EL PARQUE DEL PUEBLO, UN RESPIRO EN LA URBANIDAD

Por Malinalli Yáñez Vargas
Estado de México (Aunam). Familias completas llegan al Zoológico Parque del Pueblo, una de las pocas atracciones turísticas de Nezahualcóyotl en el Estado de México. Por tan sólo cinco pesos la gente puede pasar un momento agradable al ver 57 especies diferentes de animales; entre ellas, treinta y uno en peligro de extinción.


Entre los primero animales del zoológico, encontramos al jaguar negro, el coyote gris, la jirafa y el hipopótamo. La gente ríe al ver al jaguar lamer sus testículos.

La afluencia de la gente en el lugar es notoria un sábado de marzo. El sol pega duro y algunos prevenidos llevan paraguas, gorra y hasta agua para aguantar el gran recorrido de 8.5 hectáreas.

Entre los pasadizos llenos de árboles que dan sombra a los asistentes, hay juegos y una cabañita, donde los menores corren y juegan. A unos pocos metros de diferencia algunas personas bajan la velocidad de sus pasos para observar una curiosa casita en un árbol con un letrero que dice: “La casita del duende. No molestar”. Esto siembra cierto misticismo al Parque.


El Parque del Pueblo abrió sus puertas el 10 de mayo de 1975. En ese entonces entre sus atracciones tenía un pequeño tren negro que estuvo en funcionamiento hasta el año de 1995; ahora quedan de recuerdo sus viejas vías por donde pasaba y la parte frontal del tren es decoración del parque, en la que la gente toma fotos.

Los niños tienen la oportunidad de tomar talleres educativos como reciclaje, dibujo y pintura sobre figuras de animales en cerámica.

Las instalaciones del lugar cuentan con un lago, en el que la gente navega por medio de lanchas de remo. Las rentan a un precio de entre treinta a cincuenta pesos la media hora; la demanda es buena por lo que hay que esperar a que las desocupen.


Los patos nadan tranquilos en el agua verdosa, los puentes de madera permiten el paso de personas a una isla artificial, llamada Isla de las Máscaras por las esculturas hechas de pedazos de herrería, antenas y troncos secos que simulan seres parecidos a las hadas y personajes con estilo del Carnaval de Venecia.

La entrada al acuario es algo oscura, lo primero que las personas ven es una fuentecilla artificial en la que flotan sobre el agua flores de loto, pejelagartos nadan dentro de ella.

Los característicos bigotes del pez gato, y la curiosa manera en la que pega la boca sobre el vidrio el pez limpiador, los hacen bastante interesante de ver.


En el fondo del cuarto un trabajador del lugar manipula una iguana y una serpiente no venenosa para que los valientes que quieran tener fotos con ellas lo hagan. Las fotos sólo pueden ser tomadas con mayores de edad, las especies no muestran estrés y están acostumbradas a las manos de su cuidador.

La zona de aves mexicanas, todas ellas en peligro de extinción, está conformada por los loros tamaulipecos, los tucanes y las guacamayas rojas. Es bello ver sus plumajes, pero triste saber que quedan pocas especies debido a la amenaza que sufren.

Otro espacio del zoológico es el aviario, una estructura parecida a la del famoso Museo del Louvre con un puente al entrar. Cuenta con una que otra especie, entre ellas el pavo real que presume (a quien lo vea), su cola de tonalidades celeste y turquesa.


Hace cuatro años el actual presidente municipal de Nezahualcóyotl, Juan Hugo De la Rosa, reinauguró el zoológico, con ella la remodelación del Teatro al Aire Libre dio un giro arquitectónico con un aire de la Ópera de Sydney.

El kiosco del Parque es el punto centro del lugar, la gente reunida ve espectáculos ahí, sobre todo la tradicional función de payasos que desde hace ya por lo menos quince años es presentado cada fin de semana por las mañanas.

Al final del circuito hay una granja de animales: chivas, borregos, vacas, puerquitos, un gallo chistoso de color blanco y caballos importantísimos que fueron donados por el ejército, están presentes en los corrales.


Señores compran botecitos de cinco pesos llenos de pasto seco para dar de comer a los animales de granja, todos estos son muy mansos y hasta un poco interesados pues exigen a las personas que pasan, su porción de pastito seco.

El circuito termina por la misma puerta donde comenzó. Afuera los puestos de frituras son atendidos por familias, un globero espera que niños pasen con ojitos brillosos y pidan a sus padres al menos uno de ellos.

La figura de piedra del Príncipe de las Flores Xochipilli parece exclamar un hasta luego; los peseros pasan, algunos pitan, los sonidos de la urbanidad vuelven a hacer presencia.






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