REAPARECE EN 2018 EL RETUMBANTE SILENCIO ESTUDIANTIL DEL 68

Texto y fotografías por Natalia Antonia Castrejón Castillo y José Luis Ruperto Mateos.
Ciudad de México (Aunam). “El silencio no significa ceder, ¡Aquí nadie se rinde”, fue una de las consignas con las que los jóvenes tomaron las calles de la Ciudad de México aquel 13 de septiembre de 1968, hace 50 años en “La marcha del silencio”. En aquél entonces las palabras no hicieron falta para manifestar descontento hacia el gobierno mexicano, dirigido entonces por Gustavo Díaz Ordaz. El mensaje fue potente, pues desde las aceras gente apoyaba y vitoreaba como no se había visto antes.

Sobre Paseo de la Reforma las pisadas se escuchaban, el silencio se sentía.

La juventud del 68 avanzó con los brazos en alto y la V de victoria formada con los dedos índice y medio. “Este silencio es mucho más elocuente que las palabras violentadas”, fue otro de las consignas que cobijó la histórica movilización y que precedió la desafortunada matanza del 2 de octubre del mismo año.

Este 2018, la escena se repitió, aunque en un contexto socio-político distinto: estudiantes de diferentes instituciones de nivel medio superior y superior, acompañados de padres de familia, integrantes del Comité 68, familiares de los 43 normalistas desaparecidos en 2014 de Ayotzinapa y la sociedad civil, sumaron en total 23 mil personas. Marcharon en silencio desde el Museo Nacional de Antropología hasta la plancha del Zócalo capitalino.

Hace cinco décadas los manifestantes portaban zapatos, pantalón de vestir, camisa y saco los hombres; las mujeres, vestido. En cambio, quienes marcharon en esta ocasión, lo hicieron con tenis, jeans, camisetas, sudaderas, entre otras, sin importar el sexo. Pese a diferencias como esa, las consignas fueron similares, al igual que el ímpetu por exigir justicia, mejores condiciones de seguridad para estudiar y protestar contra la violencia generada por grupos porriles.

Aunque la tarde estaba nublada, los estudiantes de las diferentes casas de estudios le dieron colorido a las calles con sus banderas, carteles y vestimenta. Colores que resaltaron fueron oro, guinda y blanco: representaban a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

23 000 asistentes a la Marcha del Silencio formaron parte del paisaje citadino la tarde del Jueves 13 de Septiembre.

Metro Auditorio fue punto de reunión para diversos contingentes, como los de las Facultades de Derecho o Economía de la UNAM, de la Escuela Nacional de Trabajo Social o de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Entre otras cosas, los asistentes gritaban: “¡CCH resiste!”.

Desde las tres de la tarde los bloques de las diferentes instituciones educativas abordaron el metro. Las ganas de expresarse a través del silencio y mostrar descontento eran notorias: “¡Fuera porros de la UNAM!”. El ataque porril a estudiantes del CCH Azcapotzalco el pasado 3 de septiembre en Ciudad Universitaria no puede quedar sin resolver, era el mensaje principal.

Los jóvenes llevaban consigo carteles enrollados que esperaban mostrar en las calles, además eran visibles megáfonos listos para exponer en voz alta el disgusto. Policías citadinos a la expectativa, señalaban el camino que los contingentes debían seguir para salir de las instalaciones del metro, desde las cuales se visualizó organización; se escuchó “pegados a la pared chavos, dejen pasar a la gente”.

Miguel Ángel Valverde González quien labora como comerciante en la estación del metro Auditorio y vio pasar a múltiples contingentes juveniles listos para salir a las calles a exigir justicia, expresó que le gusta mucho que los jóvenes estén manifestándose y hagan válida su libertad de expresión. Cree que son justas las peticiones, él ha escuchado sobre problemas con la venta de drogas, además de violaciones a mujeres.

Los asistentes, ensombrillados, envueltos en impermeables coloridos, algunos con cruces formadas con cinta adhesiva en los labios para clausurarse la emisión de sonido, otros cargaban carteles ruidosos visualmente y banderas ondulantes por el viento, se encontraban enlazados con bandas amarillas de precaución o lazos improvisados; los distintivos servían para evitar sorpresivas infiltraciones que pudieran resultar dañinas.

Cruces formadas por cinta adhesiva en los labios, fueron una insignia que tanto padres y madres de familia como estudiantes, usaron por igual.

Con su característico uniforme deportivo azul se hizo presente en la manifestación un contingente de la Escuela Superior de Educación Física (ESEF). La presencia de dicha institución fue importante, pues ha permanecido en paro indefinido de labores, debido a la reforma de su plan de estudios, en el que se pretende dar más peso a la formación teórica sobre la práctica. Lo que resulta contradictorio, en vista de que la Educación Física abarca todo lo relacionado con el uso del cuerpo humano.

A ellos los distinguió el sonido de sus silbatos, un elemento distintivo de los profesores que imparten Educación Física. Con estilo propio los bloques avanzaron a lo largo de Paseo de la Reforma, para más adelante llenar Avenida Juárez, después seguir por Avenida Cinco de Mayo y finalmente llegar a la plancha del Zócalo de la Ciudad de México (CDMX).

Su trayecto estuvo enmarcado por monumentos emblemáticos como la Fuente de la Diana Cazadora, la Columna de la Independencia, el Monumento a Cuauhtémoc, el Hemiciclo a Juárez y el Palacio de Bellas Artes, como hace 50 años.
Carritos con sangrías preparadas, chicharrones, tamales, entre otros productos culinarios se mezclaron entre la multitud. Si bien los comerciantes hicieron negocio redondo con las banderas de tela amarilla que tenían el escudo de la UNAM y daban a cambio de veinte pesos, facilitaron que el espacio se llenara con dichos artículos ondulantes símbolo de unidad.

En Paseo de la Reforma, una de las principales arterias de la ciudad no existía descontento de la ciudadanía con la marcha, pues incluso mostraban solidaridad mediante el ruido de sus rítmicos claxons. Sobre la afamada avenida, había elementos de Seguridad Pública y Protección Civil, que se mantuvieron herméticos respecto a dar su opinión de la manifestación.

Guadalupe Álvarez quien trabaja cerca de Paseo de la Reforma, opinó que es triste y lamentable que, el presente del país (los jóvenes) tengan que volcarse a las calles a manifestarse para que el gobierno cambie de actitud. Con los ojos llenos de lágrimas externó lo conmovida que se sentía al observar el paso de la manifestación.

“No me mates soy el futuro de México” se leía en un cartel. Y no era para menos puesto que hasta febrero de este 2018 sumaban 14 muertes en Ciudad Universitaria.

El contingente del CCH Azcapotzalco encabezó la movilización estudiantil.

50 años han pasado, la lucha continúa

En diversos momentos, integrantes de los contingentes aceleraban el paso, para compactar la marcha. Sus veloces pisadas se escuchaban, su silencio se sentía, la “V”s de victoria continuaban levantadas al aire.

En las inmediaciones de la Estela de Luz y frente a una escena como la descrita, el escritor Paco Ignacio Taibo II, mantenía alzado su brazo y con sus dedos índice y medio formaba una “V” de venceremos, con la que alentaba y mostraba su apoyo a quienes marchaban. Esa misma letra se hizo presente en la marcha del silencio cincuenta años atrás, en la que él fue partícipe junto con su esposa Paloma Saiz.

Con la voz entrecortada, el también periodista expresó que “[...] la emoción te carcome porque no son dos tiempos, no son dos luchas, es la misma [lucha] sostenida con la continuidad, la tenacidad de un país a lo largo de 50 años.”

Enrique Sánchez, trabajador de la Torre BBVA Bancomer, quien también miraba junto a unos compañeros de trabajo la marcha, expresó su apoyo a los estudiantes pues sabe que varios están perdiendo la vida, aunado a que “[...] el gobierno no ha hecho su tarea como debe de ser”.

A unos pasos de la mencionada Torre, un saxofonista urbano amenizaba el paso de los manifestantes con la popular canción ”Caminito de la escuela” de Cri Cri, vaya coincidencia. En México ese caminito está lleno de inseguridad, no hay garantía de que los estudiantes regresen con vida a sus hogares. Tal fue el caso de Miranda Mendoza Flores, estudiante del CCH Oriente quien no fue vuelta a ver desde su salida de la escuela. Su cuerpo fue encontrado el 21 de agosto cerca de Cocotitlán, Estado de México, mientras aún se incendiaba.


Las V de venceremos y las banderas ondulantes presentes en Paseo de la Reforma.

José Trinidad Plaza Uribe, quien trabaja como barrendero y miraba el paso de la manifestación frente a la Torre BBVA Bancomer, enunció que las luchas de los estudiantes siempre han sido las más leales; resaltó la importancia de que los universitarios estén unidos: “[...] es muy bueno que salgan todos, es más, no solamente los estudiantes, también los familiares de los estudiantes deberíamos estar aquí”.

Alrededor de las 18:30 de la tarde, la marcha se detuvo en el anti monumento que homenajea a los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa; de los altavoces del camión que encabezaba la marcha resonaron los nombres de dichos jóvenes. ¡Justicia! fue lo que la multitud gritó al finalizar el pase de lista para después entonar al unísono “van a volver, van a volver” ; después del acto, la protesta continuó su camino por la Avenida Juárez.

El Hemiciclo a Juárez y el Palacio de Bellas Artes fueron históricos testigos de un desfile sonoro de porras universitarias que poco a poco rompían el silencio. Se escucharon goyas y más goyas, los jóvenes repitieron una y otra vez a la par de sus saltos que no eran porros sino estudiantes. ¡En lucha, en lucha la Metropolitana!, ¡Za-za-zaragoza!, se escuchaba con fuerza. También sonaban las potentes porras “Azcapo, Azcapo, Azcapo va llegando. Azcapo va a ser la tumba del porrismo”; se acercaba la hora de llegar al Zócalo.

Paco Ignacio Taibo II mostrando su apoyo a los manifestantes

No todo fueron expresiones de solidaridad hacia los manifestantes

Si bien había ciudadanos indiferentes, que pasaban de largo sin prestar atención, muchos otros estaban interesados en el paso de la multitud en protesta. En el Eje Central Lázaro Cárdenas unos espectadores miraban atentos la marcha, apoyando con carteles que decían frases como: “50 años de no olvido”.

A escasos metros del Banco de México, sobre la Avenida 5 de Mayo, un hombre gritó: “Pinches chamacos, ¿ustedes qué? [...] nosotros en el 68 fuímos contra el ejército”.

No muy lejos, una trabajadora asiática, de un restaurante de comida china, cuya cortina de metal estaba a medio cerrar, contemplaba en cuclillas el paso de la movilización estudiantil por la Avenida 5 de Mayo. Expuso que ya estaba acostumbrada a este tipo de manifestaciones y que en esta ocasión había bajado la cortina del negocio porque un policía así se lo solicitó.

La marcha arribó al Zócalo capitalino, aunados a los estudiantes, contingentes de algunas organizaciones sociales como: Damnificados por el sismo de 2017, Pueblos Unidos Contra el Nuevo Aeropuerto y el Sindicato mexicano de Electricistas se hicieron presentes. En la explanada había un templete en donde tomaron la palabra los voceros.

El mitin dio inicio con las palabras del Comité del 68, luego hablaron integrantes de la Comisión de padres de hijos violentados de la UNAM. Siguió el turno de los damnificados del 19-S y cerró la participación de los representantes de CCH Azcapotzalco. Se anunció que la Asamblea Interuniversitaria se sumará a las marchas del 26 de septiembre, después de cuatro años de la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa.

Ser estudiante no supone estar a salvo, al igual que la sociedad mexicana en general, este sector está expuesto a ser lastimado, desaparecido o en el peor de los casos asesinado.

En ambos 13 de septiembre, presente y pasado, el silencio retumbó fuerte, y sus ya expandidos efectos inaudibles, seguirán presentes como recuerdo de que la lucha contra la impunidad que flota amenazante debe seguir.

Apoyo a la manifestación sobre Eje Central Lázaro Cárdenas.


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