PARAÍSO AL VISITANTE, INFIERNO AL RESIDENTE

Por Diana Isela Carrera Salinas
Malinalco, Estado de México (Aunam). Es un pueblo mágico, ubicado en el Estado de México, y su nombre significa “el lugar en donde se entrelazan las compartes”.

Malinalco es uno de los lugares más ricos de México, donde el turismo es una vía primordial para un escape a lo desconocido y, a la vez, uno de los pueblos mágicos más reconocidos a nivel nacional, lleno de atractivos como sus pirámides del tiempo prehispánico, su museo, el mercado de artesanías, la catedral y sus capillas con esa maravillosa arquitectura colonial y por ultimo, su atractivo tianguis artesanal y gastronómico.


Un lugar representativo de Malinalco es Malicualli, desde ahí la perspectiva del lugar es maravillosa, se trata de una peña que permite admirar el paisaje casi en su totalidad.

Para Rosendo Peralta, un médico de 69 años y empresario de la región, "Malinalco es un lugar tranquilo, seguro, y lleno de atractivos turísticos y gastronómicos"; un buen refugio para los empresarios y todo aquel que pretenda huir de su rutina, “es un pueblo maravilloso donde no pasa nada malo, todo es felicidad".


Es un paraíso para aquellos que vienen a visitar y a disfrutar sus cosas buenas, pero para los residentes que nacieron y se formaron en este pueblo, como Erika García Sánchez de 36 años, dos hijos, y quien tiene un pequeño puesto de comida mexicana, la situación del pueblo no la ayuda ya que todo es mas caro.

"Pues para el comercio es un beneficio, ya que de aquí subsiste mi familia, por lo que tenemos que tratar bien a los visitantes". Sin embargo, acota que, en política, el pueblo está fatal, “el poder siempre está con el PRI (Partido Revolucionario Intitucional), la gente se vende por graba o cemento. Hace unos años queríamos que ganara el PRD (Partido de la Revolución Democrática), pero se robaron las casillas. El pueblo hizo una huelga, pero no sirvió de nada primero; fueron pasivos y después nos agredieron".


García Sánchez es tajante: "Yo no me siento orgullosa de pertenecer a Malinalco, si tuviera la oportunidad me iría con mi familia".

Este testimonio cae como balde de agua fría, deja en desconcierto las expectativas buenas del lugar.

Al continuar con el recorrido, un puesto llama la atención: es una vendedora de ropa, Ema Arizmendi Vázquez de 50 años. Es habitante de Malinalco y subsiste de la venta de ropa de manta; para ella la vida no ha sido fácil y mucho menos en esta época de tanta violencia para la sociedad mexicana.


Con un poco de tristeza, ataja: "La verdad no, el nombramiento de pueblo mágico lejos de traer algún beneficio solo nos ha traído problemas; el ayuntamiento se la pasa remodelando, destruye y construye nuevas cosas en apariencia porque lo único que hace es tirar el dinero del pueblo.

Afirma que estaban mejor cuando era Pueblo Encantado, “ya teníamos turistas y eso nos beneficiaba para nuestra economía, pero ahora solo nos amenazan y nos corren de nuestro lugar de venta".


Todo porque quieren hacer una “etiqueta”, realizar locales rústicos donde los del tianguis no están contemplados, “a nosotros simplemente nos quieren desaparecer".

Rompe en lágrimas: "Mi hija tiene cáncer, es madre soltera, a mi marido lo corrieron del trabajo y el único sustento es mi puesto; no encuentro la salida".


Realmente las palabras se esfuman, no se encuentra la lógica en lo inmediato, es difícil digerir lo escuchado.

Para el visitante, este lugar resulta magnifico, inigualable, cómodo y es un escape a toda la vida ajetreada de un citadino o de un viajero en busca de un buen sabor de boca.

Pero para el residente, aquel que nació en ese lugar, todas esas maravillas tienen que ver con su estatus social, con sus costumbres, con la gente poderosa que habita el lugar. Malinalco no es el paraíso.



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