AHÍ VAMOS… A PASO LENTO PERO CON ESPERANZA

Por Natalia Antonia Castrejón Castillo y Adriana Jiménez Leocadio
Ciudad e México (Aunam). “Viejo quién sabe qué, aquí no crea que lo vamos a ver” le dijeron sus nueras al señor Ángel Martínez, de 77 años cuando lo echaron de su casa. Él experimentó la vida empiojado en albergues de la Ciudad de México y llegó a consumir alcohol desnaturalizado con refresco. Por fortuna fue canalizado a la Comunidad Participativa Tepito, una Institución de Asistencia Privada (I.A.P.) en la que le dieron un hogar. “y gracias a Dios que ahí voy, ahí voy” repite con insistencia.


El abandono de adultos mayores en México es un caso extremo de violencia que no sólo se materializa en golpes, arañazos, gritos o el hiriente ignoró; la infantilización y la desatención médica son otras variedades que duelen de igual manera.

El Instituto para la Atención de Adultos Mayores de la Ciudad de México (CDMX) clasifica a las variedades de violencia hacia este sector como psicoemocional, física, sexual, financiera, patrimonial o económica, estructural o societal. Todas ellas se asocian con discriminación, marginalidad y exclusión social.

En este contexto el 30 de octubre de 2017 entró en vigor en la CDMX la penalidad de tres meses hasta tres años por el abandono de personas incapaces de valerse por sí mismas entre quienes están los adultos mayores y personas con discapacidad.

Hasta el 2017, en México residían aproximadamente 12 millones de adultos mayores. El Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición asegura que un 16 por ciento de los adultos mayores mexicanos sufre algún grado de abandono y maltrato; a su vez Margarita Mass Moreno investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, afirma que 20 por ciento de ellos vive en soledad, no sólo olvidados por el gobierno, sino también por sus propias familias.

“Los dejan en las instituciones, los dejan en albergues, a veces hasta los pueden dejar en la calle, ha habido casos que los dejan en la Terminal de Autobuses de Pasajeros de Oriente, localizada en la Ciudad de México (TAPO) , en las centrales, lo más usual en las instituciones, en los asilos (...) los familiares dan información equivocada”, mencionó Guadalupe Cañongo León, profesora de gerontología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Guadalupe Cañongo León, profesora en el posgrado de Trabajo Social en la UNAM

El estigma que hay en la sociedad por ver al envejecimiento como un cúmulo de enfermedades, discapacidad y la creencias de la vulnerabilidad hacen que los adultos mayores se vean desvalorizados, y como consecuencia se presenten los mencionados tipos de violencia.

El deterioro físico y cognitivo son parte natural del proceso de envejecimiento; las discapacidades y enfermedades pueden provocar que las personas mayores requieran ayuda para hacer sus actividades cotidianas, pero no es una regla general que todas las personas mayores tengan que padecerlas; para muchos esto es difícil de entender.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Envejecimiento integrada en el estudio los mexicanos vistos por sí mismos de 2015, 74.1 por ciento de los entrevistados opinaron que el principal tipo de violencia que sufren las personas en esa etapa de la vida es la negligencia, es decir que quienes los cuidan no cubren sus necesidades, el 67.7, considera que el maltrato psicológico; 65.4, el abuso económico; 63.1 autonegligencia, y 61 por ciento maltrato físico.

Desafortunadamente la falta de comprensión y empatía supone en muchos casos una carga social y económica para los círculos sociales cercanos de los ancianitos, lo que llega a generar en ellos depresión o estrés y de esta forma puede propiciar el maltrato. Difícil de creer, pero el hogar, que debiera ser nicho de apoyo y comprensión es todo lo contrario, la familia es el principal verdugo.

En 2011, la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares, (ENDIREH) mostró que 18 por ciento de las mujeres adultas mayores mexicanas ha sufrido algún tipo de violencia por parte de sus hijos(as), sobrinos(as), nietos(as) u otros parientes o no parientes, el tipo de violencia más habitual es el emocional: a un 10.7 por ciento le han dejado de hablar, a 6 las han dejado solas y al 3.3 la han hecho sentir que es una molestia.

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“Cuando en una familia llega un bebé, ésta se adapta, cuando esos niños llegan a la adolescencia, la familia se adapta y lo hace también con el adolescente, sin embargo a las personas mayores no hay adaptación y ello deriva en violencia y abandono” declaró Guadalupe Cañongo.

“es más agradable ver a una persona joven, que aún camina ligerita que una viejita que anda con bastón” - María Pilar de Abiega

Después de una vida recorriendo las carreteras mexicanas como conductor de tráiler, Jesús Hernández de 66 años, perdió la pierna izquierda, hasta la rodilla, a causa del descuido ante el pie diabético. Pasó un año de su vida en su casa, en Tecámac Estado de México, atacado por la soledad y los reproches de antaño de su esposa.

Corroboró que sus largas ausencias y fortuitas aventuras amorosas en las carreteras no habían sido perdonadas. A pesar de que tenía alimento, atención médica y una de sus hijas le daba sus vueltas: no era feliz.

En México la vejez es un tema que tiene poca relevancia y que és importante de tratar, pues las estimaciones muestran que entre el 2000 y 2050 el monto de la población de personas adultas mayores se multiplicará cuatro veces y su participación porcentual pasará de 7.6% a 27.7 por ciento, es decir alrededor de 30 por ciento de la población tendrá más de 60 años un acelerado ritmo de crecimiento de las personas.

A pesar de que en un futuro se tiene demostrado que la población de adultos mayores será un gran porcentaje de la población total las alternativas y el apoyo que se les dan siguen siendo los mismos.

Entre las alternativas que tienen las personas adultas mayores que se encuentran solas por múltiples razones están asilos, casas de día y casas de noche; en éstos lugares los ayudan a encontrar un motor de vida, sin embargo eso no desaparece el hecho de que el abandono esté presente.

Datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en el 2015, muestran que en la Ciudad de México hay 495 asilos entre privados y públicos, a nivel nacional se cuentan con 1020.

“¿Te pido un favor?: No han venido mis hijos … ¿sí le hablas a Lorena o a Martha, que no me han venido a ver?

El señor Jesús Hernández está delante del extintor rojo colgado en la pared

Dijo Maru, con un tono suplicante, una señora de aproximadamente 70 años de edad que es residente en la Casa Hogar Santa María de Guadalupe, dependiente del Instituto de Beneficencia Larrainzar, cercano a la Basílica de Guadalupe, a Lilia Almonaci, trabajadora social y directora del lugar.

La mirada llena de ternura de la mujer envuelta en su chamarra roja de tela polar y asistida de su fiel bastón hacía pensar en una pequeña niña perdida que lo único que deseaba era ver a su mamá.

En asilos de asistencia privada a los familiares de las personas mayores se les exige visitarlos una vez por semana. Pero para personas tan ávidas de cariño y comprensión, como la señora Maru, esto no siempre es suficiente.
“...no es falta de cariño, te quiero con el alma, te juro que te adoro, y en nombre de este amor, y por tu bien, te digo adiós”.

Lilia Almonaci explica que la mayoría de sus residentes vive ahí por necesidad; sus familias no disponen del tiempo debido para cubrir sus necesidades de manera integral.

Los familiares tienen que trabajar para solventar los gastos; no es cosa fácil dejar a sus progenitores a cargo de desconocidos. Lilia resume la cuestión con la siguiente frase “O trabajo para que te compre yo tus pañales, tus medicinas o me quedo a cuidarte. ¿Cómo le hacemos?” Es así como se presenta el abandono involuntario.

Las casas de reposo se han convertido en instituciones de necesidad, entre otros factores por los riesgos como el que los ancianos dejen abierta la flama de la estufa o la llave del agua y ocurran explosiones o inundaciones dentro de la casa; que se salgan de su hogar, se pierdan y no regresen; que dejen pasar a alguien desconocido a la vivienda o que no tomen el medicamento que necesitan y tengan complicaciones médicas.

Es innegable que la llegada a la ancianidad supone pérdidas: ya no se puede andar al mismo paso. El oído, la vista, el gusto se van se van y llegan a perderse. Almonaci describe como en las casas de reposo los longevos hombres y mujeres viven todas esas pérdidas además de complicadas situaciones de adaptación como el cambio de ropa interior normal a ropa desechable.


Casa Hogar Santa María de Guadalupe

Las paredes verde pistache brillantes, adornadas con indicaciones y señalamientos amables de a dónde deben dirigirse los mayores.Personas mayores agarrándose con confianza del brazo del personal de enfermería. Barandales empotrados en la pared para darles sostén a esas personas que viven ahí.

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Carolina y su esposo no pudieron tener hijos. Después de que este último muriera, ella se quedó viviendo sola; ahora su única compañía y continua escucha es su perrita. A pesar de que tiene tres hermanas, no es muy cercana a ellas, por lo que prefiere no darles molestia; sabe que están ocupadas, además, intuye que no se acostumbran a vivir juntas las unas con las otras.

Los cambios culturales que han habido entorno a la familia también han influido en el abandono, las familias extensas en México se han reducido. En los años 70 una mujer tenía 6.1 hijos en promedio mientras que en 2018 dicha cifra disminuyó a 2.15 esto debido a la situación política y cultural del país. Pero tener hijos no asegura que te cuidarán y querrán, “esa fórmula hace muchos años se rompió” expresó Lilia Almonaci.

La desintegración y desapego al núcleo familiar ha provocado que muchas personas mayores subsistan solas entre visitas y llamadas de teléfono breves y esporádicas además de que su existencia esté colmada de tardes de televisión y radio solitarias mientras ven a los demás ir y venir desde sus moradas.

“Como ahorita ya llego, me encierro y ya hasta mañana, a ver qué” - Ángel González

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Además de los asilos los centros de día son una alternativa para que las personas adultas mayores convivan con otras de su edad y participen en actividades que los ayuden a mantenerse activos en su vida cotidiana tanto en la esfera física como en la psicológica y social.

Los centros de día no son la única opción para que las necesidades del sector de la tercera edad sean atendidos de forma adecuada, existen también las casas de reposo en donde estas personas pasan día y noche; muchas de estas instituciones solicitan que las personas adultas sean autónomas física y cognitivamente.

También existen las casas especializadas o asistenciales en las cuales residen personas que necesitan supervisión especializada 24 horas los 365 días del año porque padecen enfermedades como Alzheimer.

El Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM) cuenta con siete centros de día pero existen al menos seis instituciones de asistencia privada que prestan el servicio, entre ellos se encuentran La casa de la Divina Providencia, Fundación Vida Plena en la delegación Álvaro Obregón, Fundación Centro de Promoción Gerontológico Centro Histórico Ciudad de México (Cenprogiap) y Comparte.

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Comparte es un Instituto de Asistencia Privada fundado el 30 de abril de 1989 en el barrio de Tepito. Tiene un modelo de centro de día y otro de casa - hogar, que proporcionan viviendas a los adultos mayores que lo necesitan. A esta modalidad sólo pueden integrarse personas que sean autosuficientes pues no hay personal suficiente para atender afecciones especializadas.

Comparte surgió de la sensibilización de sus fundadores ante la difícil situación que pasaron las personas adultas mayores tras el sismo de 1985, muchas de ellas se quedaron solas y perdieron su casa.

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María Pilar de Abiega, una de las seis fundadoras, anima a personas de la tercera edad a ir a la institución para que a través de la conformación de una relación fraterna se ayuden unos a otros y creen redes de apoyo, que son de vital importancia.

La también misionera católica cree que las personas mayores tienen los mismos derechos de todos los seres humanos y no por cargar en su cuerpo y mente muchos años tienen que quedar relegados y aislados. Platicar con sus vecinos o ir los miércoles a las convivencias de Comparte puede ser un motor impulsor de vida para ellos.

“...no importan los años que uno tenga, sino lo que tenga uno dentro y ante Dios apenas vamos empezando [...] nuestra experiencia como seres humanos” - Jesús Hernández

A la señora Carolina le llega la tristeza cuando llega a su casa, donde permanece la mayor parte del tiempo, viendo la tele o hablando por teléfono aunque
“hay veces en que ni para nada suena [...] ora pues no me llamaron, será mañana”.

A pesar de que ya casi no sale por las secuelas que le dejaron unas fracturas de pierna y mano, las cuales cree fueron una señal de Diosito para que se pusiera en paz asiste dos o tres días a la semana a Comparte donde realiza actividades y convive con sus compañeros; así no se siente sola.

El abandono también es económico

Carolina, de Comparte

En México, conforme a los datos de la Encuesta Nacional de Empleo y Seguridad Social (ENESS) levantada en 2013, una cuarta parte de los adultos mayores del páis se encontraba pensionada. De estos. 40.9% por jubilación, 33.9% por retiro o vejez , 17.5% por viudez y 3.6% por accidente o enfermedad de trabajo. Además de que gran cantidad de ellos sobreviven de remesas, donativos de otros hogares e instituciones públicas y programas gubernamentales.

“La población ocupada que tiene 60 y más años (4.8 millones), es que prácticamente la mitad labora por cuenta propia (49%) … población que no percibe remuneración alguna por su trabajo (4.4 por ciento). Por su parte, de los adultos mayores que se ocupan de manera subordinada y remunerada (37.8%), la mayoría no tiene acceso a instituciones de salud por su trabajo (60.8%); labora sin tener un contrato escrito (61.8%) y casi la mitad (47.7%) no cuenta con prestaciones. De hecho, 73.2% trabaja de manera informal”.

“Me llega mi despensita, voy compro mi mandadito, huevo y ahí voy y ahí voy”. Ángel González.

La señora Carolina, desde que su esposo vivía, sobrevivían vendiendo postres: gelatinas, flan napolitano, pasteles, cuando enviudó la cosa no cambió, tenía que trabajar aún. “yo sí quisiera ponerme a vender porque la verdad no me alcanza lo que me dan”. A pesar de que nunca le ha faltado de comer, el dinero que recibe del gobierno no es suficiente para cubrir sus gastos.

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¿Y para mañana? … lo que Dios diga

Saben que el panorama es complejo, pues a la par del envejecimiento sus habilidades físicas y cognitivas se ven limitadas; la posibilidad de hacer su vida por cuenta propia puede acabarse de un momento a otro, por ello viven al día con plena confianza y fe en los designios que Dios les tiene reservados.

“Yo lo único que le pido a Dios, que Dios nos de vida y que Dios nos de salud y ya, no a mí sino a todos, me hago mi oración y señor pues de mí no te olvides” - Ángel González.

Las imágenes religiosas son una constante en la Casa Hogar Santa María de Guadalupe: La fe de las personas mayores las mantiene motivadas para vivir

Con voz decidida y plena voluntad en la garganta Ángel González expone que no quiere volver andar otra vez pa’ y pa’ ya, aferrado al alcohol, más bien quiere disfrutar y aprovechar las oportunidades que la vida le dio: su casita y ser el asistente oficial de Comparte: Mientras él pueda, seguirá y seguirá.

La señora Carolina quien al contrario de sentirse grande se siente chiquita, dice estar preparada para morir cuando sea momento. Confía en que Dios le tiene algo reservado para ella pues es él mismo quien le da fuerza. Ella se siente contenta de ir a misa en todas las ocasiones que sea posible. Le gustaría que en el centro de día dieran clases de baile y manualidades que tanto disfruta hacer.

Por su parte María del Pilar de Abiega transmite a los adultos mayores la siguiente idea: “el señor nos regala la vida tratar de ser lo más feliz que se pueda y hacer a los demás lo más felices que se pueda”.

Las personas de la tercera edad, aún tienen sueños y expectativas, Jesús Hernández por ejemplo, anhela una prótesis para poder caminar y que alguna de sus compañeras de Comparte, a quienes “su corazón aún les trabaja muy fuerte” por lo que se ponen celosas por él comparta la vida con él.

Envejecer es un proceso natural continuo e irreversible, lograr a esa etapa de la forma más autónoma y digna posible supondrán una riqueza invaluable; mientras lo hacemos, apoyemos a los que ahora lo son y generemos redes de apoyo.

A veces una sonrisa y un oído atento y paciente bastan para darles felicidad a esos seres que han pasado largos años de vida, y cuya esperanza no se agota y si lo hace puede reanimarse a pesar de la incertidumbre que puedan experimentar.

La juventud es un hilo, un suspiro, que se acaba pronto comparado con lo alargado que puede ser el periodo de vejez: es muy probable que seamos viejos la mayor parte de nuestra vida, como señala el aumento en la esperanza de vida en México que pasó de 30 años en 1930 a 75 en el 2017 según informes del INEGI.

Como bien expresa el señor Ángel González, no siempre vamos a ser jóvenes. Él recuerda como en el año de 1957, se cayó el Ángel de la Independencia, era aquel y ahora esa juventud se le ha ido de las manos.

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Desmitifiquemos la vejez, entendámosla como parte del ciclo vital. Pensémosla desde hoy y vivámosla con orgullo; que las arrugas que podamos acumular sean el reflejo de gratos momentos llenos de vivencias e historias.

Dejemos de permanecer indiferentes y al margen ante las dificultades que enfrentan las personas mayores porque como dice el popular dicho “como te ves, me ví, como me ves, te verás”. Las personas mayores aún tienen mucho que aportar a la sociedad en todos los ámbitos de vida, dejemos de lado el estilo consumista y valoremos de nuevo todo eso que tiene que ofrecer.

Israel Muñoz director de Comparte mencionó que se puede revalorizar a las personas comenzando por “darse la oportunidad de conocerlas, de regalarles media hora, de platicar con ellas y ver quien es ese viejo que está enfrente de ti [...] conocer la historia de vida [...] así entenderás porqué tiene ese comportamiento.”

Tratar con personas mayores no es cosa sencilla. Se necesitan paciencia, empatía y calma en abundancia. La satisfacción es que son personas agradecidas que se ponen felices con ser escuchadas y miradas. Aunque no hay certezas ante la incertidumbre de la vida, estas personas tienen voluntad y ganas de vivir, de descubrir el sentido que tienen en esta vida.

Angel González

“... y ahí vamos y ahí vamos [...]” repite el señor Ángel, quien con su playera rosa, acompañado de una bolsa de plástico gris, de Walmart se preparaba para irse a ese su hogar, dentro una vecindad en la pesada zona de Tepito.






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