LLUVIA, RUGIDOS Y TOUCHDOWNS


Por Gael González Flores
México (Aunam). El clima gélido del sur de la ciudad no menguó las notas del himno deportivo universitario. En el estadio México 68, los aficionados presentes gritaron los clásicos Goyas, las animadoras agitaron sus pompones, y los vendedores cargaron sus canastas para dar comienzo al 6to juego de la Liga Mayor de Fútbol Americano.

Bajo las miradas inertes de la Torre de Rectoría y la Biblioteca Central, los jugadores locales, vestidos con su uniforme dorado, saltaron a la cancha a defender su invicto ante las Águilas de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACh).

Al momento de dar la patada inicial, el Dios Tláloc no quiso perderse este encuentro y se hizo presente en el coloso de Insurgentes Sur. Los pocos aficionados presentes corrieron a refugiarse bajo los palcos de trasmisiones.

Mientras tanto, después de cuatro minutos de juego, Irving Alamilla consiguió la primera anotación de la tarde. El corredor atravesó, como cuchillo en mantequilla, la línea defensiva visitante para inaugurar el marcador.


Con la apertura del marcador, la lluvia se intensificó. Las tribunas grises del estadio Olímpico Universitario, poco a poco, se llenaron de color gracias a los impermeables azules de los valientes aficionados que no se movieron de su asiento.

Mientras el público buscaba protegerse, las Águilas de Chihuahua consiguieron, en su primer avance, 3 yardas por parte de su corredor Víctor Ortiz. En su tercera oportunidad, casi son interceptadas pero pudieron completar el pase y quedarse a mitad del campo.

A pesar del buen inicio del cuadro visitante, los linieros defensivos generaron un error y dejaron desprotegido a su QuarterBack Randall Mendoza. Todas las yardas que consiguieron en sus primeros avances se perdieron por esa desconcentración. Los visitantes tuvieron que despejar.

Los sonidos provenientes de la tribuna no se hicieron esperar. “¡Ahhh!, ¡Sss!, “¡No, ma…!”. Todas estas exclamaciones en respuesta de un pase relámpago del mariscal de campo local, José Chávez y de un gol de campo de 52 yardas de Alan Paoli. Los Pumas aumentaron su ventaja 3 puntos más.

Las Águilas nunca encontraron su juego. Después de no llegar al primer y diez, cedieron el balón a la escuadra local. Los representantes de la Máxima Casa de Estudios concretaron la segunda anotación del día de Irving Alamilla poco después de iniciado el segundo cuarto.

En su siguiente serie ofensiva, los visitantes trataron de despertar. Ricardo Cervantes atrapó, a una mano, el envío de su QuarteBack. Los contados 20 aficionados norteños aplaudieron con admiración la hazaña del receptor.



Justo cuando el ímpetu y el orgullo de los visitantes parecía renacer, la afición azul y oro comenzó la presión. Los chiflidos y abucheos hicieron mella en la línea defensiva visitante quiénes dejaron desprotegido a su mariscal de campo. Una nueva serie ofensiva sin puntos se produjo.

Con el marcador a su favor, su equipo con pleno dominio y la incesante lluvia, la afición buscó una manera para entretenerse. Un miembro del grupo de animación “Yarda 50”, vestido con un impermeable tipo “poncho” azul comenzó con una serie de aplausos para gritar, inmediatamente después, “¡Pumas, Pumas!” con todas sus fuerzas.

A la par de la diversión del público, la mala tarde del equipo chihuahuense se vio reflejado en su patada de despeje que no avanzó ni siquiera 10 yardas y colocó a la ofensiva local en la mitad del campo. Ese error nuevamente se vio reflejado en el marcador. Andrés Salgado arribó a las diagonales luego de un pase de José Chávez.

Con el inicio del tercer cuarto la situación no cambió. La paliza se consolidó cuando Alberto Frías acarreó el balón 30 yardas hasta la zona prometida. En ese preciso momento, desde un rincón del estadio, se oyó un grito de felicidad: “¡por la gloria del equipo, el espíritu hablará!”.

La alegría de la afición se contagió a los vendedores.”¡Refrescos, refrescos!, ¡lleve sus Sabritas!, ¡Maruchan!; el respetable compró de todo, excepto las famosas congeladas de rompope, por obvias cuestiones climatológicas.

El regocijo del público llegó hasta los jugadores, sin embargo, ellos lo tradujeron en relajación. Las Águilas de Chihuahua buscaron romper el cero y tras varios minutos de posesión, encontraron la zona prometida en la esquina derecha de la defensa azul y oro. La ventaja se acortó 24 puntos.


Enseguida de la anotación norteña, se presentó la jugada más espectacular del encuentro. Kevin Gramage regresó la patada de despeje de los visitantes hasta la zona de anotación. Para desilusión de los aficionados, los árbitros invalidaron dicha jugada por un castigo de parte de los equipos especiales del cuadro unamita.

La afición, poco a poco, olvidó la lluvia. “¡Touchdown, queremos touchdown!, ¡Touchdown, queremos touchdown!”, gritaron desde sus asientos. El corredor Herminio Rojas le cumplió a la afición tras anotar el 5to touchdown del día. La afición entonó los clásicos ‘Goya’ mientras una bandera azul y oro con las siglas “UM” ondeó durante el festejo.

Si en el tercer periodo los auriazules bajaron la intensidad, en el cuarto brilló por su ausencia. Los Pumas supieron manejar las acciones del partido. Rafael Arenas logró incrementar la ventaja después de encontrar en las diagonales a Andrés Portillo.

Con un aguacero impresionante y con el partido más que definido la poca afición comenzó a buscar la salida del recinto con al menos 10 minutos por jugar. Ni siquiera las animadoras, que durante los primeros 3 cuartos no dejaron de alentar, se mantuvieron en el terreno de juego.

Los aficionados que abandonaron el recinto no atestiguaron la última anotación. Israel Olmos regresó una intercepción de pase para concretar la paliza en el Olímpico Universitario. 52 puntos a 7.

En la recta final del encuentro, una “guerra de porras” comenzó. Por un lado se encontraron los valientes fans que no se resguardaron de la lluvia; por el otro el público localizado justo debajo del palco de trasmisión. Después de varios ‘Goyas’ emitidos por ambos bandos, las partes decidieron entonar la mítica porra universitaria al unísono.

Justo después del silbatazo final, el respetable agradeció la entrega de sus jugadores. Desde las entrañas de los impermeables azules se escuchó; “¡Esto es equipo y no chingaderas!”.





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