EN SEMANA SANTA NO TODO ES PERFECCIÓN EN IZTAPALAPA

Por Miriam Hernández Alegría
México (Aunam). Próxima parada: “Iztapalapa” se escuchaba resonar en la transición del túnel entre la estación Atlalilco e Iztapalapa de la línea 8 que va de Constitución de 1917 hasta el metro Garibaldi.

Es la cuarta semana del mes de marzo correspondiente a la celebración de Semana Santa. Año tras año, desde 1842 La Pasión y Muerte de Cristo de los ocho barrios comienza. Ahora, toca el turno a la 170 representación de la semana santa. “Iztapalapa 2013. Tradición de un pueblo, orgullo de una ciudad”, se leía en el folleto en color rojo obscuro y letras blancas que se obsequiaba a las afueras de la estación del metro.

La calzada Ermita Iztapala Baja, ya era ocupada por la vendimia clásica que año con año por fervor, promesa, creencia o simplemente la búsqueda de dinero y fuente de trabajo, se hacía presente desde las afueras del transporte colectivo metro, cruzaba el auditorio Quetzalcóatl, la famosa Iglesia del Señor de la Cuevita y terminaba en el cruce de la calle estrella.

El color y el material era el mismo de cada representación: El barro y el color café. La cuestión gastronómica no podía faltar: Quesadillas, pambazos, sopes, tlacoyos, refrescos, pan de nuez, pan de nata, empanadas de piña, crema pastelera y chantillí; buñuelos, banderillas, atole, tamales, cocadas, macarrones, cocos, aguas frescas, helados, borrachitos, glorias, vacas babosas, vacas envinadas, diablitos encabronados, piñitas sin alcohol, pero con mucho sabor, elotes y esquites, no sólo invadían la calzada, sino también, el mercado: Cabecera de Iztapalapa y las calles aledañas.

Los huaraches en color café y negro en números del uno al diez para bebes hasta adultos, así como la ropa de manta en color blanco, los lentes de sol, sombreros (pa´ el calor), aretes, molcajetes, y por supuesto la imagen clásica de Cristo, conformaban la venta anual de Semana Santa en Iztapalapa.

El jardín Cuitláhuac donde se lleva a cabo la escenificación de La Pasión y muerte de Cristo, también ya estaba lista, sólo faltaban los arreglos de iluminación y audio. Pero la escenografía y las gradas para el público, colocadas ya estaban.

La gente se preparaba para comenzar la fiesta tradicional el jueves 28 de Marzo donde Jesús, seria traicionado y por consecuencia condenado. Todo Iztapalapa lucia adornado. Para los pocos extranjeros que visitaban la delegación, todo era perfecto. Hasta que se llegaba a la calzada Ermita Iztapala Alta y la calle estrella. La perfección se rompía, tristeza, esperanza, y pobreza aparecían.

21 Años: niños, nazarenos y personas forman un Campamento

Enfrente de la cruz que un día bendijo el Papa Juan Pablo Segundo se ubica el Campamento: “Doña Betty”. Las residencias ahí no existen. La pobreza es popular. De cincuenta a sesenta familias conforman el campamento que hace 21 años se estableció mediante la compra de un terreno en el que la líder: “Doña Betty” convenció a más de 300 personas de adquirir un terreno de zona ecológica imposible de habitar. Ella lo hizo habitable.

El problema más grande que enfrentan las familias de ese campamento es la vida indigna que tienen a pesar de estar casi enfrente del lugar donde Jesús muere año con año.

Agua potable: No. Luz: No, Drenaje: No. Pavimento: Mucho menos. No hay nada “bueno” para vivir en ese campamento más que las personas y la esperanza de cada una de ellas, por obtener una casa. Su peor enemigo: Una cueva profunda, invadida de ratas, cadáveres y baños de las familias que ahí viven, desembocan en esa cueva.

La situación es deplorable: El agua con la que se bañan, beben y hacen la comida la obtienen por las pipas de agua “gratuita” que siempre les cobra “lo del chesco”. Los recipientes donde capturan el agua son tres botes de la Marca Rotoplas, a lo que los habitantes llaman: Mamilas. Además de contar con una pileta de más de cuatro metros que también es abastecida.

La luz, la jalan de los cables de las viviendas de los alrededores. Ahí, las antenas de televisión por cable no existen. Pocas familias cuentan con teléfono y esas mismas familias, son las que tienen casas construidas de tabique, loza y cemento. Las demás casas en su mayoría son de lámina y cartón. Los coches son escasos. Pero Nazarenos hay muchos.

¿Y Dios?... ¡sigue sin aparecer!

Las propuestas por parte de la Delegación de Iztapalapa para la reubicación en otro lugar, si han llegado. Pero sin apoyo para la construcción de una vivienda, y cuando ofrecen el apoyo económico por medio del Instituto Nacional de Vivienda (INVI) mediante el préstamo mensual de 600 a 700 pesos mensuales. La propuesta es rechazada.

Es un precio que los habitantes no pueden pagar. Pues ahí estudiantes universitarios o con preparatoria no hay. El nivel de trabajo que predomina en esa zona es: Ayudante general en fábricas, comerciantes, o ayudantes de limpieza en el metro.

Y dios para ellos en cada representación, ¡sigue sin aparecer! Lo más que reciben es un cielo nublado y una lluvia que para colmo si es fuerte, las goteras en el techo de lámina invaden sus casas; los pocos artefactos como estufas o refrigeradores que todavía hacen escarcha, se descomponen, y si la luz se va, el calentador de agua o el cable de resistencia que conectan no funciona.

Campamento Doña Betty poco a poco ha sido abandonado por las 300 familias que iniciaron, unas han obtenido su casa por parte del trabajo, otros rentan o viven con algún familiar y los más pobres siguen viviendo ahí.

Son más de quince los jóvenes entre la edad de: dieciocho y veinte años, los que participan como nazarenos, para dar gracias de: Tener trabajo, no caer en la cárcel, de que sus padres sigan vivos, de seguir sanos y bebiendo cerveza, señala el “Cano” Carlos Hernández, comerciante de ropa, y “Alejo” Alejandro Camargo, estudiante de secundaria abierta y trabajador de limpieza del metro en la línea 12.

Pero la espera y la esperanza, en esa zona siguen. Todos son católicos. y casi todos se auxilian de la vendimia a las afueras del terreno para la gente que asiste al Cerro de la Estrella para ver a Cristo morir.

“No somos ladrones, drogadictos, violadores, ni secuestradores, ni mucho menos la jauría de perros era nuestra. Somos chidos, chingones, trabajadores, honrados, humildes, limpios, hambrientos, pobres, desmadrosos, futboleros, deportistas, amigos, mujeriegos, pedos, pero eso sí, somos personas y gente como cualquier otra y no somos menos sólo por el hecho de vivir en un campamento.” Señalaron el: “Cano” y “Alejo” mientras terminaban de lijar su cruz para representar una vez más su papel de nazarenos. Esperando que Dios un día sÍ aparezca.









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