CASA DE CULTURA: COCTEL DE COCINA, BAILE Y ARTE

Por Zuleyma Molina Nieto
Ciudad de México (Aunam). El inmueble de paredes de concreto y techo de lámina, hecho para la extinta paraestatal Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo), fue derrumbado y hoy es un edificio con planta baja y primer piso y con ventanales en un tono verde claro. La fachada en su mayoría de color gris, excepto por el amarillo que se aprecia en el muro principal donde está la entrada. Arriba de la puerta de acceso está la inscripción de la nueva institución: Casa de Cultura “Rey Neza”.


Son casi las cinco de la tarde, aunque parece más tarde por la mezcla de gris con azul en el cielo y las pocas gotas que caen al suelo. Pero la chef Elsa Zamudio con su filipina rosa mexicano camina de un lado a otro esperando la llegada de sus alumnos para la clase de gastronomía.

“Se revuelve la harina, la leche, la mantequilla y el huevo” señala la chef a los cinco infantes cocineros que están a su cargo, todos ellos uniformados con su mandil blanco, mismo color que su gorro. La receta asignada al día lunes ya estaba pactada, el menú de hoy: Hot cakes.

La mezcla ya está lista y todos los que integran el grupo de gastronomía se postran alrededor de la parrilla eléctrica, el único varón de los infantes es el encargado de poner mantequilla al sartén.

La mezcla de harina, leche, huevo al contacto con la grasa esparcida en el recipiente metálico despierta un apetito inquietante en las madres que acuden a llevar sus hijos a clases de danza, pues no pueden evitar entrar al salón de gastronomía y confirmar que no es su imaginación la que apetece hot cakes.

En la Casa de Cultura “Rey Neza” no solo se percibe el sentido del olfato con los panqueques, sino que el oído es también llamado, pues a dos salones del salón de gastronomía está el aula de nombre “danza folklórica” que retumba el suelo con el zapateado al ritmo de un baile típico de Sinaloa: “El toro Mambo”

Suena unas estrofas de la melodía: “Que sale el toro. Ahí viene el toro”, pero se escucha más fuerte al instructor marcando el tiempo de los pasos de las seis niñas de faldas de doble vuelo. Uno, dos, tres…ocho ritmos, y vuelve a contar, vuelta, abajo, despacio y último. El profesor de baile, con sudor en su frente, no deja de poner el ejemplo haciendo cada paso que deben realizar las alumnas.


Ya rebasaba las seis de la tarde y el cielo aún permanece grisáceo junto con gotas de lluvia que a lapsos incrementan su intensidad, reina una atmósfera de energía ya que el instructor y las pequeñas bailarinas se movían con un ímpetu contagioso.

La Casa de Cultura “Rey Neza” tiene poco más de un año que abrió sus diversas actividades formativas, el espacio que ahora ocupa antes era sede de la hoy extinta Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo), Las instalaciones, al perecer la paraestatal, se convirtieron en muros propicios para la expresión de arte urbano conocido como graffiti.

Sin embargo, expresiones pictóricas siguen teniendo cabida en el nuevo actual edificio gris, debido a que en la Casa de Cultura hay un salón asignado a la pintura, dicha aula es la más afanosa del lugar pues inmediatamente al entrar te atrapan los cuadros postrados en los caballetes; paisajes, retratos, bodegones y hasta el boceto de un Atlante Tula. Todos ellos firmados por los artistas.

Mientras en la planta baja los infantes son creadores de postres que hace prestar atención a más de un curioso y también se mantiene la cultura nacional a través de bailes típicos, en el primer piso se desarrollan las aptitudes necesarias para las artes plásticas.

Pero el paso del tiempo es rápido en la Casa Cultura y en cuanto el reloj marca las siete de la noche es la señal para que bailarines, chefs, instructores y trabajadores dejen el inmueble, para que cuando llegue la siguiente clase, el edificio gris retumbe con los pasos de baile, se impregne de olores de diferentes platillos y sea espacio de nuevas creaciones artísticas.




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