Sobre no entender qué es extrañar


Por Elisa Domínguez Álvarez Icaza
México (Aunam). Con el propósito de contribuir al reconocimiento de la sabiduría de la infancia, conocer el punto de vista de una niña sobre la pandemia, es crucial para entender cómo vive la incertidumbre Jade, una niña de 10 años, que está estudiando quinto de primaria desde su casa. 

Vive al sur de la Ciudad de México en el pueblo de Santo Tomás con su abuela, su mamá y su tío. Jade no se muestra intimidada ante las posibles preguntas, se acomoda en un sillón mullido a lado de mí. Su abuela está a su lado, la ve con impaciencia y expectación. Ella es una niña de baja estatura, con el pelo muy corto, negro y lacio. Tiene una mirada inquieta y divertida. Explica que últimamente hace mucho frío y no quiere enfermarse, por lo que se pone varias capas de ropa. Observa la habitación con atención y se detiene en los cojines que la acompañan.

Ella recuerda que la pandemia inició a comienzos de marzo, “un día mi mamá me dijo que ya no me iba a llevar a ir a la escuela…” Al principio se puso feliz y pensó que serían vacaciones. En su escuela se tardaron algunas semanas en establecer la modalidad en línea, por lo que pudo descansar y habituarse a la idea tranquilamente. “También dejé de ir a Tae Kwon Do, pero ahí sí empezamos en línea poco después” reflexiona Jade. Actualmente ya no hace ninguna actividad extracurricular, debido a que no le encuentra mucho caso a asistir virtualmente.   

A Jade le gustan las clases en línea porque dejan menos tarea y puede levantarse un poco más tarde; respecto a lo que ha aprendido, trata de hacer un recuento de sus nuevos conocimientos y no logra recordar nada, hasta que su mirada se ilumina cuando llegan a su mente las sumas de fracciones, las multiplicaciones de tres dígitos y los sinónimos. En cuanto a las evaluaciones, ella opina que no deberían hacerlas debido a que es muy fácil hacer trampa; posteriormente aclara que sólo consulta las respuestas en internet cuando de verdad se le dificulta. 

Ante todo, considera que se estresa demasiado. Cuando piensa en sus clases, opina que “educación física es la clase más rara, me siento extraña haciendo los ejercicios yo solita”. Le preocupa pasar mucho tiempo en su Tablet, y aunque quiere parar, no puede. “Ahorita no me siento nerviosa porque estamos de vacaciones, pero cuando empiecen las clases, sí me voy a alterar” advierte a su abuela. Para relajarse, le gusta jugar y andar en bici con su primo Santiago que vive en la casa aledaña. En cuanto a sus programas favoritos, disfruta en particular de Operación ¡Ouch!, cuya trama gira alrededor de dos doctores que curan las heridas de varios niños, “pero lo adelanto cuando se pone demasiado sangriento”, añade. 

Jade describe su rutina ordenadamente: se levanta a las 7, pero se vuelve a dormir; baja a desayunar, se viste, y escribe “presente” en el grupo de WhatsApp; después se conecta a la videollamada que dura desde las 8:30 a las 10:30. Casi siempre le da hambre y le urge que acabe la clase. “A veces se vuelve aburrido porque la maestra no le pone tanta energía.  Casi todos los días tengo videollamada excepto cuando la maestra no tiene luz o tiene alguna junta”. Finalmente come, hace tarea y si su abuela quiere, ven un rato la televisión.

Durante los últimos días de su periodo vacacional decembrino, Jade, nostálgica recuerda sus navidades pasadas: “en esta navidad pedí menos cosas, no sé por qué… nada más celebramos mi familia que vive aquí conmigo”. Recuerda cómo en el pasado, la cena era multitudinaria cuando llegaban sus parientes que viven en San Bartolo. Sin embargo, reconoce que se la pasó muy bien durante año nuevo porque todos querían que se acabara el 2020 y por primera vez, el deseo de todos se estaba cumpliendo.

Su madre trabaja en una farmacia, pero a Jade no le preocupa que atienda a personas que puedan contagiarla, “mi mamá es muy joven y casi siempre usa el cubrebocas, así que no hay mucho problema” exclama mientras trata de tranquilizar a su audiencia. Jade explica que antes su mamá trabaja en el mercado de las flores de Tlalpan, pero ahí no respetaban sus horarios de salida y tomaba el camión muy tarde, “lo único bueno era que a veces traía flores a la casa, pero fuera de eso, no nos gustaba”. Jade es muy cercana a su mamá y a su abuela, mujeres fuertes y valientes, que han mantenido a su familia con seguridad y cariño, sin dejar de enfrentarse a un sinnúmero de adversidades.

Cuando es cuestionada acerca del semáforo rojo, explica con paciencia que eso significa que no debemos salir. Respecto a la recuperación de la economía, Jade propone que el gobierno ofrezca dinero y despensa los negocios que no pueden abrir debido a que sólo deben abrirse los indispensables, como los supermercados, las gasolineras y las farmacias. Cuando se le pregunta acerca del regreso a la normalidad, Jade lo vislumbra hasta comienzos del 2022.  

“Cuando volvamos a clase, vamos a usar todos cubrebocas y la maestra va a poner más agua para lavarnos las manos, porque antes ponía muy poquita”, dice Jade al imaginar cómo será el regreso a clases.

Inevitablemente, la conversación se dirige hacía la vacuna, nuestra única esperanza en el panorama; sin embargo, Jade la analiza con resquemor y desconfianza, “he oído que la vacuna no es buena, me da miedo, siento que es muy sospechosa”. Cuando se le pregunta por qué tiene una actitud tan recelosa, explica que eso es lo que comentan sus familiares que leen las noticias. Añade que a pesar de que la vacuna no le agrada, lo que más le preocupa es que sus familiares se enfermen. No obstante, la tranquiliza saber que “con pasar algunos días o semanas en el hospital, es casi seguro que se van a curar”.

Al preguntarle sobre si extraña a sus amigos, Jade responde cortante: “algo”. No extraña a todos sus compañeros, de hecho, hay algunos que preferiría no volver a ver, pero en cuanto a los que sí considera sus amigos de verdad, tranquilamente explica que, si los llega a echar de menos, puede hablarles por WhatsApp y se acaba el asunto. Jade recuerda a su mejor amiga Regina: “cuando volvamos, sé que nos vamos a sentir medio raras, nos va a costar retomar la confianza. En el salón éramos muy platicadoras”. Respecto a si extraña jugar, pacientemente explica que ella ya no juega, “a veces platicamos o corremos por el patio, pero ya no jugamos a las escondidas o juegos así”. Es claro que Jade ha crecido.

Al imaginarse a ella misma enferma, prefiere tocar la madera de la mesa para atraer suerte. “Si a mi primo le diera coronavirus, le llamaría por teléfono… lo convencería de que se curara diciéndole que si no lo hace no podemos divertirnos, espero que a mí no me dé coronavirus porque no me gustaría estar en un hospital”.

Cuando reflexiona sobre todas las muertes que ha dejado la pandemia, Jade primero se enoja al recordar a la gente que no se ha cuidado, pero cuando recuerda a los médicos, a los ancianos, su cara cambia y corrige: “es que hay gente que no tiene de otra”. La tristeza inunda su rostro, pero rápidamente, se sobrepone.

A corto plazo, Jade relata que lo que más le gustaría hacer ahorita es ir al cine con su mamá y su abuela y comer comida china. A largo plazo, le gustaría ser psicóloga, “porque luego mi tía me cuenta sus problemas. Me gusta platicar.” Posteriormente reconoce que a ella no le gusta hablar de sus propios sentimientos, no se siente cómoda compartiendo sus pensamientos íntimos.

A Jade no le urge volver a la escuela, se siente bien, segura y acompañada. Guarda su distancia con sus propios pensamientos y miedos. Imagina un futuro distinto, en el que las banalidades cambian y sus momentos de felicidad iluminan su cotidianidad. Hay emociones que la sobrepasan, sin embargo, es capaz de analizar la realidad y encontrar su lugar dentro de ella. 


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