DANZAR CON 15 PESOS EN TLATELOLCO

Por Berenice Beatriz Santos Anastacio
Ciudad de México (Aunam). La fila está compuesta por hombres canosos y con zapatos perfectamente boleados, de mujeres con tacones de cinco centímetros y labios pintados de rojo o rosa, según el atuendo que lleven. Todos van sacando sus 15 pesitos, para pagar un rato de danzón.


La cita es en Tlatelolco, lugar con una gran carga histórica, pero también sede de baile para un pequeño segmento de las 10.5 millones personas de la tercera edad que viven en México según el Consejo Nacional de Población (Conapo), quienes se reúnen de martes a domingo en El gran Salón, sitio que desde el 2011 brinda un rincón para olvidar la soledad.

A pesar de que el lugar abre las puertas a las 16:00 hrs. la fila comienza desde las 11 de la mañana. Pues los seguidores dispuestos a ganarse el mejor lugar, optan por ser los primeros y apartar una mesa para su grupo de amigos. Mientras avanza la fila, más se siente la emoción de aquellos que van calentando el talón y se observan puestos de discos en el suelo.

En la entrada, los vigilantes revisan cuidadosamente y piden una identificación a quienes tengan rostros de inocentes. Después está la taquilla y a unos cuantos pasos, las personas se encuentran listas para disfrutar el sazón de la música. El salón cuenta con una pista de azulejo beige, luces para ambientar, un escenario donde se presentan las orquestas y mesas alrededor para que las mujeres sentadas esperen al ganador de concederles una pieza.

Una de ellas es Andrea López, señora de 70 años, delgada, de tez clara, con cabello teñido de castaño claro, corto y ondulado. Cada jueves hace un ritual de belleza para conquistar miradas y emprender el viaje desde metro Impulsora hasta Tlatelolco. Y nunca sale sin su labial, que utiliza para retocarse cada media hora.

A pesar de tener 10 años de viuda, no está en sus planes tener pareja, sólo asiste a olvidarse de su vida como ama de casa. Confiesa que no le gusta el danzón, pero aprovecha cuando la orquesta toca al ritmo tropical. Demuestra ser selectiva con sus parejas de baile y toma una copa de ron.


El lugar se comienza a llenar, la orquesta apenas se está acomodando en el escenario. Pero eso no impide que las parejas bailen al ritmo de la salsa. En la pista una mujer con vestido verde limón y pestañas postizas se mueve al ritmo de su pareja. Mientras a lado un hombre de cabello canoso y largo hasta la cintura, baila con una mujer de vestido corto con estampado de bolitas blancas.

Otros comienzan a sacar sus alimentos, pues lo único que no dejan pasar son bebidas, éstas están a cargo de los meseros que ofrecen desde agua hasta copas de whisky. La orquesta está lista, y el público en filas, los hombres a la izquierda y las mujeres a su derecha, empieza la música y con una vuelta comienzan a plasmar pasos al ritmo del danzón. Cada que termina una canción, aplauden con euforia.

Las mujeres que van solas, si no las sacan a bailar, prefieren quedarse sentadas antes que bailar con otra mujer. Otras que frecuentan siempre el lugar ya tienen una pareja de baile particular. Por su parte los hombres hacen un ritual de caza, pero siempre eligen a la que se va más joven, aunque les rechacen la pieza.

La sede también cuenta con un salón más pequeño, dónde asisten aquellos que gustan más de bailar salsa, para aquellos que tiene entre 20 y 50 años. Para los que están esperando pertenecer al club de personas mayores de 60 años. Ellos prefieren beber cerveza, mover los pies rápidamente, cansarse hasta sudar, olvidar la delicadeza que tiene el danzón y vivir los años que se van.



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