DESFOGUE DE VIERNES POR LA NOCHE

Por Katia Morales Marcelino
México (Aunam). Dicen que las penas con pan son menos, pero cuando se tiene un mínimo de 200 pesos, buen aguante etílico, ritmo de nacimiento y amigos fiesteros; en vez de pan, se prefiere la cerveza. A las diez de la noche las danzarinas luces neón de color azul del bar Exa Live reciben gustosas a todos aquellos –mayores de 18 años- que necesiten iniciar el tan ansiado “desfogue” que permita liberar todas aquellas penas laborales, amorosas y estudiantiles.


La puerta es pequeña y el sujeto con sobrepeso que responde al nombre de Víctor Quintanar no hace fácil la entrada. “Que se diviertan”, dice. La construcción parece una enorme chimenea: paredes de ladrillos entre tonos rojos y café claro son el material principal y no más de cien metros cuadrados tiene de extensión el bar. De éstos, la mitad está ocupada por 20 mesas y la otra mitad destinada para una diminuta pista, un escenario y la barra.

La decoración la conforman guitarras autografiadas dentro de delgados escaparates de cristal. En uno de estos, el instrumento porta de su lado izquierdo una indescifrable maraña de líneas negras, debajo un pequeño letrero: Sin Bandera, dice. A donde la mirada voltee se hacen presentes fotografías de Marc Antony, Lupillo Rivera, Alejandro Fernández, Soda Stereo, Jenny Rivera, Paulina Rubio y todos aquellos artistas que tienen un lugar dentro del bagaje musical mexicano.

Medio centenar de personas se han dado cita, en su mayoría hombres. Botellas y tarros de cerveza, micheladas y cocteles -el alcohol en todas sus presentaciones- son dejados en las manos de los asistentes. Entre las mesas, tres hombres y dos mujeres con delantal rojo, maniobran y se deslizan sigilosamente, dirigen sonrisas y preparan cuentas.

A las once y media de la noche, los visitantes que interpretan sobre el micrófono sus canciones favoritas, han disminuido. El alcohol comienza a hacer estragos: el sentimiento dentro de las interpretaciones va en aumento y la “pena ajena”, también. Los artistas con mayor raiting en el karaoke son José Alfredo Jiménez, Paquita “La del Barrio” y Jenny Rivera.

Para la media noche, el karaoke cierra su última ronda y la música da un giro de 180 grados. En los altavoces retumba “El verde de tus ojos”, cumbia interpretada por el grupo “Los Llayras” -¿de qué otra forma se puede dar ambiente para bailar, si no es con géneros tropicales?-. Los asistentes no se hacen del rogar y dan rienda suelta a sus mejores pasos de baile.

“Me estoy divirtiendo mucho, hace un buen que no salíamos”, le dice Mariana López a su novia Patricia Ochoa. Ambas son estudiantes de la carrera de Mecatrónica en la Unidad Profesional Interdisciplinaria en Ingeniería y Tecnologías Avanzadas (UPIITA) del Instituto Politécnico Nacional (IPN). “Vivimos cerca de aquí. Nunca habíamos podido venir, pero ya nos lo habían recomendado”, dice Patricia. Acto seguido, se dan la media vuelta y vuelven a acoplar sus delgados cuerpos, al son de la música.

A la una y media de la mañana del día sábado, los asistentes comienzan a salir del lugar. Unos trastabillando, otros preparando sus cigarros y encendedores. En la acera, algunos buscan un taxi que se atreva a llevarlos a casa a esas horas de la madrugada. La fiesta y la “bebedera” han terminado, un día más en la lista de las visitas de estas personas a bares parecidos a Exa Live.

No saben o no quieren saber que la demanda de bares en la Ciudad de México va en aumento. De acuerdo con El Universal, en 2014 se tenía la penosa cantidad de haber 3 bares por cada biblioteca pública, dando a México el décimo lugar en consumo per cápita de alcohol en América Latina con 7.2 litros anuales. Desconocen también que en 2010 el periódico La Jornada dio a conocer que el 15% de decesos y discapacidades durante ese año, fueron debido a los estragos del alcohol.

No lo saben, seguirán arribando al local 102 de Plaza Lindavista. Nada cambiará. En la entrada el logo del bar, caracterizado por un cuchillo y un tenedor cruzados, en medio de una guitarra, continuara apareciendo como una luz al final de un día agotador. Dando paso a ese desahogo etílico que se comienza con la voz de José Alfredo Jiménez diciendo “Amanecí otra vez, entre tus brazos…” y que se concreta con pasos de baile, unas cuantas vueltas y varias cervezas.




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