UN FOTOPERIODISTA NO PUEDE SER NEUTRAL: CRISTOPHER BLANQUET


Por Leonides Sandoval Castañeda
México (Aunam) Con los modernos dispositivos móviles, ¿cuántas fotos se toman en el mundo cada minuto?, se preguntó el fotoperiodista Enrique Villaseñor García, y él mismo se respondió: “millones”. ¿Eso quiere decir que hay millones de fotorreporteros?, continuó; y la respuesta fue “no”.

Para serlo, explicó a su vez Cristopher Blanquet Chávez, reportero gráfico de El Universal, se necesitan tres cosas: estar en el lugar de los hechos, tener capacidad para captar el momento (el equipo adecuado) y estar en condición de publicarlo en un medio de comunicación.

Ambos, además de los fotorreporteros Jaime Chalita Miranda y Andrés Garay Nieto participaron en la mesa redonda Fotoperiodismo, generador de conciencia social, que se efectuó el último viernes de octubre en el auditorio Ricardo Flores Magón de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, como parte de las actividades con las que la Agencia Universitaria de Noticias (Aunam) celebra sus 15 años.

Abrió fuego Cristopher Blanquet con una exposición de su trabajo Los niños del opio, efectuado en algún lugar del estado de Guerrero y que le valió el premio del Veintiunavo Concurso Internacional de Fotografía Documental, organizado por la Escuela Nacional Sindical de Colombia.

Exhibió también sus trabajos sobre los hechos relacionados con la agresión de la policía municipal de Iguala, Guerrero, contra estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa la noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre de 2014, a raíz de la cual se encuentran desaparecidos 43 alumnos de ese plantel.

Cristopher Blanquet comentó que un fotógrafo no puede ser neutral, pero tampoco debe ignorar los excesos de sus simpatizados, como lo demuestra en una de sus imágenes publicadas en El Universal, en la cual se observa a unos estudiantes tundiendo a un policía federal tirado en el suelo, mientras en el fondo se observa a otros dos agentes en el piso, probablemente desmayados. La imagen le valió que los normalistas lo vetaran y que lo corrieran dos veces de ese colegio.

La exposición la extendió Jaime Chalita Miranda, profesor de fotografía en la escuela de periodismo Carlos Septién García. Sostuvo que en México no existe la enseñanza de esta materia, como en otros países, sólo cursos, talleres, seminarios, por tanto, los reporteros gráficos se forman en los diarios, mientras que el fotoperiodista lo hace en la academia.

Y en eso estábamos, continuó Chalita Miranda, hasta que llegó la tecnología digital y ahora cualquier fotoaficionado puede estar en el lugar de los hechos y disparar su cámara, lo que no lo hace fotoperiodista, pues además de las tres condiciones señaladas antes, se necesita sensibilidad.

Y es justamente él quien propuso que “como no se puede competir con aficionados”, los fotoperiodistas deben contar historia, hacer podcats”, como lo demostró con su documental Treinta años de alfareras de Tláhuac. Esto funciona también para cuando no te publican o te sobran fotos de algún reportaje, añadió.

En su turno, Andrés Garay, fundador de La Jornada y de la Escuela de Fotografía Nacho López, planteó que el fotoperiodista debe estar comprometido, debe ser de tiempo completo y traer la cámara siempre, esa postura llevó al cuestionamiento: “¿para quién trabajo?, ¿quién me va a publicar?, y ¿qué trascendencia va a tener mi foto publicada?”.

Garay, quien como trabajador de La Jornada cubrió los desastres causados por los sismos de 1985 en la ciudad de México, destacó que quien presume que tiene una cámara que hace buenas fotos miente, porque ésa no existe. El aparato no toma fotos por sí misma, es el fotógrafo en el ojo de la cámara, remató.

Enrique Villaseñor García, ganador del Premio Internacional de Fotografía, organizado por el diario Pravda de Moscú, habló de las particularidades de la fotografía, de su clasificación en géneros conceptual, comercial y documental, y de subgéneros: fotografías informativa, testimonial, ensayo e ilustración.

Para ilustrar cómo una fotografía puede tener lecturas distintas, Villaseñor mostró una imagen de una pelea callejera entre mujeres de un barrio de alguna ciudad: una de ellas está montada y somete con una llave de luchadora a otra que yace en el piso, mientras que frente a ellas una tercera se yergue con un enorme pico con intención de asestárselo en la cabeza a alguna de las dos; por la parte de atrás se acerca una cuarta señora con un palo en la mano dispuesta a todo, mientras varias más observan la escena. En una barda de al lado un logotipo del sol azteca y las siglas PRD. “¡Qué violentos son los del PRD”, bromea y explica que la riña no tenía nada que ver con la política.

Y para demostrar la masificación de la fotografía, chancea de nuevo: “Ustedes ya están tomando fotos y ya las están whatsappeando, ya vi a Vero” en mi celular, señala en alusión a Verónica Rosales Flores, moderadora de la mesa redonda. La aludida fue finalista para la exposición 80 miradas de hoy, Bellas Artes, 80 años, organizada por el Instituto Nacional de Bellas Artes.

Villaseñor Gracía anunció su libro México roto: el dolor de la violencia, que será presentado el próximo 18 de noviembre en la Academia de San Carlos, de la ciudad de México. Y congruente con los tiempos digitales, señaló que su obra no tiene un tiraje determinado, sino que será impreso conforme los lectores lo requieran. “Lo pides hoy y a la semana te llega”, finalizó.






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