Ser feminista es ser libre y feliz: una activista conocida como Lechuga

  • Su pasión: ayudar y aportar a quienes la rodean
  • El objetivo del feminismo es la unión, no separarse por los métodos utilizados

“Lechuga” con sus buenas vibras, contagia a cualquier persona que la conoce, incluso a través de su arte. Foto: Diana Olvera

Por Diana Olvera Ascencion y Ximena Sánchez Hernández 

México (Aunam). Cuando Lechuga era pequeña no recuerda haber mirado a la sociedad como lo hace ahora. Con la madurez de una joven que cursa una licenciatura en la Máxima Casa de Estudios, donde juzga y analiza su entorno, percatándose de acciones que para ella son deplorables, como la desigualdad social y en especial el maltrato hacia las mujeres. 

La activista busca con sus acciones impactar en la gente que conoce y sobre todo en su entorno. Ella eligió utilizar este seudónimo por cuestiones de seguridad, ya que las activistas han sido agredidas por el activismo que han tenido los últimos meses.

Nacida el 18 de enero en la Ciudad de México, Lechuga creció y vivió en un barrio marginado a las orillas de la mancha urbana. El motor principal de su vida es su padre, quien en su infancia le regaló los mejores momentos y le ayudó a formarse como persona, en cambio su madre fue más ausente ya que no tienen convivencia alguna, solo en cuestiones monetarias. 

Ella creció rodeada de gente con negocios propios y a las personas que no pudieron establecerse les llama “trabajadores proletarios con oficios”. Cuando comenzó a analizar su entorno, se percató de las condiciones e irregularidades de la vida. A pesar de ello, el amor, la felicidad y sobre todo los aprendizajes la impulsaron a ir más allá de sus “limitantes” y a compartir lo que tenía.

Desde siempre, la feminista notó que había gente más feliz que otra y a las personas que no veía bien, se les acercaba para alegrar un poco su día. Siempre ha sido muy extrovertida así que, desde esos momentos, tenía muches amigues. Así que cuando entró a la escuela, era muy fácil compaginar con muchas personas y construir lazos afectivos muy fuertes de la manera más tranquila posible, siempre divirtiéndose.

Durante su educación básica siempre fue una excelente estudiante, le interesaban las ciencias naturales y quería pasar su vida en los laboratorios para entender la existencia de todo . No obstante, cuando entró al bachillerato todo cambió; y se convirtió en una etapa de su vida crucial porque descubrió que había materias que hablaban acerca de las desigualdades que pasan las personas e intentaban dar soluciones, así que comenzó a inclinarse por las humanidades.

No solo la escuela fue su incentivo, la mayor de sus motivaciones para entrar de lleno en las humanidades fueron sus padres, en especial su papá quien sufre de condiciones médicas delicadas, muchas veces minimizadas por el Estado, el cual no se interesa por las condiciones de sus ciudadanos. En opinión de Lechuga, “ni siquiera garantiza uno de los derechos básicos de las personas: la salud”. Este fue el contexto que la llevó por el camino de la sociología. 

Para ella, cualquier situación que acongoja a la sociedad, se convierte en una razón más para luchar en contra del sistema, porque “es terrible ver que realmente la diferencia de clases convierte a las personas en mercancía hasta al punto de la muerte”, por eso es simpatizante de muchas causas sociales que buscan una mejora social, desde activismo LGBT+ hasta el feminismo.

A este último, lo define como un movimiento político surgido por un grupo vulnerable dentro de la sociedad: las mujeres. A pesar de que algunas tengan muy normalizada la violencia, hay otras que se cansan de estar socialmente marginadas, sexualmente aplastadas y económicamente limitadas. El objetivo de muchas personas es poder mostrarse como es, y ser feliz, pero esto no se logra con tantas reglas y limitaciones que le pone en desventaja a comparación de otro grupo de personas.

“Ser feminista es ser libre y feliz dentro de un mundo que nos quiere sumisas e infelices. Es llevar a lo más radical esta idea y entender que si una quiere ser feliz y libre debe cambiar el sistema donde se vive y es entender que si otra mujer no goza de estas cualidades, entonces ella misma no puede tenerlas”, comentó Lechuga. 

Corría el año 2015 cuando gracias a la letra de una canción de su grupo de punk favorito, se dio cuenta de algunas de las desventajas que se sufrían por ser mujer. Desde ese momento su sed por aprender despertó y comenzó a involucrarse en el movimiento, al leer, analizar y sobre todo, cuestionar las actitudes patriarcales que se identificaban en su entorno. 

Su pasión por ayudar y aportar algo a su entorno, la guiaron a aprender, deconstruir y analizar nuevas formas de llegar a más personas, sin dejar de lado el respeto y la tolerancia a cada contexto, ya que “nadie nace sabiendo y el proceso de deconstrucción es tardado y muy personal”. El propósito es lograr un cambio para que las personas gocen de un mundo mejor, donde todos sean respetados, libres, iguales y vivan sin violencia. 

Ella invitó a las personas a defender lo que creen, y recalcó que hay muchas maneras de generar cambios, no necesariamente frente a marchas o huelgas. Cada persona tiene la libertad de involucrarse o no, hasta donde lo considere conveniente, con la única condición de que se comprometa a aprender, no dar nada por hecho y siempre reflexionar sobre lo que ocurre en su entorno o en el de otras personas.

Lechuga destacó que el objetivo del feminismo es la unión para perseguir un objetivo e invitó a no separarse por los métodos utilizados, ya que todes buscan llegar a un mismo lugar, en donde la mujer sea respetada y no violentada. Su principal preocupación es que las chicas no olviden que no están solas, porque entre todas se crea una red de ayuda, que las espera, orienta y reconforta para que sepan que su voz será escuchada. 

*A petición de la entrevistada, su nombre se consigna como Lechuga.

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