Ninín: Día de Muertos Totonaco en tiempos de Covid-19

Por: Alexa Paoletti | 
Tlacuilotepec, Puebla (Aunam). En San Pedro Petlacotla, la Sierra Totonaca se llena de flores y de los más apreciados platillos tradicionales desde el 31 de octubre hasta el dos de noviembre, para recordar a los difuntos “nin”. 




Para la cultura totonaca, la tradición de Día de Muertos “ninín” es muy importante, pues cada año lo festejan al hacer ofrendas, para después, asistir al panteón y visitar a sus familiares fallecidos. Por tal motivo, la Covid-19 no fue impedimento para que continuaran con tal costumbre. 
 
Este año, el sacerdote de la iglesia de San Pedro Petlacotla informó a la comunidad sobre el uso de cubrebocas y gel antibacterial, para poder asistir a la misa en memoria de todos los fallecidos. Los asistentes cumplieron con las medidas de prevención, únicamente durante la ceremonia, ya que no acostumbran a utilizar el cubrebocas en sus actividades cotidianas. 
 
“Cada ocho días nos ponemos cubreboca porque vamos a la iglesia, pero en otras cosas no nos ponemos, después de la misa fuimos al panteón y se nos olvidó a todos usarlo, pero ya no nos saludamos como antes de mano, bien fuerte”, comentó la señora Felipa Maldonado, habitante de la Sierra totonaca. 
 
El 31 de octubre prepararon el altar “puchaw”, para el primero de noviembre que fue la visita de las almas de los niños, desde recién nacidos hasta los 18 años, este incluyeron tamales de carne “wati”, atole “kgela”, pipián, dulces, fruta y carne de pollo o puerco preparado en salsa de ajonjolí con chile morita llamado “pascal”. 

Al medio día del uno de noviembre quitaron la ofrenda para los niños y añadieron la de los adultos, de igual forma la acompañaron con pascal, pipián, además de mole con pollo, cigarros, aguardiente de caña conocido como “refino” y otros alimentos y bebidas que los difuntos disfrutaban en vida.  
 
“Algunos les ponen su sombrero, morral, ropa nueva, zapatos y el dos de noviembre se puede quitar toda la ofrenda, al medio día, porque a esa hora ya se van al más allá y ya se pueden visitar las tumbas”, narra Heriberto Candia, de 24 años. 
 
En ninguna ofrenda debe faltar la flor de cempasúchil “kgalhpuxam” y la mano de león, puesto que con las flores hacen coronas y cruces, pero si no es posible se ponen en vasos.  
 
“Ponemos las coronas y cruces de flores porque se ve bien bonito y así los difuntos vienen y se van bien sonrientes, si no ponemos nada se van llorando”, asegura el padre de Heriberto. 
 
“La flor tiene su aroma a cempasúchil y es para que los difuntitos lo huelan y se orillen ahí a comer, porque así como andan ya no los ve uno”, afirma Felipa Maldonado. 
 
Asimismo, durante esos tres días las campanas de la iglesia repicaron día y noche, para llamar a las almas.  
 
En la tarde del día dos de noviembre, las personas regresaron del panteón y comieron los platillos que fueron ofrendados, mismos que representan a la cultura totonaca de la región. 



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1 comentario:

  1. Qué interesante y qué bella es la tradición de día de muertos en México. Es muy motivante saber que los jóvenes de sus comunidades continúan con sus costumbres para que no se pierdan.

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