SANGRE CINÉFILA, CORAZÓN SERIÉFILO Y PIEL TEATRAL: ARANTXA SÁNCHEZ


Por Anayeli Tapia Sandoval
México (Aunam). La caminata de la estación Zócalo a la calle 5 de mayo hubiera llevado escasos cuatro minutos si el rojo del semáforo peatonal, que intentaba imponer control sobre un domingo familiar, no hubiera tardado tanto en cambiar.

Las palabras El Popular resaltaban con color dorado, en los extremos de la entrada de aquel restaurante se encontraban dos bancas; en el lado izquierdo estaba una familia reposando, mientras que en el derecho un grupo de violinistas y chelistas daban un mini-concierto.

Eran las doce con treinta minutos, justo media hora antes de lo acordado, sin embargo, una figura femenina, reconocible al instante, se acercaba a la entrada. Sus 24 años de edad posaban en su cuerpo delgado, cuya altura oscilaba entre los 1.50 metros; su ondulado y negro cabello le cubría hasta la mitad de la espalda y cada uno de los pelos que lo conformaban estaba en el lugar correcto, sus lentes, de armazón rosa, le rodeaban sus ojos un tanto rasgados en donde las delgadas líneas ojerosas apenas hacían presencia.

Arantxa Sánchez Luna, reportera del Fideicomiso de Administración de Teatros y Salas de Espectáculos del Instituto Mexicano del Seguro Social (Teatro de la Nación), se aproximaba para saludar con un beso en la mejilla para luego dirigirse a la recepcionista y pedir una mesa.

Después de observar su reloj, de su boca salían unas repentinas y alarmadas palabras— ¡ay!, llegaste muy temprano, ¿llevas mucho tiempo esperando?—, mientras se llevaba una de sus manos a la cintura, que estaba cubierta por una playera negra de mangas largas y cuello redondo, bajo un suéter liso azul marino que hacia juego con un pantalón rojo entubado.

La recepcionista, después de unos cinco minutos, la llamaba para indicar que ya había una mesa disponible. Dentro, el lugar estaba repleto de personas de todas las edades, aunque eso nadie lo notaba, pues cada quien estaba inmerso en su propia burbuja, una que más tarde se crearía en la mesa número siete, la que le había sido otorgada.

Producción audiovisual, un nuevo respiro

Arantxa Sánchez, egresada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, estudió Ciencias de la Comunicación y, aunque originalmente su plan de vida no era ese, terminó tan inmiscuida en ello que ya no pudo salir.

—Yo iba a estudiar Letras Hispánicas pero me dijeron que me iba a morir de hambre— ríe mientras mantiene los dedos de su mano izquierda entrelazados con los de la derecha— entonces busqué otra opción y lo más relacionado era comunicación; entré no tan convencida, pero con el paso de los semestres, y con el apoyo de diversos profesores como María Eugenia Ávila Urbina, Marcos Márquez y Angélica Carrillo, terminó gustándome.

Sin embargo, para la también colaboradora en portales como F.I.L.M.E. Magazine y Corre Cámara, uno de los mayores obstáculos fue la elección de la especialidad, pues a pesar de que ella anhelaba estudiar periodismo eso no fue posible debido a la hora que le tocó inscribirse, pues ya no había cupo con ningún profesor. No obstante, estudiar producción audiovisual, más allá de ser un reto, al final fue una salida y una segunda oportunidad.

—Cuando no me pude inscribir en periodismo lloré mucho— baja la mirada y la clava por un momento en la mesa— pero luego lo pensé y producción sí me llamaba la atención, al principio la metí con las ganas de meter permuta después, pero metí a maestros muy buenos e hice la prueba de una semana y en ese lapso me gustó mucho, me encantaron los maestros y me quedé.

En todos sus textos, sobre todo en las reseñas críticas, la productora de profesión y periodista de oficio refleja la gran inclinación que tiene por estos dos mundos, tanto que ha logrado crear un puente entre estas especialidades y con ello construir su propio estilo, prueba de ello son “El hombre más buscado”, “El rey de la evasión” y “El carácter nebuloso de Vargas Llosa”, por mencionar algunas.

—Junté la teoría de producción y el estilo que desarrollé cuando estuve en el tronco común, la práctica no porque eso nunca me ha gustado— la mesera del recinto interrumpe y trae las órdenes que previamente se habían pedido; Sánchez Luna recibe su quesadilla sincronizada acompañada de un vaso de jugo de naranja, da las gracias a la empleada y prosigue como si nada la hubiera detenido—el estar con la cámara y tener que moverse me estresa mucho, yo no soy buena para eso, pero sí me gustó la teoría: hacer ensayos, la estructura de guiones, reflexiones sobre el cine y la realidad; entonces pensé en escribir sobre lo que estaba estudiando y así fue como resultó.

La reseña, su género periodístico favorito, representa para la también crítica de cine una forma de desnudarse y de quedar libre ante el lector, pues asegura que los prejuicios, el contexto, los conocimientos y demás factores quedan ante él; sin embargo, deja en claro que para llegar al público el periodista debe hacer otras cosas:

—Se debe escribir lo más claro posible, creo que eso es lo principal, sobre todo en la crítica de cine porque ahí está el vicio de los eruditos que piensan “ustedes mortales me van a leer a mí”, lo cual yo odio, por eso trato que mis textos sean un poco más sencillos, por ejemplo, no me pongo a citar a filósofos porque al lector le da flojera, y eso es lo que yo rescato de haber tenido un tronco común de periodismo, porque te enseñan a escribir claro, directo, cercano, sencillo, pero sin perder la profundidad. Tengo muchos conocidos que sí son así, y a veces sí lo aprecias, pero inevitablemente es para un público muy reducido, y el chiste es que toda la gente lo pueda leer, conozca y se acerque a una película, una serie de televisión, un libro, lo que sea.

Cuando el telón del teatro baja

El trabajo actual de Arantxa Sánchez se centra en el manejo de redes sociales y como reportera en un Feideicomiso de teatro, no obstante, comenzó a familiarizarse con este mundo recién obtuvo ese empleo.

—Me gustaba ir al teatro, pero era muy esporádico, no iba tan seguido, como —mira hacia arriba y piensa unos segundos— cinco veces al año, lo cual es muy poco en realidad, pero con este trabajo todo resultó inevitable, me dejaban entrevistar a alguien y tenía que buscar información, ver sus obras, tenía que relacionarme con los actores y las personas de teatro.

El inmiscuirse tardíamente al teatro no ha sido el único motivo por el cual Sánchez Luna tenga una conexión limitada con esta forma de hacer arte, sino que parte de ello también se debe a los pensamientos de las personas que trabajan dentro de este medio y por las riñas que surgen entre los artistas reconocidos y los independientes.

—Los actores son muy extraños, se tiran mucha mierda entre ellos, siempre está la eterna pelea entre los actores de siempre y los teatreros independientes. Sí hay obras que son muy buenas, pero también hay mucho fantoche que cree que por estudiar teatro va a cambiar a México. También me molesta que crean que todo debe ser gratis, en el trabajo donde estoy deben rentar los teatros porque si no cómo sobrevive el Fideicomiso, cómo se les da mantenimiento a los teatros; muchos se pelean por la renta de los teatros, todo lo quieren gratis y lamentablemente no todo es así, no han desarrollado un pensamiento empresarial.

Como espectadora, y en menor medida como crítica de teatro, Sánchez Luna dice que lo que más le importa de una obra es la credibilidad, pues a veces las actuaciones son muy malas y plásticas.

—En lo primero que me fijo es en que los actores tengan un desarrollo histriónico sobresaliente, sino me da flojera así la historia esté muy bien, porque los actores tienen que traducir la trama y los sentimientos en el escenario— de pronto deja estático el pedazo de quesadilla que previamente movía de un lado a otro del plato y dice emocionada —de las últimas que vi me gustó mucho, mucho, mucho, “Diario de un loco” porque Mario Iván Martínez, uno de los actores principales, tiene una gran capacidad como artista, es músico, actor, escritor, y todo lo que hace lo hace muy bien.

De corazón seriéfilo y sangre cinéfila


La revista Tierra Adentro de Conaculta también ha presenciado el talento de esta joven amante del cine, misma pasión que más tarde la llevaría a conocer un mundo que, asegura, le gusta más que el del séptimo arte: las series de televisión; aunque para descubrirlo, tuvo que pasar por situaciones que la dejaron marcada durante su trayectoria en la Universidad.

—Te voy a ser sincera— se pasa su bocado y deja el tenedor en el plato — entré un poco tarde al mundo del cine, empecé a interesarme por ello cuando ya estaba en la especialidad y justo cuando lo hacía muchas personas de mi generación ya tenían un conocimiento sólido sobre cine, por lo que me enfrenté a muchas personas que me decían “tú qué has visto”, “tú qué”, “por qué escribes sobre cine si tú ni ves cine”; me enfrenté mucho a eso y entré en depresión. Después empecé a ver otras cosas, primero consumía mucha basura televisiva, pero luego conocí las series, las buenas series, y me gustó. Además, a veces es tedioso estar dos horas sentada viendo una película y las series son más ágiles, tienen menos de una hora para presentarte muchas cosas y eso es lo que las hace interesantes.

En el año 2013, la comunicóloga ganó el concurso de crítica cinematográfica en el Festival Distrital: cine y otros mundos por su escrito “La hipnosis de Danny Boyle”, texto al cual le tiene mucho cariño.

—Elegí hacer una reseña de Trance porque me gustó mucho esa película, me encantó la dirección de Danny Boyle y amo a James McAvoy. Ese fue uno de los primeros textos en donde realmente estaba segura de poder llamarle ‘reseña’ a mi escrito, además me tardé una noche en hacerla.

Sin embargo, el Festival Distrital fue tan sólo el inicio de sus éxitos, y en ese mismo año participó en el Primer Concurso de Crítica Cinematográfica realizado por la Cineteca Nacional y la embajada de Francia.

—Fue todo un reto porque ese concurso era a nivel nacional, de hecho yo mandé mi reseña el último día, porque una amiga me dijo que me animara y lo mandamos las dos, pero me daba miedo— adopta una posición erguida y de pronto su voz se vuelve temblorosa, ante una realidad que no quiere ser aceptada— es que me hace falta creérmelo porque muchos de mis amigos que sí estudiaron cine y que hacen crítica de cine también mandaron los suyos, y era como “yo qué”, entonces fue duro, tanto que me lo guardé, sólo mi amiga sabía que lo había enviado. Después salieron los resultados y yo ni sabía que era una de las finalistas, me enteré porque mi amiga me marcó y me lo dijo.

Para la integrante del Jurado Joven en la edición 2014 del Festival Distrital: cine y otros mundos, la crítica de la pantalla grande en México necesita más apoyos pues, si se compara con otros países, en éste resulta imposible vivir del periodismo cinematográfico.

—A la crítica de cine en México nadie la toma en serio, siempre los tratan como perdedores. En realidad hay gente que escribe muy bien pero no hay periódicos o revistas que paguen por ello, a diferencia de Estados Unidos, por ejemplo, en donde se vive muy bien por hacerlo— toma jugo y otro bocado de su quesadilla, agregando esta vez un poco de aderezo, después de pasarse la comida continúa con el mismo tono desalentador— aquí es imposible, pagan una miseria y si quieres escribir reseñas debes casi, casi prostituirte o de plano tener contactos.

Por esta misma razón, y porque es uno de sus grandes anhelos, Arantxa Sánchez piensa entrar el año que viene al Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) para así poder emprender sus propios proyectos, relacionados claro, con las series de televisión.

—En el CCC hay un taller de guion de dos años y quiero estudiarlo, pero primero tengo que quedarme, se inscriben como 500 y sólo quedan 10. Después quiero ir a Venezuela, en donde está la sede de HBO Lationamérica, y hacer series de televisión. Además está padre porque el CCC te abre más las puertas, al mismo tiempo que estudias te empiezan a contactar con gente de cine, igual no sales dirigiendo pero sí aspiras a ello y a más apoyo.

Una lucha contra sí misma y con el mundo

Un ruido ensordecedor parecido al de una licuadora, proveniente de la cocina, se apodera de todo el restaurante y Arantxa Sánchez, en consideración con la pobre grabadora que combatía por registrar su voz o el ruido ambiental, espera un poco para seguir con la plática. En el restaurante todo pasa de prisa, las meseras van y vuelven con las órdenes en la mano y la televisión habla sola, nadie le presta atención.

El desayuno de la periodista estaba totalmente consumido, había tardado el doble de tiempo de lo normal, en su lugar, y conforme el ruido se prolongaba, el envoltorio del popote de su jugo era partido por sus delgados dedos en cachitos; después de unos cuantos minutos el escándalo fue en declive hasta que nada pudo perturbar de nuevo la intimidad que se había logrado.

La joven crítica de cine, televisión y teatro, quien confiesa que si su vida fuera una película esa se trataría de una chica perdedora, ha demostrado que es toda una persona perseverante, capaz de lograr todas aquellas cosas en los que otros la subestiman; sin embargo, el salir de la carrera de Ciencias de la Comunicación cambió su panorama y su vida en general.

—El mundo es cruel cuando sales, te da la depresión de ya no saber qué sigue, y no te quieres sentir una carga para tu familia. También es deprimente ir a las entrevistas de trabajo y darte cuenta de que buscan robots, que buscan gente que hace todo, pero que sólo les pagan tres mil pesos al mes y es una gran burla, es decepcionante. Aunque a veces somos nosotros mismos los que nos ponemos el pie al no leer, al no investigar, al no buscar.

No obstante, ante tales situaciones siempre ha contado con el apoyo de su familia, de su novio—con el que saca una gran sonrisa acompañada de hoyuelos que se forman en el extremo de su boca cada vez que lo trae a la plática—, pero más de su madre, pese a que en un principio se rehusaba a que su hija fuera otra estudiosa de las ciencias sociales, tal como el resto de sus hijos.

—Ella quería un doctor, lo que quieren todas las mamás, pero conmigo sí fue más presión para que estudiara otra cosa; quería que fuera abogada—la sola idea de pensarlo le produce un gesto de desaprobación y de terror en la cara—fueron muchas discusiones, pero después me dijo que si eso era lo que yo quería que me apoyaría. Ahora le encanta que diga que me publicaron en tal lugar y siento muy bonito al decirle, es como compensar todos los momentos amargos que vivimos por lo que iba a estudiar.

Pese a que penas llegará al primer cuarto de siglo de vida, Arantxa Sánchez Luna ha ido recopilando más triunfos que derrotas y más buenas que amargas experiencias; aunque su modestia no le deje ver más allá de sus defectos, en un futuro no muy lejano su lista de virtudes podría extenderse hasta los vidrios redondos de sus lentes para que pueda darse cuenta de lo que es y de lo que puede llegar a ser.

Después de poco más de una hora dentro de una burbuja que no se podía ver sino sólo sentir, en la mesa siete volvía el ruido del exterior y la escena de las personas viviendo de prisa. Pese a que su figura había quedado inmortalizada en fotografías, anécdotas, sentimientos, emociones y confianza habían quedado marcadas no sólo en una grabadora de audio, sino en las paredes y en el corazón de aquel lugar.




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