PRESENTA HUÁSCAR ROBLES SU LIBRO PUERTOS PRÍNCIPES: TEMBLEMOS TODOS

Por Antonio Tonatiúh Carbajal Rubín
México (Aunam). Huáscar Robles entró a Haití 11 días después del terremoto que derrumbó casas, hospitales e incluso el Palacio Nacional en enero de 2010. Recorrió el paisaje fracturado, abundante de edificios convertidos en ruinas y cuerpos sepultados bajo escombros, y conversó con un joven haitiano, a quien atinó decirle que lo único que podía hacer era contar su historia.

Así lo hizo en Puertos príncipes: temblemos todos, libro que presentó en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, a cargo de Blanca Aguilar Plata, Lucía Rivadeneyra y Vicente Alfonso.

Rivadeneyra recordó una frase de José Vasconcelos: “un viaje comienza con inquietud y termina con melancolía”; pero reportear implica tres veces más inquietud. Añadió que Robles superó las pericias de cubrir una tragedia: observar la pobreza, soportar el clima, el olor de cadáveres en descomposición y trascender las barreras del lenguaje, pues ni un reportero bilingüe comprende haitiano o creol.

Vicente Alfonso explicó que 11 días después del desastre el tema se diluía en la agenda de noticias. Robles encontró personajes, lugares e historias que pasaron desapercibidas. Alfonso añadió que el terremoto tomó por sorpresa a Haití, que no contaba con un protocolo claro de actuación durante desastres naturales. Más tarde, Robles narró que los extranjeros voluntarios enseñaron a la población qué era un terremoto y por qué ocurrían, ya que los haitianos creyeron que se trataba de un evento divino.

Robles aprovechó la presencia de periodistas en formación para advertir que dedicarse al periodismo es difícil en cualquier parte del mundo. En México, Puerto Rico o Estados Unidos la prensa está acotada en varios frentes: los medios sujetan la información a intereses políticos y económicos. Por ejemplo, su libro tuvo financiarse a través de instituciones no gubernamentales.


El viaje a Haití no fue el primer acercamiento del escritor a la isla caribeña. Su primer acercamiento fue en su país natal, en la localidad de Piñones, donde grabó un documental sobre la invisibilidad de la comunidad haitiana. Robles no sabía nada sobre Haití. De hecho, notó que nadie conocía qué es Haití. Alfonso comparó la isla con el continente africano que Kapuściński retrata en Ébano: Haití es un punto en el mapa, pero nadie sabe qué ocurre ahí.

El segundo acercamiento de Robles tampoco fue en suelo haitiano. En la frontera con República Dominicana, documentó la cotidianidad de los sobrevivientes y la solidaridad de los dominicanos. Cuando finalmente caminó sobre el país antillano conoció las heridas del pueblo: el dolor no sólo era físico, habían perdido su hogar y su familia.

En un campamento, un grupo de sobrevivientes se sentaron alrededor de una televisión. Veían qué decía el mundo de su país, notaron que por primera vez desde que lograron su independencia, el planeta fijaba su atención en ellos. Robles trató de calmarlos antes de partir a su siguiente destino: “La ayuda ya viene” les dijo. Uno de ellos respondió: “¿Y tú? ¿Tú también vas a regresar?”. Robles no contestó. Entendió que no bastaba donar suministros ni recursos médicos, necesitaban atención. Alfonso complementó la frase que Huáscar Robles le dijo al muchacho haitiano: “En estos casos, contar sus historias no es lo único qué podemos hacer, sino lo mejor”.







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