7 de julio de 2016

TODO EL MÉXICO DE ELENA PONIATOWSKA

Por Jair Avalos López
Fotos: Alejandro Pacheco
Ciudad de México (Aunam). El rostro de Elena Poniatowska irradia vitalidad. A sus 84 años de edad conserva la sonrisa pícara de colegiala. Elena abrió la puerta y con su presencia llenó el dintel principal de su casa en Coyoacán.


El jardín es una paleta de colores, hay rosas y anturios. Hay bugambilias de todas las tonalidades, unas anaranjadas que palidecen hacia el color durazno, otras blancas y las rosa mexicano que caen sobre la barda que da hacia a la calle.

Las tardes las vive en su casa en el barrio de Chimalistac, ubicada en un colorido laberinto empedrado de la capital. En la antesala hay una mesa con un mantel de brocados espesos llena de fotografías: sus hijos, sus nietos, su esposo Guillermo Haro, sus padres y su hermana, ella misma de joven, madura, madre, hija y periodista.

“A mí no me gusta que me digan que soy escritora. Yo soy periodista, así me formé”, dice, mientras que con sus dedos se peina su cabello completamente blanco. Conserva aún su característico peinado de raya a un lado con un fleco que reposa sobre el lado derecho de su rostro.

Elena Poniatowska es una princesa en México. Su padre Jean E. Poniatowski es descendiente directo del general Poniatowski, quien acompañó a Napoleón hasta Moscú, y sobrino del último rey de Polonia, Estanislao II Poniatowski.

¿Cómo lidia usted con el hecho de ser descendiente de la realeza polaca?

-Pero yo llegué muy niña a México. Yo ni siquiera pensaba en ello, además, eso aquí no existe. Allá por el siglo dieciocho, diecinueve con el último rey que fue Estanislao Poniatowski. Nos llevamos 200 años de por medio.

¿Usted está interesada en hacer algún trabajo sobre su familia?

-Sí, pero me cuesta mucho trabajo porque yo no sé polaco. Hay que traducir varios textos, muchos libros y ese ha sido mi principal problema. A ver qué polaco me pesco para que me pueda ayudar, para que me traduzca ‘acá dice esto, acá dice esto otro’.

La madre de Elena Poniatowska era bien parecida, tenía una belleza que coincidía con los cánones en los albores del siglo XX. Paula Amor “posó para la revista Vogue, para algunos pintores europeos. Ella era guapota, como mi hermana Kitzia que también fue modelo”.

El periodismo, una compuerta a otros mundos

“Cuando yo ingresé al periodismo yo no sabía mucho sobre el país. Fue como abrir una compuerta a otros mundos y tuve la oportunidad de entrevistar a pintores, escritores, actores y actrices”.

A los 21 años inició su carrera periodística, “refundida en una sección que se llamaba sociales, que ahora ya no se acostumbra mucho pero antes esa era el lugar donde las mujeres iniciaban en el periodismo”.

¿Cuál es el papel actual de la mujer en el periodismo?

-Ahora es muy importante. Una mujer como Denisse Maerker ocupará el noticiero más importante del país. Tenemos a una Carmen Aristegui, tan importante es que el gobierno no paró hasta que la sacó del aire. Y también hay una Carmen Lira, que es muy mi amiga y es directora de La Jornada.

Elena Poniatowska se acercó a personajes como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, María Félix, Dolores del Río, Octavio Paz, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, “a Agustín Lara ya no lo alcancé porque se murió. Muchos personajes que no hubiera conocido si no hubiera sido por el periodismo”.

¿Cómo hacía para obtener la información? ¿Tenía alguna técnica?

-Ella bajó el rostro, se rascó un poco la zona trasera de su cráneo y respondió: “Mi ignorancia. Mi ignorancia siempre fue mi mejor arma; todas las cosas que desconocía como persona fue lo que me llevó a preguntar y a investigar”.

¿Y qué encontró en la gente de a pie?

-Yo encontré mi idioma, el español. Porque mi primer idioma es el francés, por mi madre y mi padre. Pero el español es el que me ha dado todas las satisfacciones. Yo aprendí el idioma de la gente pobre, los refranes, incluso muchos barbarismos que se dicen yo los traía pegados en mi lenguaje, pero con la escritura se fueron corrigiendo.

De pronto fue interrumpida por su gata Vice y su gato Monsi. “Ellos son muy lindos (…) Ya soy una viejita con sus gatos. Monsi es muy elegante, tiene todo el cuerpo negro y su cuello blanco. Parece que trae un traje”.

Vice brincó al regazo de su dueña, que de inmediato le comenzó a acariciar el mentón. Vice es una gata parda, negra con manchones de pelo castaño claro; es libre, brinca por los sillones de la casa, hacia las mesas de noche.

“Mis gatos me dan compañía, me dan algo por qué preocuparme, para atender”, dice la mujer que a su derecha, en una pequeña mesa de cedro, tiene un retablo de la virgen de Guadalupe y un poco delante de ahí, una figura de san Juan Diego hecha de papel maché.

Del lado izquierdo, en unos butaques pequeños, hay unos cojines blancos bordados; uno llama la atención no por la belleza de éste, sino por una caricatura de Andrés Manuel López Obrador bordada a mano.

Qué bonito cojín, es muestra de que apoya todavía a López Obrador...

-Sí, ya son 10 años que lo estoy apoyando – sonríe después de sentenciar – Son 10 años que lo he seguido con la esperanza de que algún día llegue a ocuparse de la gente que menos tiene.

¿Hay algo que no le guste de Andrés Manuel?

-Pues lo que más le critico es esto que acaba de decir sobre su hermano. Son cuestiones que no están en sus manos y la familia es la familia.

La mujer y sus historias

La constante en las historias de Elena Poniatowska son las mujeres. Algunas salen del anonimato para ser reflejo de los problemas de México; otras, como figuras públicas, son retomadas como personajes principales, aderezadas con su prosa.

“Algún día que venga ya no me va a encontrar; se topará nomás con el puro viento. Llegará ese día y cuando llegue, no habrá ni quien le dé una razón. Y pensará que todo ha sido mentira. Es verdad, estamos aquí de a mentiras; lo que cuentan en el radio son mentiras, mentiras las que dicen los vecinos y mentira que me va a sentir. Si ya no le sirvo para nada, ¿qué carajos va a extrañar? Y en el taller tampoco ¿Quién quiere usted que me extrañe si ni adioses voy a mandar?”, dice Jesusa Palancares en Hasta no verte Jesús mío (Era, 1969).

Jesusa, según la autora, es una mujer olvidada por la Revolución Mexicana. Pero, ¿Qué halló en ella Elena Poniatowska, en comparación con Rosario Ibarra de Piedra?

“Cada una representa un México. Jesusa es una mujer que se tenía que ganar la vida de una forma u otra; atrapada en la vorágine de la pobreza. Rosario (Ibarra de Piedra), fue una activista que luchó por saber dónde están los desaparecidos. Que fue la primera candidata a la presidencia de la República, cuando mucha gente se rió de su atrevimiento”, dice.

Rosario Ibarra de Piedra llegaba a la casa de la periodista. Tomaban café juntas y platicaban acerca de Jesús Ibarra, de quien hasta el momento se desconoce su paradero.

“Ella pedía saber cómo estaba su niño, dónde estaba. Nunca hubo respuesta ni un juicio para todos los despreciables que cometieron esas atrocidades contra esos jóvenes”.

Y de Rosario Ibarra de Piedra hasta Leonora Carrington, que es una de sus últimas protagonistas.

-Pues cada una ocupa un lugar en la historia, y en mi historia. Leonora fue una de las pintoras surrealistas más completas, complejas de la historia reciente del arte. Yo tuve la suerte de conocerla, de ser su amiga y de poder escribir un libro sobre sus vivencias.

En 1985 las mujeres costureras de las calles San Antonio Abad y José María Izazaga fueron las más vulnerables del temblor de aquel 19 de septiembre. “Fue la muestra de un gobierno corrupto, que se quedó idiota al no saber qué hacer con la desgracia”.

“Esas mujeres trabajaban en condiciones insalubres, era la nueva forma de la esclavitud del siglo XX. Y fueron las más olvidadas en el sismo del centro, que sacudió a nuestra ciudad. Creo que le cambió la vida a la capital”, agregó la entrevistada.

Lecumberri, segundo hogar


La cárcel de Lecumberri, por extraño que parezca, se convirtió en el segundo hogar de Elena Poniatowska cuando creó el libro La noche de Tlatelolco (Era, 1971). La prisión, que en la época del porfiriato era considerada como “de las mejores del mundo”, fue el escenario para retratar la barbarie de la matanza de la Plaza de las tres culturas.

“Mi primer acercamiento con la cárcel fue en una visita en 1958 con Luis Buñuel. Fuimos a ver a un poeta colombiano que estaba preso, Álvaro Mutis, que estaba en la crujía H”.

Cuenta la periodista que “el director del penal organizó una visita especial al cineasta”, que para esa época era muy reconocido por películas como La ilusión viaja en tranvía (1954) y Ensayo de un crimen (1955). “Él pidió que lo llevarán a la crujía J, donde metían a los homosexuales”.

“Recuerdo que eran unos cuartos muy especiales, pintados de colores, con fotografías colgadas de sus novios. Y recuerdo que Buñuel se acercó a un homosexual que no se quería quitar el maquillaje y un celador se la quitó con un ladrillo y le dijo ‘Hay que obedecer, hombre, hay que obedecer’”.

Para la masacre en Tlatelolco ella comienza a conformar un libro donde las voces fluyen a través de la memoria de los sobrevivientes que se cercaron para dar testimonio del crimen contra la juventud.

Tuvo que adentrarse en las “celdas pequeñas, sucias de Lecumberri donde tenían a los jóvenes. Donde estaban el escritor José Revueltas y los muchachos que fueron apresados y que de muchas maneras reflejaban la desesperación y la indignación de ese evento que nunca debió de ocurrir”.

¿Fue un libro difícil?

-Es un libro difícil para el que lo escribió y para el que lo lee. Es la recreación de un hecho que por sí mismo es doloroso.

¿Cree que se haya repetido la historia con los estudiantes de Ayotzinapa?

-Bueno, de Ayotzinapa he escrito mucho. Creo que lo que comparten entre sí es que ambos fueron crímenes de Estado.

De los nuevos fenómenos de desaparecidos ¿qué opina?

-Son hechos distintos pero que duelen. Los desaparecidos políticos eran perseguidos por el gobierno, ahora los desaparecidos son perseguidos por el narcotráfico, pero tiene una fuerza tal gracias a que este gobierno corrupto nunca hizo nada para detenerlos.

¿Y Ayotzinapa?

-El caso es lamentable. Hace unos meses estuvimos una serie de escritores y yo entregándoles sus certificados de graduación.

“Ya es hora de que en México hablen los pobres, ya es hora de que los ciudadanos se manifiesten por encima de los partidos. Ya es hora de que seamos consultados. Ser consultado es un derecho político que demandamos desde hace mucho tiempo los habitantes de los 32 estados de la República”, sentenció en un discurso en el Zócalo capitalino a un mes de la desaparición de los 43 de Ayotzinapa.

“Claro que me gustan las flores”

“¡Dios mío, mi educación!”, exclamó mientras se acomodaba una chamarra verde pistache que traía sobre sus hombros. “¿No quieren agua, Jamaica? Hija – le dijo a su asistente – tráeles agua de Jamaica a los muchachos”.

La asistente llegó con una charola dorada y unos vasos de cristal grueso, con un bordo azul añil y una jarra hasta la mitad de agua de Jamaica.

¿Usted es sobrina de Pita Amor?

-Sí, ella era hermana de mi mamá. Era mi tía, pero no le pareció que me iniciara en el periodismo. Me decía ‘no te compares con tu tía de lava, yo soy la dueña de la tinta americana y tú una pinche periodista’.

De momento un perro labrador gigante entró por la puerta principal. Aunque el hilo de luz de la sala era tenue reflejaba intensamente en el pelo de Shadow.

“Hija, a ver si puedes sacar al perro, porque la gata se asusta”, le dijo a su ayudante. “Es que Vice no lo quiere y a quien termina arañando es a mí”, en ese momento la gata brincó y salió corriendo hacia la cocina. “Ya ven lo que les digo, que no lo quiere”.

Ella estaba rodeada de un cúmulo de arreglos florales que “llegaron porque el 19 de mayo cumplí años”.

¿Pero le gustan las flores?

-Claro que me gustan las flores; si no, pasen a mi jardín.

Elena estaba cansada, eran las ocho y media de la noche cuando otorgó la entrevista. Venía de Puebla de celebrar el cumpleaños de uno de sus tres hijos.

-Me gusta convivir con gente joven. Aprender de ella.

Entonces es como José Revueltas que le gustaba convivir con la gente joven.

-Pues yo creo que sí. Convivo mucho con mis 10 nietos, que son ahora mi adoración.

Tal parece que a Elena Poniatowska nada le cuesta trabajo. La computadora es su amiga y ahora compañera para crear sus ponencias, discursos, cuentos y novelas. “Cuando me fui a Estados Unidos a dar unas clases, un curso, ahí tuve que aprender porque las calificaciones había que subirlas a una plataforma, a internet y tuve que aprender”.

Elena responde personalmente los correos electrónicos que llegan a su bandeja de entrada. Y contesta el teléfono de su casa, de la cual se desconoce el color de las paredes pues existen 14 mil libros que están acomodados en libreros que poco a poco ha instalado.


“En el único lugar donde no hay libros es en mi cuarto y en mi baño. Y no tengo en mi cuarto porque me volvería loca con tanto libro; yo creo que voy a donarlos en un futuro a alguna universidad o a una fundación”.

“¡Dios mío, a este perro se le va a salir el corazón!”, le dice a su compañera que entra para que el perro se salga de la mitad de la sala, repose y deje de jadear. “Es que corrió mucho, pero es un perro muy grande para esta casa”.

México recibió a Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor y la convirtió en Elenita. Un personaje de las letras mexicanas que se ha posicionado como imagen de la Ciudad de los Palacios.

Con sus casi 50 publicaciones, sus 39 reconocimientos, entre doctorados Honoris Causa, premios de literatura, periodismo, Elenita no se “toma en serio los premios. Con esas invitaciones pasa que no dejan hacer a los que escriben lo que hacen y en lo que dicen son buenos y por lo que los invitan, que es escribir”.

Ha pasado hora y media desde el inicio de la entrevista. Elena Poniatowska está visiblemente cansada, por la hora y por el viaje de un par de horas de Puebla hacia la ciudad de México.

Sus ojos, ahora nebulosos por el paso del tiempo, no han perdido la vitalidad ni la chispa de cuando inició la entrevista.

Señora, una última pregunta, ¿cómo le gustaría ser recordada?

-Bueno, yo no pienso en ello. Yo vivo cada día y lo disfruto. Creo que no he escrito ni mi epitafio, y creo que no lo escribiré. Cada quien me asignará un lugar en su memoria o en su biblioteca.

A Elenita Poniatowska se le puede reconocer al verla leer en el parque ubicado enfrente de su casa en Chimalistac. Es fácil abordarla en las ferias del libro o, incluso, a través de su hijo, el profesor Emmanuel Haro, quien en más de una ocasión ha recibido libros de alumnos para llevarlos a autografiar por su madre. A Elena Poniatowska Amor se le puede conocer mediante los temas que aborda, que la emocionan, que la indignan y es posible entablar conversación con ella a través de sus libros.



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PARQUE MÉXICO, UNA DECADENCIA CIUDADANA

Por Diana Karen Kraules Aedo
Ciudad de México (Aunam). Beben agua estancada, sucia, con sus propias plumas, tierra y algas en apogeo. – ¿Hacia dónde están los patos? –, pregunta un transeúnte llamado Andrés. Ingrata sorpresa que se llevará al descubrir la miseria en la que viven los animales, el agua turbia en la que se bañan. En los adentros del Parque México no sólo el agua se estanca y tortura a las aves, aquí el desarrollo se detiene mientras sus más fieles visitantes observan la decadencia de su querido espacio verde.


Pasan de las 12:30 del día. El parque no está repleto de gente como en los fines de semana, sin embargo, hombres de edad avanzada se reúnen bajo la fuente del reloj, más seca que las hojas caídas de los árboles, los cuales se levantan por doquier sobre un camino pavimentado característico del lugar.

En un letrero que ha sobrevivido a la intemperie, se lee: “Este parque se ha hecho para usted y para sus hijos. Cuídelo como cosa propia 1927”. Cerca del letrero y de la fuente del reloj, está el busto de Albert Einstein, cuya mirada se pierde en los edificios de enfrente. Tal escultura lleva por leyenda una de las famosas frases del científico alemán: “Si quieres vivir una vida feliz, átala a una meta, no a una persona u objeto”.

Anuncios abundan en el lugar haciendo imposible no parar a observarlos, y aunque las personas se detienen a leerlos, hacen caso omiso a lo que en ellos se plasma. Prueba de lo anterior, es la actuación que tiene un veterano al arrojar a un lado del bote la servilleta que pocos minutos antes había sostenido un cono de helado. La petición: “VECINO: mantén limpios las áreas verdes. Juntos por la mejora de Parque México”, de nuevo es ignorada.

Más personas con sus cabezas blancas se reúnen en ese tumulto como los patos hambrientos en torno a la comida. Las percepciones suelen engañar, no están ahí porque se trate de un programa social que los convoque como “Pensión 65”. No, algo no encaja en el cuadro.

Sus cabellos crecen desordenados en torno a sus cabezas canosas. Su ropa desgarrada da cuenta del tiempo que lleva puesta en esos cuerpos maltrechos, de las veces que la lluvia los ha sorprendido en medio de su hogar, el Parque México. Cargan en sus manos bolsas y más de una cobija, se rasuran e intentar asearse hasta donde es posible.

Enrique García suele estar en el parque por unos minutos, en esta ocasión ha decidido sentarse a comer. Las veces que ha pasado ahí, algo se repite: los hombres se reúnen junto a esa fuente a esperar a un predicador, –creo que estudian la Biblia yo los he visto como a las 12 o una, viene un predicador y les explica en un lenguaje más sencillo. – Sonríe y abre un recipiente que contiene un guisado en salsa verde, lo saborea mientras espera el momento de seguir su camino y salir de ahí.

¿Qué si los hombres han afectado los cuidados del parque? – Estoy arrepentidísimo – dice Guillermo Islas, vecino del lugar – me puse a defenderlos porque no consideraba justo que los maltrataran por ser pobres, porque en esta ciudad no se castiga el delito, sino la pobreza – fumar, beber y orinar son cosas que los indigentes hacen en su hogar.

Muertes, asaltos y otros delitos figuran en los rumores sobre el parque, Guillermo puede confirmar esta versión: –a mi amigo indigente lo mataron a patadas sus compañeros y nunca supe por qué. Fue una muerte muy fea–. Expresa después de apretar sus labios. El agua de la lluvia no servirá para llevarse con ella la memoria de quienes ven lo que sucede y no hablan o no son escuchados, y no únicamente por las autoridades sino por los vecinos.


Sobre el predicador que llega a leerles, el vendedor de vidrio soplado dice: –no es tanto que les interese la Biblia, sino que les da dinero, de 10 a 50 pesos, a veces un sándwich o un refresco–. Su cara surcada por grandes arrugas demuestra su inconformidad al relatar cómo los vecinos no hacen nada para mejorar la situación, no sólo de los hombres, sino del recinto en general.

Dentro del parque, se encuentra un foro en el que se libra una batalla digna de los gladiadores romanos; un partido de fútbol entre niños que no rebasan los 12 años, sus madres los observan con curiosidad y temple mientras esperan la hora de llevarlos a casa y huir del espantoso calor que ha empezado a sentirse.

Un hombre vigila la práctica, su nombre es Epifanio Fernández, y porta un chaleco del gobierno de la Ciudad de México; él abre y cierra el foro, – mi trabajo no es cuidar el foro, sino abrirlo porque los vecinos vienen y debe de estar abierto. ¿Qué si el parque se deteriora?, ah, sí, sí, por supuesto van a hacer mejoras en todo, – pronuncia la última palabra orgulloso de ella.

Menciona haciendo referencia a los indigentes –Son reuniones para adultos mayores, me imagino, vienen asociaciones a hacer manualidades con ellos–. Aquí hay vigilancia – claro lo dice porque él trabaja para la delegación – no ha habido más que detenciones por uno que otro desperfecto, pero normal. –

Los árboles se extienden por lo menos un ciento de metros cuadrados hacia atrás del foro, y para la 1:30 de la tarde otro tumulto toma forma. Los perros comienzan a llegar, algunos acompañados por sus dueños y otros como parte del entrenamiento para que aprendan a comportarse.

El señor Fernández ha participado en campañas para que los vecinos cuiden a sus mascotas, –se han logrado reducir bastante, refiriéndose a las heces caninas, los vecinos traen su 'bolsita', pero luego las tiran en los botes incorrectos –. En la acera de enfrente, en pleno camino peatonal, la presencia de uno de estos residuos orilla al hombre a añadir: –bueno, sí hay vecinos a los que no les importa el cuidado del parque, pero la mayoría ya está contribuyendo con las exigencias para mejor su apariencia–.

Un chorro de agua se eleva por los aires, es la fuente donde nadan los patos. El aspecto del estanque es desagradable debido al color café-verdoso que tiene. Y al seguir el camino que lleva al lado para no caer en uno de esos charcos que reflejan un cielo café y árboles secos, el espectáculo de miedo tiene ocasión. Las plumas de los patos, algas y tierra impactan en el paso del agua, ésta se estanca, y el antiguo río artificial que antes debió ser un atractivo, hoy está seco.

En el Parque México el río no llora porque no volverá, sino porque se queda donde está. Reuniones de indigentes o de perros toman lugar en sus espacios, los charcos convierten en un campo de minas los andadores, la conciencia de los vecinos y de las autoridades se ha diluido como una gota de perfume en litros y litros de agua. Tal vez por eso Albert Einstein voltea hacia el otro lado. Para ignorar la miseria en que se ha sumido el parque, “uno de los más hermosos” de la ciudad.



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ACOSO EN EL TRANSPORTE PÚBLICO

Por Abigail de Jesús Moreno Sánchez
Ciudad de México (Aunam). Solté un grito, un grito lleno de rabia, de indignación. La réplica se escuchó de inmediato para intentar minimizar las posibles consecuencias que derivarían del ultraje que acababa de cometer: “Estás loca, yo no hice nada… Pinche vieja exagerada”.


Su aspecto era tan asqueroso como sus acciones. De su rostro solo podía distinguirse un par de ojos amarillentos y venosos, el resto permanecía cubierto por un cubreboca azul. Usaba una gorra ya no tan negra, como si hubiese sido decolorada con un poco de cloro, una sudadera gris y estorbosa que solo dejaba descubiertos los dedos de sus manos, ennegrecidos por la suciedad, sus vaqueros estaban rotos y aún podía notarse la erección que trataba de ocultar.

No tardó en tomar su maleta como escudo para encubrir la prueba fehaciente de que yo no mentía y sin pensarlo dos veces emprendió la marcha a través del pasillo, huyendo, sin prisa.

Nadie atendió a mis gritos, los pasajeros volteaban a verme como si estuviera loca o en su defecto exagerando, mientras la escoria se escabullía por la puerta trasera del autobús impune por haber restregado su miembro en mi hombro cuando estaba dormida en uno de los asientos delanteros que dan al pasillo.

El acoso en el transporte público no debe de normalizarse. El estudio denominado “El porqué de la relación entre género y transporte”, elaborado por el Banco Interamericano de Desarrollo en 2015, señaló que 40% de las mujeres entrevistadas en la Ciudad de México se ven obligadas o modificar su vestimenta para evitar ser violentadas en el transporte público.

La rabia y la indignación pronto encontraron una compañera, la impotencia. Mientras intentaba no llorar en mi asiento, las personas cuchicheaban y la robusta mujer a mi costado me observaba insistente desaprobando el escándalo que había propiciado. Poco a poco los pasajeros fueron descendiendo en sus respectivas paradas, uno que otro me echaba una ojeada, pero ninguno con remordimiento por convertirse en cómplice del victimario.

Así como mi historia en el transporte público hay otras más, justo ahora puede estar ocurriendo algo similar, mientras lees esta crónica. La Organización de las Naciones Unidas considera el acoso sexual contra mujeres y niñas “una pandemia”, que pese a que ocurre a diario no está suficientemente reconocida por los gobiernos para evitarlo.

El acoso sexual no se limita al tocamiento, otras conductas que tienen cabida en esta forma de ejercer violencia son las palabras obscenas, las insinuaciones sobre el cuerpo o apariencia física aun sea con miradas lascivas e incómodas, la intimidación y las amenazas con fines sexuales, la exhibición de genitales, la toma de material fotográfico sin el consentimiento de la persona, la persecución, acciones que culminan con la perpetración de una violación.

Según la ONU-Mujeres, en la Ciudad de México una de cada dos mujeres ha sido agredida sexualmente en espacios públicos. Las formas más frecuentes son las frases ofensivas, tocamientos e incluso, la violación y lo peor, en la mayoría de los casos, no existe denuncia.

Foto: Live Leak.


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6 de julio de 2016

¡PRECAUCIÓN! ¡PALEOARTE A LA VISTA!

  • Reviviendo a los dinosaurios busca dar a conocer el paleoarte
  • Visitantes se quejan: “La publicidad de la exposición es un fraude”
Por Ximena Navarro Esquivel
Ciudad de México (Aunam). A partir del pasado mes de junio y hasta diciembre, el Universum, Museo de las ciencias, en Ciudad Universitaria acogerá a Reviviendo a los dinosaurios, dicha exposición tiene como objeto mostrar al público el paleoarte. Asimismo, busca explicar las principales características de estas criaturas de acuerdo a los descubrimientos científicos más actuales. Lo anterior, a través de más de 40 ilustraciones, 30 fomidinosaurios y una docena de fósiles de hasta 80 centímetros.


La exhibición está dividida en diez áreas distintas tales como: dinosaurios mexicanos, fomidinosaurios, los no dinosaurios, mesozoico, entre otras. En cada una de ellas se hace énfasis en la cambiante percepción que se ha tenido sobre estos reptiles a lo largo de la historia. A la par, se exaltan los avances tecnológicos que han permitido que los paleoartistas representen con mayor exactitud la vida de los “lagartos terribles”.

Cabe resaltar que el paleoarte es la disciplina encargada de ilustrar la forma en la que vivían organismos ya extintos con base en información científica, de acuerdo a lo mostrado en el segundo piso del Universum. Al inicio de la muestra se explica que algunos principales paleoartistas del mundo –cuya obra se exhibe en la exposición- son egresados de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Academia de San Carlos, la Universidad de Alcalá, entre otras.



El coordinador de esta exhibición es el Maestro en Ciencias, René Hernández Rivera, profesor de paleobiología en la ya mencionada Facultad de Ciencias de la UNAM y “uno de los mejores descubridores de fósiles a nivel mundial”, según una ficha expuesta al principio de Reviviendo a los dinosaurios.

“La publicidad es un fraude”

No obstante, las credenciales de los artistas expositores o del coordinador de la muestra no parecieron entusiasmar al público asistente, el cual luce confundido e incluso decepcionado al ingresar a la misma, comentaron dos anfitrionas encargadas de la sala.



Daniela Martínez, anfitriona de Reviviendo a los dinosaurios explicó que los asistentes suelen expresar su decepción, al esperar “dinosaurios más grandes”. Karina Santos, su compañera y co-anfitriona de la sala, agrega que el problema proviene de la prensa, “donde se publicitó a la exposición con fotografías de fósiles de gran tamaño”; cuando, en realidad, la sala alberga huesos de pequeño tamaño, numerosas ilustraciones de artistas como Luis V. Rey y los fomidinosaurios (figuras de los reptiles, a color, elaboradas en fomi maleable, con cierto grado de flexibilidad, con una altura no mayor a los 30 centímetros).

Ambas guías coinciden en que el público de la muestra está conformado en su gran mayoría por niños, quienes conocen del tema y desean obtener datos a mayor profundidad, pero se aburren ante la falta de material interactivo.

Los asistentes están de acuerdo con las anfitrionas de la sala. Por ejemplo, Itzel Hernández comenta que llevó a su pequeño hijo y terminó “decepcionada. Mi hijo se echó a correr porque no vio nada que pudiera tocar o le llamara la atención”. Lo mismo señaló Susana Navarrete, quien agregó que pensaba encontrar réplicas más grandes de los extintos animales: “La publicidad es un fraude. Mis hijos, mi mamá y yo nos aburrimos. La verdad nos terminaron gustando más otras áreas del museo”.



Pese a esto, la afluencia de gente es copiosa y así seguirá, de acuerdo a Karina Santos; ella señala que los “dinosaurios no es un tema de moda, sino un tema de interés constante para muchos pequeños”.

Reviviendo a los dinosaurios se encuentra en el segundo piso del edificio A de Universum, dentro de Ciudad Universitaria. Las anfitrionas de la sala recomiendan asistir a la muestra con la idea de que se apreciarán ilustraciones y fomidinosaurios, principalmente.

La exposición fue organizada en colaboración con el Museo de Geología, la UNAM y la Dirección General de la Divulgación de la Ciencia (DGDC) de la máxima casa de estudios del país.


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SORORIDAD: CLAVE EN “BELLAS DE NOCHE” Y “PLAZA DE LA SOLEDAD”

Por Montserrat Antúnez Estrada
Ciudad de México (Aunam). Abordar de manera exitosa temas como el presente de las vedettes mexicanas de los años 70 y la prostitución de mujeres en La Merced en un documental se debe a la relación directora-personaje mujer, “a la sororidad, es decir, a la hermandad que hacemos entre mujeres“, aseguró María José Cuevas, directora del largometraje “Bellas de noche”, durante la conferencia impartida junto a Maya Goded, directora de “Plaza de la soledad”, en la edición Tag CDMX 2016.


Maya Goded, quien antes de realizar “Plaza de la soledad” fotografió por 20 años La Merced, comentó que para elaborar un documental es necesario guiarse por la intuición: “Hay que dejarse llevar y entender que la intuición va antes, luego te vas dando cuenta que es una investigación personal”. La autora del libro Tierra negra (1994) dijo que, para un cineasta, la involucración con su trabajo es “un privilegio porque te deja entender tu propia existencia y tu vida”.

Para María José Cuevas la elección de sus personajes mujeres se debe a un interés que tuvo desde niña: “Las vedetts las asumí como personajes de infancia, para mí son recuerdos de esa época de mi vida”.

Las directoras comentaron que no esperaban la aceptación que tuvieron sus documentales en las presentaciones durante la undécima edición del Festival Ambulante (31 de marzo al 14 de abril) en ocho estados de la República. María José Cuevas dijo sentirse orgullosa porque las salas estuvieron llenas, en su mayoría, por público joven: “En Ambulante me di cuenta que no están olvidadas”. Para Maya Goded, el que las protagonistas pidieran presentar el documental fue una experiencia que le mostró el crecimiento y fortaleza personal que han obtenido sus personajes.

Además de la charla con las cineastas mexicanas el segundo día de la edición Tag CDMX 2016, evento realizado del 29 al 30 de junio con sede en el Lunario del Auditorio Nacional y el Centro Cultural del Bosque, contó con la participación de Eugenio Caballero, ganador del Óscar por el diseño de arte en la película “El laberinto del fauno” (2006), Michael Franco, ganador de mejor guión en Cannes (2015) por el filme "Chronic” (2015), y la conferencia de Gaspar Noé, productor y director argentino.


Foto: TAG CDMX



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