26 de febrero de 2021

Marlene Garay, entre vida laboral y estudiantil: ansiedad por futuro incierto

Por Diana Carolina Buendía Maldonado y María Fernanda García Moreno 
CDMX (Aunam). Bajo el contexto actual de la crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19, la estudiante universitaria Marlene Anaid Garay Almazán, se ha visto afectada en el ámbito académico y económico. Al tener que adaptarse en un periodo de tiempo corto a la “nueva normalidad”, donde las limitaciones en la capacidad de interacción con su entorno le ha generado ansiedad y angustia por la incertidumbre del mañana. 


Garay Almazán, de 20 años es estudiante de la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), además trabaja en  Kidzania Santa Fe, un parque de diversiones para menores de edad,  que le ayuda a solventar sus gastos.

Escuela en línea: un limitante para el aprendizaje 

Para Garay Almazán, internet se ha convertido en una de las herramientas más poderosas del siglo XXI. Durante este periodo de contingencia este instrumento se ha configurado como un aliado, puesto que gracias a él puede mantenerse el proceso de comunicación interpersonal, que permite a las personas continuar con un estilo de vida similar al que llevaban antes de la pandemia. 

Las escuelas se han tenido que adaptar a una modalidad en línea que les permite a los estudiantes seguir aprendiendo e interactuando con otras personas. No obstante, Marlene señaló que al ser este un suceso inédito han surgido algunas dificultades que limitan el proceso de aprendizaje de los alumnos, entre ellos, destacó las interferencias en los canales comunicacionales y la creciente dificultad para lograr una plena concentración en las clases.

Además, la estudiante recalcó que el conocimiento no sólo se obtiene a través de libros y clases teóricas, sino que también se forma a través de la experiencia y las relaciones sociales. Por tanto, la alumna considera que el tomar clases a través de una pantalla no sólo es un limitante para el aprendizaje académico, sino que también lo es para el desarrollo pleno de la vida social y la formación personal que los individuos suelen adquirir de ésta.   

De vuelta al trabajo: expuesta al contagio

La economía del país se ha visto afectada por la llegada del Covid-19 y, como consecuencia, ha provocado que en los sectores, varias micro y macro empresas se hayan ido a la quiebra o estén en proceso. Y, esto, a su vez, ha incitado al despido masivo de trabajadores, pues no hay cómo pagarles su salario sin ingresos. 

Afortunadamente, la empresa en donde la futura comunicóloga labora cuenta con algunos socios y sucursales que le ayudan a solventar sus gastos, por tanto, considera que es improbable que llegue a quebrar. No obstante, al igual que el resto de negocios, la compañía también se encuentra en un periodo de crisis financiera, prueba de ello es la reducción significativa de salarios. 

La reincorporación a las actividades laborales dentro de la nueva normalidad representa un reto nuevo para los trabajadores, desde la necesidad de tener que usar un cubrebocas en todo momento y cumplir un protocolo estricto antes de ingresar a las instalaciones, hasta  el hecho de tener que evitar en la medida de lo posible la interacción física con cualquier otra persona. 

Por otra parte, Marlene comentó que la pandemia también ha impactado significativamente la experiencia de los consumidores, quienes al igual que los empleados están sujetos a los nuevos protocolos de seguridad que deben seguir en todo momento, a fin de prevenir contagios. 

Finalmente, para la estudiante de licenciatura, estar en cuarentena y no tener que asistir a clases presenciales y/o a su trabajo le ha dado más tiempo libre para realizar actividades recreativas o para llevar a cabo sus tareas laborales y escolares. Económicamente no se ha visto afectada, ya que no depende de su salario, pues aún vive con sus padres, por lo que, el dinero que le pagan lo ahorra, indicó.



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Vitrales del Castillo de Chapultepec: origen y restauración

Por Yulissa Arcos 
CDMX (Aunam). El icónico Castillo de Chapultepec de la Ciudad de México está cargado de memoria y esfuerzo. Por ello, el Museo Nacional de Historia impulsa charlas que visibilizan las diversas piezas que se albergan en el recinto; los vitrales emplomados del Alcázar no son la excepción. Rosana Calderón y Alejandro Ramírez, especialistas en museología y restauración, nos cuentan más al respecto. 


Los cinco vitrales ubicados en la planta alta del del castillo datan de 1900. Cada ejemplar cuenta con 25 paneles de 84x74 centímetros con un total de 1323 piezas; pedido del entonces presidente Porfirio Díaz quien habitaba el edificio. La prestigiada casa vitralera de Charles Champignneulle en Paris fue la encargada de su elaboración.

Champignneulle fue un galardonado vitralista francés. Recibió premios a nivel internacional y formó parte del jurado de arte en vidrio en las exposiciones universales de arte en Paris. Tras su muerte su hijo se hizo cargo del prestigiado taller, pero también murió. Por ello, se desconoce al encargado de la colocación de los vidrios del palacio. 

En esta obra se puede apreciar a cinco diferentes diosas grecorromanas:  Ceres, diosa de la agricultura, la cosecha y la fertilidad. Diane, diosa de la caza, la luna, amante de los bosques y las montañas. Hebe, diosa de la juventud y proveedora del néctar divino. Flore, diosa de la primavera y la flora. Pomone, diosa de los árboles frutales y los huertos. 

La ornamentación arquitectónica de los vitrales tiene elementos similares entre sí. En cuanto al diseño presentan algunas variaciones como: las plantas y la vegetación del fondo, el personaje principal y sus atributos, y el nombre en la cartela. Es importante resaltar que los vitrales están unidos con cañuela de plomo y cada una de sus piezas se sitúa en un lugar específico. 

Cada pieza requiere de un proceso especializado y complejo. Se emplean técnicas de grabado, uso de grisalla para la aplicación de color y forma, esmaltes para sombrear y proporcionar traslucidad y manejo de amarillo de plata que tiñe el vidrio con acabados transparentes. La elaboración requiere de diversos momentos de horneado para sellar el trabajo. 

Etapa de restauración


En 1998 inició el proyecto de restauración en el Museo Nacional de Historia. La primera etapa, conocida como Etapa Alcázar, se caracteriza por el diagnóstico, codificación y embalaje de las obras que se exponen; se trabajó con 5030 artículos. Además, se restablecieron muros, techos, maderas y tapices que abarcaban 13,657.77 m2.

Rosana Calderón, encargada del área de restauración, indica que tuvieron que diseñar una estrategia de embalaje para proteger los vitrales y arrancar con el mantenimiento. Primero, se colocó una capa de espuma de poliuretano acompañado con protecciones de madera al interior y exterior del edificio; se utilizaron tornillos de aluminio para no dañar ni perforar los vidrios. 

La restauración finalizó en 2001, etapa donde se evaluaron los posibles daños de conservación de los vitrales. Se valoraron factores como: causas de deterioro, condiciones físicas y químicas de los materiales, interacción de las piezas con el medio ambiente, efectos de la humedad producidos por la corrosión, condiciones atmosféricas, alteración de color, desajuste de los refuerzos de hierro y fractura de vidrios. 

Posteriormente, los vitrales se sometieron a un tratamiento de limpieza con agua destilada y jabón no iónico. El color se restableció con acrílico para conservar su transparencia. Los barandales detrás de ellos, también fueron estabilizados con removedor a base de agua y protegidos con cera microcristalina diluida en gasolina blanca. Algunos otros fueron cambiados. 

Los vitrales del Castillo de Chapultepec representan una etapa histórica muy importante, conjunto de una prestigiada colección que indica una época crucial en México. Su mantenimiento, a lo largo de los años ha sido excepcional y es imprescindible conocer qué hay detrás de ellos.

 
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Lolita, ejemplo de una madre soltera en la década de los 60

  • Una mujer que rompió roles de género y estereotipos en una época conservadora 
Foto: Daniela Mora Luévano  


Por Daniela Mora Luévano y Ingrid Alejandra Reyes Barajas 
CDMX (Aunam). La señora Diega Dolores Rojas mejor conocida como “Lolita” de 81 años, originaria de Iguala Guerrero, residente en Ciudad de México, fue una mujer adelantada a su época, ya que no quiso casarse luego de enviudar, en una época en la que todos la presionaban a hacerlo.

Lolita cuenta que tuvo cinco hijos, los cuales sacó adelante, como madre soltera, después del fallecimiento de su esposo Emilio Luévano, quien murió a causa de una adicción al alcohol aproximadamente en la década de 1960.

Al vivir en una sociedad conservadora, recibió varias presiones para volver a casarse, sin embargo, las rechazó por miedo a que sus hijas sufrieran abuso sexual por parte de la nueva pareja. 

A pesar de vivir bajo la presión social para contraer matrimonio, Lolita  destacó sentirse orgullosa de mantener a sus hijos de manera independiente, al vender pozole, tostadas, pambazos, y otros alimentos cocinados con la sazón de su estado de origen: Guerrero, y de hacer fotografía. 

La capacidad culinaria de la señora Diega fue obtenida luego de trabajar en fondas desde que era una niña. Su familia era de bajos recursos, hasta que en la adolescencia conoce al que fue su esposo, mientras trabajaba en una fonda, quien posteriormente la invitaría a trabajar con él en su estudio fotográfico. 

Pasado el tiempo, Emilio y Lolita se enamoraron y decidieron irse a vivir juntos en  la Ciudad de México , donde comenzaron a construir su patrimonio.

Sin embargo, al pasar el tiempo, la relación que mantenían se fue deteriorando y ella recordó haber recibido violencia por parte de su pareja. Lolita no podía mirar a nadie mientras caminaban por la calle, de lo contrario su esposo se ponía celoso. 

A Lolita le gusta tejer carpetas, ya sea como mantel o decoración. También riega sus plantas y cocina, en este punto, compartió su receta de plátanos rellenos de queso Oaxaca, asimismo la de tortas de papa.

También compartió que disfruta el chachachá, el danzón, el mambo, su canción favorita es “40 y 20”, pues le recuerda la relación que tuvo con su ex-esposo Emilio. La señora Dolores vive con dos de sus hijos, Silvia y Ángel, quienes la cuidan, y a pesar de la pandemia, ella dice sentirse bien tanto en salud, como emocionalmente.

Un consejo que Lolita les daría a las mamás solteras sería que actúen conforme a su criterio y elijan lo que ellas desean, sí su sueño es casarse y si no, también es válido.En sus propias palabras: “sí quieren casarse que se casen, si no ¿para qué?, ellas pueden salir adelante solas, yo salí adelante sola”.

Al finalizar, la señora Diega dejó abierta la invitación a una visita a su domicilio, cuando se esté en semáforo verde.


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24 de febrero de 2021

Disciplina y paciencia, cualidades de un buen cantante: Coral Díaz

  • La artista lucha contra la dificultad de encontrar un trabajo fijo y bien pagado
  • En México no hay las suficientes oportunidades laborales “estables” 
Coral Sabrina Díaz Huerta, profesora de canto, impartiendo clases en tiempos de pandemia. Foto por: María Fernanda García Moreno

Por Diana Carolina Buendía Maldonado y María Fernanda García Moreno
CDMX. (Aunam). Desde que Coral Sabrina Díaz Huerta (Puebla, 1991) era una niña, su inquietud por conocer y entrar al mundo artístico estuvo presente. Pasaba horas ante la radio escuchando a sus cantantes favoritas e imaginaba algún día cantar como ellas. Con el paso del tiempo la música tomó más fuerza dentro de ella y no desistió. 

La artista poblana creció en un contexto cultural, donde el ámbito artístico era infravalorado. Por lo que, durante su infancia la postura ideológica de sus padres fue un limitante para que pudiera desarrollar libremente sus habilidades musicales, aunque tampoco fue un impedimento.

A los 16 años, mientras cursaba la preparatoria en el Colegio de Bachilleres tuvo la oportunidad de estudiar al mismo tiempo en el Conservatorio de Puebla. Sin embargo, sus padres, al creerla inmadura para tomar esa decisión, la condicionaron para que tuviera buenas notas en el bachillerato o la sacarían del conservatorio. Pronto pudo trabajar como maestra de canto y sus padres desistieron de su oposición hacia su carrera.

Actualmente, a la edad de 29 años, ya como mezzosoprano (voz media que se encuentra por debajo de la soprano y por encima de la contralto), es profesora de música en la Escuela Universalista de Música en la Ciudad de México y da clases particulares. También, es becaria del Sistema Nacional del Fomento Musical  y de vez en cuando es llamada en otros lugares a participar en algunos eventos.

El pertenecer al Ensamble vocal del Fomento Musical, le ha permitido aprender y crecer tanto a nivel profesional como personal. Ha tenido la oportunidad de viajar y pisar nuevos escenarios de los cuales se enamora cada vez. En cada presentación, la adrenalina se apodera de su cuerpo y siente que su corazón se sincroniza al ritmo de las melodías. 

A pesar de ser una cantante que ha estado en diversos escenarios de distintos tamaños y con gran reconocimiento dentro del país, como Bellas Artes y el Auditorio Nacional, ella considera que las experiencias musicales que más la han marcado no son inversamente proporcional al tamaño del escenario o del público, sino al aprendizaje que se lleva consigo.

A pesar de que Coral es una profesional  con bastantes años de experiencia y un repertorio musical amplio, la cantante confesó que de ocho años de asistir a audiciones sólo se ha quedado con dos papeles, pues la competencia es muy amplia. Por tanto, ella considera que las cualidades que debe tener todo buen cantante son la paciencia y la disciplina. 

Por otra parte, ha tenido que luchar contra la dificultad de encontrar un trabajo fijo y bien pagado, pues en México no hay las suficientes oportunidades laborales “estables”. No obstante, a diferencia de algunos de sus colegas, el tener una beca le ha permitido mantenerse en una posición afortunada dentro del contexto actual de la contingencia del covid 19. 

Finalmente, la vocalista reveló que la pandemia no es ningún impedimento para crear y explorar  nuevos horizontes. Tiene proyectos en puerta que próximamente el público podrá disfrutar de forma segura desde la comodidad de su casa. 


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22 de febrero de 2021

Corrector de estilo: La parte más oculta del proceso editorial


Por Alan Mauricio Hernández Vázquez
México (Aunam). Dentro del mundo del periodismo, existe una rama que no se discute a menudo en estos tiempos digitales donde la inmediatez refleja una nueva necesidad para el consumo de noticias. Todos sabemos que existen distintas ramas que se encargan de una función en específico para la elaboración de un periódico y, sin embargo, no muchos saben del término: Corrector de estilo.

Pablo David Saldaña Amador, corrector de estilo, jefe de información de la Agencia Universitaria de Noticias (Aunam), y colaborador de revistas digitales como Fotogrammas, revista cultural, habló sobre la labor de un corrector, sus funciones, así como la relevancia que merece esta división dentro de una empresa periodística. 

¿Cuántos años lleva con esta profesión? 

-Como corrector, podríamos decir que por ahí del 2005-2007 en la revista “No Te Rajes” y posteriormente, del 2008-2011 en la agencia informativa del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.

¿Cómo definiría el trabajo de un corrector de estilo?

-El trabajo de un corrector de estilo es uno de los más importantes en el proceso editorial que termina por pulir, por dejar presentable el texto que finalmente llegará al lector. Incluso, se ha debatido sobre el nombre, en realidad se realiza una corrección morfosintáctica, es decir, ortografía, redacción, gramática, sintaxis, etcétera; va más allá del estilo. Somos los encargados de que un texto quede presentable ante la audiencia.

En su opinión, el también docente de periodismo de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM cree que esta labor no tiene tanto reconocimiento porque es la parte que no se ve: “no somos los reporteros que andan correteando la nota, no somos los redactores que están recibiendo la información de los periodistas, no somos los directivos que muchos de ellos tienen una vida pública bastante interesante”.

“Somos la parte más oculta del proceso porque la gente no sabe que existe, por ejemplo, tienen la idea de que el escritor entrega su manuscrito y tal cual se publica, esa es una parte. Y como nos toca la parte oscura, estar detrás de bambalinas, hay que asegurarnos de que todo termine bien”. Por lo tanto, aseguró, su trabajo no es público, no es de reconocimiento y no cree que sea un problema en términos de la gran audiencia, pero sí a un nivel editorial. 

“A final de cuentas, nuestro trabajo es que el autor y el lector se conecten con una buena obra, sin que nosotros brillemos”.

Para él, hay una diferencia marcada entre el corrector y el editor. Por un lado, el editor es responsable de la visión completa, es decir, él tiene que ver que el diseñador, los que se encargan de la parte gráfica, estén bien trabajado; también el editor tiene que ver que los textos tengan la extensión deseada y quepan en los espacios designados; tiene que revisar cómo se va a ver el producto final antes de darlo a conocer.

Mientras que el corrector de estilo solamente se encarga de la revisión textual y no pasa por ninguna otra faceta explorada por el editor. Esto significa que el corrector es solo un engranaje dentro este camino de revisiones que funge en este proceso editorial donde una vez que el escritor llega con su manuscrito ya realizado y en este caso, ya debería de haber sido revisado, pasa por: corrección de estilo, diseño y editor.

El corrector ¿Puede alterar el estilo de un medio  o es el medio quién la define?

-El nombre del corrector de estilo está un poco mal entendido o usado. Considero más bien que somos correctores morfosintácticos porque el estilo es otra cosa. Hay un estilo editorial que se debe preservar, cada periódico tiene uno donde los periodistas deben apegarse a ese estilo para escribir sus textos, notas, entrevistas, crónicas, reportajes; a excepción de los columnistas y de los periodistas de opinión, que ya tienen un estilo propio.

En este caso, el académico de la UNAM no imagina a un corrector queriéndole cambiar el estilo a Jairo Calixto Albarrán del periódico Milenio por ejemplo, que tiene un estilo picaresco, muy sardónico y sarcástico. 

Sin embargo, en las notas cuando un periodista o reportero no encaja en el estilo editorial del medio, ahí sí es donde el corrector encuadra ese texto al estilo general de la empresa. “Aquí tenemos dos estilos diferentes: por un lado, el estilo de la empresa editorial que sí se va a seguir, y el otro estilo que ya es el de cada autor, cuando tienen ese derecho ganado de poder tener su propio estilo, hablando en términos periodísticos”. 

Saldaña Amador, quien también escribe poesía y ha participado en una par de antologías, proporciona un listado de lo que se requiere para ser un corrector de estilo:

Leer mucho. 

Y no me refiero a meterte a las redes sociales y leer blogs que están mal escritos, sino checar libros, periódicos, ya que te puede enriquecer tu vocabulario, no importa qué tipo de lectura sea, si es un buen texto, lo seguirás leyendo.

Escribir mucho. 

Escribe lo que gustes y mandes, desde cosas periodísticas hasta cuentos o poesía porque tenemos que saber comunicar ideas, historias. En ese sentido, no se trata de corregir sino de saber hacerlo.

Tomar cursos o talleres extracurriculares sobre lectura, redacción y/o escritura. 

Hay que acercarse a libros que nos ayudan a aprender a escribir como “Redacción sin dolor” de Sandro Cohen; “Curso de redacción para escritores y periodistas” de Beatriz Escalante; cualquiera de estos libros facilita la forma en cómo nos expresamos a través de los textos.

Acercarse a “El Libro y sus orillas: tipografía, originales, redacción, corrección de estilo y de pruebas” de Roberto Zavala Ruiz. 

Es un libro-biblia para los correctores de estilo, es muy bueno porque incluye hasta las grafías que había que precisar como correctores en una editorial; te va explicando cómo es un proceso editorial; el lugar que ocupa el corrector de estilo; recomendaciones y hasta cómo debe de ser las relaciones entre autor-corrector.

¿Y cómo funciona esta relación entre corrector y autor?

-Este tipo de relación es algo que no se habla más a fondo; por la inmediatez, ya no hay esa relación y debería de volverse a aplicar en las empresas editoriales. La relación corrector-autor era estrecha porque tu trabajabas con el autor en la vieja guardia donde ambos se sentaban a argumentar y el autor tenía la posibilidad de defender su texto ante su corrector, mientras que éste último señalaba qué cosas estaban mal o no.

Esta relación estrecha, comenta, se ha perdido y ayudaba a ambos lados donde el corrector hacía un mejor trabajo por la presencia del autor ahí cerca para corregir con el que sabía la información y obviamente, le favorecía al periodista, que iba aprendiendo a escribir cada vez mejor.

Por cierto, usted que ha trabajado en distintos medios y plataformas ¿Ha notado una gran diferencia entre este nuevo periodismo digital? A comparación con el formato impreso, o ¿Lo ve como una nueva transición?

- A veces, se pretexta que, por las necesidades de la inmediatez, no se tiene tiempo para asear un buen texto. La verdad es que es un descuido y un desaseo por parte de las editoriales, de las empresas periodísticas, digitales en este caso, donde vemos por ejemplo la edición web de El Universal: es un caso triste con un sinfín de errores que se han hecho virales, que tienen que ver con el desaseo. Creo que esa es una de las diferencias.

¿Es una transición?

-Claro que es una transición, un camino que nos lleva a otro destino, pero ojo, sin dejar de ver que el estilo de la parte impresa seguirá estando ahí, con muchos años más. 

Hay profetas que han hablado de la muerte del periodismo impreso, pero eso no ha ocurrido y lo veo difícil que ocurra, ya que es un trabajo mucho más pulcro, precisamente por el tiempo para revisarlo y diseñarlo bien; algo a lo que debería de apuntar el periodismo digital.

¿Hasta dónde se va a llegar a perder la calidad una historia?

-Hay que considerar un aspecto relevante. Yo lo que le digo a mis alumnos es: “La mejor nota, no es la que se da primero, es la que se da mejor”. Eso es lo que debería de marcar a los medios digitales, pero esta carrera por la inmediatez los lleva a este camino torcido de los errores que, además le juega en contra del periodismo y cuando te topas con un medio con muchos errores de ortografía, gramática o sintaxis, pues también empiezas a dudar de su credibilidad, su profesionalismo, su calidad y finalmente, ya dudas de todo.

Cuando existe una historia en común donde todos los periódicos lo van a publicar, existe una gran disparidad entre sus artículos, es decir, uno te da la historia a medias y otras te dan todo un desglose de lo sucedido y hasta con datos adicionales que te ayudan a contextualizar la nota como tal. ¿A qué se debe éste fenómeno?

-Repito, la inmediatez tiene un cierto grado de culpabilidad, pero a la vez no, es un fenómeno al que tenemos de obedecer como periodistas, es una de las nuevas reglas del juego. 

Para el autor del poemario “Tras de la puerta. Sonetos pandémicos”,hay una falta de compromiso de los periodistas por investigar. Uno de los grandes pecados del periodismo en general, pero en particular del mexicano, es algo llamado (coloquialmente entre periodistas): la “declaracionítis”, que le da mucho peso a las declaraciones de funcionarios, del presidente, empresarios. “Y no investigamos, no hay contextualización, no hay antecedentes, no podemos preguntar los ‘porqué’ o los ‘para qué’ de un fenómeno”.

“Hay dos faltas: la primera, la del periodista porque uno tiene que ser responsable, comprometido con uno mismo y con el público; en segundo lugar, las empresas editoriales que permiten en el afán de la inmediatez, que ese tipo de cosas se publiquen y se hagan”.

¿El periodismo se está muriendo o se trata de una llamada de atención para que mejore?

-El periodismo no se está muriendo, lo estamos matando. Se les culpa a las nuevas tecnologías, señalados principalmente por los medios tradicionales y apuntan con el dedo a los demás ¿De quién es la culpa? De los medios.

A final de cuentas, puntualiza, los periodistas son responsables de esta baja calidad con la que han venido trabajando por una serie de defectos que se han acumulado a lo largo de la historia. Por otro lado, hay un proceso de transición por parte de las audiencias. Y además está el “clickbait”. Esta modalidad sucede cuando las empresas sólo buscan que la gente haga click en el enlace y con esto, los publicistas lo registran. 

“No importa si la gente realmente leyó o no leyó el artículo, al final, lo importante es que hicieron ‘click’. Lamentablemente, esta modalidad ha generado otros vicios que el periodismo no tenía, le hacen daño”.

Entonces ¿Ve una luz al final del túnel para el periodismo?

-Todavía creo que la audiencia sigue cayendo en este vicio, pero a mi parecer, cada vez es menos, como audiencias hemos empezado a madurar y dejar esto (clickbait, fake news, sensacionalismo) de lado. Es un proceso gradual que está yendo mejor con estas nuevas audiencias. Y es aquí donde los periodistas, los correctores de estilo, deberían empoderarse dentro de los medios de comunicación, para que los trabajos finales sean de calidad, la calidad que el público necesita y merece. Recordemos que, como periodistas, trabajamos no para el medio ni el gobierno, sino para la gente.

“Lo que se requiere ahí es volverse a entender para quién trabajamos y ayudar a la audiencia, a seguir madurando; de tal manera que las fake news y el clickbait se vayan eliminando poco a poco”.


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