EN LAS ENTRAÑAS DEL PALACIO

Por Ana Sofía Torres Lomelí
México (Aunam) Las once de la mañana. Los rayos del sol empiezan a ser molestos y la fila en ambas taquillas es inmensa. Afortunadamente en este lado de la calle Tacuba hay sombra, gracias al imponente Palacio de Minería, recinto que por varios días será el lugar en donde miles de personas se encuentren con un mar de títulos. La Feria Internacional del Libro (FIL) llegó una vez más para llenar de cultura, aventuras y grandes historias, a todo aquel que goce del interés por la lectura.

Por fin, la fila empieza a avanzar sorpresivamente rápido. Al lugar comienzan a ingresar todo tipo de personas, desde estudiantes universitarios hasta matrimonios de ya bastantes años. Hay pocos niños porque es viernes por la mañana y es de suponerse que la mayoría está en la escuela.

Sólo quince pesos son necesarios para poder acceder al palacio que alguna vez, allá por los años 50, instruyó a futuros ingenieros que después contribuirían a la construcción de la ciudad que habitamos hoy en día.

Una vez adentro, en el patio central del edificio predomina el color gris de muros, columnas y balcones, los cuales son iluminados por la luz natural que irradia el domo artificial que sirve como escudo contra el sol.

Es una sensación mágica el imaginar este inmueble en sus años de esplendor, ya que ese gran domo no existía y por lo tanto, era posible ver el cielo enmarcado por las cuatro paredes que forman el patio. Ahora, resaltan los brillantes colores de los stands de las editoriales más importantes del país como Alfaguara, Oceano, Paidós y SM.

No se puede hablar de ir la FIL sin tomarse un tiempo para visitar el amplio catálogo que ofrece la editorial ERA. Situada en una orilla de la explanada, muestra en sus repisas los cásicos de clásicos; esos que nos dan una visión extraordinaria de México. Son Elena Poniatowska con “Noches de Tlatelolco”, el recordado escritor José Emilio Pacheco con “Las batallas en el desierto” o Carlos Monsivais con “A ustedes les consta” entre muchos otros autores, los responsables de que en un solo día, este stand venda más de 500 libros.

La Universidad Nacional Autónoma de México, al ser dueña de este monumental edificio, cuenta con una librería permanente; esa no es razón para no colocar un stand, mismo que se empezó a instalar ocho días antes de la inauguración de la feria. No se trata de uno removible y desechable, sino de un cuarto completo bastante iluminado con mesas y repisas que sirven de soporte a miles de libros.

Es una de las editoriales con más éxito, y ¿cómo no? si invitan a sumergirse en mundos inimaginables de arte, música, ciencia, política, comunicación, sociología e ¡incluso gastronomía!, de hecho, uno de los libros más vendidos en la universidad trata sobre chiles rellenos, su preparación y algunos datos históricos.

Entre más pasan las horas más gente empieza a llegar a la FIL. Algunos observan curiosos las contraportadas de los libros que tienen a la mano, y sin decidirse a comprarlos los regresan a sus sitios. Otros llegan buscando ese libro en particular que tanto buscaban, y los menos, prefieren mirar desde los balcones del segundo piso todo el movimiento que las personas crean yendo de una editorial a otra buscando a ese fiel amigo lleno de palabras que los acompañará de ahora en adelante.

Ir a la FIL significa ir a visitar el Fondo de Cultura Económica, a la cual también le fue destinado un cuarto completo. A este lo cubre una suave luz cálida que da a los libros un toque perfecto que invita a abrirlos y recorrer sus páginas. En las paredes cuelgan mantas que conmemoran 80 años de Octavio Paz y la antología de sus obras es una de las principales atracciones este año.

Seguramente, todo aquel que hasta ahora ha asistido a la Feria del libro en el Palacio de Minería, ha visto el cartel promocional que ha sido puesto hasta debajo de las piedras. Blue Demon Jr. leyendo. Esta imagen no fue elegida al azar. Tampoco se quiere dar simplemente la idea de que hasta los luchadores leen. Este año, la FIL conmemora 80 años de la lucha libre y quiso resaltarlo de esa manera. “Quiero ver sangre” es un gran libro, lleno de ilustraciones e historias sobre lucha libre que se ha convertido en uno de los favoritos de la gente. Los tabúes de pensar que este tipo de shows son de mala muerte se están desvaneciendo y qué mejor que mostrar la verdad sobre este tipo de lucha, que de alguna manera, resaltan México.

Tres horas tal vez sean suficientes para recorrer todos los stands. Claro que es cansado, pero nadar entre tantos títulos, autores, entre tantas ideas diferentes hace que el recorrido valga totalmente la pena. Ahora, lo que sigue es llegar a casa con una bolsa pesada de libros, ponerse cómodo en su sillón favorito y empezar a hojear uno por uno, decidiendo impacientemente cuál será el primero que leerá y si no valdrá la pena en regresar por más.






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