19 de mayo de 2018

CANIBAL CONFIESA SER ELEGIDO POR DIOS, PARA LIBRAR AL MUNDO DE GENTE MEDIOCRE

Por: Melanie Claudia Enríquez Fuentes
Ciudad de México (Aunam). ¿Alguna vez te has preguntado cuáles son los requisitos para convertirte en un caníbal? ¿qué pasa por la mente de un asesino en serie? Esto y más podrás descubrir en la obra: “La confesión del caníbal”; la cual se estará presentando de manera gratuita en la Sala Julián Carrillo.


“La confesión del caníbal”, después de su estreno en Estados Unidos, inicia su sexta temporada bajo la dirección de Eduardo Ruíz Saviñón. La historia es protagonizada por Enoc, personaje principal y único, interpretado por Sergio Rüed. Enoc asegura ser el quinto jinete del apocalipsis, el cual nació para convertirse en caníbal, pero antes de esto, debe cumplir tres requisitos que lo convertirán en un excelente sanguinario: La belleza, el encanto y la disciplina.

A lo largo de la trama, se narran distintos relatos perturbadores, eróticos y sangrientos, que vivió Enoc, los cuales, te llevan de la mano a conocer cómo estos fueron moldeando su mente; hasta llegar a crear un gusto por la carne humana, de esta manera, entre terror y drama, se confiesa ante el público, dejando al aire todos sus pecados.


“Todos llevamos un caníbal dentro, y más en esta sociedad capitalista, donde estamos acostumbrados a consumir y alimentarnos de morbo”, afirma Sergio Rüet.

“La confesión del caníbal” es una obra teatral de clasificación C (+18). Estará presentándose los lunes del mes de mayo a las 20:00 hrs. En Radio UNAM, Sala Julián Carrillo (Adolfo Prieto 133, Col. Del Valle, Delegación Benito Juárez, C.P. 03100, Ciudad de México.) A una cuadra del Metrobús Amores. Entrada libre.




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18 de mayo de 2018

EL AUDITORIO FRA ANGÉLICO RETUMBA AL COMPÁS DEL NOA NOA SINFÓNICO

Texto: Melanie Claudia Enríquez Fuentes
Fotografías: Oscar Samuel Cossio Patiño
Ciudad de México (Aunam). Los pasados viernes 11 y sábado 12 de mayo; el Centro Universitario Cultural (CUC), en conjunto con la Orquesta Filarmónica de las Artes (OFIA), realizaron un homenaje al fallecido cantautor Juan Gabriel.


Alberto Aguilera Valadez, más conocido como Juan Gabriel, originario de Parácuaro Michoacán, es considerado como uno de los más grandes compositores mexicanos de todos los tiempos, forma parte de los cuatro grandes de la composición mexicana al lado de José Alfredo Jiménez, Armando Manzanero y Agustín Lara. Es particularmente célebre en América Latina, donde se le conoce como el Divo de Juárez.

Por medio de sus redes sociales, la Filarmónica de las artes realizó una encuesta para determinar qué es lo que al público le gustaría escuchar, como resultado de este sondeo; el “Divo de Juárez” fue, por mucho, el más votado. Los boletos salieron a la venta varias semanas antes del evento, y se terminaron casi inmediatamente.

Las fechas fueron programadas los días 11 y 12 de mayo en punto de las 18:00 hrs. en el Auditorio Fra Angélico del Centro Universitario Cultural, ubicado en la calle Odontología número 35, colonia Copilco Universidad. Únicas fechas en las que el público, en compañía de la Filarmónica de las Artes, pudo cantar y bailar varios de los temas más conocidos de Juan Gabriel, entre ellos: ¿Por qué me haces llorar?, Hasta que te conocí, Amor eterno, El noa noa, Así fue, Querida, entre otras.


El evento fue dirigido por Enrique Abraham Vélez Godoy, director fundador y concertador de la orquesta, junto con un ensamble de cuatro voces.

Por segunda ocasión la Filarmónica de las Artes le rinde homenaje a Juan Gabriel: ¡un éxito en taquillas!


-Fotografías del ensayo general del evento.




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16 de mayo de 2018

DECADENCIA DE UNA TRADICIÓN

Por: Aislinn Flores Rodríguez.
Santa Cruz de Arriba, en el municipio de Texcoco, Estado de México, es un pueblo alfarero por tradición; desde hace décadas las familias se dedican a elaborar utensilios y figuras de barro en pequeños talleres instalados en sus hogares. A pesar de la aglomeración de visitantes en la famosa “Feria de la Cazuela” que organiza el pueblo todos los años, en julio, en los últimos años la actividad alfarera ha decaído.




El pueblo de las cazuelas, como normalmente se le denomina a la localidad de Santa Cruz de Arriba, está ubicado en la llanura de su municipio, en las tierras bajas situadas entre las antiguas riberas del lago de Texcoco y el Somontano. Es una comunidad que se ha dedicado a la actividad artesanal del barro a través de un proceso histórico con cambios en la producción.

El origen exacto de la ocupación alfarera en Santa Cruz de Arriba es incierto. Una versión, sin comprobar todavía, dice que hace más de 500 años Nezahualcóyotl, rey de Texcoco, repartió diversos oficios a cada una de las comunidades que gobernaba. En Tepetlaoztoc ordenó la fabricación del pulque, en Nativitas la elaboración de tlacoyos, y en Santa Cruz de Arriba la fabricación de utensilios de cocina con barro.

La versión verificada hasta ahora data de hace 150 años. Investigadores encontraron un estandarte en 1870, donde ya se hacía mención a una organización independiente de alfareros. Actualmente este objeto está resguardado por Margarito López, uno de los pocos alfareros de loza que sobreviven de la segunda generación del siglo XX.

En la segunda mitad del siglo XX, había en el pueblo aproximadamente 52 talleres artesanales familiares en funcionamiento. Hoy, tan solo prevalece un 10% de ellos. En entrevista con José Norberto Huescas Martínez, alfarero de Santa Cruz de Arriba que se ha dedicado de lleno al oficio desde 1992, afirmó ser testigo del cambio drástico en el interés de los habitantes por continuar la tradición: “Quedamos muy pocos artesanos en el pueblo”.

Su taller está dividido en tres secciones: una para moldear las figuras, otra para pintarlas y la última para exhibirlas en estantes. Un trabajador apodado El Alce se encontraba concentrado en su tarea. “Mi papá fue alfarero”, comentó sin despegar la vista de la figura, “así que me he dedicado a esto toda mi vida”.

El padre de José Huescas también era artesano. Nunca le enseñó a su hijo el oficio, pero este último siempre lo observaba y así aprendió a hacerlo solo. Por muchos años trabajó en la fábrica Tapetes Luxor en el municipio de Texcoco, pero ésta cerró, y para sustentarse económicamente tuvo la idea de dedicarse a la cerámica.

El Alce, en el taller de Huescas

“La alfarería es hermosa, pero la actividad ha disminuido porque el trabajo es muy pesado y los jóvenes de hoy tienen otro tipo de intereses, buscan otros horizontes donde puedan generar más ingresos. Las manos de un artesano siempre están cuarteadas y resecas, a ningún muchacho le gustaría tenerlas así”.

El artesano piensa que de haber estudiado una carrera hubiera dejado la cerámica, así que no culpa a su hijo, estudiante de una ingeniería, de dedicar más tiempo a la escuela y de no tener interés en continuar con la tradición familiar. “Jóvenes vienen a pedirme trabajo y les hago ver el panorama laboral para que evalúen si quieren quedarse. Les digo que si tienen la opción de meterse en una empresa o estudiar, hagan mejor eso, porque dedicarse a la alfarería tiene ciertas desventajas”.

Él se percató de que en otros trabajos dan prestaciones, y que en la alfarería, cuando se es mayor de edad y el cansancio físico ya no permite al cuerpo trabajar con barro, el artesano no obtiene ninguna pensión, así que tiene que buscar alguna forma de sustentarse. Sin embargo, Huescas aclaró que con esto no quiere decir que dedicarse a la cerámica sea una mala idea:

“El olor del barro me fascina; trabajarlo, moverlo, recortar, hacer figuras y ser creativo en el proceso, todo me gusta. Es un trabajo que involucra muchas cosas, desde conseguir el material hasta transportarlo, prepararlo, venderlo y competir en el mercado. Espero que surjan más artesanos que revivan el espíritu del pueblo. Una acción que se podría llevar a cabo para recuperarlo es que las escuelas fomenten talleres para que los niños aprendan a hacerlo desde un principio. Es necesario que los padres también promuevan el interés de los jóvenes por continuar esta actividad en Santa Cruz de Arriba.”, dijo entusiasmado, mientras recorría con la mirada sus obras.

Por otro lado, Gregorio y Mario Cortés Vergara, ceramistas reconocidos a nivel nacional e internacional, aseguran que el auge de la alfarería en Santa Cruz de Arriba se dio entre los años de 1975 y 1980.

En esa época se manejaban cazuelas pero también se empezó a utilizar otro tipo de arcilla y técnicas, como la pasta y la cocción en gas, que representan otra forma de la alfarería tradicional. Con la llegada de utensilios hechos de plástico a principios de la década de los ochenta, el barro quedó rezagado por no ser considerado tan práctico, la gente prefirió el plástico. Si bien hubo un auge, a los pocos años se presentó una decadencia.


José Huescas

En entrevista telefónica, Gregorio Cortés puntualizó que otra razón de ese decaimiento es que los alfareros no han sido capaces de transformarse. La gente que se dedicaba a hacer cazuelas se quedó estancada y no modificó su técnica a alguna otra rama, como pudieron haber sido las macetas, ornatos modernos y figuras contemporáneas. Al no vender los artesanos sus cazuelas, perdieron su fuente de empleo.

En nuestro país la alfarería no ha sido tan impulsada ni ha tenido un boom como lo tiene en España, por ejemplo. Los españoles tienen cientos de talleres en comunidades que se dedican al manejo del barro, pero que realizan diseños modernistas. Lo mismo pasa en Colombia, donde se han modificado las formas tradicionales de manejar el barro y se les ha dado un contexto actual. Santa Cruz de Arriba no fue capaz de innovarse y eso la ha llevado al exterminio como una comunidad alfarera. México es uno de los pocos países que no invierte en un apoyo hacia los artesanos.

Gregorio y Mario Cortés Vergara, además de ser alfareros, son expertos en instrumentos de origen prehispánico y elaboran réplicas de estos. Han exportado sus creaciones a Bélgica, Francia e Italia, además hicieron un viaje a algunos museos de Sudamérica para abrir un diálogo e intercambiar conocimientos con los alfareros de otros países. A partir de esto es que ellos quieren un reconocimiento por la tradición de la alfarería pero más enfocado a un contexto arqueológico musical.

Solo hay dos familias en México que se dedican a elaborar instrumentos prehispánicos de barro, y una de ellas es la Cortés Vergara, reconocimiento del que se sienten orgullosos. Gregorio mencionó que en otros países les han dado un poco más de facilidades porque en el nuestro no hay un área donde se estudien los instrumentos musicales de origen prehispánico.

“Pero seguimos día con día manejando el barro con mucho amor. Creemos que es una tradición que podría generar muchos empleos y una gran pasión. Recuerdo a don Jocundo Rodríguez, un alfarero de la comunidad con una de las trayectorias más largas. Cuando era niño yo visitaba las grandes obras que hacía y me quedaba fascinado. Pero su trabajo hasta ahí se quedó, al parecer desde su muerte ningún miembro de su familia ha hecho artesanías. Ahora muy pocos quieren ensuciarse las manos, eso nos llevó al declive”.


El escritor Carlos Espejel en su libro ¿Arte popular o artesanías?, publicado por la UNAM, plantea algo que va de la mano con lo dicho por Gregorio Cortés: “la pérdida de muchos objetos se debe a la ineluctable desaparición de las viejas generaciones de maestros artesanos que, al morir, se llevan consigo alguna forma de su exclusiva producción, un estilo de decoración, algún motivo decorativo especial, una técnica de su invención, la preparación de algún ingrediente. (…) se pierde con ellos una parte de la tradición, un estilo de vida y una parte minúscula, pero insustituible, de la cultura del país y de la civilización del artesano”.

Gregorio realiza talleres en muchos lugares de México para incentivar a los jóvenes a aprender el arte de la alfarería, pero es un tanto complicado cuando el país no da apoyo en la creación de nuevos ceramistas:

“Muchos jóvenes prefieren atarse una soga al cuello antes de ser alfareros porque creen que enfrentarían una situación económica difícil. Entiendo su falta de información sobre tema, pero la cerámica en el mundo es muy bien pagada, al contrario de lo que se cree. Lo que falta es saber venderla, yo descubrí cómo y afortunadamente vivo con un buen sueldo”.

Cortés Vergara es un orgulloso texcocano que considera que su ciudad es una de las más importantes en la etapa prehispánica y la gran tradición alfarera. “Para mí es fascinante pasar tiempo en mi taller, que ha sido visitado por gente de más de 70 países. Quiero hacerles notar que Santa Cruz de Arriba puede recuperar su tradición”, concluyó. La solución, entonces, es dar talleres al público en general donde se pueda demostrar de manera tangible que sí es posible realizar las cosas y despertar el interés en todos.



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14 de mayo de 2018

CORAZÓN GRANDE, EN UN CUERPO MUY PEQUEÑO

Por Nilsa Hernández
Ciudad de México (Aunam). Es una noche fría en la calle de San Juan, muchos vendedores ambulantes desaparecen y la niebla ocupa su lugar, la zona se ve sin muchas personas, dan las ocho y aparece en el punto de encuentro un enorme puesto de comida rodante, a simple vista pareciera moverse solo, pero un pequeño y débil cuerpo arrastra esa tonelada de metal engrasado.


“¡Lupita, a ver a qué hora!” le grita entre risas una voz desconocida, “¡deja de molestar!” contestó la mujer que intenta llevar su puesto a la esquina de siempre, al llegar y acomodar en el lugar indicado esa enorme masa de metal, me saluda y empieza a sacar cajas que se ven pesadas, intento ayudar pero se niega, esperé unos minutos pues todavía no termina de poner cada cosa en su lugar.

Al poco tiempo saca unos bancos y me ofrece uno, un poco cortante me pregunta cuanto durará esto, cada una de sus facciones, su cuerpo y cabeza no son proporcionales, tiene ojos grandes color café y pocas expresiones faciales. Intenta ocultar los pocos dientes que aún le quedan.

En el 2011, El Universal realizó una nota, en la cual se estima un promedio de diez mil a 15 mil personas con el trastorno de acondroplasia a nivel nacional. En la colonia Juárez Pantitlán, María Guadalupe Sierra Pérez de cuarenta y dos años, es la única persona que padece esta enfermedad.

Pela unas papas, las corta en tiras casi perfectas y las pone a freír, mientras los alimentos se están preparando, prende un cigarro y lo lleva a su boca “¡mi vida!” exclama un poco fuerte, “no sé qué quieres saber de mi vida, no es nada interesante”, contesta de manera cortante.

Comienza por recordar su entorno familiar, fue una etapa feliz, donde no sufrió discriminación, ya que sus padres siempre le enseñaron a no sentirse menos, Alejandro Sierra, su padre, siempre le dijo que una persona valía más por lo grande que es su corazón y no por el tamaño de su cuerpo. Son palabras que Guadalupe Sierra siempre trata de inculcar a los demás.

Cuando Guadalupe tenía siete años su madre comenzó a sufrir embolias, al ser la menor de cuatro hermanas y la única soltera, tuvo que aprender cuidados básicos para enfermos de embolia, durante diez años fue su única compañía constante, ya que sus hermanas solo podían asistirla un par de horas a la semana y su padre tenía que trabajar para poder cubrir las necesidades de su esposa y “darle escuela a su Lupita”.

Mueve las papas que tiene en la freidora, enciende un tercer cigarro y lo lleva a su boca, su teléfono celular suena, contesta, y comienza a citar los precios de todos los postres y botanas que preparó para el día. Llegan dos clientas y le hacen la platica mientras recogen sus pedidos.

Nunca sufrió de discriminación en la escuela, solo estudió hasta tercero de secundaria. Prefería salir a fiestas y olvidarse un poco de la situación de su madre, aun así, decidió tomar un curso de enfermería en una clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), para poder administrarle los cuidados que necesarios.

Se niega a hablar sobre el día en que su madre murió, prende otro cigarro mientras retoma la plática sobre las fiestas a las que asistía, en ese tiempo le gustaba mucho bailar salsa, cumbia, rock; pero ahora no recuerda ningún paso y esa es una de las cosas que lamenta pues fue de las etapas más alegres de su vida.

Cuando tenía 19 años, trabajó en varias clínicas, en una de ellas conoció a Alberto, quien fue su primera pareja sentimental, al menos la que ella considera formal. Guadalupe Sierra lleva un tatuaje con su nombre en la mano izquierda, se nota fue hace mucho tiempo, sin embargo, para ella significa la marca del primer gran amor.

Con “Beto” como ella lo lleva en su piel, tuvo una hija a la que decidieron llamar Lupita, la niña al nacer prematura falleció a las pocas horas; con los ojos a punto de desbordar, asegura que esta fue la peor experiencia de su vida, pues esperó por ocho meses a un ser que ella pensó amaría toda la vida, “dios necesitaba de un ángel y ella era la representación exacta de uno, este tipo de experiencias te enseña a valorar a todos en tu alrededor”.

Por mucho tiempo se sintió culpable por el fallecer de su pequeña, tuvo que acudir a terapia para superarlo, después de eso surgieron problemas con su pareja y decidieron separarse.

Dos años después conoció a Yair, a quien ella describe como su más grande amor, relata que cuando eran novios aún cuando él era una persona a quien describe como normal pues no sufre el mismo síndrome que ella, Yair nunca la hizo menos con sus amigos y familiares, también recuerda que aún cuando la mamá de su pareja intentó impedir su noviazgo, él le pedía que se casaran y formaran una familia.

Yair es padre de su primera y única hija a quien decidieron llamar Kenia, cuenta que su embarazo fue difícil y que casi sufre un aborto cuando tenía seis meses de embarazo; para ella fue la experiencia más aterradora de su vida, en realidad deseaba con todas sus fuerzas ser madre.

Ya son casi las diez de la noche y vuelve a sonar su celular, su cara se torna con un matiz de preocupación “en un momento llego” menciona y cuelga, encarga su puesto y menciona que mañana seguirá con su relato, pues le llamaron avisando que su hija se encontraba discutiendo con su pareja…
***
Al día siguiente, la señora Guadalupe Sierra siguió con la entrevista, pero se perdió una chispa en sus contestar, regresó a ser una platica cortante en donde enfatizó que para ella su vida no es interesante.

Esa noche también el frio fue protagonista y ella se encontró acompañada con su nieto Gabriel, quien de cariño lo llaman choncho pues es un niño que a sus tres años es casi del tamaño de su abuelita a quien considera como una niña con la que puede jugar todo el tiempo.

Guadalupe Sierra empieza a retomar su relato de su vida con Yair, dice que todo fue muy feliz para ella, hasta el momento que este hombre le volvió a pedir matrimonio y ella se negó, pues considera que aceptar su proposición le quitaría libertad. Se separaron y Yair decidió irse a Estados Unidos, aun cuando sigue en contacto con ellas y le manda dinero a su hija, Guadalupe Sierra considera que ese fue el golpe más duro que le causó a su hija.

Aun cuando considera que todavía siente amor por esta persona, para ella sin ninguna duda fue la mejor decisión que tomó, pues con esta experiencia también tuvo que aprender a fungir el papel de madre soltera y realizar cualquier trabajo para alimentar a su pequeña hija que solo tenía cuatro años.

Dejó el trabajo en clínicas, pues aun cuando le gustaba mucho ayudar como enfermera, esa profesión le quitaba mucho tiempo, el cual prefería pasar con Kenia, quien se convirtió en el centro de su mundo, Guadalupe trabajó en las madrugadas pelando chiles en un mercado, mientras su “heredera de carencias” crecía aprendía a trabajar como su madre.

Sin dejar de mirar hacia las parrillas de su puesto, Guadalupe Sierra habla sin especificaciones que esa relación estable de madre e hija se terminó cuando llegó la adolescencia y sintió entre ellas un estrecho hueco que nunca se pudo curar, hasta cuando la adolescente de quince años le confesó que esperaba un hijo y dejaría la escuela que tanto le costó mantener a Guadalupe con sus diversos trabajos.

Aún cuando ya tenia su puesto de comida y Yair seguía proporcionándoles dinero para ella fue muy difícil poder ayudar a mantener a su nieto, pues su yerno es alcohólico y no ayudó en ese proceso. Recuerda esto mientras carga a su nieto y le regala un dulce.

La señora Guadalupe Sierra deja como experiencia su vida y comenta que ella nunca se sintió como una persona menos por su enfermedad “si tenemos dos manos, dos pies y voluntad... para mí es suficiente: ¡podemos lograrlo todo!” menciona con una sonrisa.


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CRISTINA PACHECO CELEBRA 40 AÑOS DE TRANSMISIONES DE 'AQUÍ NOS TOCÓ VIVIR'

Por Andrea Albarrán
Ciudad de México, (Aunam). Parece que mira al espejo, pero en realidad, la periodista Cristina Pacheco está sumida en sus pensamientos.
— Cómo se siente?—, pregunta su asistente.
— Bien, pero nerviosa—dice mientras junta sus manos contra la bolsa y la chalina negras.


Fuera ya suena el mambo politécnico de Pérez Prado, que se convirtió en el sello del programa “Aquí nos tocó vivir”. La ocasión: la fiesta por sus 40 años ininterrumpidos de transmisiones en Canal Once.

A lo largo de este tiempo y a través de las ventanas, el umbral de una puerta o una avenida colorida y llena de sonidos, Pacheco ha capturado los relatos que construyen a la gente: las personas que luchan por sobrevivir a diario, y que se muestran sin disfraces ante las cámaras, acompañados a veces de sus perros, gatos, patos y hasta tortugas con los que entabla una conversación que va más allá de las palabras.

El Salón los Ángeles fue el escenario del festejo donde Arcadia y el grupo Colibrí, Los Dandy’s, Rayito Colombiano, Ramón Cedillo y su Big Band y Horacio Franco regalaron sus notas hasta la madrugada.

Durante la velada, la periodista Adriana Pérez Cañedo compartió a los asistentes la fascinación que siente cuando Cristina “ve más allá de las cosas que vemos” y lo plasma en su trabajo.

Esta fue una de las razones por las que el programa “Aquí nos tocó vivir” se hizo merecedor al primer reconocimiento internacional otorgado por la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como “Memoria del Mundo en México”.

Al develar la placa conmemorativa por los 40 años de transmisión ininterrumpida, Cristina Pacheco admitió que “la soledad de las personas es tan grande que a veces aceptan la entrevista como una posibilidad de conversar” y añadió emocionada que a pesar de ser millones en la Ciudad de México “no nos hablamos, no nos tocamos. Uno de los objetivos de mi programa es acercar a la gente”.

La locutora Fernanda Tapia subió al escenario para citar a José Emilio Pacheco por medio de sus palabras utilizadas en un homenaje a Nezahualcóyotl. “No tendremos la vida para siempre, sólo un instante breve. Pero tú mi querida Cristina, con esta forma de abrazar y de darle voz a tantos, tú ya eres eterna”, declaró la periodista.


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