DISFRUTA CARLOS ACUÑA DEL ASPECTO HUMANO DE LOS HECHOS

Por Dulce Olvera
México (Aunam). Aquel sábado histórico en que el presidente Enrique Peña Nieto tomó posesión, Carlos Acuña se encontraba en un Sanborns ubicado en la avenida Juárez; como reportero de la revista Emeequis, se había encargado de cubrir las manifestaciones y protestas madrugadoras cerca de San Lázaro y el Monumento a la Revolución. Al ser mediodía, su olfato periodístico lo condujo a creer que todo lo noticioso ya había ocurrido; era tiempo de redactar la crónica en su laptop a lado de una taza de café…

De repente, ¡pum! varias piedras se estrellaron en los vidrios del restaurante. Los comensales se levantaron y gritaron con sorpresa y miedo. A Carlos, como le gusta que le llamen, le cayó un ‘fierrote’ en la rodilla. La situación le parecía ilógica: que estuviera ahí dentro no significaba que apoye a Peña Nieto.

A partir de ese momento retomó su labor de periodista y al mismo tiempo que ocurrían los actos vandálicos y detenciones, observó, relacionó y sin tiempo para investigación previa salvo la de su bagaje, trató de mostrar en su texto lo que vio sin ponerse del lado de los estudiantes ni de los policías. Los lectores buscaban y demandaban saber esa misma tarde-noche qué había sucedido; Carlos se desveló aquel memorable día.

El periodista se foguea en las calles

Estudió Comunicación en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, pero considera que la carrera es una broma: más allá de las aulas y teorías comunicativas, el periodista se foguea en las calles al platicar con la gente y, con la marcha y práctica, aprende varias mañas.

Actualmente colabora para la revista Emeequis, la cual atravesó por una reevaluación en diciembre pasado. Acordaron reclutar más colaboradores, configurar el diseño, darle más peso a las secciones de ciencia, tecnología y cultura, y sobre todo, ampliar la visión de su contenido: no todo está para llorar.

Emeequis también se desenvuelve en la plataforma digital. A diferencia de las publicaciones impresas, el manejo de la información debe ser más rápido, puntual y pertinente sin hacer a un lado la calidad y rigor. Carlos Acuña recomienda darse diez minutos para revisar el texto antes de subir algo sin pies ni cabeza.

Como reportero ha tenido la oportunidad de viajar a distintos estados de la República y con sólo consultar sus publicaciones, detecta un vacío informativo ya que su contenido no es relevante. Asimismo, reconoce la presión laboral a la que se enfrentan los reporteros ubicados en zonas de violencia principalmente en el norte. Afirma que deben andarse con muchísimo cuidado sin ponerse del lado de ningún bando.

“¿Qué carajos tienen en la cabeza esa gente?”

Para Carlos, el periodismo es muy ingrato en cuanto a pago de sueldo. Sin embargo, con eso no justifica el contenido de los periódicos sensacionalistas del país cuya principal intención es vender más allá de informar.

Sugiere que exhibir a las personas en fotografías directas sin percatarse del daño moral que se les causa no tiene mérito periodístico. Enfatiza que la violencia continúa, pero debe mostrarse de una forma ética, profesional y elegante que no sea grosera con el lector.

Quedarse con la versión oficial es lo más fácil

En cuanto a los periódicos que responden a la línea del Estado reflexiona que todo tiene que ver con dinero y juicios ideológicos que ciegan a los medios. Se manifiesta en contra de aquellos reporteros que sólo se quedan con los boletines del Estado y los reproducen sin hacer investigación previa.

¿Cómo el gobierno controla el contenido de determinados medios masivos? Al quitarles su principal ingreso económico, es decir, la publicidad. O bien, por contacto directo. Para Carlos, la Organización Editorial Mexicana (El Sol de México, La Prensa y Esto) es el claro ejemplo de un instrumento mediático del Estado.

El periodismo te come

Acuña debe ir todos los días a la redacción de la revista ubicada en la colonia Roma. No tiene horarios fijos, pero debe presentar avances o propuestas de temas para las semanas futuras. Cada viernes el director Ignacio Rodríguez organiza juntas para realizar lluvias de ideas y elegir fuentes.

Ante ello, se busca tiempo porque el periodismo te come: brinda un 70 u 80 por ciento a reportear, escribir, consultar todos los medios posibles, comparar el manejo de información, y un 30 por ciento lo reparte a cuenta gotas entre sus intereses como el dibujo o su grupo de música Bad Borns.

Conocer las motivaciones de las personas

No se considera un periodista de investigación: a ellos los relaciona más con la consulta de archivos o expedientes judiciales y solicitud de información al Ifai y al Archivo General de la Nación; son gente que tiene que aprender a traducir todos esos datos.

Él disfruta más el aspecto humano de los hechos: más allá de descubrir el hilo negro, busca investigar, comprender y conocer las motivaciones de determinadas acciones, desmenuzar la vida de alguien, sumergirse en ellos para explicar la noticia sin llegar a violar su intimidad. Intenta profundizar para no quedarse en la visión mediática superficial de los sucesos.

Carlos Acuña reflexiona sobre la importancia de no ser el periodista invisible, sino participar y cuestionar a las fuentes. Ser cuidadoso y no caer en sus juegos. Es trascendente establecer vínculos humanos para generarles confianza y no sólo ser la rapiña o la mosca en sus vidas, pues considera que a veces parece que los reporteros sólo utilizan a la gente para exprimirlos y sacar la chamba.

En ocasiones prefiere charlar con las personas sin la presencia de la grabadora pues ha notado que de esa forma no fingen y declaran con mayor flexibilidad y profundidad. Sin embargo, también tiene sus desventajas: Carlos recuerda el reclamo que Sandino Bucio le hizo ante sus declaraciones imprecisas que escribió en su crónica del primero de diciembre “¿Te gustó tu bienvenida?”. Tuvo que ofrecerle disculpas y enviarle la grabación por correo electrónico: en ese momento de ebullición de información no tuvo tiempo de consultarla y apostó a su memoria.

“Escribir me salva”

Un reportero como él vive de lo que escribe. Come de sus textos: tanto alimentos como tranquilidad. Carlos Acuña escribe para explicarse su alrededor, ordenar el desorden, ubicarse y tratar de encontrar una respuesta o razón entre tantas posibles. Está seguro de algo: existen muchas explicaciones sobre los hechos sociales, pero uno decide con cuál quedarse.









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