audiencia también contó un poco sobre sus mascotas: sus nombres, apodos y travesuras comenzaron a ser los temas que se trataban entre los pequeños presentes. 

Para seguir con la charla Claudia, ilustradora, tomó el micrófono y explicó un poco sobre el proceso que la llevó a encontrar la identidad de los personajes que escribió Malpica. Teniendo como recurso gráfico las fotografías que les tomaba a sus propios perritos, Navarro mostró los bocetos originales de la obra, así como explicaba su propia historia sobre su acercamiento a las mascotas.


Como cualquier persona, al principio no le encantaba la idea de que los canes durmieran con sus dueños, o que se convirtieran en seres tan consentidos, pero al final cedió y hoy, sus dos mascotas, forman parte importante de su vida. Tanto así, que los tomó como protagonistas.

Habló un poco de las técnicas que utilizó para las ilustraciones, y alabó a la editorial por la forma en la que juntan sus ideas, y la inserción de los textos en el libro, y se mostró entusiasmada de mostrar su trabajo; Malpica como Romer alzaban sus ilustraciones para que todos pudiesen ver su talento.

Claudia no tardó mucho, y pasó rápidamente el micrófono a Malpica, quien, como cualquier escritor, supo deleitar al público con una conmovedora historia. Su vida en cuanto a los acompañantes perrunos era divertida, pues al ser joven y tener deseos de encontrar una mascota, le pedía a sus padres que por favor le dieran el gusto.


Era el segundo más grande de, en ese momento, cuatro hermanos, y Antonio insistía a su familia que les permitiera criar una mascota, pero sus padres, quienes fueron “moldeados a la antigua” aseguraban que un perro solo podía convivir con los pequeños a partir de los cinco años. Sus dos hermanas pequeñas crecían, y cuando la fecha se acercaba, cuando el sueño de cualquier niño parecía estar a punto de cumplirse, la madre de los Malpica se embarazó.

“Otros cinco años sin perro” dijo un pequeño Toño, quien aunque no recuerda haber hecho ese comentario, su familia le cuenta que fue su expresión al enterarse de la noticia. Los años pasaron, y aquel pequeño que demoró su deseo por fin cumplió la edad establecida por los Malpica. Para este momento Toño ya era un adolescente, y la idea de un perro en casa ya no era la misma a cuando era un infante, es por esto mismo que, aunque amó a su “perro feo” -porque este perro en serio estaba feo, según palabras del propio Toño- no fue la misma experiencia que esperaba.

Los años pasaron, él creció y formó una familia, quienes hace no muchos años comenzaron a introducir la propuesta de adquirir una mascota; Toño, por su experiencia previa con los canes, no estaba del todo seguro sobre hacerse cargo de un ser vivo, pero el juego fue un poco en su contra, y al salir de un metro, en un callejón un tanto sospechoso, acompañado de sus hijos, encontraron al que obviamente se convirtió en su acompañante de vida.

Sus anécdotas siguieron, y con mucho amor expresaba el cariño que le tiene a sus dos perritos, Charly y Brownie. Después de contar su propia anécdota, Malpica fue el único que habló más de la trama del cuento, comentando que aunque es infantil, tiene un “final oscuro”, Dulce y Meg narran una historia de una vida entera. No quiso entrar más en detalle, pues él sabía que el público identificaba a lo que se refería, y al ser un cuento tan pequeño, tampoco quería dar muchos detalles, prefirió invitar a que adquirieran el libro.

Las caras del público demostraban ternura al escuchar a los tres presentadores; el último detalle que la librería y la editorial prepararon fue de lo más emotivo, pues con la canción “Ladrando a la Luna” de Kudai -canción conocida por formar parte de la banda sonora de Bolt, película de Disney- y un proyector, enseñaron fotos de mascotas, entre ellas las de Claudia, Romer y Toño, así como también otras que son recordadas por sus personajes en televisión.

Todos con sonrisas, y algunos otros incluso con lágrimas, veían atentamente a todos los perritos; la canción terminó, y aplaudieron el trabajo de todos para haber ofrecido tan divertida presentación. Romer hizo saber que Claudia y Toño estarían firmando libros a quienes quisieran adquirirlo, cosa que la mayoría hizo.

Algunos, yendo a caja a pagar, otros ya con el ejemplar preparado, se hizo una pequeña fila en el pasillo del centro del foro; mientras claudia dibujaba perritos en sus dedicatorias, Toño escribía palabras de cariño a sus lectores. Este final fue rápido, las fotos se hicieron presentes, y la emoción seguía latente.

Así, cuando dejaban de pasar los lectores, salían de la pequeña sala, algunos ya platicando, otros buscando dónde tomar más fotos, y los empleados de Librerías Gandhi invitaban a seguir visitando este tipo de eventos, pues al final, son los lectores quienes los mantienen vivos.




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