HOMENAJE, GOYAS Y CANTOS, PARA UN ETERNO RUBÉN BONIFAZ NUÑO

Por Miriam Hernández Alegría
México (Aunam). Y tú tan tranquilo. Nos acabaste. Nos robaste sonrisas. Nos trajiste nuestros recuerdos más hermosos…. En la Sala Netzahualcóyotl localizada en el Centro Cultural Universitario, oculta por la abundante vegetación que ha crecido a casi 30 años de su inauguración, luce enclavada en la parte sur de Ciudad Universitaria. Fue tu cómplice.

Los asientos empezaban a ocuparse, mientras que una persona permanecía quieta, observante, y reía, no parpadeaba ni un momento, su mirada era fija.

Su vestimenta impecable en color negro y su cabello cano perfecto y alborotado. Era la imagen de Rubén Bonifaz Nuño, que daba la bienvenida a toda aquella persona que entraba.

TV UNAM se encargo de la remembranza. Por once minutos, en una breve semblanza, se proyectó el recuerdo. Bonifaz Nuño nació en Córdoba Veracruz y estudió Derecho en la UNAM entre 1940 y 1947. En 1960 empezó a enseñar latín en la Facultad de Filosofía y Letras, y recibió un doctorado en Arte y cultura clásica en 1970.

Traductor de las obras de Catulo, Propercio, Lucrecio y otros autores clásicos al español. Su traducción de 1973 de la Eneida fue aclamada por la crítica. El ganador del Premio Nacional de Literatura y Lingüística en 1974 moriría en la ciudad de México el 31 de enero de 2013.

Evocaciones: palabras para un gran poeta

La primera evocación daba comienzo. Tania Rosalía Saavedra leyó el escrito de René Avilés Fabila: Rubén Bonifaz Nuño devoto del arte y amigo entrañable. El escritor expresaba: “Yo lo conocí en 1968 junto a su memorable libro: El ala del tigre, me regaló su amistad, cariño y generosidad. Respeto mutuo. Sus cualidades fueron: vocación poética, amor por las letras, sentido de lealtad y afecto por los amigos. Hombre puro y justo ayudó a sus semejantes. Con sus amigos fue tierno tal como sucedió con: Henrique González Casanova, Ricardo Garibay, Fausto Vega y Jorge Carpizo. Con las mujeres coqueto y con los jóvenes tolerante y juguetón. Era paciente, corregía escritos, y amablemente decía: ‘Tu latín no es bueno, hermano’. Su obra poética era épica de lo cotidiano, perteneciente a los pelados y a los enamorados solitarios”. Terminaba la primera evocación y los aplausos se escuchaban.

Rubén y los clásicos. Una historia que escuchar

Texto a cargo de la pluma de Bulmaro Reyes Coria, investigador del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, en la voz grave de Iván Santín Hernández, profesor a nivel medio y medio superior, hizo reflexionar a los asistentes.

“Tres cosas más, o de otro modo, acerca de Rubén Bonifaz Nuño. Primero. Prefirió la filología a la desde siempre más prometedora carrera de las leyes (…) Segundo. En la filología, Rubén estudió y explicó a los clásicos griegos y latinos con solidez y valentía, es decir, no fundado en los criterios del imperio, como él llamaba a ese fenómeno que atormentaba a tantos pueblos (…) Tercero. Rubén, en la voluntad expresa de ampliar su filología y compartirla directa o indirectamente con los demás, marcó el camino que él mismo había recorrido en cada empresa (…) Inteligencia puesta a nuestro alcance, generosamente, por Rubén Bonifaz Nuño”. Concluía la segunda evocación.

Joven y dudoso la poesía fue su pasión

“La poesía fue para Bonifaz Nuño viento y luz, ola y espiga, y le dio tal vez la única libertad en una vida donde no cesaron de perseguirlo las obligaciones. Ya en el amor o en el desamor, el sol central de su poesía fue la mujer, la cual fue sujeto y objeto final de gran parte de los versos que escribió”, recordó Marco Antonio Campos, en voz de la actriz y dramaturga Daniela Arroio Sandoval.

Pero Bonifaz Nuño también cantó en diversos libros a los desheredados de la tierra, a la figura de Simón Bolívar, al sueño que representó la vida diaria en el México antiguo, a sus desdichas personales, a la muerte -a la que no se cansó una y otra vez de provocar-, la poesía fue para él una vía, quizá la principal, de conocimiento del mundo. Finalizaba el tercer recuerdo. La tercera añoranza.

Regreso a un lugar desconocido

“Regreso a donde nunca estuve” escribía Rubén Bonifaz Nuño en sus Trovas del mar unido. Y para el editor de su Poesía Completa, en el Fondo de Cultura Económica (FCE).

El poeta, registraba Martí Soler, se entregaba cuando le hablaba a la amada, cuando le hablaba a la vida, cuando le hablaba a la muerte: “Yo sé que inútilmente me defiendo de ti”, llegaría a decir Bonifaz Nuño en el escrito de José Carreño Carlón en voz de Tania Rosalía.

Cultura Nacional: Rubén Bonifaz Nuño en la UNAM

Sus cualidades y aportaciones fueron muchas. Tal como lo expresaba nuevamente Iván Santín Hernández, filosofo y poeta; por medio de la evocación que realizó el presidente del Consejo Nacional de Cultura y Arte (Conaculta), Rafael de Tovar y de Teresa: Bonifaz Nuño, primero, fue profesor de latín, luego miembro de la Comisión de Planes de Estudio del Colegio de Letras Clásicas, ambas en su casa de toda la vida: la UNAM.

Tuvo a su vez una larga y fructífera carrera como pensador de México. Desde sus estudios de la Coyolxauhqui, pasando por sus importantes interpretaciones de la Coatlicue. “Ha sido uno de nuestros grandes maestros”, expresaba el presidente de Conaculta, ya que sus obras han sido utilísimas para que los lectores de México se miren por lo menos un poco en el espejo de su historia.

Rubén Bonifaz Humanista, pero sobre todo ¡Universitario!

Con la autoría de José Narro Robles, rector de la Máxima Casa de Estudios, se expuso al poeta, ante todo, como un universitario excepcional que vivió en y para la Universidad. Nunca dudo de su gran pasión. Gran humanista de nuestro tiempo, que dedico gran parte de su vida a promover las humanidades, reconociéndolas como fundamentales para la cultura nacional porque cohesionaban a la sociedad, “porque dan fuerza al espíritu colectivo”.

“A partir del 31 de enero pasado, las humanidades están de luto y los universitarios hemos quedado en la orfandad”. Y los aplausos retumbaron, un Goya esporádico se escuchó. Bonifaz: Universitario por y para todo.

La Mar llega en 1-2-3

Tic Tac, Tic Tac, Tic Tac. Y el son jarocho La bruja apareció interpretado por el grupo La Ma,; conformado por estudiantes de la Escuela Nacional de Música. Ofreciendo siempre “algo mas” un toque, una sensación, simplemente un recuerdo de sólo cinco minutos en escena por 1-2-3 de música.

Personas y tonos diferentes, pero siempre la misma voz: La del poeta

Tan sólo 65 minutos bastaron para que Vicente Quirarte, Eduardo Lizalde y Juan Gelman lo recodaran una vez más, su objetivo fue cumplido. Juan Gelman fue el primero en tomar la palabra para leer: “¿Y hemos de llorar porque las cosas están así sobre la tierra?/ Hay una mujer, quedan amigos/ y el desprecio, Flaca, a lo que dueles/ No sé si habré de morir todo/ No todo he muerto; mientras vivo/ Me vienes guanga, compañera”, de Calacas (2003).

Lizalde por su parte fue el único en comentar los poemas que leía. Explicó que Bonifaz Nuño estimaba mucho un poema que siempre colocaba en sus antologías personales: “Amiga a la que amo: no envejezcas/ Que se detenga el tiempo sin tocarte/ que no te quite el manto/ de la perfecta juventud. Inmóvil/ junto a tu cuerpo de muchacha dulce quede, al hallarte, el tiempo…” de El manto y la corona (1958).

Finalmente toco el turno para Vicente Quirarte quien definió a su maestro como un “lujo entre los lujos de la suave patria”. Retomó de Los demonios y los días (1956): “Desde la tristeza que se desploma/ desde mi dolor que se cansa, desde mi oficina, desde mi cuarto revuelto/ desde mis cobijas de hombre solo/desde este papel tiendo la mano… Para el más grande: Rubén Bonifaz Nuño”.

En el homenaje también fueron recordados poemas de La muerte del Ángel (1945); Fuego de pobres (1961); Tres poemas de antes (1978); y Albur de Amor de (1967).

Caminos de Guanajuato

En escena continuaban los tres poetas. Sentados, pensativos, y al mismo tiempo eran asistentes que escuchaban la última pieza interpretada por el grupo La Mar, Caminos de Guanajuato, de José Alfredo Jiménez. “No vale nada la vida. La vida no vale nada. Comienza siempre llorando. Y así llorando se acaba. Por eso es que en este mundo. La vida no vale nada…”.

“Bonito, León, Guanajuato, su feria con su jugada. Ahí se apuesta la vida y se respeta al que gana. Allá en mi León, Guanajuato, la vida no vale nada…”, se escuchaba cantar a los presentes. Y los gloriosos “¡Goooya! ¡Goooya! ¡Goooya! Ca-chu ca-chu rara, ca-chu ca-chu rara. ¡Universidaaaad!” servían para decir “adiós” al hombre, al humanista, al magnífico poeta, al mejor Universitario.

Y efectivamente, la vida poética ya no vale nada, sin uno de los más grandes: Rubén Bonifaz Nuño, que tan tranquilo, nos acabó. Ni adiós nos dijo.

Foto: Wikimedia






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