BOWIE ES UN VAMPIRO

Por Luci Pérez
México (Aunam). The Hunger (Tony Scott, Reino Unido, 1983) Actualmente es una película de culto y referente para la llamada contracultura gótica o dark. En efecto, tiene los elementos necesarios para estar dentro de la colección de cualquier treintañero que se pinta las uñas de negro, escucha a Bauhaus y le gustan los vampiros.

La historia es sencilla: Miriam (Catherine Deneuve) es un vampiro que vive en Manhattan, tiene victimas a quienes convierte en inmortales; pero estos, a diferencia de ella envejecen y mueren en un periodo determinado. John (David Bowie) envejece cinco años por minuto… al final fallece y la vampiresa va en busca de una nueva compañía. Encuentra a la doctora Sarah Roberts (Susan Sarandon) quien es su víctima.


Quizá uno de los mayores aciertos de la película es proyectar al principio de esta a Peter Murphy interpretando Bella Lugosi is Dead. La atmósfera recreada, en efecto, enchina la piel, es misteriosa y termina por envolver al espectador.

Con los sonidos macabros y disfuncionales de la canción se logra, de pronto, un equilibrio con la secuencia de escenas: por un lado se encuentran los vampiros John y Miriam seduciendo a sus víctimas de un sábado por la noche y después a Murphy con esos desfachatados movimientos y distorsiones, probablemente un vampiro más. El ritual se cumple, los bebedores de sangre se han alimentado.

Otro acierto es la actuación de David Bowie. El camaleón hace uso de su talento histriónico y aunque desaparece a mitad de película es importante para desentrañar ciertos simbolismos en los vampiros. Su porte alude por completo a un vampiro real, su piel, el cabello, la estatura, el misterio; todo ellos se conjugan para formar a un no muerto, como diría Anne Rice.

Catherine Deneuve queda inmortalizada con esta cinta, al menos para el público ‘’dark’’, su elegancia da ejemplo de una vampiresa en el convulsionado mundo ochentero. Se le identifica especialmente por su belleza, aunque ha tenido mejores trabajos cinematográficos como Tristana (Luis Buñuel) y Dance in the dark (Lars Von Trier).

Los paisajes mostrados en ocasiones no se aprecian con claridad. Al parecer se utilizaron filtros, que dejan todavía más clara la morfida atmósfera. Predominan principalmente el azul y el gris. Con juegos de sombras, sobre todo cuando Miriam ataca, se logra un efecto mortecino en todo momento. No hay un minuto de luz o claridad en donde se distingan bien a bien las formas. Todo es confuso, oscuro, misterioso.

El escenario que mejor se aprecia es el vestíbulo de la casa de John. Como coleccionista de arte, conserva piezas del Renacimiento y simbolismos de los egipcios. Por ello, hay una escasa luz que puede rescatar el apreciar a las figuras. Él y Miriam portan en todo momento la cruz egipcia que indica inmortalidad: Anj.

Los close up directos hacia los colmillos, la sangre y demás elementos terroríficos por si solos no están presentes, pero aun así se logra el cometido: suspenso. Los diálogos resultan pausados o ausentes. En momentos del rito prescindible del vampiro, donde beber la sangre el uno del otro, se hace en un lugar especial, el último piso, ahí hay un tragaluz que en momentos ilumina y deja al descubierto el líquido escarlata.

El acomodo de elementos, vestuario, los motivos y diseños aluden en absoluto al glam y new wave ochentero, gestándose aún. Piel, estoperoles, color negro, labial rojo, lentes oscuros; todo eso configura a un par de vampiros modernos.

Otra historia más de seres chupa sangre, ofrece quizá un elemento de ambientación clave con una banda ícono en la escena gótica inglesa: Bauhaus. Los vampiros son fundamentales dentro de la subcultura.

El vampiro es aquel demonio encarnado y condenado a vivir por siempre en medio de su soledad. Anne Rice años después estructuró el origen de ellos: Egipto. ¿Coincidencia total que de aluda, en la película, a ellos?





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