Experiencia humana: más que el ciclo de la vida


Por Ana Paula Sierra Reyes 
México (Aunam). Al fin que para morir nacimos, dirían algunos. Y no hay manera más explícita de decir que la muerte es inevitable para todos nosotros. Y también para la hermana Rosa Mariscal, de la Fraternidad Misionera Verbum Dei, la muerte es un destino que a todos, tarde o temprano, nos tocará enfrentar.

La hermana Rosa Mariscal (o Ros, como le dicen en su parroquia) portaba una amable sonrisa que se alargaba hasta sus ojos, demostrando la alegría con la que vive la vida. Detrás de ella, se podía ver el mueble de madera que ocupaba su habitación, una ventana y también una pared en la que apenas se distinguían unas letras amarillas. 

La sonrisa de la hermana Ros tenía todo mucho sentido, pues la muerte, desde la perspectiva católica, es “una llamada de Dios”, como diría ella misma. La muerte, para el cristiano, no es un final sino una transición de vida. 

Multidimensionalidad

Asimismo, el humano se mueve más allá del plano únicamente terrenal; la hermana Ros explicó que el ser humano tiene más de una dimensión: la física, la psicológica y la espiritual. La muerte física es como un punto final, pero si se trata de la transición de la que habló la hermana Ros, es una muerte que está en el ámbito espiritual. 

La fe reconoce al humano no sólamente como un ser unidimensional, sino como un ser con alma y consciencia. Aquí radica la gran prevalencia que tiene la defensa de la dignidad humana, pues ésta trasciende el plano terrenal hacia la eternidad después de la muerte. Es decir, en el Cielo, en comunión con Dios.

También mencionó, con gran intensidad en sus palabras, que reducir al ser humano a la esfera física es simplista e incorrecto. El alma trasciende y se separa del plano físico cuando Dios le llama. Esto es, por supuesto, complicado entender para quienes no comparten la fe religiosa, admite la hermana Ros, pero la consciencia no se limita a quienes tienen fe, sino a toda especie humana. 

Por estas razones, la Iglesia se posiciona en contra de la eutanasia y prácticas similares, se tiene la acepción de que éstas no defienden la dignidad humana. Ante esto, mientras una persona tenga “vida natural”, sigue vivo; incluso alargar la vida resistiéndose a una muerte inevitable cae en el área que no corresponde al derecho del humano. Pero entonces, la hermana Ros toma en cuenta un concepto que va casi de la mano con la muerte: el sufrimiento. 

Experiencia humana, el sufrimiento 

Como la muerte, el sufrimiento es una experiencia indiscutiblemente universal. Todos sentimos dolor en algún momento, con fe o sin fe, y como humanos, buscamos huir del sufrimiento. La hermana Ros, en su lugar, recuerda entonces que “Dios abraza a la vida humana con todo lo que conlleva; parte de la vida humana, es también el sufrimiento”.

Y por esto, los cristianos adoptan un sentido otorgado al sufrimiento: el de la Redención y la Salvación, habiendo incluso Jesucristo experimentado el sufrimiento en carne propia “abrazando” esa humanidad por la salvación. El sufrimiento redime, da significado. Sin embargo, esto se aleja de una visión masoquista o algo por el estilo, puesto a que es un sufrimiento que se asume como parte de la existencia humana (al igual que la muerte) y se enfrenta mediante la fe para comprometerse a la vida y a la salvación. Justo como Jesucristo.
Pero ¿no es complicado pensar de forma tan positiva respecto a la muerte? Incluso siendo una persona de fe.

Miedo, otra experiencia universal 

Hay gente que vive con miedo a la muerte, miedo al sufrimiento que esta conlleva, ¿por qué da miedo morir? La hermana Rosa contesta que es por la falta de control del humano, pero que la fe da respuesta a eso desconocido, pues quien tiene fe “vive la vida y la muerte con más certeza”. Da un sostén. Una respuesta.

“Una persona cuanto más conoce a Dios, vive de una manera más natural, menos violenta, la muerte; una persona que no tiene fe la vive con mucha incertidumbre y mucho miedo”.
Sin embargo, el miedo no se va. Es humano en su totalidad. La hermana Rosa comenta que en su experiencia, ha oído testimonios de gente que vive con más serenidad teniendo fe que quien no la tiene. 

—¿Es “no cristiano” temerle a la muerte, entonces?

La hermana Ros contesta un contundente “sí”; quien tiene fe pero desconoce las dimensiones de su fe es igual que una persona que no tiene que ver con el cristianismo. Pero se refiere a aquel pavor incontrolable que deja desasosiego en el alma, pues el miedo nunca deja el cuerpo completamente: la pérdida y el temor son sentimientos humanos. 

Justo como cuando el bebé recién nacido sale del vientre de la madre, “muere a una manera de vivirse y nace a una manera nueva”. Nosotros también, morimos de la certeza del mundo terrenal y nacemos de una forma distinta junto con Dios. Las semillas también pasan por la muerte, se pudren pero en la tierra renace como una nueva planta; es una transformación. La diferencia está en que la fe en Dios aligera esa carga, como comentó la hermana Ros. Dios nos hace valorar la vida con la trascendencia que va más allá de la vida terrenal.

Si no se conoce a Dios, de acuerdo a la hermana Ros, la muerte queda simplemente como un obstáculo, no como un proceso. Se ve como algo que termina con algo que es tan amado por la humanidad como es la vida. Jesús viene a darnos respuesta ante la experiencia de muerte: no viene a condenar, sino a dar sentido a esa muerte que los humanos tenemos.

El sentido de todo

La Salvación eterna católica (católico significa universal) es la justificación de esta muerte-transformación que se manifiesta en aquellos que tienen en su corazón a Cristo, pero también, de acuerdo a la hermana Ros, en gente sin fe que obra como Dios quiere: “es natural la semilla del amor; es natural en el ser humano, crea o no crea. Porque Dios formó así al ser humano”. 

Si hemos vivido en el amor, cuenta siendo cristiano o no, pues “se ama a Jesús, cuando se ama al prójimo”. Y tal y como dijo la hermana Ros: “El amor va más allá de todo y el amor le da sentido a la muerte”.

Las primeras y últimas palabras

La curiosidad picó, por supuesto surgió la pregunta sobre las letras en la parte de atrás de su pared. La frase, escrita en amarillo, enunciaba: “El Señor va a pasar”. La hermana Ros dijo que es un recordatorio de que Dios está todos los días, desde el inicio de la jornada, y de que debe estar alerta para reconocerlo en el mundo cotidiano. 

La pared, a su lado derecho, cubierta de dibujos hechos por una misionera con la que trabajó (me da curiosidad pensar cómo serán las misiones en tiempos de virtualidad, pero eso ya es tema de otro día). También tiene una imagen de la virgen y el “Fiat!” o “Hágase”, para tomar el ejemplo de María, que aceptó el plan que Dios tenía para ella. Jesús mismo aceptó el destino del Padre al morir en la cruz. Él mismo pasó por la experiencia humana de la muerte, con la resignación que imita un creyente. Platicando con la hermana sobre este momento muy humano de Jesús, hombre y Dios, citó Lucas 23:46; “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró”.



Bookmark and Share

No hay comentarios.

Con tecnología de Blogger.