Señoras del Narco y el periodismo de alto riesgo de Anabel Hernández


Por Elisa Domínguez Álvarez Icaza
México. Anabel Hernández es una periodista que se ha caracterizado por sus reportajes reveladores desde comienzos de los 2000. Cada investigación que ha hecho se enriquece de su propia trayectoria.  De esa forma, Emma y las otras señoras del Narco es una culminación del trabajo de su vida. Como antecedente, Anabel ha publicado otros libros relacionados con el crimen organizado y la corrupción, siendo esta última publicación, la pieza del rompecabezas dedicada a analizar el papel de las mujeres en dicha esfera.

El libro es un ejemplo del periodismo de investigación, al cumplir con los requisitos propios. Desde su objetivo, el libro de Anabel Hernández busca divulgar algo oculto, que no ha sido investigado bajo ese ángulo con anterioridad. El conocimiento experto es aportado por la misma autora, que recoge patrones, líneas del tiempo y caracterizaciones de los testimonios y recopilaciones documentales. Su metodología la remite a las personas involucradas, a los documentos judiciales, a diversos trabajos periodísticos; muchas veces haciendo lo que la policía no hace. 

A nivel de contenido, entender el motor que motiva a los criminales es una de las líneas más interesantes del libro. Anabel explica cómo las mujeres son utilizadas para satisfacer más allá de sus necesidades afectivas, sus necesidades de validación y autoridad, la puerta de entrada a grupos sociales donde no pueden entrar. Si se entiende cómo funciona su círculo más cercano, se comprenden sus motivaciones y las razones que perpetúan el sistema delictivo. En ese sentido, el trabajo reporteril va más allá, al explicar cómo funciona una sociedad entera. 

Se analizan los discursos alrededor de las mujeres en un mundo patriarcal que se potencia en las esferas criminales. Por ejemplo, cuando expone los casos de las mujeres en el espectáculo, Hernández señala: “al tener a esas mujeres, el valor de todas las demás disminuía; qué más daba utilizarlas, traficarlas, esclavizarlas, convertirlas en niñas sicarias o en burros de carga de droga. La degradación voluntaria de esas mujeres famosas que iban con los narcotraficantes indirectamente condenaba a todos los demás.” (p.201) O cuando discute los códigos sociales distorsionados, que hacían que Emma Coronel, la esposa del Chapo, fuera vista como una mujer aspiracional. También habla de las significaciones del glamour, pagado por la sangre y violencia, bajo la premisa de la ignorancia las parejas. 

El libro se estructura en diez capítulos. En cada uno se discute la situación de una mujer en específico en torno a un capo, pero se mantiene como punto central el funcionamiento de los carteles de droga y cómo cada protagonista se fue involucrando en ellos y qué consecuencias trajo a su vida en su papel de esposas, amantes, cómplices o víctimas.  Se utiliza la narración y la descripción para elaborar retratos de sus roles en los núcleos familiares y criminales fuera de los mitos grabados en el colectivo.

Como se señala en el título, Emma Coronel es la figura conductora. Sirve para contrastar y comparar su historia con la de las otras mujeres protagonistas. De esa forma, el libro empieza y acaba con ella. Su relevancia deriva del alto perfil del criminal con el que está involucrada, así como en convertirse en la primera mujer que rompe el pacto de impunidad dentro de la cúpula delictiva. Habla de los lujos con detalle, pero también se detiene en sus infiernos domésticos. El relato empieza en su infancia, interrumpida por los sembradíos del Cártel de Sinaloa. Conoció al Chapo cuando ella tenía 17 años y él alrededor de 50 años, desde el origen perfilando una historia de abuso. Hernández describe su evolución junto al ascenso y caída de la cabecilla criminal. Con frases como “mujeres como Emma son su alimento, su premio y su coro” (p.44), el personaje adquiere dimensión dentro de la concepción del lector, mientras recolecta datos importantes de su trayectoria. 

Los siguientes capítulos continúan el mismo formato. Posteriormente, se aborda la historia de las actrices Marcela Rubiales y Zoyla Flor, involucradas con el líder del Cártel de Guadalajara, Ernesto Fonseca, “Don Neto”. El apartado dedicado a la historia de Doña Blanca, relacionada con el cártel de los Garibay, adquiere tintes dramáticos, al hablar de traiciones y rencores familiares. Después, la historia de criminales con Ever Villafañe y Rafael Caro Quintero se conectan a través de Diana Espinoza, quien fue su pareja y vivió de los frutos de su trabajo hasta que no pudo “seguir viviendo en el mundo que había construido en su mente” (p.106).

Criminales como Edgar Valdés, “la Barbie”, son abordados desde su aparente mansedumbre: el capítulo cinco habla de Priscilla Montemayor, su esposa. Ella, a diferencia de las demás, nació en cuna de oro dentro del narcotráfico, sin que eso le ahorrara posteriores desgracias. Al estilo de las historias de mafias sicilianas, la historia empieza el día de su boda. “Priscilla estaba acostumbrada a tener materialmente todo lo que deseaba” (p.114). Sin embargo, a su relato lo sigue el amorío de la Barbie con la actriz Arleth Terán y el involucramiento del actor y ahora diputado Sergio Mayer. 

El libro se detiene en la ex Miss Universo, Alicia Machado, quien tenía una relación con Gerardo Álvarez Vázquez, “el Indio”. Se discuten el flujo de propiedades, los altibajos en su carrera y su situación familiar para llegar al juicio de su estatus. En la misma línea del espectáculo, Arturo Beltrán Leyva, líder del cártel homónimo, es presentado dentro de la narrativa de Ninel Conde y Galilea Montijo. Dentro de los elementos, destaca el mapa de relaciones: conforme avanzaba su carrera artística, crece un círculo que involucra a políticos y narcotraficantes a través de las reglas del dinero. 

Finalmente, la historia regresa a Joaquín Guzmán, “El Chapo”, a través de su amante. Los recursos narrativos utilizados son especialmente efectivos para mostrar la vulnerabilidad de las mujeres partícipes.  Lucero Sánchez, amante del líder del Cártel de Sinaloa, es detenida en la frontera con Estados Unidos, donde posteriormente es procesada. No obstante, ella antes fue conocida por ser diputada local en Cosalá sin experiencia política ni nada es gracias a su relación con el antes mencionado. Su participación contribuyó a la caída del cuento de la relación idílica entre Emma y El Chapo. Así, el relato concluye en el juicio a Emma, junto a un espectáculo mediático que dividió a la opinión pública. 

A lo largo de todo el libro, la contextualización es clave. Hernández habla de las estructuras, de la historia y orígenes de cada familia criminal. Asimismo, aborda el panorama político: los sexenios de Fox, Calderón y Peña Nieto y los respectivos funcionarios coludidos. Para ello, la periodista se sirvió de otros trabajos periodísticos, como notas, reportajes y programas, que funcionaron como fuentes para completar la investigación. 

Más específicamente, después de cada capítulo, como parte de la disciplina periodística, en las notas al pie cada fuente es mencionada. Uno de los elementos más importantes del libro es que la fuente primordial son los testigos directos de los hechos. Que, además, están corroborados y contrastados entre sí, al grado de que la PGR los toma como válidos para sus propias investigaciones.  Así, se menciona su tipo de perfil y nombre, aunque también hay informantes cuya identidad está reservada.  Asimismo, se incluyen expedientes criminales y documentación judicial que brinda contexto y corroboración. 

Es relevante mencionar que este trabajo se trata de un periodismo de alto riesgo. Los informantes y los periodistas ponen en riesgo su vida motivados por el cambio que puede generar abrir la discusión. Hernández tuvo información delicada en sus manos, que nunca usó para revictimizar, marcando siempre su posición a lado de los miles de víctimas que han dejado el narcotráfico.  Tampoco traspasó los límites de la intimidad de las mujeres. Comunicó lo que era de interés público bajo el cuestionamiento, no la condena. 

En conclusión, es un libro que genera conversación. El lector podría irse por los nombres de famosos, los detalles escabrosos, los prejuicios; sin embargo, Anabel logra crear una reflexión profunda alrededor de las mujeres dentro del mundo del narcotráfico. Como señala desde el principio, son víctimas y victimarias, parte de un ciclo de violencia y abuso que ha marcado la realidad del país. Cuestiona el papel de cómplices, mentes maestras y de víctimas. Así como de agentes de cambio, en un afán de romper el pacto de silencio. Producir, leer y discutir este libro es contribuir a un debate que nos compete a todas y todos. 

Fuente: Hernández A. (2021) Emma y las otras señoras del narco. Grijalbo.

 
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