FUERZAS ARMADAS: PASIÓN POR SERVIR A MÉXICO

Por Aranxa Gabriela Lugo Manzano
México (Aunam). Bajo los 23 grados de la una de la tarde, en el último domingo de febrero, cientos de familias capitalinas se dieron cita para apreciar la exposición Fuerzas armadas: pasión por servir a México, que se instaló en el Zócalo desde el pasado 8 de febrero.

El emblemático centro de la Ciudad luce en su corazón enormes carpas del característico verde, vehículos y helicópteros que se distinguen desde lejos; a sus alrededores, multitud de personas esperan ansiosas su turno para entrar, incluso una familia de turistas orientales observa detenidamente desde afuera el orgullo mexicano.

Antes de lograrlo, hay que hacer una fila, que a primera vista parece interminable, tres vueltas a la plancha del Zócalo, que pasan en menos tiempo del esperado porque no deja de avanzar. Padres de familia con sus hijos de la mano, algunos portando entusiastas accesorios para la ocasión, son la mayoría que ocupan la fila. Mientras tanto, vendedores ofrecen congeladas y nieves por cinco pesos para hacer menos arduo el trayecto, la espera para ingresar bajo el sol y el calor de la tarde.

Después de esperar, en promedio 40 minutos, por fin se ve la entrada, una enorme lona cubierta por un marco inflable del color del ejército, da la bienvenida a los visitantes. Después de pasar un cerco de revisión, entran emocionados.

Soldados amigables conviviendo con el pueblo mexicano, están inmortalizados en una foto tamaño mural, en frente, la leyenda “soy soldado porque en mi pecho se anida el amor a la patria, la veneración a sus héroes y el respeto a la ley. Soy soldado porque me encuentro sujeto por los lazos indisolubles de fraternal hermandad con todo mis camaradas” recibe a las multitudes.

Alrededor de la bandera tricolor ondeante, hay 22 carpas donde militares orgullosos muestran su pasión: armamento, escuelas, tecnología, uniformes, tanques, helicópteros, lanchas y un enorme satélite que gira y atrae miradas. En cada carpa se permite que los ciudadanos escriban algún mensaje para los soldados, en su mayoría, se leen agradecimientos.

Los mexicanos disfrutan el día de asueto entre el camuflaje y esculturas hechas de armas recicladas, aún con el calor y las largas filas para entrar a cada carpa o subirse a conocer algún vehículo, no pierden la emoción, que es acompañada por un grupo que toca canciones guarachosas de fondo.

Una tirolesa donde los hombres de verde equipan a los niños y les permiten jugar a ser como sus héroes de carne y hueso, parece ser de las filas más largas, las personas formadas son un número considerable, pero las risas de los niños indican que esperar vale la pena.

Después de más de dos horas de recorrido en un espacio donde el pueblo convive con el ejército, algún admirador se puede llevar a casa artículos de recuerdo que se venden en una de las carpas finales, las gorras y cascos que imitan los colores de la naturaleza, son los favoritos. Uno que otro, abandona el lugar con los colores del ejército plasmados en su rostro.

Los guardianes de México muestran otra cara, se desplazan por la exposición dispuestos a sonreír y prestar sus cascos para las fotos con niños, seguidores y algunas mujeres deslumbradas por el imponente uniforme que portan, a dar información, responder las preguntas de los visitantes y explicar con detalle las funciones de lo que están custodiando.

“Esta exposición me parece muy buena, los niños tienen la posibilidad de acercarse a nosotros y conocer nuestro trabajo, de aquí se van inspirados, se llevan una idea de lo que quieren ser de grandes” dice entusiasmado el soldado Gerardo Morales, quien al igual que los niños que describe, también parece inspirado.





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