Bad Bunny y Drew Gulak, una historia de éxito en la WWE

Foto: WWE

Por: Faustino Alcántara
Mundo. Bad Bunny enamoró al mundo entero por conducto de sus canciones, pero también al universo luchístico con sus apariciones en la World Wrestling Entertainment (WWE). Y es que su éxito sobre los cuadriláteros proviene de una motivación singular desde pequeño, aunque está acompañada por el seguimiento especial de un gladiador profesional que no recibe tantos reflectores como debería.

Desde muy joven, el oriundo de Almirante Sur, Puerto Rico fue un consumidor asiduo de la programación de la WWE; por lo que siempre creció al tanto de lo que sucedía en el entretenimiento deportivo. A través de sus letras ha desbordado dicha pasión luego de referenciar a múltiples estandartes de la compañía como The Undertaker, Eddie Guerrero, Triple H, Booker T, Ric Flair y John Cena.

Cuando recibió la oportunidad de trepar a los encordados, decidió no desaprovecharla. Entonces concretó su sueño de niño, identificó la complejidad de la disciplina; reconoció el terreno, se puso las botas y entró de lleno al ring para adquirir las nociones básicas de la lucha libre. En el proceso, Drew Gulak recibió la encomienda de introducirlo a la industria del deporte-espectáculo.

El nacido en Pensilvania es uno de los atletas más destacados debido a su dominio técnico en la empresa. Arribó en 2016, después de sobrepasar múltiples desafíos en la escena independiente de Estados Unidos. Brilló por la creatividad que imprimió en cada castigo sobre la lona. Asimismo, compitió bajo distintas modalidades: la lucha ultraviolenta fue una de ellas.

En WWE, Gulak se erigió como uno de los elementos más constantes en el relanzamiento de la división crucero. Incluso conquistó el campeonato de las 205 libras, hoy extinto en el emporio, pero de a poco comenzó a perder continuidad dentro de los shows televisados. Nunca fue considerado como un estelar ante los ojos de sus directivos, de ahí que a partir de la segunda mitad de 2020 fue relegado a un olvido prematuro.

Foto: Twitter

En ocasiones realiza apariciones esporádicas alrededor del cetro 24/7, la presea de menor relevancia en el orden jerárquico de la promoción. De igual forma, suele ser utilizado para impulsar a otros luchadores, con tal de que desarrollen su personaje. La derrota representa una forma clara para que el rival afiance su estatus y poderío, previo o durante una rivalidad.

Es la viva imagen de un príncipe ilegítimo. Al menos, uno de los tantos en la nómina. Un deportista labrado a lo clásico, con el potencial de renovar la visión del entorno. El objetivo de la WWE no es ofrecer un producto ligado al wrestling puro, sino al entretenimiento. La capacidad en el ring no está peleada con el estrellato, pero cede a menudo ante los grandes nombres que hacen maquinar el negocio.

Drew Gulak ha cambiado su misión. Desde el año pasado se ha dedicado a pulir los destellos de Bad Bunny. Su cometido es simple: hacer que el cantante luzca mejor cada que ingrese al cuadrilátero. No sólo lo ha dotado de seguridad, en su accionar y hacia sus compañeros, sino que ha posibilitado que ejecute con certeza movimientos poco esperados de alguien ajeno a la disciplina.

El resultado es patente en noches como la del 10 de abril de 2021 en WrestleMania 38, cuando batalló por 15 minutos junto a su compatriota Damian Priest. Al igual que en la del 29 de enero de 2022, durante Royal Rumble 2022, en la que le costó un combate titular a Sheamus y Dolph Ziggler; provocó la eliminación de dos exmonarcas mundiales, de largo aliento en la compañía, luego de que desplazara sus cuerpos por encima de la tercera cuerda.

Gran parte del regocijo es consecuencia directa del compromiso y anhelo de Benito Martínez, quien siempre ha procurado dignificar la lucha libre profesional. Aunque el mérito restante podría estar más orientado hacia Gulak. WWE no se equivocó en asignarle una tarea de tal magnitud. Ha demostrado que, frente a cualquier función o circunstancia, es una garantía.


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